Una obra interesante acaba de ser publicada en Francia bajo el titulo de “Las Grandes Victorias de la Medicina” (“Les Grandes Victoires de la Médecine”, Editions de la Table Ronde). Este libro describe todas las etapas de la lucha contra la enfermedad y valoriza los progresos realizados, sobre todo, después de estos últimos años.
Algunos semanarios en grandes tirajes, han reproducido, por otra parte, esas etapas, dando así al gran público una documentación muy útil.
Fue en el año 1220 cuando se inauguró en Francia una Facultad de Medicina en Montpellier. La de París fue fundada en 1231.
En 1628, William Harvey, dio lugar a un escándalo con un librito de menos de 100 páginas, en el cual expuso que el corazón no es el receptáculo del Alma, como la religión cristiana lo había enseñado hasta entonces. Su descripción sobre la circulación fue rápidamente tomada en consideración por los sabios, que trabajaron para demostrar más en detalle su teoría.
Galileo se encuentra, por su invención del microscopio, en la base de los grandes descubrimientos. En 1665, el sabio inglés Hooke descubre que las plantas y los seres vivientes están constituidos por células minúsculas y el alemán Virchow, 200 años más tarde, demuestra cómo las células se reproducen y prueba el origen de todo ser humano en una sola célula (el huevo). Es en 1910 solamente, que Morgan descubrirá el origen de la herencia en el núcleo de la célula.
La enfermedad mortal de la viruela fue vencida por la inoculación de la vacuna (especie de viruela de vaca); pero en 1796 aún no se toma en serio en Londres a Eduardo Jenner, mientras que Napoleón ya hacía “vacunar” la Grande Armée y su eficacia fue prontamente demostrada.
Laennec descubre la auscultación en 1819 viendo jugar a unos niños. Estos golpeaban sobre un largo tubo, con el fin de escuchar al otro extremo el sonido amplificado: ¡el estetoscopio había nacido!...
Fue al divertirse en respirar el protóxido de ázoe (gas hilarante) que algunos estudiantes, dentistas de Boston, descubrieron en 1846, los métodos de anestesia. Uno de ellos (Henry Morton) comprendió que ese gas podía calmar el dolor; seguidamente experimentó con el éter y más tarde con el cloroformo...
En fin, en 1885, Pasteur vacunó al pequeño Joseph Meister contra la rabia.
En 1895 el alemán Roentgen vio la luz a través de un papel negro impregnado de substancia fluorescente. Verificado el fenómeno sobre su mano, fotografió sus huesos; de ahí nacieron los rayos “X”.
En 1896, Henry Becquerel descubrió la radiactividad por su experiencia con la sal de uranio. Pierre y Marie Curie alargaron aún el horizonte de victoria sobre el cáncer con el descubrimiento del radio y del plutonio.
El 1º de Julio de 1921 una mamá tuberculosa trajo al mundo un bebe que estaba desahuciado. Se le administraron 6 miligramos de un producto preparado por Calmette y Guérin: el bebé fue salvado. El nuevo producto se llama el “B.C.G.”
En 1931, Waksman envía a su amigo René Dubos un paquetico conteniendo un poco de tierra tomada alrededor de un pie de arándano. De esa tierra nació la estreptomicina y, algunos años más tarde Fleming extrajo la penicilina de un poco de moho. Actualmente algunos laboratorios norteamericanos pueden producir una penicilina sintética.
De ese modo, continuando su evolución, la Ciencia domina cada vez más la enfermedad, pero, ante todo, queda el problema a resolver: la razón misma del desequilibrio de la salud.
Esta primera Causa, esa verdadera razón, es lo que debe considerarse como la base de toda búsqueda seria.
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Para dominar a la Naturaleza, es preciso obedecerla primero.
Bacon
Georges Knapp tenía la costumbre de decir: “¡Dime lo que comes y te diré quien eres!”. Como todos los verdaderos descubridores, había atacado primero el problema alimentario, estudiando las causas iniciales de nuestra degeneración. Todos los vertebrados viven, en general, 10 veces más del tiempo que requieren para la formación de los huesos largos en particular. Por ejemplo el perro, que necesita un año para formar su esqueleto, vive normalmente hasta 10 años y, a menudo, llega a los 15; el elefante, que necesita una docena de años para constituir su armadura, vive fácilmente un centenario, etc. Sólo el hombre (¡animal perfeccionado, sin embargo!) no sigue esta regla, ya que si es necesaria una buena veintena de años para que el organismo sea completamente construido (y aún el fémur, por ejemplo, y el esternón, se alargan aproximadamente hasta los 25 años), es raro ver seres humanos centenarios vivir en perfecta salud.
Normalmente, el hombre debería encontrarse en buena forma hasta los 125 años (5 veces los 25 años necesarios para su constitución total) y podría inclusive prolongar su existencia hasta 250 años, si siguiera las reglas naturales. Los casos excepcionales son muy raros y no vamos a insistir sobre los Yogis del Asia que han alcanzado esas edades avanzadas...
Parece ser que en nuestra época, inclusive una disciplina alimentaria no es suficiente para solucionar el problema, ya que nuestros productos llamados “naturales” están ya intoxicados y los vegetarianos que escapan a los venenos de los alimentos carnívoros, no están exentos de las infecciones amebianas, sin contar todas las otras complicaciones debidas a los productos químicos con los cuales las legumbres han sido tratadas.
Además, es preciso admitirlo, la mayoría de la gente tiene una alimentación mal equilibrada y aún entre las personas que siguen diversas “dietas” bien equilibradas, son numerosas aquellas que practican la mezcla de alimentos que produce los más malos efectos. Y, si la digestión no se los hace resentir a menudo, no por ello el organismo conservará su equilibrio. En una palabra, la energía gastada no puede ser restituida. Consecuencia de eso es el exceso de gasto de algunos órganos que, a fuerza de tomar de la reserva vital, se enferman de anemia hasta el más completo agotamiento.
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Así, el ayuno completo es aún la mejor medicina, dando al organismo el tiempo de descansar, ya que la máquina humana es como una mecánica y si un motor presenta algunas anomalías: la primera cosa a hacer es, ciertamente, ¡parar la máquina!.
Las curas de frutas también han dado siempre los mejores resultados (3 días de frutas exclusivamente, que algunos han prolongado durante 15 y aun 21 días en los casos de obesidad, por ejemplo). En efecto, cada 3 o 6 meses se deberá practicar una “limpieza” de ese género, alimentándose de un kilo de uvas o manzanas, excluyendo todo otro alimento. Cada año debería practicarse un ayuno completo a base de agua únicamente como bebida (o jugos de frutas), durante un día entero para aquellos que siguen ya una disciplina alimentaria, o de 48 horas y aun 3 días, para las personas que necesitan verdaderamente una limpieza de los órganos.
Nosotros hemos hecho personalmente un ayuno completo durante 53 días sin ser incomodados en lo más mínimo. Después de una pérdida de 2 o 3 kilos durante la primera semana, el cuerpo mantuvo su estado habitual. (La cura no fue hecha por una necesidad de adelgazamiento, sino únicamente como experiencia personal y, sobre todo, por razones espirituales). Es preciso agregar que aquello que es todavía más importante que la alimentación es: ¡el oxígeno! ¿No era acaso Hipócrates quien decía: “El Aire puro es el primer alimento y también la mejor medicina”?
G. Knapp insiste mucho también sobre la función respiratoria y es inclusive partidario al igual que los orientales, de un fluido (como el “prana” de los Yogis) que penetre todo. Esta energía vital tomaría algunos trayectos (en el género de los “meridianos” de los acupuntores) y podría encontrarse “bloqueada” en ciertos “puntos” (idénticos al “Lo” de los médicos chinos), lo que ocasionaría una indisposición orgánica. A fin de liberar esa energía, G. Knapp ha imaginado un método de masajes sobre algunos lugares bien definidos. Sobre puntos precisos marcados precedentemente, él practica la fricción del pulgar en particular, con un sistema de presión-rotación (apoyándose así con una especie de pequeña vibración sobre 2 mm. de superficie). La mayoría de las veces son las señales nerviosas y los puntos entre las articulaciones los que el practicante limpia con el movimiento de su pulgar (50 pequeñas fricciones como promedio). Esos puntos de engrasamiento se purifican poco a poco y la energía puede continuar su circulación libremente a través de sus diferentes canalizaciones.
Nosotros no conocíamos ese método en Occidente y fue solamente durante nuestra estancia en el Asia que pudimos constatar un sistema más o menos similar.
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Es seguro que los Antiguos (y los orientales han conservado todos los principios) veían en todo estudio los datos espirituales en primer lugar. Ese aporte de metafísica en las partes más concretas de la Ciencia, no está denudada de todo fundamento y numerosos Sabios modernos son del mismo criterio.
Hablando de la sociedad moderna, Alexis Carrel dice: “Ella crea condiciones de vida en las cuales la vida del individuo y la de la raza resultan imposibles”. La ocurrencia del Decano Inge se encuentra justificada: “La civilización es una enfermedad casi siempre mortal”.
En el prefacio de la edición americana de “El Hombre, ese desconocido” (1939) el autor escribe también: “Tenemos necesidad en estos momentos de hombres poseedores, como Aristóteles, de un conocimiento universal. Pero, el mismo Aristóteles no podría abarcar todos los conocimientos que poseemos hoy día. Necesitamos, pues, un Aristóteles compuesto. Es decir, un pequeño grupo de hombres pertenecientes a especialidades diferentes y capaces de fundir sus pensamientos individuales en un Pensamiento colectivo”.
Las leyes de la mística fueron conocidas mucho antes que aquellas de la fisiología y es normal que los Antiguos hayan establecido siempre sus conceptos de la física con bases espirituales. Hoy día, por el contrario, se intenta elaborar filosofías con antecedentes materiales; sin embargo, resulta indispensable tener una visión justa de la cuestión y para ello un sistema se impone: el estudio del hombre en todo su valor. Ese conocimiento del ser humano es, seguramente, aquel que presenta mayores complicaciones, pero una Ciencia humana debe establecerse no importa a qué precio, o a cualquier esfuerzo, ya que es necesario que el ser comprenda su verdadera misión y conozca toda su envergadura. Esta verdad se acusa en todas las categorías de la Ciencia, del Arte y de las Filosofías: una nueva psicología ha nacido y no puede hacer otra cosa que crecer. Por ello algunos hombres se han apartado para poder ofrecer su técnica y sus medios; otros los seguirán y no está lejos el día en el cual un verdadero espíritu de síntesis substituirá la intolerancia que ha simbolizado nuestra época durante largo tiempo.
Por su mismo progreso canalizado siempre sobre una evolución únicamente material, la medicina está llamada a jugar un papel muy importante. No se puede ignorar más el hecho de que los nuevos descubrimientos convierten nuestra existencia en algo más y más “anti-natural” igual que la comodidad a la cual nos acostumbramos también; ¡son esos los primeros agentes que llevan a la degeneración a nuestro organismo! El ser humano no se encuentra más en su verdadero marco y, con una apariencia de “bienestar”, va más a su decadencia, si no es acaso a su pérdida completa...
La medicina moderna no es comparable al antiguo Arte de Curar; los Antiguos poseían métodos muy precisos, cuyo sistema, perdido durante largos siglos, parece ser redescubierto actualmente por algunos sabios.
Mientras que el medio se transformaba, los seres fueron siempre estudiados con los mismos antecedentes, en lugar de analizar las nuevas condiciones de vida en las cuales los humanos evolucionaban. La introducción en el Saber antiguo no es de ninguna manera una retrogradación científica, siempre y cuando que los conocimientos sean adaptados a los tiempos actuales. Hay que tomar las bases establecidas por los Antiguos Sabios y elaborarlas con los datos modernos.
Desgraciadamente, en la búsqueda de los conocimientos antiguos, se han recopilado a menudo los medios “externos” perdiendo de vista el sentido “interno” de las cosas. No es que se haya tomado siempre los efectos por las causas, pero algunos se han contentado con traer los fenómenos visibles sin prestar atención a las razones profundas de los hechos.
Así, por ejemplo, aun los árabes en sus recopilaciones grecolatinas siguieron en Medicina (prácticamente sin modificaciones) al gran Médico de Pérgamo en sus aspectos doctrinales y sistemáticos, en detrimento de sus cualidades de observador y crítico, lo cual instituyó un sistema que ha prevalecido, hasta nuestros días.
Partiendo de la idea de un Universo de 4 elementos físicos y concretos, aun con las naturalezas o cualidades abstractas de humedad, sequedad, calor y frío, constituyeron un edificio teórico de iguales proporciones, en el cual era imposible reconocer el humor, el temperamento, la edad y los síntomas, las estaciones y los remedios. Sin embargo, con solo una lógica deductiva una concepción simétrica y apenas una referencia de la realidad, la doctrina de los contrarios era la base de la terapéutica y de la homología del microcosmo humano con el macrocosmo universal.
Concibiendo la medicina como disciplina especulativa y función del intelecto razonado e incapaz de percepción objetiva, es natural que un buen número de grandes médicos del Islam deban sus éxitos a la elaboración metafísica, inevitable en sus medios profesionales.
En las ciencias médicas, los árabes se inspiraron primero en las obras griegas y realizaron después progresos de la más alta importancia; casi todos los reconocimientos medicales de Europa en la época del Renacimiento les fueron tomados a ellos. Los progresos más señalables, realizados por los árabes, se inclinan sobre la descripción de las enfermedades, la materia medical, la farmacia y la cirugía. Imaginaron una multitud de métodos como el empleo del agua fría en la fiebre tifoidea; se les deben igualmente numerosos medicamentos como la casia, el sen, el tamarindo, el alcanfor, el álcali, el alcohol, etc., así como algunas preparaciones todavía usadas en nuestros días: jarabes, emulsiones, pomadas, ungüentos, agua-destilada, etc. La cirugía debe igualmente a los árabes algunos progresos fundamentales y sus obras han servido de base a la enseñanza de las Facultades de Medicina hasta una época muy reciente. En el siglo XI ellos conocían ya el tratamiento de las cataratas por medio de la bajada o extracción del cristalino, la Litotricia, el tratamiento de las hemorragias por medio de las irrigaciones de agua fría, el empleo de cáusticos, de los sedales, de la cauterización por el fuego. Conocían también la ligadura de las arterias en las operaciones importantes, anticipándose así varios siglos al pretendido descubrimiento de esta aplicación. La anestesia, cuyo descubrimiento capital pasa por reciente, no parecía serles desconocida; recomendaban en efecto, antes de las operaciones dolorosas, el empleo de la cizaña, para adormecer al enfermo “hasta la pérdida del conocimiento y del sentimiento”.
Tenían también una gran confianza en la higiene como tratamiento contra las enfermedades y contaban mucho con los recursos de la naturaleza; la medicina expectante que parece ser hoy día una de las últimas palabras de la medicina moderna, no razona de otra manera.
Para aprender seriamente algo sobre ese arte de curar es preciso, sin embargo, ir mucho más lejos en el tiempo, con el fin de tener informaciones de auténtico valor y, sobre esas bases, ponerse al trabajo de observación: el análisis y las estadísticas son los únicos remedios aplicables a las defectuosidades de la medicina.
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Sin duda debemos recurrir una vez más a la Tradición Iniciática para recibir algunos esclarecimientos. Sabemos que la medicina provino de la antigua astrología, la cual, por otra parte, se mezclaba a la Magia para formar una sola ciencia practicada por los Iniciados. Ese Magisterio es todavía buscado en los Colegios de Iniciación donde son enseñadas las diversas ciencias, artes y filosofías con un espíritu de síntesis para permitir a los adeptos llegar a la “maestría”. Esta Gnosis o conocimiento absoluto reclama algunas disciplinas según las grandes reglas naturales (Vegetarianismo, abstinencia de alcohol o de drogas, vida repartida entre el estudio, la meditación y las curas tanto físicas como psíquicas) y es entonces cuando el Discípulo conoce: el Aurum-Potabile, ese néctar que los poetas antiguos proclamaron como la Ambrosía de Vida, ese “Oro potable” (como la “piedra filosofal”) que queda como el gran misterio alquímico, pero que es reconocido como la medicina universal: aquel que lo posee es consagrado maestro en el arte de curar y es así, por ejemplo, que los últimos miembros de la Comunidad Iniciática de los Esenios fueron llamados los Terapeutas. El representante más espectacular de estos últimos, fue conocido, en efecto, sobre todo por sus curaciones, ya que Jehsú comienza su misión pública haciéndose notar como magnetizador y es después que El predicó la Gran Lección a las muchedumbres atraídas por sus “milagros”. La “conversación con los doctores” es un símbolo importante que podría explicarse por los conocimientos técnicos poseídos por el Maestro Esenio.
Al cierre de los últimos Colegios Iniciáticos, un velo espeso escondió las verdaderas ciencias durante todo el periodo (negativo) de la Era de los Peces (Edad pisciana que siguió a la Era positiva de Aries, época del simbólico Carnero). Ahora a la entrada de la Nueva Edad: la Era del Acuarius (la época en donde el sol en su movimiento aparente recorre la constelación del Acuarius, el signo del Hijo del Hombre) se hace sentir la necesidad de re-encontrar ese Conocimiento de las Ciencias Sagradas y de ahí viene el redescubrimiento del Antiguo Saber.
Buffon era ya una verdadera reproducción de Anaxágoras y de Empédocles, que había enseñado, más de dos mil años antes que él, que todo el universo está compuesto de moléculas eternas, las cuales, movidas por un fuego sutil y activo, se combinan, cada cual a su turno, de mil maneras, probando así que no existe la muerte sino solamente una serie de transformaciones.
Franklin redescubrió el pararrayos, conocido ya en Egipto, y Mésmer inauguró de nuevo el comienzo del magnetismo en el gran público; así mismo Charcot vulgarizó el hipnotismo en el dominio de la medicina oficial. Hoy la ciencia reconoce, cada día más, aquello que hace algunos años clasificaba entre las “ciencias ocultas” con un sentimiento despreciativo. Sin embargo, el adjetivo “oculta” señala precisamente que ha sido necesario esconder una seria parte de la Ciencia, porque ella develaba el verdadero sentido de la búsqueda: en efecto, la Ciencia Oculta es la colección de todas las documentaciones sobre el conocimiento Antiguo, parte primordial de los Preceptos de los Sabios: ¡es la Ciencia Verdadera!.
En la base de esta Ciencia encontramos siempre un gran principio filosófico, ya que no puede intentarse nada, en cualquier dominio que sea, sin que intervengan el lado espiritual y moral. Es de ahí que más tarde, olvidando los caracteres científicos y aún Sagrados: el mundo profano no haya retenido sino el rito, transformándose rápidamente en superstición o, aún, en hábitos vagos. Así, no es raro ver prácticas de iniciación pasar al dominio de costumbres corrientes, como el hecho de usar brazaletes, sortijas, aretes, collares, etc., que eran antiguamente las señales de los grados alcanzados en la tribu, los grados de Iniciación en los pueblos primitivos.
Es una lástima que la ciencia se haya separado así de su dominio de la síntesis para calificarlo a menudo de pseudo ciencia y lo más penoso es ver a algunos intelectuales despreciando las ciencias llamadas ocultas.
No sabremos recordar bastante que: los semi-sabios son los elementos peligrosos al verdadero Saber. Ciertos pioneros deben siempre exponerse a la risotada de los científicos. Eternalmente ocurre el mismo procedimiento: el dominio sagrado al salir como Ciencia Escondida (ciencia oculta) es calificada primero de “pseudo-ciencia” para convertirse después en la base de un Conocimiento oficialmente reconocido.
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“Mas allá de las llanuras del infinito, discernimos una nube más vasta,
iluminada por la aurora de un nuevo Saber,
y cuando el sol que ya la colora se levante: vuestro Cielo desaparecerá..."
Esas sabias palabras proféticas de Manzzini están dirigidas a los materialistas acantonados en la pequeña porción de ciencia que forma su universo. Pero está cercano el día en que nada será intentado sin el concurso de una Verdadera Matesis. Como dijo Bergson: “La vida es un ímpetu vital”; así pues su estudio representa un punto y no una totalidad y se encuentra siempre la posibilidad de agregar algo. El biólogo como el metafísico van a la búsqueda de la Vida; ésta permanece aún desconocida y el estudio de las ciencias llamadas ocultas es susceptible de dar una respuesta a los grandes sabios que no titubean desde hace algunos tiempos en escrutar los antecedentes esotéricos.
Maeterlink, Stéphane Leduc, Dr. Osty, Dr. Herrera, Dr. Bichat, Richet, Charles Henry, Claude Bernard, Marcellin Berthelot, M. Caullery, Lakhovski, Alexis Carrel y tantos otros hombres de ciencia han trabajado ya en ese sentido.
Las manifestaciones de la energía que resplandecen en el cuerpo, como en el espíritu, fueron largamente estudiadas por los sabios a fin de encontrar sobre todo, el origen del pensamiento y su fabricación intracerebral.
El interés primordial es saber si es producida naturalmente por las células cerebrales (como la insulina del páncreas) o bien si es pre-existente (como la glucosa procedente del glucógeno); ella puede ser asimismo producida por las células de la corteza cerebral en forma especial de energía o bien insertarse en nuestro cerebro procedente del universo, que existe, pues, más allá del tiempo y del espacio.
Si se quita la parte derecha del cerebro, por ejemplo, el paciente conservará siempre sus facultades después de la operación, probando así que el pensamiento no está únicamente localizado en esta zona. Sin embargo, el desarrollo de la inteligencia (y del pensamiento) sigue el desarrollo del órgano cerebral hasta el punto que en ciertos viejos, la atrofia de dicho órgano trae consigo la pérdida de la memoria. No son solamente las células cerebrales las que pueden modificar la conciencia: las secreciones internas al hacer variar la composición del suero sanguíneo, la corriente eléctrica intracelular modificando el equilibrio ácido-básico del organismo, excitan o disminuyen las funciones cerebrales. Seria evidentemente erróneo pretender que el trabajo psíquico, que es el resultado de una transformación y de una emisión de energía, está ligado de la misma manera a la alimentación, a la comida del individuo, como lo está el trabajo manual o el gasto de energía muscular.
Esas cuestiones deben ser examinadas muy seriamente ya que es casi seguro que el estado físico de la persona produce radiaciones bien definidas que resulta interesante estudiar minuciosamente. El estado patológico de un individuo produce reacciones diversas, pero, no se debe confundir “idea” y “pensamiento”: ambas son bien diferentes en el análisis. Sea como sea, quedan en el orden de estudio, las condiciones biológicas por el plan de ideación del individuo, lo que presenta desde ahora un terreno de estudio demasiado vasto en lo que concierne al análisis que nos proponemos hacer en materia de cura.
Si debiéramos analizar sistemáticamente todas las ramas de la Ciencia y estudiar los diferentes métodos del arte de curar, nos guardaríamos bien de establecer un sistema, a fin de no crear una doctrina más, con sus dogmas y sus inevitables errores.
Alexis Carrel lo ha dicho bien: “Los biólogos y sobre todo los educadores, los economistas y los sociólogos, encontrándose frente a problemas de extrema complicación han cedido a menudo a la tentación de construir hipótesis y, seguidamente, hacer artículos de fe. Y los sabios se han inmovilizado en fórmulas tan rígidas como los dogmas de una religión”.
En fin, para volver a la necesidad de espiritualizar toda tentativa de alivio o de cura, debemos admitir que es el pensamiento quien opera en gran parte. Es un hecho conocido que: el estado moral, la disposición del espíritu y el temperamento optimista juegan un gran papel en el estado del enfermo. En lo que concierne al curandero: los mismos factores entran en línea de cuenta y más allá de sus conocimientos en materia de psicología y de su tacto medical, su voluntad, la certeza del éxito y la fuerza de su pensamiento ¡resultan imprescindibles!. ¡Cristo insistió mucho en que se necesitaba un grano de jenabe de Fe para poder levantar las montañas!. Sin discutir, de todas maneras, sobre este problema de la Fe que permite milagros, mucho más grandes todavía, según su promesa, que los que realizaba él mismo1, podríamos ver la cuestión de ese pensamiento operante.
Las relaciones entre el pensamiento y el físico son estrechas como ya sabemos y desde ese momento se comprende el paralelo indispensable, entre las facultades mentales y fisiológicas. La unión es de tal manera fuerte que los “estigmas” de ciertos iluminados son producidos únicamente por una poderosa impresión de la voluntad que desprende “fluidos”, cuya vibración es capaz de producir esa transformación celular sobre las partes del cuerpo donde el pensamiento es proyectado de una manera ininterrumpida. Ese estado de voluntad puede ser utilizado en el caso de la imposición de manos, de pases magnéticos o de cualquier otro modo operatorio del arte de curar por las fuerzas llamadas supranormales. El pensamiento, siendo creador, trata de emanar vibraciones armónicas capaces de nivelar el desequilibrio debido a las vibraciones nefastas.
¡Todo fenómeno es el resultado del pensamiento creador!. Las formas provienen: o de la actividad creadora humana o de la actividad creadora de la Naturaleza. En el reino humano la renovación de los átomos se hace siguiendo una idea general, tratándose de la humanidad, pero que es particular para cada raza y especializada para cada individuo. En el reino animal, las formas adecuadas son representativas de ideas directrices, persiguiendo fines distintos. En el reino vegetal, cada especie es una esencia propia. En el reino mineral son manifestaciones de ideas directrices (los automatismos). El átomo es la objetivación de una forma pensada que le es propia; en el Cosmos, es una materialización del desarrollo de una vasta ideación llamada Ley, en la que nuestros sentidos captan las Ideas directrices.
Todo es vibración en el mundo, como todo es pues mental; conviene impregnarse “mentalmente” primero de lo que haya de mejor en el estado buscado; resulta pues muy comprensible que gran parte de la cura reposa a menudo sobre la “buena moral” del enfermo tanto como sobre las ondas emanadas por el curandero.
El gran error resulta de separar el mundo visible del invisible, puesto que se deberían sintonizar ambos para obtener justamente un rendimiento apreciable por el efecto que puede producir la unión de dos mundos en la conciencia, permitiendo así una emanación de fuerzas ondulatorias capaces de hacer reaccionar los lugares que tienen pérdida de vibración, las zonas en las cuales la tonalidad es deficiente y que producen un desequilibrio orgánico, una debilidad cualquiera.
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Cierto, nosotros evolucionamos actualmente en un mundo que nos hace más débiles a causa de una comodidad siempre creciente; nuestro cuerpo es menos resistente debido al progreso que nos hace caminar menos, sufrir menos contra la intemperie, trabajar menos y en una palabra, vivir menos de acuerdo con la Naturaleza. De todas maneras, las enfermedades son también una consecuencia de nuestra imperfección, no solamente por la idea de sentirse bien que se convierte en una rara excepción en nuestros días, sino sobre todo por el hecho de un sistema de existencia contrario a la buena evolución del ser. En fin, estamos lejos de estar orgánicamente perfectos y nuestros sentidos están bien lejos de ser desarrollados enteramente. Así, tomando un caso general, teniendo los ojos cerrados ¡somos incapaces de saber si mojamos las manos en agua o en vino!. Si no podemos reconocer un líquido con la ayuda del tacto, es porque dicho sentido del tacto no se encuentra ¡“a punto”!. A pesar de los diferentes gases que componen la atmósfera que respiramos, reconocemos apenas los diversos integrantes y todos nos encontramos en la imposibilidad de separar el aire, lo cual denota un olfato poco desarrollado. Sería raro ver a alguien capaz de reconocer al gusto diferentes metales que le fueran presentados; nuestra lengua o nuestro paladar no pueden discernir entre el oro y el cobre. El oído es un sentido bien mediocre cuando se piensa que no podernos captar una voz que se encuentra a distancia relativa, como también es bien difícil reconocer un animal únicamente por su andar, sin verlo: ¿quién podría reconocer a un metro de distancia, solamente escuchando, la diferencia entre un gusano y una gran araña o entre un caballo y un rinoceronte? En cuanto a nuestra vista, todo el mundo sabe que no vemos sino una pequeña parte del arco-iris y si en ciertas grandes fábricas de tintura en China, los obreros han podido clasificar hasta 280 matices de tela de seda azul, no dejan por eso de ser incapaces de percibir millares de cosas que evolucionan en el espacio que nos rodea.
Nuestros sentidos, lejos de estar pues perfeccionados, nos ponen en contacto con un Universo del cual no conocernos objetivamente sino una mínima parte; sin embargo, todo ser viviente, aunque fuese compuesto únicamente de una célula, recibe y emite ondas electro-magnéticas y son las aglomeraciones de estas las que se manifiestan por los “sentidos”.
Una célula está compuesta esquemáticamente por el protoplasma rodeado de la membrana celular; en el protoplasma está sumergido un núcleo constituido por un filamento tubular, que contiene el líquido conductor cubierto por una sustancia cromática aislante. Esta célula puede ser considerada como un circuito oscilante microscópico, dotado de una longitud de onda determinada, muy corta.
En efecto: el núcleo recuerda el circuito de Hertz; es un verdadero circuito eléctrico dotado de la “self-induction” y de “capacidad” susceptible de oscilar y de resonar a una frecuencia muy elevada: la “bobina de inducción” está constituida por la espira que presenta el filamento del núcleo. El “condensador” está formado por la “capacidad” entre las dos extremidades del filamento. Todo los seres vivientes son asimilables a circuitos oscilantes de muy alta frecuencia, ya que están constituidos por células que forman a su vez oscilaciones elementarias; nuestros sentidos, gracias a ese funcionamiento de las células, son los “resonadores” de verdaderas antenas de percepción.
En resumen: cuando por la evolución natural de la humanidad, los seres hayan desarrollado perfectamente los cinco sentidos, aparecerá entonces el sexto y aún el séptimo. Algunos elementos predispuestos están dotados ya de ese sexto sentido, mientras que sus cinco sentidos habituales no se encuentran todavía perfectamente en plena función, pero la aparición de semejantes sentidos que resuenan a las ondas del aéter, bien diferentes del éter físico, es el indicio de una nueva Era.
Esta señal es debida a que la Humanidad está constituida por Razas y “Sub-razas” (comprendido en el sentido de una cadena de la especie humana en evolución y no en la idea étnica). Así, nosotros formamos parte de la “quinta raza” (quinta sub-raza) que entra en su fase de la sexta “sub-raza” y cuando la humanidad sea la “séptima sub-raza de la quinta raza”, entonces solamente, comenzará la Era de la “Sexta Raza” con su “septenario” de “sub-razas” que dará nacimiento a la “Séptima Raza”... Sin embargo, esas cadenas de propulsión que por una Ley cíclica forman la Humanidad, no implican un desarrollo “sobre-natural”, sino solamente una perfección en los “sentidos” que permanecen como facultades físicas, alcanzando, por otra parte, el estado perfecto de todas las cualidades consecuentes de esos desarrollos: un Misterio, el gran Misterio quedará cumplido.
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El ser humano, relativamente desarrollado o no, resiente siempre, en un momento u otro de su existencia, ese Principio Superior que traspasa su personalidad. La búsqueda de esa vibración, venida a través de sus sensaciones “extra-normales”, depende de un fenómeno independiente de la materia denominado generalmente: inteligencia (intus legere = leer al interior). Es esa facultad la que es preciso desarrollar para obtener el Conocimiento.
Ese poder inteligente es un principio mental calificado de “mental superior”, para separarlo del “mental inferior” que corresponde al automatismo del plano material y físico: el estado animal.
La conciencia mental, es decir, la inteligencia propia, es un poder de enlace de los estados sucesivos de percepción e igualmente un poder de abstracción; esta fuerza permite pues ligar entre ellos los diferentes estados y unificar los variados dominios y es aquí que tocamos el angustioso problema de la RESPONSABILIDAD HUMANA. (ver mi libro “Ciencia y Religión”).
El dominio de la metafísica podrá decir su palabra en semejante circunstancia, lo que prueba que cada vez que queremos analizar algo a la luz de la ciencia pura, tropezamos con una laguna cualquiera; llegamos así a concluir que es preciso, antes de intentar lo que sea (y en particular en la rama que nos interesa aquí, examinar el lado moral, psíquico y espiritual de la cuestión).
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Si Ud. sabe estas cosas, Ud. es bienaventurado,
siempre y cuando las practique.
La Medicina no es una profesión, sino un sacerdocio... Es una auténtica misión aquella de consagrarse a curar a sus semejantes, noble deber que reclama coraje y abnegación... Aliviar a su prójimo es una bella cosa cuando se trata de entregarse a la Humanidad y no de practicar un negocio cualquiera.
Es cierto que se necesitaría una Comisión de Socorro, un género de Misión que tomaría a su cargo a todos aquellos que quisieran dedicarse a la salud pública. Las curas serian gratuitas, sin pago de los enfermos a los médicos, ya que poderosos organismos o el mismo gobierno, vendría en ayuda de esos curadores y un servicio subvendría los medios de existencia de los médicos, convertidos en verdaderos Apóstoles de la Edad nueva.
Uno no se lanza intrépidamente en el arte de curar, si no siente la necesidad de salvar al género humano; se necesita un alma de misionero para estar dispuesto a sacrificar su tiempo y sus energías para venir en ayuda de aquellos que sufren. La enfermedad no espera momentos bien definidos, es preciso estar a la disposición del Genio Salvador, día y noche, ya que las fuerzas destructivas están al acecho de un cuerpo sin resistencia.
Sería pura pretensión creer que el conocimiento inteligencial solo, podría cambiar cualquier cosa en la naturaleza o en el orden establecido por el Creador. Es preciso ponerse de acuerdo con las Leyes Supremas, es decir, con la Conciencia Cósmica, en relación con las Ondas Sublimes, en “buena relación" con Dios.
El aforismo XLVIII de Arbatel dice a este respecto: “Que nadie, pues, pretenda atribuirse a sí mismo la gloria de la posesión del conocimiento, ya que no es ni la voluntad, ni el esfuerzo humano lo que permiten adquirirla, sino sólo la misericordia de Dios o algún otro destino espiritual”.
La Magia de la India anuncia: “Tú debes facilitar el nacimiento de tu alma a lo eterno, pero es el Eterno quien debe desarrollar su fuerza y su belleza, no por el deseo de crecimiento, ya que en ese caso tu te abres en la lujuria de la pureza y en el otro tu te endureces por la poderosa pasión de la estatura personal”.
“Por muy grande que sea el abismo entre el hombre de bien y el pecador, es aún más grande aquel que existe entre el hombre de bien y el hombre que alcanza el Conocimiento; y es inconmensurable entre el hombre de bien y aquel que se encuentra en el umbral de la Divinidad” (de la “Luz en el Sendero” párrafo 8 y 20).
Dicho de otra manera, sería un error creer que solo el conocimiento, la técnica y la ciencia, son los factores indispensables para evolucionar favorablemente. Cierto, es necesario el estudio, pero este debe ser tomado con un cierto espíritu; toda ignorancia es antinatural y la ignorancia es una prueba que es preciso vencer con la oración.
Como lo señala Juan en su Evangelio (cap. XIV vers. 12), Jesús dijo claramente a sus discípulos, a Felipe en particular, que con el estado espiritual necesario, no existe ningún obstáculo a las realizaciones más difíciles: “En verdad, en verdad, yo os digo: aquel que cree en mí, hará también las obras que yo hago y aún las hará mas grandes...”
¿Y acaso Filón no dijo?: “Cuando las fuerzas humanas nos faltan, sale, como un relámpago: el socorro de Dios”.
El Deuteronomio anuncia también como primera Ley: “Tú amarás lo Eterno, tu Dios, de toda tu Alma, de todo tu corazón y de toda tu fuerza” (VI-5) (ver también Deut: X-12). El Nuevo Testamento repite esta orden de Israel (Mateo XXII-37; Marcos XII-30; Lucas X-27) que podemos por otra parte encontrar en las Escrituras de diferentes culturas (Vedas, Corán etc.)
No se trata, evidentemente, de una simple “creencia” sino de una moral elevada capaz de colocar al ser en contacto con los Planos Superiores. Ser “hombre de bien” es una cualidad individual que no se adquiere con la ayuda del conocimiento y es por eso que los Místicos han negado a menudo la instrucción y el estudio. Los maestros, los libros y las escuelas podrán ser desterrados el día en que el hombre llegue a separarse completamente de la Sociedad y alcanzar a identificarse a otras esferas, en las cuales el Saber se adquiere por una Realización supra-normal. El vehículo que sirve de “ligadura” para traer a la inteligencia una visión de las ideas que se encuentran en la gran reserva cósmica, no es un atributo cerebral o una función del espíritu “razonado”, sino una cualidad que es debida al estado especial en el cual el ser ha podido colocarse.
No se trata naturalmente del fenómeno de la bi-corporeidad, esa facultad de desdoblamiento, aunque se sabe que una cubierta fluídica (el cuerpo astral), puede desatarse del cuerpo físico conservando todas sus facultades sensitivas, visuales, etc. Algunas experiencias científicas han probado inclusive que ese “doble” puede ser herido en el astral. Según la teoría de los ocultistas en general, el “doble” puede materializarse en un lugar, mientras que la cubierta física queda a la vista de testigos, en el lugar de la experiencia. Ese fenómeno de bi-corporeidad es empleado muy a menudo por los brujos negros y el Padre Trilles ha contado los detalles en ocasión de su viaje al Africa. Cuando el cuerpo astral sale del cuerpo físico, puede contemplar y viajar más allá de su cubierta material; existe así mismo, el desdoblamiento inconsciente (a menudo durante el sueño natural o provocado). Se llama generalmente “emanación” del cuerpo astral, al fenómeno no deseado y “proyección” del doble, cuando el fenómeno es voluntario. Se llama “fantasma” a la aparición fluídica del doble vaporoso de una persona, que se puede exteriorizar, mientras que la envoltura carnal queda en estado secundario (semi-despierto). El fantasma es siempre el cuerpo ágil, la envolutura etérica de una persona viviente (en un muerto el término a emplear es el de “aparecido”). Las narraciones hagiográficas están llenas de historias de fantasmas en todos los países (los chinos los llaman “Kouei”).
El cuerpo astral se llama también Carro sutil, Arqueo, Mumia, Enormon, Od Vital, Periespíritu.
Ese Espíritu Vital es la fuerza dinámica, el poder psíquico, la electricidad animal, el influjo nervioso o la fuerza néurica, resplandeciente. Es el electro-dinamismo o aún el fluido fisiológico que la teología occidental llama aerosoma. Ese cuerpo aereo (etérico) es mejor conocido bajo la terminología de Alma.
Los principios religiosos admiten generalmente que el ser humano está compuesto de tres cuerpos: el somaticón (cuerpo físico), el psiquicón (cuerpo psíquico) y el pneumaticón (cuerpo espiritual).
El psiquicón (comprendido como Alma por San Pablo) es la materia plástica que une el cuerpo material al cuerpo espiritual; el Alma es, en efecto, la emanación de la envoltura carnal, es la parte sutil (aero) del cuerpo grosero (soma). Para el hombre de Ciencia es la porción gaseosa que se escapa del cuerpo del hombre que acaba de morir. Así, colocando un cadáver sobre una báscula, podrá notarse una disminución de peso después que el moribundo ha dado el último suspiro; de ese modo, “entregar el alma” es una expresión muy justa; es la materia plástica que regresa al elemento universal. Según las teorías espiritualistas, el aerosoma (el alma) sirve de trampolín al Espíritu para su regreso a lo Divino (más o menos rápidamente, según el estado de conciencia de ese cuerpo astral). De ahí la expresión “alma en pena” para las almas incapaces de reunirse inmediatamente a la Conciencia Universal. El Alma muere también (la “segunda muerte”) después de haber dejado el cuerpo físico y de haber cumplido su misión de transportar al Espíritu en las Esferas Superiores.
La Doctrina Esotérica acepta la idea de que ciertos Grandes Iniciados pueden reencarnar según sus deseos en las épocas y los cuerpos que ellos escojan; habrán amalgamado entonces su cuerpo astral con su cuerpo físico. Esa es la razón de los “milagros” que se operan en los lugares donde han sido depuestos sus cuerpos difuntos, siendo la envoltura carnal impregnada del Alma.
La muerte voluntaria, que es a menudo el privilegio de los Bodhisattvas, es llamada: “Adhi-Mutti Kalakiriya”. Ellos no tienen que regresar a los diversos estados (diez y ocho estadios según los Budistas) y pueden, pues, acumular las fuerzas kármicas (destino, según la Ley de Causa a Efecto). Escogen el momento y la manera de dejar el cuerpo físico y pueden pasar de un cuerpo a otro inmediatamente. Esta posibilidad de reencarnar inmediatamente es empleada a fin de venir en ayuda de su prójimo con mayor facilidad.
El Nyorai que es un título honorífico para un Buddha en el Japón, se distingue por ser una encarnación deseada para ayudar a la humanidad; es venerado cuando muere bajo el título de Hotoké. Es así que Hotei es adorado de esa manera; es uno de los dioses de la fortuna; caracteriza el contentamiento en el sentido de “chinkin-kishin” (divina exaltación por la tranquilidad espiritual) que sería el equivalente del “ananda” hindú2.
Esta teoría de la re-encarnación ha sido siempre muy discutida; no obstante no debemos ver ahí el dogma de una doctrina oriental solamente. En las otras culturas, ya sea de la antigua América, en Africa o en Oceanía, encontramos los mismos principios sobre la cuestión de vidas sucesivas.
En Mateo (XVII - de 2 a 13) aprendemos que Jeshú confirma la enseñanza de la reencarnación y sus discípulos responden: “unos dicen que tú eres Juan, los otros Elías y otros aún pretenden que tú serías uno de los antiguos profetas resucitados” (Mateo XVI, 13 y 14; Lucas IX, 8). Es innecesario por otra parte hacer comentarios sobre el pasaje de los discípulos preguntando al Maestro: “Es porque pecó que este hombre nació ciego”. Lo cual evidentemente admite haber pecado, pues, en una vida anterior. Mucho más elocuente es el tercer capítulo de Juan (del versículo primero al duodécimo).
El Zohar enseña que las almas deben regresar sucesivamente para perfeccionarse hasta el día en que ellas alcancen el grado de sabiduría necesaria para fundirse con Dios.
El Talmud dice igualmente que el Alma de Abel pasó por el cuerpo de Set y después por el de Moisés.
La Santa Qabbalah trata largamente los “renacimientos”, que son una bendición que permite a los hombres purificarse sobre esta tierra por sus pruebas.
Los Padres de la Iglesia Católica han profesado por mucho tiempo la teoría de la reencarnación: Orígenes, Clemente de Alejandría, San Agustín en las cartas a Anastasio, San Jerónimo y Rufino atestiguan que la doctrina de sucesivas encarnaciones era enseñada como verdad tradicional. San Gregorio de Nysse y muchos otros aún, se han unido a esta misma idea que era reconocida unánimente por todo el Cristianismo hasta el siglo VI. Condenada después, la teoría de la reencarnación es rechazada por el Concilio de Braga (bajo el Papa Juan).
Esta fue igualmente la época en la cual la verdadera iniciación crística fue finalizada. Los Colegios Iniciáticos habían cerrado sus puertas desde mucho tiempo atrás, pero un cierto esoterismo había penetrado en las enseñanzas que a partir de ese momento tomaron otro aspecto. La misma Biblia aun no había soportado todas las modificaciones y era interpretada todavía bastante correctamente por algunos verdaderos buscadores. Sabemos que fue Jerónimo quien a los 30 años se instaló en Belén donde fundó un Monasterio en el cual comenzó a traducir los textos que constituyen la Biblia. El había querido aprender el hebreo para poder leer los libros originales, pero en la incapacidad de poder hacerlo, efectuó la traducción del griego en latín y constituyó la “Vulgata”.
Los capítulos originales de la Biblia escritos en hebreo, elaborados por una civilización completamente diferente de la nuestra, datan de 6.000 años. Están compuestos sobre “rejas” que se estudian con la ayuda de “claves”. Esta indicación es mencionada numerosas veces (y no hace más que respetar una Ley esotérica valedera para todas las Escrituras Santas: Bardo-Thodol de los Tibetanos, Popol-Vuh de los Mayas, Corán, Zohar, etc.)
El mismo Gran Maestro Esenio sigue el camino de la enseñanza de todos los otros Instructores, Buddhas, Avatares, que lo han precedido. En efecto anunció: “No vengo para abolir la Ley (exotérica o esotérica) sino a cumplirla”. El Cristo viene a hacer respetar, fortificar y enseñar la gran Lección Iniciática.
El Nuevo Testamento hace alusión en numerosas ocasiones a esta enseñanza secreta. Bajo un lenguaje simbólico es necesario entender la verdadera significación, la síntesis del esoterismo religioso. La primera epístola de Pablo a los Corintios, (capítulo III versículos 1 y 2), ya indica que este alimento espiritual no puede ser soportado por cualquiera. A los Efesios (III-3-4 y 5) es dicho que el conocimiento proviene de otro dominio y no del intelecto y que los Iniciados reciben la enseñanza de los misterios. Ese estudio esotérico se obtiene en los Santuarios, pero es conveniente preparar a los alumnos a la entrada de ese Templo de Sabiduría; así la Epístola a los Hebreos (IX-8) indica la purificación necesaria y que nada puede subsistir del antiguo modo de vivir y ver las cosas.
Y, el mismo Jeshú el Cristo, hace saber a sus Discípulos que muchas cosas quedan aún a serles enseñadas, pero que para esto es necesario que se preparen mejor para atender: “Tengo aún muchas cosas a deciros, pero vosotros no podéis soportarlas ahora” (Juan XVI-12).
Entre sus mismos discípulos son pocos los que han podido tomar todo el alcance iniciático de su enseñanza. El Gran Avatar Crístico, para preparar a sus hermanos próximos a la Maestría, los sometía a pruebas, pero por desgracia, aunque discípulos, ellos no veían en el Maestro sino un personaje selecto del cual convenía seguir el ejemplo y perdían el verdadero sentido de su enseñanza. Algunos entre ellos, conservaron sus mismos hábitos y siguiéndolo, quedaron con las concepciones de su primera educación.
Simón Kephas, convertido en Pedro, Apóstol de Cristo, como Santiago, por otra parte, continuó las prácticas mosaicas y se adhirió todavía a la comunidad judía. Ambos se mantuvieron estrictamente ortodoxos hasta el fin: fieles observadores de la Torah. Pedro compuso las liturgias para los oficios judíos; algunos pretenden inclusive que él es el autor de la oración del Sabbat, recitada aún en nuestros días: “Nichmat... soplo de todo ser”.
El Apóstol Pablo, judío de Tarso (en Cilicia), que fue, desde luego, alumno de Gamaliel en Jerusalem, se mantuvo como un perfecto israelita aun después de su conversión al Cristianismo; por ejemplo, impuso inclusive a su Discípulo Timoteo (que era hijo de madre judía pero de padre griego) el rito de la circuncisión. (Actos de los Apóstoles: Cap. XVI, vers. 3). Por otra parte, él se sometió en el Templo a la purificación ritual (Loc cit XXI-26).
En fin, sin que nuestro relato sea cuestión de profesar una doctrina cualquiera de teogamia (unión entre la divinidad y los hombres), parece ser indispensable, sin embargo, recurrir a un método de síntesis para coordinar todas las posibilidades de un mejoramiento del género humano. La Teología, esa tentativa de los hombres de atribuir a Dios una personalidad, cualidades y características, no se encuentra desprovista de sentido. La ciencia más exacta se basa en ocasiones sobre principios abstractos para establecer sus conceptos y el estudio del hombre en su totalidad no puede excluir nada que pueda traer una luz sobre la conducta de la Vida.
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Algunos parecen obstinarse en expulsar todo lo proveniente del simbolismo, como si se tratara de pura “coincidencia" o de vagas “supersticiones”, aunque sería fácil comprender que un “ligamen” (que nos es sin duda desconocido) une cada cosa a otra. Nuestras asociaciones de ideas se limitan siempre a relaciones registradas por nuestros “sentidos” o a conexiones inmediatas en el mundo de la física. Nuestra concepción en ese aspecto está limitada al plan material en general; se verá de inmediato la relación de enlace entre una silla y una mesa, entre la pluma y la acción de escribir, pero el sentido escapa mucho cuando se trata de una analogía existente, por ejemplo, entre el estaño y el azul, de la misma manera como el médico verá la relación entre el intestino y el corazón. En lo que concierne a esta última relación, ya hemos visto cómo la antigua medicina china había notado la “ligadura”, el “lazo”, conocido hoy en día por cualquier doctor. En cuanto al paralelo que se puede establecer entre el estaño y el azul, se sabe que cada planeta está relacionado con un color, de la misma manera que con un metal, así como con una parte del cuerpo humano, etc. (lo cual ya fue citado en nuestros tomos precedentes). Es de estas teorías que nacieron los diversos métodos de curar por los colores, por los metales o con ayuda del pántaclo acumulando las fuerzas del influjo planetario (medicina talismánica) etc.
El mundo está bien organizado y su equilibrio reposa justamente sobre estas analogías, que hace que algunas cosas sean atadas unas a las otras más allá de diferentes dominios. Es a ese justo título que Teutatés, Dios galo, era venerado como “ordenador del mundo”, y era objeto de una fiesta especial la primera noche del año nuevo. Los Druidas tenían grandes conocimientos de las Leyes Universales y respetaban ciertas fechas tan importantes también en el simbolismo; así los solsticios (que indican el día más largo y la noche más larga) con los equinoccios (igualdad del día y de la noche) han sido siempre festejados. El sol, que en su marcha aparente señala esas fechas, fue objeto de festividad, pero como símbolo de un esoterismo profundo, (y no como algunos han creído ver en esas ceremonias: ¡un culto al sol!) al igual que cuando fue asimilado al Fuego (elemento que él simboliza y que la astrología tradicional coloca en el domicilio del signo del León que representa el elemento ígneo típicamente). No se ha encontrado jamás en los Antiguos la idea de “adorar” el Fuego como tal, sino más bien lo que él representaba iniciáticamente.
Los Galos alumbraban un gran fuego (el solsticio de verano) en honor de Belenus que representaba al Sol; ese Dios Celta puede ser asimilado a Apolo. Es besándose en esas ceremonias que los Occidentales actuales celebran todavía las fiestas llamadas: “fuegos de San Juan”.
Asimismo la Navidad que había sido celebrada por los Antiguos en el Solsticio de invierno el 22 de Diciembre, fue conservada hasta el siglo IV en que el Papa Julius señaló la fecha del 25 de Diciembre! Las fiestas de San Juan han sido igualmente trasladadas al 24 de Junio en lugar del 22, su fecha original.
Esa importancia en las fechas está particularmente simbolizada por Janus, ese Dios de la Iniciación a los Misterios, al cual era rendido un culto especial en todos los países ocupados por los Romanos y especialmente por los Collegia Fabrorum, fundados por Numa (hemos ya visto en el Propósito Psicológico VI la importancia esotérica de su nombre).
Janus es el Janitor que obra y forma el ciclo anual. Las dos llaves que él usa (una de oro, la otra de plata) simbolizan los grandes y pequeños misterios; son como las dos puertas solsticiales que dan acceso a las dos vías: Janua Coeli y Janua Inferni de las cuales los Cristianos han hecho el cielo y el infierno!. En efecto son el Devayana y el Pitri-yana, la Vía de los Dioses y la Vía de los Ancestros, conocidas de los Indos desde la más remota antigüedad.
Se sabe que los grandes monumentos antiguos eran construidos según una orientación bien definida y en relación con las posiciones solares, sea con la puerta de entrada frente a los rayos en el momento del equinoccio de primavera, o con terrazas, pilastros o escaleras, etc. siempre en relación con el astro. En Egipto, el Dios solar “Ra” fué sin duda el más popular; sin embargo se sabe que Amón, siendo así mismo el Dios-Solar, define el desempate entre las dos Escuelas de Tebas y de Menfis. Fue especialmente en Tell-el-Amarna, la ciudad real fundada por Amenofis IV, donde se celebraban las ceremonias al Sol.
Se dice que es en Syparis (o Sypara) la ciudad del Sol, donde un monarca asirio colocó los archivos del mundo antes del diluvio. Según Nicolás de Damasco, citado por Josefo, es en el Monte Baris que reposaría la Thebah, mientras que según antiguas culturas americanas es en una cierta montaña de nombre Olagmi donde se encontraban los despojos del género humano escapados del diluvio y en el cual un Templo fué erigido en honor al Sol.
El Monte Tai-Shan, en China, es un lugar sagrado al cual los peregrinajes (febrero - marzo en particular) atraen hasta 10.000 personas por día; fué el Emperador Shan (1.500 años antes del nacimiento de Confucio) quien ofrecía su culto en ese lugar. Es a través de 6.600 escalones combinados con terrazas y avenidas, que se llega al templo situado en la cima.
Esto hace pensar en la famosa Ciudad de Teotihuacán en México, célebre por su pirámides construidas también algunos milenios antes de nuestra Era. Las dos más grandes han sido dedicadas una al Sol, la otra a la Luna: se asciende por cuatro pisos (simbolizando los 4 elementos de la física).
Todas esas construcciones tienen un sentido mucho más profundo que el de ser los lugares donde se celebraba un simple “culto” al Sol; es preciso ver en las ceremonias el simbolismo de un fuego “elementario”, así corno por los personajes legendarios con que se relacionan. De ese modo, Macuilxóchitl, ese dios solar de la mitología mexicana, es sobre todo el emblema de la primavera; es además otro nombre, el de Xochipilli, el que representa el equivalente de Hunahpu, el Sol de los pueblos Mayas. Hunahpu con Ixbalamque (la Luna) es el héroe de la maravillosa historia de la victoria sobre los gigantes, que es la síntesis de todo el período prehistórico de la cultura Maya-Quiché.
No es preciso creer que todos esos nombres son siempre términos únicamente simbólicos o aun epónimos, pues se han agregado muy a menudo algunos personajes a los mismos principios. Así el Cristo, visto como héroe solar, es muy conocido y muchos atributos de la Iglesia Católica contienen el sol como emblema. El ostensorio expuesto en las iglesias representa nítidamente un utensilio dedicado al culto solar y hasta el nombre de Cristo, grabado sobre los copones y bordado sobre las casullas con el famoso monograma “J. H. S.” es traducido fácilmente por los cristianos como Jesús -Horno-Solis. Hemos ya estudiado que Jesús, como héroe-solar, debe ser comprendido con una idea esotérica (ver “Los Misterios Revelados” en el capítulo II: “Jesús Jhesú”).
Huitzilopochtli, nacido en las colinas de Coatepeque, cerca de Tula, es el héroe de la mitología mexicana, quién fue deificado; así lo fue Hunahpu de los Mayas y Quetzalcóatl de los Toltecas o también Tammuz, aquel héroe de Babilonia u Osiris de los Egipcios, o Adonis de los Griegos, Jesús, etc.
Sin contradecir que se trata de personajes verdaderos, siempre es preciso saber, sin embargo, que debe comprendérseles más en el Principio que ellos representan y no ver sólo un personaje en sí mismo. Esa es una de las razones por las cuales se escribe Jehsú, el Gran Maestre, el Iniciado, el Mesías real, el Principio atributario del Substratum, a fin de separarlo del personaje histórico de Jesús, defendido por los cristianos en general, pero atacable en cuanto humano.
Uno comprende, mejor todavía la idea de consagrarse al Principio mucho más que al personaje legendario, cuando se conoce el fenómeno de la inversión de nombres, en el tiempo y según las culturas de los diferentes pueblos. De ese modo “Dev” fue la raíz inscrita en los nombres de deidades de la India (Deva, Devatta, Devarshis, etc.) así como “Div”, del sáncnisto. resplandecer, mientras que el occidente hizo uso de esta raíz en el sentido contrario: “devil” que en inglés significa el falso dios, el espíritu del mal, como el verbo “dévier” en francés, que significa tomar un mal camino, o también desvitalización que indica la pérdida de vitalidad. Iblis era honrado como Dios por los Yasidi, pero fué considerado como impuro por los Musulmanes. Perkum es el nombre del antiguo “Dios Roble” lituano, pero sirve por el contrario para designar el demonio de los cristianos. Mientras que “demonio”, servía para designar los genios buenos en la Antigüedad Oriental.
Los Antiguos tenían mucho más sentido de lo sagrado que nosotros, y todo aquello que se relacionaba con esto era inmediatamente reconocido por el uso de las raíces en las palabras que conservaban todavía su etimología propia.
Por ejemplo, “Ku” es el Templo, en la lengua de los guatusos; en lengua chuj, “Ku” designa el Sol. El tabaco que jugaba un gran papel en los pueblos de la Antigua América, era reconocido como planta sagrada por sus propiedades medicinales; en chortis era llamado Ku’tz; Kua por los lencas y Tanku por los jíbaros. La raíz “Ku” entra también en la composición de nombres de héroes mayas y, en primer lugar, en el nombre del Dios Hunab-ku que es el Ser Supremo. Siendo incorporal no tenía rostro ni podía ser “imaginado” y de él procedían todas las cosas (según el Popol-Vuh). El Hunabku de los pueblos mayas, es un poco el equivalente de Xpiyacoc del antiguo México; fue él quién por medio del barro formó una especie humana. Se dice que gracias al “soplo” de Hunrakan fue que el acto creador tuvo lugar. Una vez más, con la ayuda de una pequeña variante (Yurakan) el nombre se ha convertido en sinónimo de demonio en otros pueblos como los galibi. La palabra “Huracán” debe provenir también de una derivación del nombre de esta divinidad que rige las tempestades, las lluvias, las tormentas y que es considerada cada vez diferentemente, según las concepciones de la tradición de los diversos pueblos.
Se notará también la frecuencia en lo concerniente al uso de la letra “H” sobre su carácter sagrado (hemos ya insistido en textos precedentes). Esa “H” de “comandamiento” es muy significativa y en los orígenes representaba al mismo Dios en muchos pueblos; es el “soplo”, el “Logos” y son numerosos los Héroes primitivos que tienen esa letra en sus nombres. Recordemos que “Héroe” corresponde etimológicamente a la palabra “Amor” (en hebreo “ahaba”, idéntica a “Ehad”, es decir, el valor 13, ese sentido de Amor Universal que regresa en el dominio del Mesías). El héroe en los orígenes era el Hombre divino, el Iniciado, y Virgilio, en sus versos de la Eneida (VI-192), califica a Eneas de “maximus heros”. Es el Amor, como único guía en los Arcanos del Conocimiento místico, simbolizado por las palomas consagradas a Venus, madre de Eneas.
Es por eso que se encuentra una equivalencia de esos héroes como prototipos de una civilización en los diversos pueblos y en diferentes épocas.
Muy a menudo (lo hemos ya citado en varias ocasiones) se ven flagrantes similitudes en los hechos mitológicos, separados sin embargo por millares de años y en épocas en las cuales la historia no podía propagarse muy lejos. Así Ixquic, es idéntica a Isis, Istar, Devaki, Mylitta o María, la Virgen de los Cristianos. Ixquic es la hija de Cuchumaquic, esa figura importante del Xibalbá (el mundo ínfimo); ella engendró a los jimaguas Hunahpu e Ixbalamque, habiendo recibido, en las manos, la saliva especial del Arbol misterioso que le dió las instrucciones de Hunrakan. Se ve de inmediato la similitud con Eva y el fruto prohibido del Arbol del conocimiento del Edén judeo-cristiano. Ese pasaje del Popol-Vuh (Biblia del pueblo Maya-quiché) es muy importante, ya que simboliza al mismo tiempo, la fecundación milagrosa de Ixquic (receptáculo de la caída espiritual en la carne) y el misterio de la concepción humana y la germinación en la Naturaleza (simbolizada entre los Mayas por el maíz, al cual está asimilado Hunahpu).
Una leyenda más o menos idéntica existe inclusive entre los Polinesios con Hine - A - Tauira (la primera forma de la mujer) que seria la primera concebida... mientras que Hine - Ahu-One (muchacha de la tierra) sería la primera mujer creada. “Hine” es un adjetivo entre los pueblos de la Polinesia que se relaciona con la luz, ¡pero también con la declinación!. En las palabras compuestas, se refiere a una mujer, pero indicando más bien a la “muchacha”, con tal o cual carácter. Es un poco como el término griego “Koré”, que significa el carácter especial de “muchacha”, que puede ser comprendido en el sentido de “virgen”, pero desflorable y quizás aún desflorada; en lenguaje moderno diríamos “soltera”. Evidentemente, ese término se ha prestado a confusiones en las traducciones bíblicas, por ejemplo, en lo que concierne a María la Virgen, cuestión sobre la cual hemos tratado en nuestra primera relación en los “Propósitos Psicológicos” (Tomo 1).
A propósito de esa Inmaculada Concepción de María, la Virgen de los cristianos, una curiosa anécdota hizo bastante ruido en su tiempo; se trata de la historia de Jean Jetzer. Nativo de Rurcach, aceptado en el convento de los Dominicanos en Berna, Suiza, obtuvo el manto de la orden el 6 de enero de 1507. Fue entonces que se volvió célebre por sus visiones. Jetzer pretendía que la Virgen María se le había aparecido en su celda para poner fin a la cuestión de su concepción “No inmaculada” ya que, decía ella, había permanecido tres horas en el pecado. La aparición fue confirmada por dos pedazos de mantilla del niño Jesús, que María había dado a Jetzer; uno fue enviado al Papa Julio III y el segundo fue guardado en Berna. El visionario fue seguidamente estigmatizado y grandes discusiones se levantaron en el seno de la cristiandad. Un proceso fue intentado por los Franciscanos que se sintieron insultados en su tesis de la Inmaculada Concepción, defendida por ellos duramente. (En esa época la teoría no había sido todavía admitida por todo el Clero; sabemos por otra parte que ese dogma no fue admitido oficialmente por la Iglesia Católica, sino en 1854). Jean Jetzer fue torturado y murió en el año 1514, habiendo preparado, al menos con su proceso, la Vía de la reforma, ya que todo esto pasaba algunos años antes de la llegada del protestantismo a Suiza.
Historias semejantes ocurrieron en varias épocas, repitiéndose con menor clamor tal vez, pero confirmando en cierta forma una teoría bien definida por numerosos investigadores.
Se dice que María estaba prometida a Johanan, pero que un cierto Pandira, aprovechando la noche, entró en el cuarto de María haciéndose pasar por el novio y pudo satisfacer sus deseos. La joven dio a luz al pequeño Emmanuel que José adoptó y transportó a Egipto, donde fue iniciado y se convirtió en la encarnación de Horus. De regreso a Judea, bajo el nombre de Yeschou Bar-Yousseff (Jesús hijo de José) se consagró al voto de los Nazarith y obtuvo la celebridad por sus curas milagrosas.
Una vez más, digamos, que Nazareth no es especialmente el nombre de un lugar, sino el término que se aplica a todos aquellos, que se consagran al Nazareato.
Naturalmente Jesús no fue el único Nazareno (ver Amós II, 11 y los Jueces, Cap. XIII).
Un Nazareno (dedicado a Dios) es el equivalente de un Yogi. Como la Yoga que comporta reglas a seguir, el Nazareato reclama disciplinas muy estrictas; el adepto Nazareno pasa a la Maestría y se puede decir que el Nazarita es un poco como el equivalente del Sannyasín en la India. Este género de Santo hombre (Sadhú de la India) se caracteriza por la abnegación (sannyasa) y el renunciamiento a los goces profanos o mundanos. El Nazareno, como el Sannyasin, renuncia a todas las formas de apego y se consagra a la vida mística (Ver Números VI-1 a 5).
La confusión de Nazareno (o Nazanith) con el lugar Nazareth, no causa grandes complicaciones; pero sí ocurre a veces con otros términos. Tomemos simplemente el caso de la Santa Eucaristía que ha ocasionado tantas contradicciones por todas partes.
El término “Lehem” en arameo, significa “pan” pero otra palabra muy similar “Lehom”, significa “carne”. Por otra parte los mismos discípulos del Gran Nazareno, no entendieron muy bien la explicación del pan que el Maestre bendecía y ofrecía (ver Juan VI-de 32 a 58) y naturalmente la transformación del pan en carne del Cristo es aún discutida hoy día.
Pero nos hemos alejado un poco de nuestra explicación sobre la deidad solar, respetando, sin embargo, una idea esotérica de la cual seguramente muchos habrán podido seguir el sentido.
Algunas sectas de la India, ciertamente, han personificado demasiado el principio oculto que era simbolizado por el fuego, por ejemplo; así la adoración del Dios Pavaka, que se supone gobierna este elemento que sobre todo preside las regiones del Sur-Este, deja sobreentender una vez más el aspecto solar de ciertas posiciones llamadas fuertes y benéficas para el país. La ofrenda del fuego (havana) se practica aún diariamente, las ofrendas son puestas 16 veces en el fuego y la ceremonia es acompañada de “mantras” (encartamientos-oraciones).
Son numerosos los ritos que otorgan una gran importancia a las direcciones; no sólo se debe considerar como una bendición a los puntos cardinales, sino aún, una repetición mental del nombre divino en su manifestación tetragrámica. Los chinos poseen el Uyan-Heng-Li-Tscheng, textualmente: Causa Inicial-Libertad-Bien-Perfección, el cual puede verse en los ideogramas: principio-crecimiento-acción-evolución. Lo encontramos representado en el tetragrama como el de Wen-Wang en el Yi-king. Ese libro (que hemos mencionado en el segundo capítulo del tomo VIII) es atribuido al emperador Fo-Hi (3.468 antes de la Era Cristiana) y está compuesto de 10 capítulos. Es una obra jeroglífica, como una especie de Tarot o de Sepher Yetzirah hebraico, del cual la llave es el pántaclo de Fo-Hi (se le llama también: las “Mesas de Y-Kim”, que son como los 32 Caminos de la Sabiduría, simbolizados también por el árbol sefirótico de la Qabbalah o aún por los grados francmasónicos). El Yi-King es el Libro de los Cambios en la revolución circular, según la tradición china. Al principio de la obra encontramos el tetragrama de Wen-Wang que da la clave del fenómeno universal: Uyan-Heng-Li-Tscheng, que puede ser emparentado al “Yod-Hé-Vaw-Hé” (Ieve), estudiado anteriormente (Libro III de los Propósitos Psicológicos).
Algunas otras obras muy importantes no han llegado jamás hasta nosotros, como el Lien-Shan (Libro de los Principios Inalterables) y el Koueit-Sang, en los cuales todas las cuestiones deben ser conducidas para llegar a una solución. Estas obras perdidas de la tradición china son insustituibles, ya que sabemos con qué celo los antiguos sabios orientales componían sus textos. Citemos al pasar, a Ta-Mó, ese santo hombre chino que prometió al Emperador traducir libros sagrados y que, para no dormirse, se cortó los párpados (la leyenda dice además, que él puso el párpado en la tierra y que ese ¡fue el origen del primer árbol de té!).
Pero, continuemos aún nuestra cuestión sobre la divinidad solar y tomemos ahora el país que simboliza más esta idea: el Japón, cuyo nombre original es Jih-Pen, País de la Luz.
Hasta el año 700, las islas que forman el Imperio del Japón se llamaban Yamato; creyéndolas realmente formadas por el mito de Iza-Nagi, se descubrió después que esta divinidad era el Sol (y su esposa Iza-Nami: la Luna). El nombre fue entonces cambiado en Jih-Pen, el Emperador fue llamado el Hijo del Sol y la bandera compuesta con el Sol en el levante.
Iza-Nagi tuvo con Iza-Nami un hijo llamado Jimmu Tenno, para el cual hicieron un reino (el Yamato), tocando el agua con una vara mágica. Tuvieron después siete hijos y fundaron islas para cada uno. Ellos, son pues, los creadores del Japón, de los cuales todas las divinidades del Panteón Shinto son los descendientes.
Existe además el Kuni-Toko-Tachi: el Eterno Terrestre UNO es el Dios autocreado del Shinto en el Japón. 17.000.000 de adeptos se consagran a su culto.
No olvidemos el Koshin, representado por los 3 monitos místicos, ornamento sagrado muy conocido en Occidente.
Pero regresemos una vez más a nuestras divinidades solares. Primeramente Onamuji (o a veces Okuni-Nushi) hijo de Susa-Noo, que reinaba en Izumo, quien fue destronado en favor de Ninigi, Gran-hijo de Ama Terasu (Diosa solar); Ninigi tuvo como hijo a Hoderi (estrépito de fuego) y a Hoori (fuego marchito). Los budistas en el Japón citan a veces a Nikko-Bosatsu como divinidad solar. En fin, se nota a menudo la descendencia sol-luna de un creador absoluto.
En el Japón Tsuki-Yomi sería la diosa Luna; en la India lo sería Sasanka; Ka-ati entre los quichés, así como Keri en los pueblos de lengua arawak. Los adeptos del culto lunar atribuyen a la divinidad un sentido femenino y son llamados en la India, los Kuravas (Hijos de la Luna). Son sobre todo las religiones del ciclo arya, que adoraron la naturaleza, mejor aún, la naturaleza inconsciente.
Los Pandavas (Hijos del Sol) eran los adeptos del culto solar en la India Antigua; naturalmente es el reconocimiento del Dios del Universo en el sentido masculino, en los tiempo “védicos”. Los templos en honor a la divinidad Luna, fueron construidos un poco en todas partes, así como los otros para el culto del Sol.
Citemos simplemente el construido por los Caldeos hacia el año 3.000 antes de la era cristiana (el lugar fue visitado por Abraham). El templo dedicado a la diosa Luna que se llama Ziggurat, reveló cuando fue descubierto no solamente tumbas, sino utensilios de gran valor como vasos, urnas, etc...
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A menudo se ha pensado que esos utensilios eran colocados en las tumbas porque los antiguos creían ¡que los muertos continuaban comiendo!. Nosotros nos preguntamos si no hay otra razón mucho más profunda. Se sabe que los alimentos toman un carácter Sagrado en Oriente y la cocina es siempre colocada bajo la protección de las divinidades. En el Japón es Kojín, el Dios de la cocina; en China, Tsao-Chung es venerado en todas las casas; se dice que él va al Cielo cada año (1ra. semana de febrero) y por eso el jefe de familia coloca sobre la imagen que representa a esta divinidad un poco de miel en el lugar de la boca, con el fin de que pueda repetir en el Cielo cosas dulces... En la India, ningún extraño puede penetrar en la cocina y cuando las familias pueden permitírselo, se trata de un brahmín, quien se encarga especialmente de preparar los alimentos, lo cual realiza con un ritual especial acompañado de mantras. ¡Los utensilios no pueden ser tocados más que por las personas encargadas y aun una mirada lanzada sobre las cacerolas podría ser interpretada como una mala suerte que se intentaría echar sobre la familia!.
Tenemos pues el derecho de preguntarnos si las jarras y otras alfarerías encontradas en las tumbas, no serían más bien un último homenaje al muerto, consistente en dejarle esos utensilios muy personales, a fin de que nadie pudiera usarlos después de su desaparición de esta tierra.
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Siendo la comida uno de los elementos vitales para el mantenimiento de la vida, es normal que la alimentación haya dado lugar a muchos estudios y aun a ciertas clasificaciones adecuadas, según el grado de existencia escogido. Así, los indos son muy específicos en lo concerniente al “Gunayami” (el compuesto del guna). Los “gunas” (cualidades) son considerados como los constituyentes de la base de la vida. Los gunas son las partículas de Prakriti y se relacionan a los mundos de los Bhuvas. Se puede distinguir tres clases de gunas.
El Tamas-guna, del cual se dice que es descendente, ya que simboliza la ignorancia, es el alimento carnívoro y el uso del alcohol. El Sattvaguna, que es ascendente, simboliza la pureza por una alimentación vegetariana y el Raja-Guna es el expansivo. La comida “rajásica” es la compuesta de excitantes.
Esa cualidad (guna) llamada “real” (Raja), es la que dinamiza a las otras dos, inertes por sí mismas en cuanto a ser modificadoras de las actividades exteriores de lo existente, y es el Guna-Raja quien juega con respecto a ellas, el papel de “Shakti” (Poder, Energía, Fuerza). Ese mismo papel será jugado por el mundo de los Bhuvas, dominado por “Raja”, en relación a Svar y Bhu en los cuales dominan “Sattva” y “Tamas”.
Es ahí que comienza la verdadera ciencia de curar: el conocimiento de las cualidades (y de las polaridades) de las cosas.
“Dichoso el hombre que el médico no mata”, decía Paracelso; pero igualmente Lavoisier ha dicho muy bien: “El hombre no muere sino que se mata”...
En efecto, nuestro modo de existencia es incompatible con las leyes naturales; nos encarnizamos en complicar la naturaleza de las cosas y hemos llegado a ignorar los principios más simples. Todo el arte de sentirse bien, reside, en el hecho de seguir normalmente la evolución natural, que unos impiden desarrollar y otros fuerzan en exceso.
Nosotros impedimos dar a nuestro organismo su desarrollo total, y limitamos a menudo las facultades que no pedirían sino manifestarse. Los Yogís conocen bien ese principio, capaz no solamente de rehusar la enfermedad, sino aun de elevar al ser a un estadio supra-humano.
Shakti; es la palabra sánscrita para designar la fuerza y por extensión el poder vital o productor. La raíz shak (ser capaz de:…) es de un valor equivalente a efectuar, es en efecto una palabra que querría decir ser capaz de poder o estar en fuerza para hacer...
Esta Shakti es llamada por los Tantrikas: la Gran Madre, así como los Gnósticos tienen su “Nuestra Señora del Espíritu Santo” y los Cabalistas su Madre Suprema.
La substancia principal realizadora (Prakriti), su Fuente (Ananda) y el Ser Universal (Ishvara), son algunos aspectos de Shakti. Ese sería casi el sinónimo de Prakriti, venerada en el Tantrismo indo, en el cual ella alcanza la misma importancia que Ishtav (Zarpanit) entre los Caldeos, Astar (Isis) entre los egipcios y la Virgen María entre los Cristianos. (Shakti, al grado de Ishvara, corresponde al Espíritu).
El despetar de Shakti, es su desarrollo bajo la forma del Kundalini microcósmico (enrollado tres veces y media alrededor del linga svayambhu en el Chakra-raíz muladhara). Ese desarrollo se opera a través de otros cinco Chakras (los Tattvas: Ap, Tejas, Vayu, Akasha y Manas) y si el practicante está suficientemente preparado: Kundalini llegará hasta Sahasrara (Shakti Nirvana). Es en ese estadio que el Yogi se convierte en Jivanmukti.
Los aspectos en latitud (Parashakti-Chidrupini-Maha-Kundalini-Prakriti y aun la triplicidad Parvati-Sarasvati-Lakshmi y también la emanación del Bija: Vama Brahma Sarasvati-Bhuva) son aquellos en relación al papel realizador de Shakti en los diferentes grados de la dualidad.
Los aspectos en profundidad (Sakala Shiva-Ishvara-Maya-Purusha también la Trimurti; Prakritivikriti y el Tribhuvana) son aquellos del descenso en los planos, la involución de las estancias vitales. En resumen, siete aspectos “en latitud” y siete aspectos “en profundidad”, son los 14 aspectos de Shakti. Ese poder es considerado como una propiedad o energía de un Principio divino y representado generalmente como el mismo Dios. Es la fuerza pránica que anima al electro-magnético Kundalini.
La sola mirada de los Yogis define su grado de Shakti, pero es preciso ser Gurú para poder trasmitir una parte operante. El término empleado por la acción del Maestro que hace entrever la iluminación a su discípulo es: Shakti-Pata (descenso de la energía). Generalmente el Gurú toca a su Chellah sobre la frente entre las cejas y le hace así experimentar, gracias a su poder, la Gran Visión, especie de Samadhi, efímera, que es un poco: un brote nirvánico que hace saborear la Alegría Divina al alumno.
Es sin duda en el Tantrismo en el que se encuentran la mayoría de los detalles sobre esos conocimientos de la fisiología, así como de la psicología, a pesar de las definiciones muy simbólicas que enredan a los investigadores. El Tantrismo es una forma de Yoga, (ya citada en nuestro Tomo III), basada en la fuerza, la voluntad supra-normal, el poder. Los Tántricos admiten once Tattvas más, que los 25 del Sankhya (analizado en nuestra obra Yug, Yoga, Yoghismo).
El Kundalini-Shakti con sus tres giros (que son los elementos de la Trimurti) de acuerdo con la doctrina tántrica, se opera como sigue:
Hay una triple polarización del Parabindu durante la manifestación:
El Karya-Bindu (llamado mejor Bindu) que es la naturaleza de Shiva y de la que emana: Devi -Raudri, Devata- Rudra y su Shakti Parvati, el Jnana Shakti (poder del conocimiento) participante del Sattva.
El Bija que es la naturaleza de Shakti y del cual emana Devi-Vama, la Devata-Brahma y su Shakti-Sarasvati, el Ishcha Shakti (poder de voluntad) participante del Raja.
El Nadi; que es la materia Gyaishtha, la Devata Vishnú y su Shakti Lakshmi, el Kriya Shakti (poder de acción) participante del Tamas.
Con tres giros y medio, pues, la fuerza kundalínica se convierte en la voluntad creadora de la multiplicidad de lo existente y del cambio resultará la producción de tres Mundos, en los cuales, los giros de la Shakti irán hasta cincuenta y dos.
El Tantrismo es sobre todo una especie de Yoga tibetana; sería un sistema de conocimiento como la Qabbalah verdadera y puesto en práctica hacia un desarrollo de la Teurgia (Alta Magia). Es un “Yug” completo, pero también una Vía peligrosa porque necesita grandes conocimientos y sobre todo un equilibrio perfecto tanto físico como psíquico. De todas maneras sería un sistema muy bueno para hacerlo intervenir en la Ciencia de curar.
En efecto, el arte de sentirse bien reside sobre todo en el equilibrio del ser. Ahora bien, ese equilibrio tanto físico como psíquico puede ser mantenido gracias a esta Shakti que obra en el Kundalini, esa “Ligadura” (“la Shekina” dicen los hebraizantes) que permite unir en una misma pulsación al hombre y al Cosmos; es esa balanza microcosmo-macrocosmo que los Iniciados han alcanzado.
Kundalini, simbolizada casi siempre por una serpiente enrrollada en la base de la columna vertebral y que debe elevarse a través del cuerpo hasta la cima de la cabeza, es llamada a veces la “Divina-Madre”. Es la Shakti de Shiva que se reencuentra en todo hombre como energía vital, enrollada en forma de espiral; es el más sutil canal del ser. Se dice que cuando se despierta la serpiente sagrada, se desenrolla alrededor de Shiva-Bindu para ir a enrollarse en la manifestación; es entonces que se reúne la pareja Prakriti-Purusha, (Naturaleza-Espíritu). Al elevarse a través del ser, Kundalini ilumina los Chakras, centros nervo-fluídicos que son como las emanaciones de las glándulas endocrinas; su primer efecto es el restablecimiento del equilibrio en el organismo. Tocamos ahí, una antigua medicina oculta que está quizás destinada a regresar a su puesto de honor, en nuestros días. (Así como la acupuntura que estuvo basada en los mismos principios que la Yoga medical.)
El Dr. SERGE RAYNAUD de la FERRIÈRE
en el TIBET después de su experiencia del Samadhi
El hecho de simbolizar una fuerza que se encuentra domiciliada en cierta forma en lo bajo del cuerpo y que debe elevarse hasta la cima del cráneo, viene en apoyo de la teoría de la transmutación de las energías físicas (teniendo como emblema: el sexo) en poder espiritual (localizado simbólicamente en la cabeza). Dos centros importantes se dividen el último desarrollo del ser humano: la Pituitaria y la Pineal, últimas etapas de Kundalini, antes de su taladro en el Brahma-Rundra para reunirse a la Conciencia Universal.
El cuerpo pituitario (o hipófisis) aparece en el feto durante la cuarta semana de la gestación y a la novena semana éste pierde la cola como para señalar el término de la época del reptil y el paso hacia el cuadrúpedo, ya que se verá al feto con una especie de carita de perro con manchas que se transformarán más tarde en orejas, ojos, etc. (hemos ya estudiado esta evolución en los Propósitos N° V y VI y hemos visto particularmente esta cuestión de la embriogenia).
La pituitaria recibió este nombre de la medicina occidental, porque se creyó mucho tiempo que la “pituita” (mucosa de la nariz) venia de este cuerpo. Es una glándula situada en una depresión del hueso esfenoides entre los ojos e inmediatamente detrás de la raíz de la nariz, en la junción de los dos nervios ópticos. Su anchura cambia con la edad, la complexión y la moralidad de cada persona. Cuerpito ovular, compuesto de dos lóbulos: el anterior (o globular) y el posterior (o nervioso), la pituitaria se presenta como una substancia amarilla grisácea con reflejos rosados (lóbulo anterior) y más oscura por la otra parte (lóbulo posterior). Se encuentra en contacto con la “dura-mater” (envoltura muy fina que protege el cerebro).
La glándula pineal (o epífisis) es de forma cónica (como una piña, de ahí su nombre) con anchuras que varían según la mentalidad de la persona. Reposa sobre el cuadrigémino (4 eminencias redondeadas en la base del cerebro) y se encuentra en la “pia-mater” (envoltura más interna de la membrana que protege el cerebro).
Hace muchos años que la medicina de Occidente se preocupa de estos pequeños órganos y concluye que su acción ciertamente no se detiene en una función únicamente fisiológica. En Oriente, desde hace varios milenios, se atribuía gran importancia a estos centros físico-psíquicos, y el sistema Yoga, también desde hace mucho tiempo, los había clasificado con su función bien definida: (pituitaria) Agna-Chakra; (pineal) Sahasrara Padma.
En fin, es sobre todo y primero que todo, que el trabajo de conservación del equilibrio puede ser emprendido sobre sí mismo y aun desarrollado, al punto de hacer nacer nuevas facultades.
Difícil empresa a la cual los Gurúes de Oriente se han entregado. Estos Iniciados prueban elevar a sus discípulos al nivel de verdaderos hombres. El Gurú (disipador de tinieblas) no puede tornar sobre sí el destino de sus alumnos, pero ¡intenta hacerles ver los pasos inútiles sobre caminos de trocha! El Chellah (discípulo) conserva su Karma (ley de causa a efecto, inherente a cada individuo), pero unificándose al Maestro, escapa en una gran parte a las experiencias malsanas, lo que no quiere decir que el hecho de tener un Maestro, impida los tormentos; sólo que no hay pérdida de tiempo en la búsqueda de la verdad. Muchos han visto pérdida de la Libertad en el hecho de tomar un Maestro; por el contrario, es un refuerzo de Libertad. Pero así, muchas cosas escapan al neófito. Es por esto que, así como el Gurú no abandona jamás a sus chellahs, éstos muchas veces reniegan de su Maestro. Sin recurrir a la simbólica negación de Pedro que por tres veces renegó de su Maestro, numerosos son los alumnos que se reclaman demasiado aprisa como discípulos de un Maestro, para aún más de prisa, abandonarlo. Esto viene de falsas aspiraciones, precipitadamente idealizadas en un sentido profano. En su misión para el desarrollo verdadero de los hombres, el Maestro no se interesa, en lo que lo concierne, a cuestiones de personalismo. Su visión es universal. El no se menciona como ejemplo, sino como: Instructor. No es a él a quien se necesita ver sino el camino que él muestra...
Es por esto que los Grandes Enviados que vienen en épocas regulares a instruir a la Humanidad tienen siempre su valor en los tiempos. El hecho de no ser contemporáneo de la época de su misión no impide en nada la posibilidad de perseguir el Ideal que han delineado. Su personaje tanto como su vida, son cuestiones secundarias, y es, sobre todo, ¡la enseñanza ofrecida la que debe servir de guía para encontrar la Verdadera Luz! No se quiere ver suficientemente de un modo objetivo la existencia de los Grandes Instructores, y se les atribuye una vida casi sobrenatural!
El Avatar Krishna, el Buddha Gautama, el Cristo Jehsú y tantos otros Grandes Regentes de la historia humana, son casi mitos tan pronto como desaparecen de esta tierra y no se debe olvidar su condición humana y los obstáculos que han vencido.
En sus tiempos, como en los nuestros, si un ser manifiesta su valía por sus cualidades espirituales, es un personaje que la muchedumbre admira o condena, juzgando su físico, sus maneras, sus actos en la vida de cada día, su existencia personal y después de su desaparición todos estos hechos serán exagerados en un sentido o en otro, adorándolo o rechazándolo.
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¡Al lado de los Grandes Maestros, cuántos Iniciados han venido a ofrecer lecciones detalladas, que tomadas en consideración, habrían podido, sin ninguna duda, ayudar a la Humanidad en sus múltiples dificultades!
En la época en la cual Jesús reunía sus primeros adeptos, la escuela del Rabino Schammai predominaba y así mismo toda la generación precedente había sido caracterizada por otra escuela también muy ortodoxa, la del gran Rabino Hillel. Su influencia era tan grande que una considerable parte de sus preceptos fueron conservados por los cristianos. Fue Hillel quién dijo: “No haced a los otros lo que vosotros no queráis que os hagan y el resto es comentario!”
Son numerosos los sabios que no se han hecho conocer universalmente. Lejos de ser iniciados menores, son Maestros cuya misión se limita a la formación de un muy pequeño número de discípulos. Su enseñanza esotérica es reservada a un reducido grupo y la gran muchedumbre los ignora muchas veces. Ellos hacen la contra-balanza con aquellos hombres de pensamiento que se manifiestan al gran público sin dirección oculta, tan sólo para preparar la opinión general.
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Uno de esos enigmáticos personajes de nuestro tiempo es el “Señor Gurdjieff”, como se le llama a menudo. Menos misterioso, sin duda, que el Conde de St. Germain, Georges Ivanovitch Gurdjieff, como generalmente se supone, nació en 1875 en Alexandropol, pero sus orígenes son inciertos y se le considera armenio o levantino. Se le cree hijo de un comerciante. Recibió una educación en ese sentido y por ello fue mercader de alfombras, representante en objetos de arte, en curiosidades y antigüedades. Viajó mucho por el Cercano Oriente y el Asia Central. Hablaba el ruso, el tártaro, el tadjik, el chino, el tibetano, el griego, el inglés, el francés y parece que era un literato. En Rusia se le conoce bajo el nombre de Hambo Akvan Dorzhieff y fue en Moscú en 1913 donde se hizo conocer primeramente por sus charlas. Inmediatamente se nota su grado Iniciático, pero no se sabe con precisión cuánto tiempo vivió en el Monasterio del Tíbet, donde fue conocido bajo el nombre de Lama Dorjieff por el Inteligence Service, que lo clasificó como agente secreto, suponiéndolo atado a la política internacional. Es verdad que después de su estancia en los Santuarios de la Gran Cofradía Blanca, cuando llevaba el título de Tsannyis Khan-Po, su influencia en Lhassa era grande y estuvo al lado del Dalai-Lama, durante la huida a Mongolia.
Cuando fundó sus primeros grupos en Rusia, sorprendió a sus discípulos, tanto por su saber como por su método brusco de enseñanza. La revolución lo condujo a Tiflis, más tarde a Constantinopla y después reina el misterio muchas veces a su paso en varios sitios. Más tarde apareció en Berlín en 1920, un año después en París, luego en Londres; en 1924 se encuentra en Nueva York donde fundó, con el escritor inglés A. Orage una escuela para las “danzas objetivas”. En fin, de regreso en Francia, se instaló en el Castillo del Prieuré en Fontainebleau (cerca de París) a fin de aplicar su “Instituto para el Desarrollo Armonioso del Hombre”.
Su filosofía es un sistema bastante complicado, pero un método directo de realización. El mismo ha dicho que era necesario abandonar el teosofismo, el espiritismo y todo el “trabajo de bodega”, para el perfeccionamiento de la Psicopatía.
Desapareció en 1949 dejando en el mundo algunos millares de alumnos, pero en realidad poquísimos discípulos auténticos. Muchos pretendieron acercarse a él, pero solo un pequeño número fue capaz de seguirlo y otro aún más pequeño de perseverar en la Vía. Su mismo alumno Ouspensky no pudo asimilar las lecciones por largo tiempo y tuvo que abandonarlo teniendo apenas una vista muy superficial del Mensaje de Gurdjieff, como él lo deja entender en su libro, “Fragmentos de una Enseñanza Desconocida”, que no es sino una interpretación relativa de la enseñanza del Maestro.
Todos los grupos y casi todas las personas que se dicen ser de la “enseñanza Gurdjieff”, no tienen sino una vista exotérica del Mensaje.
Como siempre en semejantes casos, la ignorancia de los hombres es el obstáculo a la visión real de la enseñanza del maestro: se pierde el sentido verdadero. Las grandes lecciones ofrecidas por los Iniciados deben ser miradas con un espíritu de síntesis; no ver sino una parte, es atrofiar el sentido en el que es ofrecido el mensaje. El espíritu científico o el pensamiento filosófico con el cual los Maestros se expresan, no son más que “símbolos” de su manifestación.
Alexis Carrel lo dice muy bien: “La confusión de datos que poseemos sobre nosotros mismos viene sobre todo de la presencia de algunos hechos positivos, obtenidos de los restos de sistemas científicos, filosóficos y religiosos. La adhesión de nuestro espíritu a un sistema cualquiera cambia el aspecto y la significación de los fenómenos observados por nosotros. En todos los tiempos, la humanidad se ha contemplado a través de cristales coloreados de doctrinas, creencias e ilusiones. Son esas nociones falsas o inexactas las que es preciso suprimir”.
Los títulos empleados en nuestros dos tomos (Nº VIII: El Arte de Curar, Nº IX Medicina y Pseudo-Medicina) parecen inapropiados pero en realidad debe verse una vez más el sentido con el cual encaramos el problema. Nuestras exposiciones no deben tomar el giro escolar de un curso sobre una rama limitada, sino permanecer en el espíritu de síntesis que caracteriza nuestro dominio iniciático.
No tratamos aquí sino superficialmente algunas cuestiones, atrayendo sobre todo la atención sobre la manera como es preciso abordar el problema. Muy a menudo, desgraciadamente, los investigadores se han refugiado sobre un solo plano, perdiendo así el beneficio de una visión integral; recordemos que todas las partes de las Ciencias (matemáticas, física, química, etc..) se componen de tres fases: analítica, fisiológica y sintética. La “Tesis” no es sino la parte anatómica de una ciencia, como la Química no es mas que una “sección” de la Alquimia. La “Antítesis”, calificada a menudo en forma peyorativa como pseudo ciencia, es por el contrario, aquello que fue en los orígenes la Verdadera Ciencia, de la cual una porción fue retirada para convertirse en la rama oficial, como en el caso de la Astrología (ciencia completa) que dio nacimiento a la Astronomía (parte analítica del estudio verdadero). En fin, la “Síntesis”, es la Llave de los Altos Estudios Científicos, cuyo conocimiento permite encontrar de nuevo el sentido inicial.
Es pues a través de esos tres estadios en los cuales el Adepto de la Verdad debe evolucionar, hasta el día en que, llegado al Conocimiento, él ofrece su propia experiencia, sus nociones sobre las Grandes Leyes Universales, convirtiéndose entonces en Verdadero Saber. El alcanza así la Matesis que es el estado del Magisterio.
Recurramos una vez más al Dr. Alexis Carrel: “Los biólogos y sobre todo los educadores, los economistas y los sociólogos encontrándose frente a problemas de extrema complejidad, muchas veces han cedido a la tentación de construir hipótesis y, después, convertirlas en artículos de fe. Y los sabios se han inmovilizado en fórmulas tan rígidas como los dogmas de una religión.
Volvemos a encontrar en todas las Ciencias el recuerdo embarazoso de semejantes errores. Uno de los más célebres ha dado lugar a la gran querella de los vitalistas y de los mecanicistas, cuya futilidad nos asombra hoy día. Los vitalistas pensaban que el organismo era una máquina cuyas partes se integraban gracias a un factor no físico-químico. Según ellos, los procesos responsables de la unidad del ser viviente, eran dirigidos por un principio independiente, una entelequia, una idea análoga a la del ingeniero que construye una máquina. Ese agente autónomo no era una forma de energía y no creaba energía, se ocupaba sólo de la dirección del organismo. Evidentemente, la entelequia no era un concepto operacional3. Era una pura construcción del espíritu. En resumen, los vitalistas consideraban el cuerpo como una máquina dirigida por un ingeniero que llamaban entelequia. Y no se daban cuenta que ese ingeniero, esa entelequia, no era otra cosa que su propia inteligencia. En cuanto a los mecanicistas, ellos creían que todos los fenómenos fisiológicos y psicológicos eran explicables por las leyes de la física, de la química y de la mecánica. Construyeron así una máquina de la cual fueron los ingenieros. Enseguida, como lo hace notar Woodger, olvidaban la existencia de ese ingeniero. Ese concepto no es operacional. Es evidente que mecanismo y vitalismo deben ser rechazados por la misma razón que todos los demás sistemas”. (“El Hombre, ese desconocido” pág. 38).
Se ve muy bien que el sabio se da cuenta de la ineficacia de las teorías para establecer un conocimiento seguro, cuando carecen del espíritu de síntesis, alcanzado por la experiencia y aun cuando sean opuestas.
Algunos pueden refutarnos que hacemos intervenir demasiado a menudo el dato iniciático para establecer un Verdadero Saber. Podríamos citar numerosas personalidades conocidas, que desechan el esoterismo en todas las materias y que sin embargo, vienen a testificar en favor de los Colegios de Iniciación. Por ejemplo, entre otros, el Padre Jesuita Laffiteau que dice: “La Iniciación a los Misterios es una Escuela de Profetas que incluye lo esencial y todo el espíritu de la religión, de la cual aquellos que no son iniciados no ven otra cosa sino la “corteza”.4
En fin, la enfermedad no puede ser considerada únicamente sobre un plano mecánico. El automatismo humano no es más que una apariencia y se deben considerar los principios superiores que traen el remedio.
Tenemos demasiado el hábito de disecar y de no enfocar más que aquello que nos interesa, estudiando sólo una mínima parte y descuidando así el conjunto que representa el Hombre. Todo los métodos deberían ser encarados, correspondan o no a nuestros sentimientos o a las concepciones a las cuales estamos atados, demasiado a menudo por atavismo.
Todo puede ser científicamente analizado, pero creemos con demasiada frecuencia que el espíritu científico se detiene en la forma matemática. Hay funciones que no pueden expresarse de ese modo y tienen sin embargo el mismo valor. Casi siempre el ser ha sido estudiado por fragmentos: fisiológico, espiritual, económico, mientras que su sentido moral tiene tanto interés como la utilidad de sus miembros, y la función de sus nervios no tiene menos importancia que sus consideraciones religiosas. El hombre es un Todo que se debe encarar como tal, pero con un análisis de detalles que tenga en cuenta, además, que forma parte de una sociedad, la cual no puede ser ignorada. Y todo esto es inseparable, por otra parte, de las relaciones que ya hemos citado a menudo en lo concerniente a las analogías en los diversos reinos.
Es por eso que en el camino hacia el perfeccionamiento nada puede ser intentado con fuerza excesiva; sería una herejía querer transformar brutalmente el estado de las cosas; las repercusiones se harían sentir no solo en el individuo sino en todo lo que compone nuestro mundo. Se sabe por ejemplo que la estatura de un hombre viene del estado de sus glándulas endocrinas. Se puede también hacer variar esa estatura por una alimentación y un modo de vida apropiados, pero ese cambio provocado a veces para dar más belleza o fuerza muscular al cuerpo, puede igualmente traer modificaciones mentales.
Si es imposible resucitar a un hombre cuyo cerebro ha sido completamente desprovisto de oxígeno durante solo diez minutos, existe un misterio en constatar que el trabajo intelectual no produce ninguna elevación del metabolismo, lo contrario del trabajo muscular que aumenta en un modo muy marcado la intensidad de los cambios químicos del metabolismo5. El pensamiento parece, pues, no consumir una cantidad mensurable de energía a menos que las creaciones de la inteligencia tomen sus fuerzas en un dominio extra-humano.
Se ignora actualmente lo que son los genes, invisibles, localizados en los cromosomas que aparecen claramente en los núcleos de las células cuando éstas van a dividirse. Se supone apenas que los genes son las tendencias hereditarias de las células y de los hombres que derivan de ellas. ¡Quién sabe si su función se extiende más lejos y si son, en sí mismos, principios inteligentes que nos ponen en relación con la Conciencia Universal!...
En fin, los tejidos vivos están ávidos de oxígeno y lo toman del plasma sanguíneo6 que suministra el nitrógeno, el azufre y el fósforo que las células utilizan para construir nuevas células y reparar los órganos. El hombre no tiene más que siete u ocho litros de sangre mientras que los residuos de su nutrición serían capaces de envenenarlo si él no poseyera aparatos capaces de asegurar una circulación rápida de su líquido sanguíneo. Un cuerpo humano reducido a pulpa pediría alrededor de doscientos mil litros de líquido nutritivo.
Las substancias nutritivas que la sangre lleva a los tejidos provienen de tres fuentes: aire atmosférico, superficie intestinal y glándulas endocrinas. Se comprende, pues, la importancia de respirar bien y de controlar la alimentación.
El arte de la respiración no radica solo en algunas prácticas de gimnasia; el medio en el cual vivimos actualmente reclama una disciplina severa para contrabalancear los malos hábitos tomados: poco ejercicio, dado nuestro medio de transportes muy fáciles, nuestro progreso hacia una vida cómoda, apartamentos sobrecalentados, lechos suaves con numerosas cuberturas, sin contar el aire viciado que respiramos en las oficinas, las tiendas y el oxigeno saturado de gases nocivos provenientes de las fábricas, etc..
Nuestros productos alimentarios, lo sabemos, no tienen hoy, las mismas propiedades de antes y nuestro sistema de nutrición se ha alejado de la alimentación natural que era destinada al hombre. Sin hablar de las drogas que cada vez hacen más estragos, tanto en lo que concierne a los estupefacientes, como a los llamados medicamentos a los cuales la mayoría de los humanos se han dado, queda el uso del alcohol con sus penosas consecuencias. De todos los órganos, es el hígado, sin ninguna duda, el más gravemente atacado por el abuso del alcohol, pero el sistema circulatorio es también rápidamente afectado (la desintoxicación hepática se hace mal). El ataque contra la propia vida es ciertamente un crimen, visto únicamente sobre el punto espiritual; pero el alcoholismo, además de conducir a la decadencia a aquel que se dedica a él, ataca también a víctimas no participantes; conocemos demasiado los numerosísimos accidentes de tránsito, causados directa o indirectamente por personas embriagadas. Bajo la influencia del alcohol, el retraso del tiempo de reacción es en el orden de un 30% para lo visual y un 38% para la acústica. En U. S. A. en unas estadísticas que comprenden 27 estados, se encontró que un 19% de los peatones muertos en accidentes de autos, habían bebido. En Francia los divorcios se cuentan por un 10% entre los alcohólicos; igualmente las familias que colocan a sus hijos en la Asistencia se elevan a un 12%, y un 62% de matrimonios contraídos después del embarazo prenupcial, mientras se registra solo un 24% entre los abstemios. En fin un 40% de la criminalidad en las ciudades francesas se debe a individuos dedicados al alcohol.
La ciencia ha reconocido en el presente que nuestras aptitudes y nuestro mismo destino dependen en una medida importante de la naturaleza de las substancias químicas que sirven a la síntesis de nuestros tejidos. En una manera muy simple, pero también justa, puede repetirse una vez más el refrán: “Dime lo que comes y te diré quien eres".
Además del oxigeno atmosférico y de los productos de la digestión intestinal, la sangre contiene una tercera clase de substancias nutritivas: las secreciones de las glándulas endocrinas. Estas glándulas reguladoras de las funciones físicas, dirigen y gobiernan la estructura corporal, pero los sabios actuales comienzan por fin a admitir que sus funciones no se detienen en los efectos orgánicos. Las glándulas endocrinas rigen el cuerpo físico, pero los efectos psicológicos están hoy día bien registrados para atestiguar su consecuencia sobre lo mental y aún sobre las posibilidades de facultades supra-naturales del ser, como lo han anunciado desde hace varios milenios los Sabios del Oriente. Ya sabemos que todo el sistema Yoga reposa sobre el trabajo de estas glándulas a fin de llegar a un equilibrio tanto del organismo físico como del dominio espiritual. El método está basado sobre ejercicios físico-psíquicos (asanas, pranayama, bandas) capaces de dar a las glándulas endocrinas (chakras) su completo desarrollo.
Esas asanas (posturas) el control respiratorio y las contracciones nervo-musculares actúan sobre el organismo y además, son ejercicios que se practican con la ayuda de lo mental, a fin de obtener como resultado un mejoramiento fisiológico o un desarrollo espiritual. El lado psicológico ha sido siempre encarado por los Yogis como perteneciente al dominio concreto.
Lo que fue admitido por la Tradición Iniciática como objetivo, la operación de la Gran Obra, ha sido siempre considerada por los verdaderos buscadores como un sistema que no pone barreras entre el mundo subjetivo y el objetivo, lo concreto y lo abstracto, siendo polos diferentes, pero pertenecientes a una sola y misma Gran Ley.
Recordemos la definición del Dr. René Allendy: “El hombre es idéntico al universo no solo en su constitución o sus modalidades, sino aun en su evolución y su porvenir”. Qué asombroso paralelo con el autor de “El hombre, ese desconocido” quien escribe: “El substrato corporal de todas las actividades humanas viene del mundo inanimado al cual, tarde o temprano, él regresa. El está hecho de los mismos elementos que los seres no vivientes. No debemos, pues, asombrarnos, como lo hacen aún ciertos fisiólogos modernos, de encontrar en nosotros mismos las leyes de la física y de la química, tales como existen en el mundo exterior. Sería increíble que no las encontrásemos” (Pág. 102).
La enfermedad representa en el hombre un accidente durante el curso de esa evolución, del mismo modo que las imperfecciones materiales de nuestro Globo, considerado como en vía de perpetua depuración.
La cura constituye el mismo problema para el cuerpo, que debe tender a la perfección, como para el espíritu, que debe encontrar su verdadera actitud; problema triple, en el cual cada parte no puede ser completamente resuelta hasta que las otras no lo sean. De tal modo que la verdadera y suprema cura, no será accesible al hombre hasta el día en el cual el mundo entero haya llegado a la Armonía final.
Esa cura es una forma de redención, es la Gran Obra bajo su triple aspecto: material (Piedra Filosofal), terapéutica (Medicina Universal) y espiritual (Realización Mística)
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1. ¿No ha dicho Jcsús?: “¡Vosotros podéis hacer otro tanto y AÚN MÁS!” Cristo proclamaba que se necesitaba la Fe, pero también la oración, el ayuno (Mateo VIl – 7; XVII - 20; XXI – 21- 22; Marcos XI - 24 ,etc.). No puede dudarse de que los Esenios tenían el conocimiento de las plantas, de los ungüentos, de los bálsamos, pero también poseían seguramente una psicoterapia muy especial.
2. Los 7 Dioses de la Suerte en el Japón (SHICHIFUKUJIN) son: Ebisu-Hotei - Daikoku - Benten - Fukurokuju - Bikamon y Furojin.
3. Entre los numerosos conceptos que se refieren al ser humano unos son construcciones lógicas de nuestro espíritu que no se aplican a ningún ser observable para nosotros en el mundo. Otros son la expresión pura y simple de la experiencia. A tales conceptos, Bridgman ha dado el nombre de operacionales. Un concepto operacional es equivalente a la operación o a la serie de operaciones que deben hacerse para adquirirlos.
4. Ignacio de Loyola, aristócrata de la nobleza española, era oficial de la armada de su país, cuando fue herido en la pierna en el asedio de Pamplona. Durante su convalecencia leyó la Vida de los Santos y decidió hacerse soldado de la Iglesia. Entró en el Monasterio de los dominicanos en Mauresa, después visitó Jerusalem y más tarde se fue a París. Con nueve de sus compañeros, pidió audiencia al Papa, a fin de fundar una nueva sociedad eclesiástica, (Sociedad de Jesús). Después, la Orden de los Jesuitas fue conocida en el mundo por su severidad, pero también por su gran saber.
5. Se mide el metabolismo por la cantidad de oxígeno absorbido y la de ácido carbónico expelido cuando el cuerpo está en completo reposo.
6. La sangre es un tejido compuesto de 30 billones de glóbulos rojos (que no son células vivas sino saquitos llenos de hemoglobina) y 50.000 millones de glóbulos blancos (células vivas que flotan en el plasma de los vasos que se escapan por los intersticios de los capilares y que se arrastran sobre la superficie de las células de las mucosas, del intestino y de todos los órganos).