Serge Raynaud de la Ferrière

Los

Propósitos

Psicológicos

Tomo XII



Ciencia y Esoterismo







INTRODUCCIÓN


La enfermedad de la cual sufre el Hombre actual es, quizás, la de querer estar enfermo.

La época moderna se presta muy bien para crear una psicosis de la enfermedad y, sin llegar a decir que la mayoría de los pacientes son enfermos imaginarios, es preciso reconocer que los padecimientos se crean principalmente en la idea. Por otra parte, es casi de buen tono quejarse de alguna cosa...

El profesor Jaures declara que hay un 75% de pacientes Psicosomáticos y que el 25% restante siente la necesidad de la enfermedad. El concluye: “Los incurables se acomodan muy bien como objeto de compasión para la familia, los amigos y, a veces, para ellos mismos”.

En las clínicas alemanas se cura mucho por medio de la música y esto da un motivo de reflexión acerca de las posibilidades de las curas que recurren al lado emocional de los pacientes.

Sin embargo, todos los métodos no pondrán fin jamás a los achaques humanos hasta que el Ser no haya realizado su verdadero lugar en el Universo y la Obra auténtica que él debe cumplir.

Los nuevos descubrimientos biológicos no son suficientes para paliar la imperfección humana. Otro problema queda por resolver: el mecanismo mismo de la Existencia, visto sobre el plano de la Vida Eterna.

Cierto, la Endocrinología viene en ayuda de muchas deficiencias, pero, además de los incidentes que puede producir la introducción de las hormonas en la terapéutica, convendría orientar más las búsquedas sobre un sistema natural de la acción de nuestras fuerzas internas.

La actividad de las gónadas (glándulas sexuales) está regida por las hormonas de la hipófisis que circulan en la sangre. Este ejemplo da indicaciones preciosas sobre las posibilidades de perfeccionamiento del Individuo, por lo que ya se saben los efectos psico-fisiológicos de las glándulas endocrinas.

En fin, para resolver definitivamente el problema, seria preciso estudiar el Principio que rige esa existencia eterna (nada se ha creado y nada se pierde).

La llegada a este mundo visible no es, ciertamente, el verdadero nacimiento y la salida de este plano terrestre no es ciertamente la muerte. Es en ese orden de ideas que deben orientarse las búsquedas para calar en el misterio de la vida Eterna.




CIENCIA Y ESOTERISMO


Dos cosas parecen apasionar verdaderamente al mundo actual: el Pasado y el Futuro. Por una parte, están las búsquedas en las civilizaciones antiguas, sea por hombres de Ciencia o por los adeptos de la Nigromancia; por la otra, la elaboración de bases de la vida futura por métodos técnicos o con la ayuda de sistemas de diversas clases de Adivinos.

En fin, sabios o pseudo-científicos se hallan en pleno trabajo en la búsqueda del Misterio, que nos enclaustra en este mundo presente, el cual permanece en sí mismo, por otra parte, bastante extraño.

-“De dónde venimos, quiénes somos, hacia dónde vamos”, tiene siempre el mismo valor esotérico que en los tiempos en los cuales el célebre axioma era expuesto a los Discípulos que se presentaban en las marchas del Templo de la Iniciación.

Se han hecho búsquedas por todos los métodos conocidos. Nuestros orígenes y la relatividad de nuestros conocimientos no parecen haber progresado bien, a pesar de las técnicas más y más perfeccionadas. La instrumentación moderna, no obstante su apariencia de progreso, no ha sido aún capaz de calar bien en aquello que era conocido hace largo tiempo.

No se repetirá jamás bastante que: aquello que era ignorado hace solamente 300 o 500 años, era quizás perfectamente conocido hace 3.000 ó 5.000 años!

Cierto, faltan los textos destruidos como por gusto por aquellos que querían no solamente reinar más que un maestro socialmente sino aun con una supremacía intelectual tanto como con una dictadura espiritual...

Sin embargo, los raros escritos llegados hasta nosotros, no son, de todas maneras, sino de una antigüedad muy reducida y aún existen muchos intraducibles. Esa dificultad de comprender escritos antiguos, proviene no solamente de lenguas extinguidas hoy día, sino aun de la manera de expresarse de aquellos hombres que habían adquirido un espíritu de síntesis, que hoy se nos escapa. Si algunos pueblos han intentado pintar su historia, parece ser, no obstante, que las fechas les importaba poco y muy a menudo el orden cronológico mismo, no era respetado.

Además se trataba a menudo de una enseñanza, y esto viene apenas a ser comprendido después de algunos años, gracias a los nuevos métodos psicológicos, puestos en acción para reconstruir la marcha de la Humanidad. Esas lecciones no eran dadas con la ayuda, de un lenguaje escrito, según un alfabeto o una lengua hablada, sino con la ayuda de símbolos, que exigían ya en la época un gran conocimiento y que en nuestros días no interesan sino a los discípulos de las Escuelas Esotéricas o a algunos ocultistas, especialmente versados en la cuestión.

En casi todos los pueblos, el lenguaje ha nacido del dibujo. Se trataba de representaciones de objetos, de animales, de hombres o de escenas de la vida más o menos idealizadas y representadas más tarde en ideogramas.

Por ejemplo, los chinos de diferentes comarcas comprenden los mismos signos, pero los enuncian de manera diferente. El modo de pronunciar tiene poca importancia, puesto que la misma cosa viene al espíritu, pero esa escritura que es, pues universal, pediría demasiado aprendizaje, ya que es preciso contar una docena de millares de signos. (Recordemos que el diccionario chino comporta más de 80000 signos).

Los ignorantes yuxtaponían algunos de esos signos, según el sonido que les correspondía en su lengua, y los combinaban en seguida, para reproducir las sílabas de las palabras. Tal es la escritura silábica japonesa, derivada de los caracteres chinos.

Los escribas egipcios empleaban también un poco ese método, pero no fue desarrollado para hacer una escritura completamente silábica. Finalmente, durante otro estadio, las sílabas fueron descompuestas para formar un alfabeto, reduciendo así el esfuerzo de memoria para aprender a escribir.

Ha sido siempre complicado tener todos los elementos a mano para establecer verdaderamente algo tangible acerca de las civilizaciones desaparecidas, o aun para reencontrar, con los pocos descendientes directos, la cultura originaria de un pueblo.

El Monte Bego, a 2.500 metros de altitud en los Alpes franceses, acaba de revelar un secreto... En esa “Montaña de las Maravillas” se acaba de encontrar una masa de documentos acumulados: es uno de esos únicos lugares en el mundo (con las losas escandinavas cubiertas de caracteres rúnicos) donde fue posible realizar semejantes descubrimientos! Bego era un lugar de peregrinación y de Magia hace 5.000 años. Quedan, sin embargo, por interpretar todos los gráficos que son todavía un misterio para muchos especialistas.




Sucede lo mismo con un buen número de monumentos, estatuas, etc... encontrados aquí y allá cada año... Por ejemplo, esos “Templos” del siglo veinte antes de nuestra Era cristiana que se hallan en Malta. Se ha hablado muy poco también sobre los Talayotes de las Islas Baleares, que son un poco como los Nuragas que se encuentran en Cerdeña. Se cuentan cerca de 3.000 de esas Torres de piedras gruesas en cono truncado y las sepulturas cavadas en la roca y son llamadas Domus de Janas (Casas de Brujas)!

Otro misterio planea todavía sobre las estatuas-menhires de una civilización megalítica, que dataría de 3.000 años antes de nuestra Era: esos son los monumentos de Filitosa en Córcega. Es Próspero Merimée quien señala, desde 1840, los monumentos megalíticos de la Isla de Córcega. Ese escritor, que amaba la Antigüedad, hace mención de estatuas (una docena de menhires) alineadas en dos rangos y en 300 metros a 1.050 metros de altitud.

En 1.955 se encontraron quince en la Isla (actualmente 38). Dichas estatuas portan los atributos antropomórficos y son de una altura de 2.30 m. con 0.22 m. de espesor, la anchura de las espaldas es de 0.55 m., el cuello 0.43 m. y la cabeza de 0.50 m. de ancho. Casi todas tienen la marca de los ojos, de la nariz, de la boca, el mentón en relieve y los pectorales representados, e incluyen a veces los omóplatos y la columna vertebral. La mayoría de esas estatuas son sexuadas, con armas para los machos (en el Sur de la Isla sobre todo) y los senos ahuecados en las mujeres; una de esas estatuas es inclusive bisexual… y varias indeterminadas. En 1.956 se hicieron otros hallazgos que fueron bautizados como los Paladinos; son los más interesantes y de los cuales 19 se encuentran en el Sartene (valle de Taravo) cerca del río costero Sur-Oeste de Córcega. Una de esas estatuas tiene 3 metros de altura, uno de ancho y pesa 3 toneladas.

Las 5 estatuas de Filitosa han sido identificadas como los vestigios de un antiguo convento, que se encontraba en ese lugar hace unos cuantos milenios. Se ha encontrado inclusive una especie de altar donde debían practicarse las incineraciones.




* * *




Un pueblo sobre el cual se ha hablado muy poco, que es mencionado a menudo de una manera errónea y que ha debido jugar un papel importante es, sin duda, aquel de los Hititas (llamados también Hetitas o heteos).

Se encuentra cierta dificultad en ubicar sus verdaderos orígenes y apenas se sabe de su llegada al Asia Menor (actual Turquía), en el siglo XX antes de nuestra Era cristiana. Ese pueblo que contribuyó al encuentro histórico de dos mundos (Europa-Asia), está a menudo mal descrito por los historiadores y aun por aquellos que han sido llamados a habitar en Anatolia (en griego “Anatole”-elevación del sol).

Los Hititas tenían un gran poder en todo el Asia Menor inclusive en Siria; conquistaron Babilonia y lucharon contra los Egipcios.

Algunos investigadores han intentado, no obstante, explicar esa hermosa civilización, de la cual la mayoría de las cosas no nos son todavía conocidas.

El francés Charles Félix Texier descubrió, hacia el 1830, estatuas, jeroglíficos y otros vestigios de un lugar sagrado. Ello fue poner a la luz del sol el Yasilikaya o Roca escrita, de la meseta que se encuentra a dos horas de camino de Boghaz-Keui.

Perrot encontró a su vez, en 1862, en el recinto fortificado de Boghaz-Keui, una roca inclinada, (el Nisantepe), cuyos signos recuerdan aquellos que fueron vistos por Texier en el Yasilikaya.

Pero un viajero misterioso había hecho, ya en 1809, asombrosos descubrimientos. Vestido a la oriental, partió de Malta hacia Siria, donde permaneció más de 3 años, estudió las lenguas indígenas, la Historia, la geografía y, sobre todo, la doctrina coránica. Dicho viajero se hacia llamar: Sheik Ibrahim! Viajó por Palestina, por el Éufrates o por el Valle del Orontes. Estuvo en la montaña sagrada de Hor (donde murió Aarón). Visitó Nubia y Egipto, hizo el peregrinaje a La Meca y, más tarde, al monte sagrado de Ararat. Muerto a los 33 años (en 1817), fue enterrado en El Cairo con el título de Hadji. Se trataba en realidad de Johann Ludwing Burckhart, nacido en 1784 de una antigua familia de Basilea (Suiza). Sus manuscritos orientales son una magnífica colección de 350 volúmenes que la Biblioteca de Cambridge ha heredado1.

Los Hititas pueden ser considerados como el tercer poder del Medio-Oriente. Son citados en la Biblia bajo el nombre de Hittim (que Lutero tradujo por Hethiter en su versión Alemana). Los franceses dirán Hethéens y más tarde Hittites, que los ingleses aceptarán igualmente.

En el Génesis (XV: 19, 21) se encontrará: Cineo, Ceneceos, Hetheos. Incluso en el Génesis (XXIII: 3) Abraham se dirige hacia los hijos de Heth, lo cual es una prueba de que los Hititas eran los Maestros de Palestina.

Josué (III: 10) habla de los Caneos, Heveos, Hetheos.

En Los Números XIII: 30, se cita “los Hetheos en la montaña”.

En el libro II de los Reyes (VII: 6) se menciona: “Rey de Israel con Rey de los Hetheos contra nosotros...”

Los Hititas son citados, pues, antes de los Faraones, que fueron los reyes más poderosos del mundo antiguo.

Los anales asirios hacen alusión también al país de Hatti y existen igualmente pruebas en los archivos de Tell-el-Amarna (ciudad organizada y construida por Amenofis IV, de 1370 a 1350, antes de la era cristiana).

Hattusa era la ciudad principal del país de Hatti y podía ser el equivalente de Tebas o Babilonia.

Una vez más la gran dificultad se encuentra en reconstruir la historia de ese pueblo, cuyos símbolos escritos son hoy en día casi totalmente desconocidos2. De todos modos se han encontrado muchas tabletas en lengua acádica, conocida y escrita en cuneiforme, grafía que se mantuvo en uso entre los babilonios y los asirios.

Winckler encontró en frágiles tabletas en lo que fue el país de Hatti (a 2.000 Km. de Karnak) las inscripciones del Templo de Karnak, que reproducen los textos del tratado entre Ramsés II y el Rey Hattusil III y que es uno de los más importantes descubrimientos de arqueología.

Pero es a Hrozny a quien recae el honor de haber sido el primero en encontrarse sobre la vía verdadera de la traducción con una frase desconocida, que entrega su secreto por un proceso que debemos explicar.

El sentido de una frase contiene siempre la llave de un lenguaje y así, sin conocer nada de la lengua Hittita, se puede fácilmente reproducir una idea con un poco de buen sentido y de paciencia.

Bastará una sola palabra que se acerque a otra lengua conocida para deducir, después analizar y, finalmente verificar la traducción. Así por ejemplo: “nu ninda-an ezzatteni vadar-ma ekutteni” proporciona una palabra que presenta un elemento conocido: “ninda”, igual a “pan” (analogía con el ideograma sumerio correspondiente). Con “pan” surge la idea de comer; queda, pues, buscar en otras lenguas el término que significa “comer”. Ejemplo: con “ezzan”, que quiere decir “comer” en alemán antiguo, se encontrará “ezzatteni” en la frase Hittita, que hace suponer inmediatamente que se trata así mismo de “comer”. Con esa idea de comer, vendrá de inmediato al espíritu la idea de beber; ahora bien, en inglés “water” del viejo sajón “watar” que quiere decir “agua”, en tanto que nosotros encontramos “vadar” en Hitita. De esa manera se continúa hasta tener una frase que se convertirá rápidamente en: “Ahora vosotros coméis pan y bebéis agua”.

Los Hititas se habrían expresado en sumerio, en Luvita, en palaite, en acadio, en canesita, en proto-hittita, en hurrita; el indo-ariano y la lengua hitita estaría conectada al kentum, con el latín, el griego, el céltico y las lenguas germánicas.

Se llama kentum, la pronunciación “dura” en los dos grupos de lenguas europeas, que se distinguen de la manera de pronunciar la palabra CIEN (CENT en francés); el “Satem” a su vez se caracteriza por la pronunciación “dulce”, que lo hace entrar en esa categoría de las lenguas orientales, eslavas, indostánicas e iranias.

En fin, Labarna sería el verdadero fundador del reino hitita; su nombre se habría convertido, por otra parte, en sinónimo de “Rey”, así como el de “César”, “Kaiser” o “Zar” dado a los Emperadores.

Ciertamente, otros soberanos lo habrán precedido, pero cayeron rápidamente en una especie de proto-historia. Fue Labarna quien inició la influencia hacia el Sur como hacia el Norte de Anatolia, hasta las riberas del Mar Negro y del Mediterráneo.

Su hijo fue Hattusil I; su nieto Mursil fue el que se apoderó de Babilonia (a más de 2000 Km. de Hattusa!).

Pero, tropezamos, como siempre, con la cuestión de las fechas; el tiempo no parece haber incomodado a los antiguos y las épocas mencionadas por ellos no pueden ser jamás tomadas seriamente en consideración. C.W. Ceram reconstituye la cronología de ese extraño reino sobre el cual los libros de historia permanecen mudos; el hace, entre otras, esta simpática anotación: “Después de las crónicas, no hay más que mitos”, dice y prosigue: “después de los anales no hay más que leyendas y, después de los reyes, los dioses aparecen”.

A partir del momento en el cual fue descifrada la escritura cuneiforme, tanto las listas reales, cronológicas y epónimas como los anales y las inscripciones conmemorativas, suministraron datos de base.

Una “lista real” es un documento que indica los nombres de los soberanos y la duración de sus reinos. La más antigua que ha sido descubierta en el Asia anterior, se presenta bajo la forma de un bloque cuadrado de piedra, con una altura de 20 centímetros y medio. Ese monolito contiene los nombres de los reyes de las dinastías babilónicas pre-diluvianas, soberanos míticos que reinaron entre la creación y el diluvio. La lista continúa hasta el alba del II milenio y termina en el umbral de los tiempos históricos. Ese documento epigráfico al cual los arqueólogos han dado el nombre de “Lista real arqueo-babilónica” comienza así:


Cuando la realeza descendió del cielo,

La realeza se estableció en Eridu.

En Eridu reinaba el rey Alulim,

El reinó 28.000 años.

Alalgar reinó 36.000 años.

Dos reyes reinaron durante 64.800 años.

Eridu fue arruinada.

La realeza pasó a Bad-Tibira.

En Bad-Tibira, En-men-lu-anna.

Reinó 43.200 años.

Etc...”



Parece ser que se trata más bien de símbolos y los años son ciertamente Eras o Grandes Ciclos, que no deben ser muy difíciles de reconstituir, según las Epocas de los Grandes Colegios.

Se han encontrado listas de reyes babilonios, pero solamente era indicada la duración de sus reinos sin que fuera posible saber la fecha en la cual el primero subió al trono. Por otra parte el orden de sucesión no ha sido respetado por los escribas, que omitieron citar las listas anteriores o por otros que se equivocaron al recopilarlas.

En Babilonia, ya en la época de Sargón, el uso pedía que cada año fuese designado con un nombre; esa costumbre se perpetuó hasta el reino de Hammurabi. Más tarde se comunicaba la lista de esos epónimos, lo cual complica también la cuestión.

Sargón, rey de Agade (hacia 2350 antes de la era cristiana) pretendía por ejemplo, que 350 reyes habían reinado antes de él en el país de Assur.

En su “Cronología egipcia” aparecida en 1908, el gran historiador alemán Eduardo Meyer se vanagloria de haber calculado, sobre la base del ciclo sótico la fecha más antigua de la historia mundial, que sería el 19 de julio de 4291 antes de Jesús Cristo!

Pero, el calendario sótico no estaba todavía inventado en el momento de los acontecimientos que se produjeron bajo el Antiguo Imperio.

Puede concebirse que la fecha de reyes insignificantes o soberanos secundarios haya sido dejada a un lado, pero uno se sorprende de que el problema haya quedado sin resolver durante tanto tiempo, en lo que concierne al reinado de Hammurabi, el más grande soberano mesopotámico (autor del célebre Código que lleva su nombre).

Felizmente en 1933, el Profesor André Parrot por coincidencias muy cómicas (un teniente le señaló el incidente de unos beduinos descubridores de una piedra de talla anormal) descubrió la antigua ciudad real de Mari que habría sido la décima ciudad después del diluvio... Los archivos de los reyes de Mari comprenden 20000 tabletas de arcilla (cartas, tratados, documentos, informes, etc.) y una de las piezas constituye la prueba de que Hammurabi reinó de 1728 a 1686 antes de la Era cristiana.

Entre las excavaciones hechas en Boghaz-Keui, sobre la antigua Hattusa, capital del reino de Hatti), se encontró un texto de 1000 líneas que es el primer tratado de hipología. Dicho texto se remontaría a 3400 años y está escrito en hitita, pero numerosos términos técnicos son de origen Sánscrito! ...

Poco a poco se precisa la historia de Hattusa y en el emplazamiento de la ciudad se identifican ahora la existencia de cinco niveles de civilización. Poco a poco uno percibe que Buyukkale (el acrópolis) constituía una muralla cerrada en la época de Suppi luliumas y que las vastas construcciones liberadas en 1907 por Puchstein no son los restos de un palacio sino de un Templo descubriéndose además unas sesenta de piezas.

Naturalmente, las puertas estaban adornadas de esfinges y del famoso Karkemish, ese animal mítico, León-Águila, con una cabeza humana, cubierta por un casco, colocada sobre la cabeza del animal.

En el presente se puede trazar de nuevo lentamente la historia de ese gran pueblo, en el cual la sociedad no estaba dividida en compartimientos: no había barreras entre las clases y el régimen era una monarquía constitucional, en la cual el Rey era en gran parte responsable delante de la asamblea de los Nobles (el Pankus). La organización Hitita era una legislación humana y el Código Hatti prevé inclusive los daños así como ignora la Ley del Talión. La tolerancia se encontraba en la base de la concepción religiosa, pero no se puede afirmar la existencia de una literatura hitita. De todas maneras es preciso reconocer que ellos escribían no solamente en la piedra y la arcilla, sino también en tabletas de madera y en hojas de plomo y de plata, que no han podido, ciertamente, resistir el tiempo.

Veinte siglos antes de la era cristiana, los hititas conocieron el hierro (descifrado en las inscripciones de Kultepe, por el término amutum) pero, se ha deducido por el contrario que debía costar cinco veces más caro que el oro y cuarenta veces más caro que la plata! Existen pruebas de que los Faraones escribían a los Reyes Hititas para pedirles objetos en hierro, ya que eran estos quienes gozaban del monopolio de la fabricación.

El imperio Hitita del II milenio es, ciertamente, la construcción política más grandiosa y sorprendente de la historia antigua, según noticia de especialistas autorizados.

El Profesor Bossert opina, por su parte, que ellos ejercieron una gran influencia sobre los Proto-Helenos. En efecto, los griegos tomaron de los hititas los nombres de ciertas divinidades, la forma de los cascos y, aun, un instrumento de música (ancestro de la lira).

El Profesor Th. Bossert hizo en 1946 un sorprendente descubrimiento en Karatepe: se trata de una piedra que aparentemente servía de base a una estatua que sin cabeza ni brazos, muy estropeada, posee una inscripción. Es un bloque de basalto (poroso y de color sombrío); no obstante, si bien las piedras abundan en Karatepe, no se encuentra el basalto en ninguna parte! Otra anomalía: el león y la base son hititas y la inscripción es semítica! Al principio, Bossert creyó que los caracteres eran arameos, pero más tarde se dio cuenta de que se trataba de letras fenicias.

Bossert había recibido la indicación del lugar por medio del pedagogo Ekrem Kuscu que había oído hablar de la “piedra del león,” en 1927, a un viejo de 80 años. Ese es el momento que puede ser considerado como la cima de la historia del descubrimiento de la civilización hitita: Bossert encuentra una larga inscripción fenicia y sobre otro fragmento varios jeroglíficos; todo el conjunto comprendía un texto bilingüe que permitió un desciframiento rápido.

En fin, el descubrimiento de ese texto bilingüe sobre los bordes del Ceyhan, ha resuelto el enigma de esos caracteres desconocidos, utilizados por un pueblo olvidado durante millares de años. Sin embargo, faltan todavía muchos eslabones para escribir la historia de los hititas y conocer, sobre todo, sus orígenes.

Sí hemos dicho que Labarna fue el primer Rey, es preciso entenderlo como el soberano que organizó el imperio hitita propiamente dicho, ya que Tudhalia lo precedió, así como Anittas que se amparó en Hattusa y la destruyó, mientras que ciudades-estados ya habían sido fundadas por Pittkhana, de los cuales no se puede fijar el reino. Esas primeras Ciudades, situadas en la hebilla del Halys habrían sido fundadas (según el Dr. Sidney Smith y el Profesor Albrecht Götze) por hordas indo-europeas provenientes del Noroeste y del Norte, que penetraron en Anatolia para subyugar a los autóctonos (proto-Hittitas o Asiánicos). Esos movimientos de poblaciones en el Asia Menor son inciertos y el misterio de su proveniencia se mantiene intacto.




Otro gran misterio persiste, también, acerca de una civilización que nos ha dejado igualmente piedras para volver a trazar su historia. Se trata de la Isla de Pascua, a 1100 millas marítimas de la Isla de Pitcairn, (en el cual se habría de desarrollar la tragedia del “Bounty”). La Isla de Pascua, a 3000 Kilómetros de las costas de Chile, presenta 593 estatuas (moaies) de las cuales las más pequeñas tienen 3.50 m. y pesan 6 toneladas; otras llegan hasta los 20 metros con un peso de 50 toneladas. Se supone que dichas estatuas provienen del cráter Rano-Rarakoa.

En el subsuelo se encuentran tres capas de civilización y estatuas hechas, no en lava, sino en toba y en basalto, las cuales se encuentran en el nivel inferior.

Los Pascuenses no eran más que 200 cuando fueron descubiertos en el siglo pasado: fue un hecho bastante extraño el encontrar una población que se elevaba apenas al tercio del número de sus estatuas! No se cree, sin embargo, que hayan existido más de 4 ó 5000 habitantes.

La conquista de la Isla dataría de un cierto Rey Hotumatúa, proveniente del Sol Naciente en compañía de su esposa y 300 súbditos, pero es difícil establecer algo concreto sobre lo poco escrito que nos queda, acerca de un pueblo del cual se ignora casi todo. Los Misioneros cristianos han destruido casi todo el conjunto de vestigios jeroglíficos y sólo 19 tabletas con algunas inscripciones han podido ser salvadas, las cuales se encuentran actualmente en varios museos.

Sin embargo, el medio de expresión parece ser semejante al de la escritura encontrada en Mohenjo-Daro, la insospechada ciudad-muerta en el valle del Indo y que fue traída a la luz en 1.922, al cavar una trinchera de ferrocarril! Esas inscripciones se remontarían a 4.000 años antes de la era cristiana.

Los hombres de ciencia permanecen más o menos mudos frente a esos “misterios”, que persisten en nuestros días y nos obligan a interrogarnos sobre las diferentes civilizaciones que han existido a través de la Historia. Según Arnold Toynbee, han habido 21 civilizaciones, de las cuales 14 han muerto y 7 permanecen vivientes; pero las teorías en ese sentido son numerosas y es difícil a menudo establecer la unión de una cultura a otra.

En lo concerniente a los Pascuenses, hemos señalado en diferentes ocasiones la posibilidad de que los Maestros de la Isla de Pascua se hayan sacrificado en beneficio de los Sabios del Himalaya. Esos Iniciados Pascuenses habrían ofrecido sus fuerzas psíquicas para Construir los Nuevos Colegios al inicio de una Era positiva.

Se sabe que los Centros Espirituales del mundo cambian de lugar según las Grandes Eras que marcan los Ciclos de la Humanidad y que es así como hoy en día poco a poco, los Santuarios de Asia desaparecen para dejar lugar a los Colegios Iniciáticos de la América del Sur, que se manifiestan para simbolizar la Nueva Edad (Epoca Acuariana que ha comenzado en 1.948 y marca el ciclo de los 2.000 años que vendrán).

Es lástima también que los Obispos católicos hayan destinado a la destrucción más de 5.000 estatuas, 35 altares y 224 manuscritos Mayas, ya que esa civilización había llegado igualmente a un estado muy avanzado. No podemos citar todos los conocimientos de la cultura Maya, la cual nos ha dejado a pesar de todo, datos que prueban su alto grado de Sabiduría, así como la extensión de su Saber y para ello no citaremos más que la cifra del año solar astronómico moderno, que es de 365. 2422 días, mientras que los Mayas ya habían encontrado; 365 .2420 días!

En ese dominio científico es preciso pensar igualmente en los Egipcios y, de nuevo ahí: el misterio permanece…



El hecho de la construcción de las pirámides es, en sí mismo, un misterio que no ha sido aún aclarado, aunque semejantes construcciones fueron organizadas en otros puntos del globo y podríamos citar aun el monolito de 40 toneladas encontrado en las islas Fidji, o también el Arco de piedra de 170 toneladas erigido sobre el Atol Tango-Tabu.

No obstante, la ciencia de los Faraones (Reyes-Iniciados) traspasa lejanamente la simple construcción, aun la más grandiosa, ya que el problema que se nos plantea es saber cómo fue posible ajustar esos enormes bloques de piedra, en los cuales la lámina de una cuchilla no puede hurgar los intersticios y se une la dificultad de imaginar cómo hicieron para darnos esas lecciones de matemáticas proféticas.

Cada dimensión es exactamente el símbolo de un sistema geométrico y todas las medidas representan un hecho en la historia del hombre: una galería, una arista del muro, un ángulo, una escalera, etc., caracteriza un evento importante de nuestro mundo.

Naturalmente, los Egipcios habían encontrado también el año solar de 365. 2420 días, lo cual puede verificarse multiplicando la largura de la Antecámara del Rey por 3,1415... Esa fórmula universal de “PI” (3,1415) se deduce de la relación entre el perímetro de la Pirámide y su altura.

La gran galería que conduce a la Cámara del Rey simboliza la marcha de la Humanidad (Exodo de Israel, la Natividad y los milagros de Cristo, la historia de los pueblos, la guerra de 1.914 y, aun, el temblor de tierra de Jerusalem el 11 de julio de 1.927) y todo se descifra por las variaciones en la altura de la bóveda, los cambios de dirección, las irregularidades del enlosado, los revestimientos, etc...

La pirámide de Kheops está compuesta de 2,600 .000 bloques de piedra y su peso se valúa en 6,500.000 toneladas (ciertas piedras llegan hasta 12 toneladas). Es difícil imaginar semejante edificio y uno se sorprende todavía delante de los Colosos de Memnón, cuya altura equivale a una casa de seis pisos y que fueron transportados de Heliópolis a Tebas!

Claro está que, aquello que constituye el “misterio” es sobre todo la manera en la cual se ha debido operar para trabajar en el interior de las pirámides, puesto que no existen trazas del humo de las antorchas! ¿Cuál fue, pues, su sistema de iluminación? Se sabe que los egipcios conocían la óptica y el trabajo del cristal, así como las propiedades de los lentes, por lo cual se puede pensar que, para trabajar en las cuevas, se habrían servido de la luz solar transmitida por un juego de espejos, pero no se ha encontrado jamás ningún espejo, así como ningún otro indicio que pudiera colocarnos sobre la pista de sus procedimientos. Así, se llega hasta sostener que los Iniciados del Egipto, conocían la electricidad aun mucho más perfeccionada que nosotros, ya que se trataría de una iluminación sin cables ni bombillas!...

Evidentemente, algunos dirán que todo eso es producto de la imaginación, pero, hasta que haya prueba de lo contrario, uno está en el derecho de elaborar toda clase de teorías, tan plausibles las unas como las otras.


Algunos dibujos Pre-históricos, descubiertos en las curvas del desierto australiano


Hemos podido ver los dibujos y las pinturas murales ejecutadas por los aborígens de Australia, algunos muy simples, primitivos inclusive, que representan cuadros de caza, pero en cambio otros que dejan suponer conocimientos biológicos... Nadie ha podido definir exactamente la posición que ocupaba esa Raza, hoy casi extinguida. Se ignora si esas reproducciones de animales son la obra de artistas o simplemente ilustraciones de sabios de la época que trataban de exponer el interior del organismo.

Quién puede decirnos si los Antiguos no habían encontrado la electricidad, si no utilizaron la radiografía y que todo eso haya desaparecido a consecuencia de un cataclismo universal!

Cuando nos encontrábamos en Australia, tuvimos la neta impresión de que ese continente había debido conocer una gran Cultura antiguamente, hace mucho tiempo, tantos siglos atrás que ningún rastro ha sobrevivido a esa gran civilización que debió florecer en el Pasado.

Naturalmente, negar todas las teorías que profesan una Grandeza del Pasado es más fácil que la aserción de que esas Culturas no han dejado sino pocas pruebas.

Una vez más debemos recordar que la cuestión de fechas es siempre el gran problema: se sitúa a una civilización en una época, para en un tiempo después, reconocer que esa fecha era errónea y se tiene entonces que retrotraer a dicha civilización mucho más atrás en el tiempo.

No obstante, numerosos investigadores tienen el sentido contrario, con una tendencia de acercar las civilizaciones antiguas a fechas más próximas de nuestra época actual, como para demostrar que el mundo en realidad no es tan viejo como se piensa!

Nosotros nos inclinamos más bien hacia la primera hipótesis, es decir, que nuestro planeta, y sobre todo nuestra humanidad es muy vieja, pero que una larga porción de la Historia ha desaparecido.




Nuestro progreso científico va quizás a permitir valuar más exactamente las cosas en el tiempo. Se trata del nuevo descubrimiento de los isótopos cuya aplicación se extiende a numerosos dominios y, entre otros, a la duración de la vida conociendo la velocidad de la desintegración.

Se sabe que existen varias clases de átomos de un mismo núcleo, los unos naturales y los otros sintéticos. Los C. 14 son una especie de átomos naturales (o carbón radiactivo) producido por la colisión de rayos cósmicos y de elementos de la atmósfera, que provocan la formación de neutrones. Con la ayuda de ese método sin duda se van a revisar numerosos vestigios provenientes de búsquedas y se podrá establecer de una manera definitiva el número de años de los principales hallazgos arqueológicos.

De todos modos, digamos de inmediato, que el sistema no está todavía completamente elaborado y que consideraciones de otro orden intervienen también en ese proceso que no podemos analizar en detalle en nuestro pequeño estudio. Ciertamente, los sabios verificarán, aún más cerca, el famoso descubrimiento del Dr. Pei Wen-Chung de la Academia de Ciencias de Pekín. Durante unas excavaciones en las provincias de Kwangsi y de Cantón, el Dr. Pei trajo a la luz 40 dientes provenientes de hombres-monos de 2.40 m. que vivían muchos antes del Sinántropo y del “Hombre de Java”. Ese hallazgo fue hecho en capas viejas de más de 600. 000 años, lo cual trastornaría las teorías establecidas hasta el presente sobre la aparición del ancestro del hombre (evaluado anteriormente en nuestro Volumen 1, Tomo V y en el Tomo VI más particularmente).

En efecto, una vez más, hay un misterio!

El Hombre podría muy bien descender de una especie de mono, cuyo primer eslabón no se habría encontrado todavía y se podría sugerir que los primeros monos eran simplemente hombres degenerados, un género de decadencia humana que habría producido un ser inferior.



La Filogenia o desarrollo de la especie a través de los períodos geológicos, no parece haber dicho su última palabra sobre la cuestión, mientras que la Ontogenia, o desarrollo del individuo durante el curso de su vida, parece estar mejor establecida.

Erwin Schrödinger (premio Nobel), Profesor en el Instituto de Altos Estudios de Dublín, escribe (en “What is life”): “El crecimiento de un organismo se efectúa por medio de divisiones celulares consecutivas. Tal división celular se llama mitosis. En la vida de una célula eso no es un acontecimiento de una frecuencia tan grande como uno pudiera esperarlo, cuando se toma en consideración el número de células de que nuestro cuerpo está compuesto. Al principio, el crecimiento es rápido. El óvulo se divide en dos células-hijas que, en la escala siguiente producirán una generación de 4, después de 8, 16, 32, 64... etc. La frecuencia de la división no será la misma exactamente en todas las partes del cuerpo en crecimiento, lo cual tendrá como efecto el rompimiento de la regularidad de esos números. Pero, por medio de un fácil cálculo, podremos deducir, de su rápido crecimiento, que bastará un promedio de 50 a 60 divisiones sucesivas para formar el número de células de un hombre adulto o, pongamos diez veces ese número3, teniendo en cuenta la renovación de células durante la vida. Así, una célula de mi cuerpo no es más o menos sino la 50ava o la 60ava “descendiente” del huevo que yo fui”.

Se ve rápidamente por esta corta explicación que el proceso del desarrollo humano es conocido en sus menores fibras y uno capta de inmediato el mecanismo hereditario. Dejemos aún la palabra a ese eminente sabio para exponer la división por reducción cromosómica (meiosis) y la fecundación (singamia):

Poco tiempo después, en el momento en el cual el desarrollo del individuo ha comenzado, un grupo de células es reservado para la producción ulterior de gametos, es decir, de células espermáticas u ovulares indispensables a la reproducción del individuo llegado a la madurez. Entendemos por “reservado” que esas células no tienen que cumplir momentáneamente ningún papel; ellas no sufren sino algunas divisiones por mitosis, pero en número considerablemente mucho menor. La división excepcional por reducción cromosómica (llamada meiosis) es aquella en virtud de la cual, eventualmente, en la madurez, los gametos son producidos a partir de células reservadas y en general poco tiempo antes de que la singamia se produzca. Durante la reducción cromosómica, el doble juego de cromosomas de la célula-madre se separa simplemente en dos juegos simples, cada uno de los cuales va a una de las dos células-hijas, los gametos. En otros términos, la duplicación por mitosis del número de cromosomas no ocurre durante la meiosis; ese número permanece constante y de ese modo cada gameto no recibe sino la mitad (es decir, solo un ejemplar completo del código y no dos), por ejemplo, en el hombre veinticuatro solamente y no dos veces veinticuatro, que serían cuarenta y ocho.

Las células que no poseen más que un juego de cromosomas son llamadas haploides (del griego: único). Así, los gametos son haploides y las células ordinarias del cuerpo son diploides (del griego: doble). Algunos individuos que poseen tres, cuatro… o, en general, varios juegos de cromosomas en todas sus células somáticas, solo existen ocasionalmente. Semejantes células son llamadas triploides, tetraploides, etc.

Durante el acto de la singamia, el gameto macho (el espermatozoide) y el gameto hembra (el óvulo), células haploides una y otra, se sueldan para formar el óvulo fecundado, que es el diploide. Uno de esos juegos de cromosomas proviene de la madre y el otro del padre”.

Detenemos aquí este enunciado de biología por haber expuesto suficientemente ese plan del mecanismo hereditario en nuestras publicaciones anteriores, donde hemos hecho mención del “gen”. Cuando en la función hereditaria se encara el caso particular de un descendiente que sigue el carácter muy diferente de uno u otro de sus ancestros bajo una relación muy definida, está el apoyo de esa diferencia localizado en el cromosoma y es llamado “locus” (o “lugar”). Considerándolo bajo el aspecto de la estructura material hipotética, se le llama “gen”4.

Sin embargo, antes de terminar este párrafo, sería interesante anotar la conclusión del Profesor E. Schrödinger que después de una exposición muy científica, una técnica que deja suponer una concepción materialista, termina afiliándose a la causa de los Brahmines de la India Antigua. Así tomamos de su Epílogo (pág.162-163):

Por razones de argumentación consideremos esto como un hecho, así como lo haría, yo creo, todo biólogo imparcial, si no se mezcla la impresión desagradable, bien conocida, que se siente o que se resiente, cuando uno “declara ser un puro mecanismo”. Con ello uno estima, en efecto, negar el Libre Arbitrio, tal como es atestiguado por una introspección directa. Pero las experiencias directas tan variadas y disparatadas como puedan ser, son lógicamente incapaces por ellas mismas de contradecirse mutuamente. Veamos, pues, si podemos extraer la conclusión correcta y no contradictoria de las dos premisas siguientes:

  1. Mi cuerpo funciona como un mecanismo, siguiendo las leyes de la naturaleza.

  2. Por tanto, yo sé por experiencia directa, no contradecible, que yo dirijo sus movimientos, de los cuales yo preveo sus efectos que pueden ser marcados y ser de la más grande importancia, en cuyo caso yo acepto su entera responsabilidad.

La única deducción posible de esos dos hechos es, creo, que soy yo, si existe uno, quien controla el “movimiento de los átomos”, siguiendo las leyes de la naturaleza (ese yo, tomándolo en su acepción más amplia, es decir, aquel todo-espíritu-consciente que haya jamás sentido su yo).

En un medio cultural (Kulturkreis) en el cual han sido limitadas y especializadas ciertas concepciones que tuvieron antes o tienen actualmente una significación más larga entre otros pueblos es audaz dar a esta conclusión la expresión simple que ella requiere. En la terminología cristiana decir “Yo soy, pues, el buen Dios”, parece a la vez blasfematorio y loco. Pero, olvide esas connotaciones por el momento y considere si esa deducción no es la más cercana a aquella que un biólogo pueda obtener para probar de un solo golpe la existencia de Dios y la inmortalidad.

En sí mismo, ese concepto no es nuevo. La tradición se remonta, en mi conocimiento, a unos 2.500 años más o menos. Después de los grandes Upanishads la admisión de Athman-Brahman (el yo personal igual al yo omnipresente, omnisciente y eterno), lejos de ser considerada como blasfematoria, representaba en el pensamiento de los Hindúes, la quinta esencia de la clarividencia, la más profunda inteligencia de los eventos del mundo.

Todos los discípulos de la Vedanta, después de haber aprendido a pronunciarlo con sus labios, se esforzaban en asimilar con su espíritu ese pensamiento, el más grande de todos.

Por otra parte, los místicos, en el curso de numerosos siglos, con toda independencia y por tanto, en perfecta armonía uno con el otro (más o menos como las partículas de un gas ideal) han descrito cada uno en particular la experiencia única de su vida en términos que pueden ser condensados en la frase: Deus factus sum “(Yo me he convertido en Dios)”.



Para abordar el problema de la Herencia, uno no puede prescindir de lo esencial de los conocimientos de una materia que llega en nuestros días al dominio corriente.

Naudin y Mohlreuter fueron quizás, los primeros que abordaron la cuestión de los fenómenos hereditarios en un plano científicamente concreto, pero es en el monje checo, Johan Mendel, en quien recae el honor de esa ciencia por sus trabajos publicados en 1.865. El Hermano Gregor, como se le llama en religión, llegó a tener el hábito, mientras cultivaba el jardín de su monasterio, de hacer la hibridación de las variedades de los guisantes, pero sus resultados no interesaron a nadie, hasta el punto de que murió sin que su obra fuese conocida.

Sin embargo, una treintena de años más tarde, sus estudios fueron tomados en consideración, puesto que las leyes de la hibridación fueron “re-descubiertas” por otros botánicos y sus valores fueron reconocidos, no solamente como aplicables en los vegetales, sino rigiendo también la hibridación animal.

Rápidamente, una primera ley llamada de Mendel, fue elaborada, la cual se resume en que: un ser salido de dos padres que difieren en un solo carácter, produce un número igual de elementos reproductores que contienen el carácter paternal y otro de elementos que contienen el carácter maternal.

Pero, existe el caso en el cual los dos padres difieren no solamente en un único carácter, sino en varios; será entonces la segunda ley de Mendel la que se caracteriza por un divorcio independiente de los caracteres.

Es decir, que en el primer caso se trata de una ley del divorcio de los caracteres parentales y en el segundo es una ley de divorcio independiente de los caracteres. La primera Ley de Mendel se aplica al crecimiento de individuos diferenciados por un solo carácter y en el cual todos los híbridos de la primera generación se parecen, sea presentando un tipo intermediario entre los de los padres (herencia intermediaria); sea que ellos se asemejen a uno de los padres (dominante). Esos híbridos presentan entre ellos una descendencia de un cuarto de tipo paternal puro, un cuarto de tipo maternal puro y una mitad de tipo hibrido. En la segunda Ley de Mendel se diría que cada pareja de caracteres, se divorcia por su propia cuenta y, como consecuencia, el híbrido formará tantas clases diferentes de células sexuales como existan combinaciones posibles entre los caracteres de los padres.

Otro gran paso fue realizado por el americano Morgan que trajo a la luz el paralelismo entre el juego de unidades mendelianas y el de pequeñas partículas existentes en el núcleo celular y que se llaman los cromosomas.

Pero, ante todo, es preciso notar que la verdadera unidad en materia de herencia, no es el carácter sino el factor. Factores complementarios, factores homoméros, transmutadores (que modifican la acción de los otros), factores de intensidad (que refuerzan o debilitan esa acción), factores inhibidores de repartición (que previenen los efectos de otros factores), factores condicionales que son necesarios para que otros puedan manifestar su actividad. Existen otros factores (de fecundidad, longevidad, inmunidad, etc...), una de cuyas categorías es interesantísima y se trata de los factores letales. Estos son factores capaces de hacer que un huevo que contenga dos de ellos, uno proveniente del óvulo, el otro del espermatozoide, no pueda desarrollarse o, al menos, produzca un embrión destinado a una muerte precoz.

Jean Rostand, en un libro “Los Cromosomas”, ha sabido dar todos los detalles interesantes de esos problemas, referentes a los “artesanos de la herencia y del sexo”. Este autor se alía a la causa conocida hoy día, de que existen en el hombre varios caracteres, que ciertamente se transmiten según la manera mendeliana, y más de sesenta, cuya transmisión probablemente es conformada. El escribe también: “El Albinismo, es decir, la ausencia de todo pigmento, está ligado en el hombre como en el ratón, a la existencia de un factor condicional. Dos albinos no producirán entre ellos sino albinos; un individuo normal con un albino dará individuos normales en apariencia, pero que, a su vez con albinos, darán mitad albinos y mitad normales”.

Morgan ha notado que la herencia de grupos sanguíneos ofrece un ejemplo típico de herencia mendeliana. Se pueden clasificar en cuatro grupos todos los hombres, de acuerdo con las propiedades aglutinantes del suero.

Así, el suero del grupo I aglutina los glóbulos de los grupos II, III, IV5.

El suero del grupo II aglutina los glóbulos de los grupos III y IV.

El suero del grupo III aglutina los glóbulos de los grupos II y IV.

El suero del grupo IV no aglutina los glóbulos de ningún grupo.

Esa noción de los grupos sanguíneos es preciosa en medicina. Un individuo no puede impunemente recibir por transfusión, sino sangre cuyo suero no aglutine los glóbulos.

Se pueden aplicar esas conclusiones en las búsquedas de la paternidad, por ejemplo, y demostrar que un niño de tal madre puede ser de tal padre o no.

Se ha pensado largo tiempo que la hibridación entre la raza blanca y la negra escapaba a las leyes de Mendel, pero Davenport ha hecho demostraciones importantes hasta el punto de que su encuesta ha hecho aparecer inclusive en la descendencia de mulatos, algunos sujetos casi negros y algunos sujetos casi blancos.

Es preciso reconocer que se ha hecho un enorme progreso después de Darwin quien ya decía: “Es preciso considerar a cada ser viviente como un universo compuesto de una multitud de organismos aptos a reproducirse por ellos mismos, de una pequeñez infinita y tan numerosos como las estrellas del firmamento…”

Según Henneguy, se necesitarían por lo menos 100 cuatrillones de células para hacer un hombre.

La célula, que es la más pequeña unidad de materia organizada capaz de llevar una vida independiente, ofrece una extrema variedad de formas y de dimensiones, pero no excede de algunas milésimas de milímetro. Es una pequeña masa de protoplasma poseedora de un núcleo.

Ese protoplasma, especie de gelatina incolora, no tiene otra característica esencial que la de ser viviente, como dice Huxley: “él es la base física de la vida”.

El organismo proviene del desarrollo de una sola célula llamada huevo, formada por la fusión de dos células reproductoras emitidas por los padres: el espermatozoide del macho (55 milésimas de milímetro) y el óvulo de la hembra (0.25 milímetros).

El núcleo de la célula contiene un jugo nuclear y una red filamentosa embebida de una sustancia rica en fósforo, llamada Cromatina, porque absorbe las materias colorantes cuando son fijadas por los reactivos.

Es durante el curso de la división celular cuando se presentan los órganos esenciales de la célula, y los granos de cromatina se reúnen para organizarse en un largo filamento que se seccionará más tarde y cuyos trozos serán llamados Cromosomas.

Los cromosomas han sido contados en más de mil especies de animales y vegetales y uno de sus caracteres esenciales es su constancia numérica en una misma especie. (En todas las divisiones celulares de la especie humana, se forman 48* cromosomas; 22 en el perro; existen hasta 200 en ciertos crustáceos pero nada más 8 en todas las moscas del vinagre y 2 en los áscaris).

La célula sexual contiene una cierta cantidad de cromosomas, todas de una especie diferente, y es en ellos donde se repartió el patrimonio hereditario, como dice Morgan: ellos son la base física de la herencia; sin embargo, numerosos biólogos (como Fick, Rabaud, Hovasse) no ven en los cromosomas sino coagulaciones banales.

Más sabio, M. Caullery escribe a propósito de la teoría cromosómica: “No parece innegable que hay entre ella y la realidad, elementos generales de concordancia que no se pueden atribuir razonablemente a coincidencias fortuitas, pero que explican relaciones profundas. Las cosas pasan como si esas concepciones fuesen adecuadas a la realidad. Eso es más o menos todo lo que uno está en derecho de exigir en un momento dado a una teoría científica a reserva del porvenir”.

El sitio de los factores hereditarios sería, pues, el núcleo de la célula reproductora a partir de los cromosomas. La importancia del núcleo en materia de herencia puede ser aceptada por el solo hecho de que un niño tiene tantas posibilidades de parecerse a su padre como a su madre, a pesar de que la célula reproductora paternal está como reducida a su núcleo, mientras que la maternal es millares de veces más voluminosa en cuanto a su citoplasma. Este citoplasma es el protoplasma celular distinto de aquel del núcleo.

Según las observaciones citológicas, los cromosomas se revelan con formas de pequeños corpúsculos cromáticos (cromomadres) suspendidos en una substancia más débilmente coloreada. Cada cromosoma parece tener su organización propia y comporta un número definido de cromomadres, de los cuales cada uno tendría su individualidad.

Los distintos cromomadres de un mismo cromosoma presentan diferencias de forma o de talla y uno se pregunta si ellos no representarían los átomos hereditarios (los factores).

Eisen revela que esos cromomadres tienen formas de granos todavía más pequeños (los cromioles) y, según él, el núcleo de cromioles de un mismo cromomadre sería constante (en las células de la Salamandra por ejemplo, cada cromosoma está compuesto de 6 cromomadres, y cada cromomadre está compuesto de 6 cromioles).

Así, mientras más analizamos la célula, más se presenta como una complejidad.

La Biología reconocería igualmente que nuestra individualidad psíquica, así como nuestra individualidad física sería predestinada en los factores hereditarios que constituyen nuestros cromosomas.

Numerosos sabios reconocen que nuestro destino queda fijado en el momento en que se encuentran las dos células que nos dan el nacimiento, viniendo a testimoniar, por ese mismo hecho, el valor de la astrología (especialmente en el método Hindú de preparar el horóscopo).

La búsqueda filosófica del Principio de Ecceidad, encontrará aquí un gran terreno de investigación, si se admite que el principio de individuación reside en los factores hereditarios.

El número de combinaciones de esos factores es considerado como infinito, pero si cada individuo es teóricamente Unico, todos somos, no obstante, formados de la misma polvareda cromosómica, de la cual nadie puede reivindicar un solo grano para sí solo.

Con ayuda de sus 24 pares de cromosomas, el ser humano puede llegar a formar más de quince millones de células reproductoras (exactamente: 16’777.216 puesto que es el total de 2 a la 24ª potencia); pero en cada par uno solo contendrá todos los factores paternales y uno solo todos los factores maternales. Entre dos personas (admitiendo que sus cromosomas sean dos a dos diferentes) se pueden formar 225 trillones de huevos diferentes (15’OOO.OOO2, nomenclatura inglesa); así pues, todo hombre tiene 225 trillones de posibles hermanos lo cual haría pensar en una pareja que, teóricamente, podría poblar varios planetas.

Mientras que la mujer emite un solo óvulo en el encuentro sexual, el hombre emite varias centenas de millones de espermatozoides (según Morat y Dayon en su “Tratado de Fisiología”: un milímetro cúbico de semen contiene alrededor de 70’OOO.OOO de espermatozoides. Una emisión media de 3.373 milímetros cúbicos contiene de 200 a 500 millones de espermatozoides).

Notemos de paso que los mellizos gemelos provienen de un huevo único que se ha cortado en dos (tienen los mismos cromosomas), mientras que los falsos mellizos a pesar de una concepción simultánea provienen de dos huevos diferentes y no se asemejan entre sí más que dos hermanos ordinarios. Para que haya un mismo patrimonio hereditario es preciso que dos individuos ofrezcan más de 17 coincidencias en sus impresiones digitales; se puede entonces afirmar que poseen en sus células, factores idénticos.

Hay un embarazo de mellizos sobre, más o menos, 80, en la especie humana (una gemelidad verdadera por 4 falsas gemelidades).

Finalmente, si un niño se asemeja a sus padres, es por haber recibido una colección de unidades submicroscópicas, los genes, que son todos iguales a los que sus padres recibieron de los suyos. De ahí, esa nueva Ciencia: la Genética (A partir de 1945 existe en la Sorbona de Paris una cátedra de Genética).



La ciencia de la herencia está basada enteramente en el mendelismo, el cual fue en cierta manera reencontrado en 1900 por los tres naturalistas-botánicos: Correns, Tschermak y Hugo de Vries, pero su impulso se debe sobre todo al americano Thomas Hunt Morgan y su escuela sobre la drosophila (mosca del vinagre). Habiendo llegado a localizar los genes en tal o cual cromosoma y aun a asignar a uno de entre ellos un lugar definido (locus) en tal cromosoma, la biología ha llegado así a un estadio en que no puede ser contradicha.

Después del descubrimiento de los cromosomas gigantes, uno no puede contentarse con decir que la teoría cromosómica de la herencia es una hipótesis cómoda o una representación seductora de los hechos”, escribe Jean Rostand (Las Grandes Corrientes de la Biología). Es preciso admitir que ellas responden a una realidad perceptible: ha dejado de ser “positivista”, como diría el filósofo Bachelard, para convertirse en “axiomática”.

El microscopio electrónico ha permitido ya fotografiar el gen. Se valúa su número en varios millares y su talla individual en una centena de milimicrones de longitud y una veintena de anchura (un milimicrón, es la milésima del micrón o millonésima de milímetro).

Las dimensiones de los genes son, más o menos, las de los virus-proteínas. Su poder de multiplicación (de los genes como de los virus) es indefinido, y se asemejan aun por múltiples caracteres, como, por ejemplo, su capacidad de presentar cambios bajo la influencia de las radiaciones de pequeña longitud de onda. Los virus, que son parásitos de la célula, pueden dar nacimiento a dos moléculas de su propio tipo, mientras que la química ordinaria no puede dar esa reacción auto-catalítica y todavía se ignora por qué esas gruesas moléculas autorreproducibles se distinguen de las moléculas banales de la química; pero ya se piensa en el día en el cual será posible fabricar por síntesis una molécula capaz de autorreproducción.

Esa facultad de autorreproducción de los genes o de los cromosomas, es la condición necesaria y suficiente del fenómeno de la herencia; es también una condición del mantenimiento de la personalidad biológica.

Naturalmente, a cada momento ciertas células desaparecen, otras se producen siendo casi idénticas, lo cual hace que el individuo permanezca él mismo, a pesar de ese renovamiento. Sin embargo, pueden producirse cambios en ciertos tejidos y justamente todo hace creer que el cáncer sería el resultado de un cambio de plasmagenes.

Se llama “cambio” cuando en la capacidad de un gen para engendrar otro, el gen duplicado ya no es una nueva copia exacta. Es a causa de esos cambios que surge toda la variabilidad hereditaria del mundo viviente.

(Hay “mutaciones genéticas” cuando el gen-copia no es idéntico al gen-modelo, “Mutación cromosómica” cuando se trata de cambios en la posición o el número de ciertos genes, y aun mutación de genoma, cuando hay cromosomas en número superior o poliploidia).

Es así que en términos científicos el concepto de Raza humana pierde un poco de su sentido, ya que él no corresponde a ninguna homogeneidad genética. Hace mucho tiempo, podían existir verdaderas razas homogéneas, pero todas las llamadas Razas se encuentran hoy día mezcladas. De esas Razas Primarias (sub-especies mayores) no quedan actualmente sino grupos que tienden a constituirse en Razas Secundarias (sub-especies menores).

La Genética interviene también de manera muy feliz, en colaboración con la Hematología (ciencia de la sangre).

Ya hemos visto más arriba que los humanos se distribuyen bajo cuatro grupos. Esos grupos sanguíneos son determinados por un cierto gen que se presenta bajo tres estados diferentes, designados bajo los símbolos: O, A y B.

Todo individuo posee en sus cromosomas dos genes de una misma función: uno maternal y otro paternal; posee, pues, dos genes determinadores del grupo sanguíneo, que pueden ser: AA, AB, AO, BB, BO y OO. Para aquellos que poseen dos veces el mismo gen, esas seis categorías ofrecen tres puras (AA, BB, OO) y para aquellos que tienen dos genes diferentes tres impuras (AB, AO, BO).

Cuando dominan ambos genes A y B sobre el gen O, los individuos AO y BO son respectivamente semejantes a los AA y los BB. En cuanto a los AB, ellos forman un grupo especial ya que no hay predominio de A sobre B, ni de B sobre A. Por último, los humanos de tipo O son los “donadores universales” y los AB son los “recibidores universales”.

El tipo humano primitivo era ciertamente del grupo O y los factores A y B habrían aparecido por mutación: el factor A en Europa occidental, el factor B en Asia oriental.

Un nuevo carácter hereditario ha sido descubierto y cuidadosamente estudiado en estos últimos tiempos: el factor llamado Rhesus, que no analizaremos aquí, contentándonos con decir que hay alrededor de un 85 por ciento de Rhesus positivo en las razas europeas. En la raza negra esa proporción sube al 92 por ciento, llega al 99 por ciento entre los Chinos y 100 por ciento entre los Australianos (el hecho de ser Rhesus positivo o Rhesus negativo, no constituye ni una inferioridad ni una superioridad).

El autor de “Las Grandes Corrientes de la Biología” escribe aun: “Hasta la Psicología ha debido inspirarse en la Genética. Esta nos ayuda en efecto a establecer, entre aquello que proviene del determinismo germinal y aquello que es la obra de circunstancias educativas, el punto de partida en la formación de la persona. A ese respecto, debe sernos particularmente precioso el estudio de verdaderos gemelos (nacidos de un mismo huevo), es decir, de esos humanos que tienen una misma herencia. Sucede que verdaderos gemelos, separados al nacimiento, han evolucionado en medios muy diferentes: disponemos entonces de una “experiencia natural” que muestra cuál puede ser la acción de las circunstancias diferentes sobre los fondos hereditarios idénticos”.

Por otra parte muchas teorías psicológicas (la de Herbert Spencer, por ejemplo) hacen intervenir la herencia de reflejos e instintos adquiridos durante la vida individual.

Sin embargo, en la medida en que la Genética ha hecho justicia al prejuicio de la herencia adquirida, ella ha rendido un eminente servicio a la Psicología, que debe ahora resolverse a interpretar los fenómenos de la vida mental sin hacer un llamado a ningún historicismo vago.



Aun el mismo Freud admite que una parte de las conquistas de la civilización han dejado trazas en el “ello”, en el cual una gran parte de los aportes del super-ego encuentra un eco; un gran número de los sucesos vividos por el niño tendrán mayor importancia si ellos repiten otros sucesos filogenéticos muy antiguos.

Regresemos una vez más a nuestras consideraciones sobre la célula, que a cada investigación libera un poco más su secreto. La concepción particular de la célula ha dado después de una cincuentena de años, muy hermosos resultados. El célebre biólogo Yves Delage agrupaba bajo el nombre de teorías micromeristas (del griego: micros = pequeño, meristas = que reparte) el conjunto de teorías que postulan la existencia de partículas iniciales como elementos constitutivos de toda materia viviente.

Teorías semejantes existían ya en tiempo de Maupertuis, quien en 1754 proponía las moléculas seminales (notemos que la teoría celular fue introducida en 1839).

En los extractos acuosos de todos los tejidos anima1es, se encuentran muy numerosas partículas que al examen microscópico sobre un fondo negro se dejan percibir fácilmente y pueden aislarse por ultra-centrifugación. Por su talla se acercan a los virus y también a los genes y a los plasmagenes. Según Dalcq y Needham, ellas intervendrían en el proceso de la organización embrionaria y Brachet piensa que tienen como los virus, los genes y los plasmagenes, la facultad de reproducirse ellas mismas. Así, se ha concluido que ciertas partículas intra-celulares (genes o “loci” cromosómico, plasmagenes) son dotadas de continuidad genética y juegan un papel predominante en los fenómenos del desarrollo y de la herencia. Uno gusta acercar esas diversas clases de partículas de virus simples o virus-proteínas para constituir un grupo homogéneo de elementos autorreproductibles y situados desde el punto de vista de las dimensiones, entre el dominio de la célula y el de la molécula química. Se trataría de moléculas gigantes cuyo orden de grandura sería comprendido entre 10 y 1,000 angstroms6.

Retornaríamos una vez más a las ideas antiguas, trabajando sobre nuevas bases con las unidades biológicas fundamentales, como los microzimas, de Dechamp o los bioblastos, de Altmann.

Según Faure y Fremiet “dadas las dimensiones relativamente considerables de las unidades en cuestión, el empleo del término molécula impone también un cierto número de reservas; sin duda, designa un poco esquemáticamente sistemas o edificios supermoleculares, de los cuales no podemos subestimar la complejidad química y, de la cual, por muchas razones, la estructura precisa queda indescifrable a nuestros actuales medios de investigación.”

Según Bernal y Fankuchen, esas partículas serían intermediarias por su estructura, entre una molécula ordinaria y un cristal de proteína.

Según R. Gautheret, la partícula de virus no sería una verdadera molécula en el sentido en que lo entienden los químicos, sino que estaría formada “de seis cadenas peptídicas asociadas en un haz fibroso; es, pues, un conjunto más complicado que un edificio molecular, pero desprovisto, sin embargo, de toda organización celular”.

Y Jean Rostand, concluye sobre la concepción particular de la célula, escribiendo: “Considerando las dimensiones de esas últimas unidades dotadas de continuidad genética, uno ha podido preguntarse si, a su nivel, las relaciones de indeterminación no se convertirían en valederas, de lo cual resultaría que el microbiólogo, como el microfísico, tendría que enfrentarse a una imprevisibilidad esencial. Pero he aquí, que esto nos lleva al umbral de la Filosofía. Guardémonos de entrar, ya que la ciencia que nos es dada como ciencia, puede encontrar en ese triunfo del atomismo biológico, un objeto bastante amplio de reflexión.”




Para abordar el problema de la evolución nos vemos precisados a hablar de la endocrinología.

Fue Claude Bernard por primera vez hacia el año de 1825 quien distinguió entre las secreciones glandulares: las “externas” (que son arrojadas fuera) y las “internas” (que son vertidas en la sangre o medio interior).

Brown-Sequard desarrolló hacia 1890 esas nociones, renovando la teoría de las secreciones internas. Afirmó que los principios vertidos en la sangre por las glándulas cerradas, llamadas “endocrinas” (glándulas desprovistas de conducto secretor), tienen el poder de afectar de manera selectiva los tejidos vecinos o alejados. Por ahí, decía él, y, por otro mecanismo, que el de las acciones del sistema nervioso, se crean relaciones entre las diversas células de la economía, convertidas así en solidarias las unas de las otras.

Esa afirmación estaba en completa oposición a la emitida por C. Bernard que escribía en 1867: “En los organismos elevados, es solamente por intermedio del sistema nervioso que uno actúa sobre la mayor parte de los fenómenos vitales”.

Una vez establecida esa correlación funcional por vía humoral, la demostración experimental probó que, de un punto a otro del organismo, se transmiten sustancias que determinan efectos específicos; dichas sustancias fueron clasificadas en 1905 por Starling con el nombre de “hormonas” (del griego orman = yo excito).

Hoy día, uno se pregunta si el término de hormonas conviene todavía para denominar ese género de sustancias.

Caridroit, desea que uno reserve el nombre de hormonas para las sustancias producidas por glándulas de secreción interna.

Remy Collin escribe: “Una hormona es una sustancia química vertida en la sangre y puesta en contacto a través de ella con ciertos elementos u órganos reaccionales, sobre los cuales la hormona ejerce una acción específica” (lo cual excluye a todas las hormonas “vegetales” y aun a ciertas hormonas animales que se difunden no en la sangre, sino de tejido en tejido).

Koller caracteriza las hormonas como “sustancias orgánicas producidas por el organismo para su propio uso y que tienen una función reguladora específica”.

Robert Savelli estima que las hormonas son sustancias difundibles, capaces de provocar, a dosis débiles, efectos notables (de catálisis) en las funciones de células diferentes de aquellas que las han producido.

No se sabe en realidad si las hormonas producen sus efectos por su sola presencia (catálisis) o si ellas participan sustancialmente de las reacciones por ellas provocadas.

Un gran número de hormonas han sido preparadas al estado puro (hormonas suprarrenales: adrenalina, corticosterona; hormona tiroidea: tiroxina; hormona pancreática: insulina; hormonas sexuales: testosterona, estrona, progesterona; hormona hipofisaria: prolactina, etc).

Las hormonas pertenecen a las familias químicas más variadas: polipéptidas (hormona hipofisaria gonadotropa), esteroles derivados del fenantreno (hormonas sexuales), fenoles (adrenalina), proteínas (insulina), etc.

Se ha efectuado la síntesis de numerosas hormonas y, aun se han fabricado otras artificialmente (estilbestrol, ácido alenólico), más poderosas que las hormonas naturales correspondientes.

Según Collin, se debería renunciar “a considerar las hormonas como individuos inmutables que circulan en el organismo, como los glóbulos rojos o los glóbulos blancos. Es más exacto representar las glándulas endocrinas como fabricando sustancias homogéneas, aun plásticas en cierta manera, semejantes a esos productos semifinalizados, que uno encuentra en la industria y que adquirirán más tarde su forma y su uso definitivo, siguiendo las circunstancias”.

Coujard y Champy piensan que las hormonas ejercen, al menos una parte de sus efectos, por intermedio del sistema nervioso simpático.

En sus discursos de la Sesión de las Cinco Academias en 1947, Courrier estima “que la vida psíquica puede ser grandemente influenciada por las hormonas, y en ello los recientes tratados de psicología rinden una larga cuenta. Existen hechos precisos de cretinismo o de torpeza, de astenia o de depresión, de agitación o de impulsividad, cuyo origen hormonal no deja lugar a dudas: se puede ver intervenir la tiroides, las suprarrenales, las gónadas y la hipófisis. Algunas estadísticas americanas muestran que en ciertas casas correccionales, el 20 por ciento de los niños presentan disturbios endocrinos. Así se plantea el delicado problema de la responsabilidad humana”.

Para los Ocultistas, los Cabalistas, los adeptos de la Yoga, y los Iniciados de diversos grados, todo ello está lejos de ser nuevo. Los hombres de Ciencia no hacen más que “redescubrir” después de lustros, las lecciones dadas por los Sabios del Oriente.

El hecho fundamental en el progreso, y no uno de los menores, es preciso reconocerlo, es que el Occidente ha dado un carácter experimental a la cosa, pero si la especie se encuentra de esa manera mejor preservada, el individuo ha perdido los conocimientos que le daban la posibilidad de no recurrir a la Ciencia con sus aplicaciones al bienestar humano. Esos conocimientos de las funciones permitían al Adepto controlar, amaestrar y aun variar el mecanismo orgánico hasta el punto de desarrollar sus cualidades psíquicas, así dirigidas hacia el Ideal que todo Iniciado intenta cumplir: el perfeccionamiento individual hasta el estado de autorrealización que permite la Unión Total con el Gran Todo.



Las teorías se han sucedido, apenas bosquejadas y calificadas de revolucionarias, siendo un instante Ciencia Oficial para luego convertirse rápidamente en caducas, destronadas por nuevas ideas que son consagradas como legales.

En efecto, uno jamás se ha preocupado de aquello que los Antiguos hubieran ya encontrado.

Es cierto, se anunciaba lo que los Griegos conocían, pero la Verdadera Civilización no ha partido jamás de la Grecia: la Gran Tradición nos viene de mucho más lejos (y esto tanto en el Tiempo como en el Espacio, si podemos expresarnos así).

Uno se sorprende justamente de que, por ejemplo, la Embriología (ciencia del desarrollo) haya sufrido tantas controversias.

Es posible enunciar hoy día: la gran mayoría de los animales proviene de un germen (o “huevo”) constituido él mismo por la fusión de dos gérmenes respectivamente emitidos por los padres, pero ¿cómo el germen puede dar nacimiento al animal? A partir de ese momento las discusiones se elaboran.

En el siglo XVIII Charles Bonnet y el Abate Spallanzini fueron los ilustres representantes del “preformacionismo germinal”.

En esa misma época, el sistema de la epigénesis se oponía negando al germen toda organización pre-existente; la procreación era considerada, pues, como una especie de milagro natural, mientras que el preformacionismo consideraba el germen como conteniendo ya en miniatura al animal todo formado; el desarrollo no era más que un simple agrandamiento del germen.

En fin, uno está de acuerdo en reconocer que el huevo, poco después de fecundado y de haber recibido por ello la impulsión mitósica, se divide en dos células-hijas, las cuales se dividirán en dos y así en adelante, hasta que hayan sido formadas todas las células del organismo.

Al inicio, el huevo se limita a dividirse sin aumentar su masa, es decir, que él se desarrolla, se divide en células, cada vez más pequeñas, que son las primeras células embrionarias o “blastomadres” (estadio de la segmentación).

M. Caullery escribe: “Desde los comienzos del desarrollo, las divisiones sucesivas (minuciosamente determinadas en cada especie) se encadenan de una manera rigurosamente constante, realizando edificios de células. Todo esbozo de órgano en un embrión, deriva, por un linaje celular definido, de tal o cual de los primeros blastomadres”.

En fin, en aquello que nos interesa más especialmente, es decir, en la génesis del Hombre, permanecemos aún bien ignorantes por la simple razón de que se trata de un evento, al cual nadie ha asistido y que no se puede reproducir. Sin embargo, uno está de acuerdo hoy día para reconocer que el descubrimiento de tipos fósiles, más o menos intermedios, entre los monos y los Homínidos, da la clave del origen Humano. Es difícil establecer en qué momento la rama humana se separó del tronco de los Primates.

Salet y Laffont confirman también la explicación de la falta de fósiles humanos en los terrenos primitivos, por el hecho de la poca cantidad de hombres que comportaba entonces la Humanidad, proveniente enteramente de una pareja única. Dado el pequeño número, uno concibe que el descubrimiento de un fósil en los terrenos muy antiguos, no puede resultar sino de un azar extraordinariamente feliz.

Dauvillier y Desguin reconocen que permanecemos muy ignorantes a pesar de las interesantes tentativas en aquello que toca al origen de la vida. Es más o menos cierto, sin embargo, que la vida comienza por organismos extraordinariamente simples, monomoleculares, y más o menos semejantes a los virus actuales.

En lo concerniente al hecho mismo de la evolución, tocando las causas que han determinado las transformaciones vitales, se está muy lejos de llegar a un acuerdo. ¿No existe aún, inclusive, un mal entendido sobre los mismos términos empleados?

Así Lalande (en “Vocabulario Filosófico”) explica: “Según ciertos autores la palabra transformismo seria sinónimo de evolución puramente mecánica, no dirigida, no finalizada, mientras que el término evolución, mucho más amplio, no prejuzgaría en nada las causas de cambios orgánicos y admitiría todas las interpretaciones en cuanto a la naturaleza profunda del fenómeno. Cuando Riviere, por ejemplo, en su “Anatomía filosófica” repudia el transformismo es que, manifiestamente, él toma esa palabra en su acepción más estrecha: de evolución por causas mecánicas. En verdad, no hay ninguna razón valedera para oponer los dos términos, perfectamente sinónimos, de evolución y transformación. Ellos se aplican indistintamente a toda doctrina que haga derivarlas especies vivientes, unas de las otras, reconociendo una complicación progresiva del mundo organizado, después de los orígenes.”

Como todo el mundo lo sabe, existen en efecto dos grandes tendencias:

Aquella mecanicista o materialista que cree poder explicar todo por medio de los factores puramente materiales.

Y la tendencia espiritualista que pretende hacer intervenir otros principios más o menos misteriosos, inmanentes o transcendentes.

Ya en la primera tendencia existen dos sistemas: según Lamarck y según Darwin.

El tipo lamarckiano, quiere que los organismos vivientes hayan evolucionado bajo la influencia de circunstancias externas, de medio ambiente, por medio de necesidades y de movimientos que hubieran determinado modificaciones “adaptadoras” de los órganos (la función crea el órgano). De esta manera, toda variación adquirida por un organismo se convierte en hereditaria, de lo cual aparece una modificación gradual de la descendencia.

Charles Darwin comunicó en 1859 la gran idea de la selección natural. Cuando el ilustre naturalista - especulaba sobre sus “variaciones innatas”, encaraba también una evolución a partir de lo fortuito. Para él, la selección natural resultaría automáticamente de la incesante “concurrencia por la vida” en la cual se enfrentan los diversos individuos de la especie. Entre las variaciones aparecidas solo sobreviven y persisten para hacer cepa, aquellas que por “azar”, aumentaban sus oportunidades de supervivencia o multiplicación.

En efecto, sea cual sea la hipótesis de los “materialistas” es preciso resolverse a dar a nuestras explicaciones un suplemento de otro orden.

Así, para Lucien Cuénot, el instrumento orgánico denuncia la intervención de una causa psíquica, inmanente o viviente, agente inmaterial, no espacial, director y ordenador de las variaciones. La evolución no habría sido regida por el puro determinismo psico-quimíco; ella habría sido guiada, después del Origen, por un Pensamiento misterioso que traspasa nuestro entendimiento y cuyos designios se nos escapan.

Otro biólogo eminente, Albert Vandel, se aplica a reintroducir el psiquismo en lo vital y el anatomista Rouviere no duda en deificar el poder de invención: “La Vida, escribe, no es y no habría podido ser la obra de un azar. Ella es la obra de un pensamiento creador, sobrenatural, de un Dios, que ha hecho florecer la vida en un Universo listo a recibirlo”.

Se puede recurrir a numerosos biólogos no inclinados al espiritualismo y que sin embargo, no están satisfechos de la tesis habitual sobre la evolución. “Cómo explicar, dice Grasset, que el azar haya producido la serie de variaciones coordinadas que fueron necesarias para construir tan notable instrumento de óptica, como el ojo de los vertebrados? El azar no es el deus exmachina de la evolución”.




* * *







En fin, henos aquí de regreso a ese gran “Misterio”, ese eterno misterio que es la Vida. Eso que se llama vida generalmente es una línea que se inscribe entre el nacimiento y la muerte, pero, sin embargo, el nacimiento no es la verdadera partida de la vida. Esta sería más bien la concepción y la muerte no es el final verdadero.

Hemos ya visto que si el período que separa la concepción del nacimiento es corto, en comparación del período entre el nacimiento y la muerte, no es menos cierto que el embrión revive las diversas épocas de las especies que le conducen a su estado actual. En nueve meses de gestación uterina el embrión del hombre revive dos millares de millones de años y tenemos aquí una relatividad de tiempo, puesto que, fuera de nuestros cálculos habituales, podría calcularse en el período de gestación (de la concepción al nacimiento) una equivalencia con el período de la Vida (del nacimiento a la muerte).

Podríamos insistir todavía sobre el hecho de que el período de la vida debe sobrentenderse como un período de formación (infancia) y un período de creación (adulto). Una vez más se tiene la impresión de que el período de la infancia es más corto que el período de la adultez, pero se trata en realidad de vida intensiva tanto en lo que concierne a la transformación y la emoción como en las relaciones proporcionales.

En efecto, nuestro tiempo, que es contado según el movimiento de la Tierra, no es el Tiempo real en lo que concierne a duración, según el Tiempo interno del Hombre. Todo pasa como con una bola de marfil empujada sobre el tapiz del billar: al comienzo gira rápidamente y después sus revoluciones se modifican poco a poco hasta detenerse.

En fin, si contamos en revoluciones lunares (28 días), tendremos 10 meses lunares para la gestación, 100 meses lunares para la infancia (7 años), 1.000 meses lunares para alcanzar la vida media del ser humano (76 años).

En consecuencia tendremos las producciones siguientes: creación del cuerpo físico, creación de la personalidad y creación del Principio de la Conciencia.

Esas producciones tienen impactos de energías cada vez más intensas, que pueden hacer pensar en una penetración de energía cósmica tal, que en un cierto momento del desarrollo, ella misma destruye el organismo. En su aspecto negativo supremo es destructiva (muerte del cuerpo físico), pero debe inevitablemente dar lugar a un aspecto positivo y participar en una acción constructiva.

Eso significa pues, que fuera de nuestro Tiempo y de nuestro Espacio continúa la Existencia...

Así como un pedazo de madera consumido, que no deja sino cenizas y cuyo humo se transforma en un gas que escapa a nuestra vista, el organismo se descompone, pero deja escapar él Principio mismo de la Vida.

Así pues, morir a la vida física es nacer a la Vida Cósmica.

El nacimiento en este cuerpo material y terrestre se efectúa dejando el Mundo Invisible para venir al Mundo Visible y la muerte del cuerpo físico es la reintegración en el Plano Universal, es dejar el Mundo Visible para acceder al Mundo Invisible.

De ese modo, Nacimiento y Muerte son equivalentes; ellos delimitan el circulo de la Vida (mundo visible); Muerte y Nacimiento están igualmente Unificados en el otro sentido, porque ellos delimitan también otro círculo (aquel del mundo invisible).

Sobre esta misma línea en la cual muerte y nacimiento se confunden en un punto, parece ser que no hay duración, porque el Tiempo fuera del Mundo Visible, se nos escapa.

Asimismo, desde la gestación hasta el nacimiento contamos 9 meses (10 lunaciones), pero en realidad se trata de dos millares de millones de años (ver los Propósitos Psicológicos, Tomo N° V). Todo el problema de la Relatividad toma una vez más su sentido profundo.

Por una parte, la duración según nuestro Tiempo físico va en crecimiento durante toda la evolución del Ser (gestación, infancia, madurez) mientras que en la densidad emocional él va por el contrario, en una progresión de disminución de la velocidad del Tiempo.

Así, la existencia humana no presenta ningún tiempo en particular, sino una disminución de la concepción del tiempo desde la vida celular hasta la vida mental, que predomina en el momento de la muerte.

Dicho de otra manera, para la vida celular cada unidad de Tiempo se encuentra mucho más llena al comienzo de la existencia al punto de que en el momento de la concepción, la velocidad de la experiencia alcanza su límite máximo.

De ese modo:

en una lunación (28 días) el Espíritu buscará su encarnación;

en 10 lunaciones (los 9 meses de gestación) el Espíritu intentará tomar un lugar en el nuevo embrión;

en 100 lunaciones (los 7 años de la infancia) el Espíritu se incorporará cada vez más para dar la personalidad y

en 1.000 lunaciones, el Espíritu modelará la conciencia permanente (los 76 años de duración media de la vida humana).

Al momento de la muerte física, el Espíritu (verdadera Individualidad) continúa su marcha evolutiva con la misma relatividad de Tiempo en el mismo sentido. Es en tres estadios igualmente que El entrará en el Mundo Invisible con períodos iguales en su contenido, pero regresivos en sus experiencias, como las del Mundo Visible.

Los meses lunares que se encalonan de 10, a 100 y 1.000 en la vida física, se dividen en la vida astral en:

40 minutos (milésima parte del mes lunar)

7 horas (centésima parte del mes) y

2.8 días (décima parte del mes),

para llegar al momento en el cual el Espíritu busca durante un mes su reencarnación posible.

El axioma de Hermes Trismegisto, encuentra una vez más su lugar aquí: “Aquello que se encuentra arriba, es como aquello que se encuentra abajo, etc...”

Para ilustrar mejor nuestra idea, volvamos a tomar nuestro cliché aparecido en “Los Centros Iniciáticos” (Tomo N° II de la serie “Los Grandes Mensajes”).

Por la misma causa lo publicamos aquí, simplificado y transpuesto a nuestra explicación.

Se conoce ya todo el valor de ese Emblema de las Escuelas Secretas, basado en la citación hecha en el Exodo (Cap. IV, vers 3 y 4) y que hemos comentado en varias ocasiones, por acomodarse bien a los grados Iniciáticos y a los símbolos de la evolución esotérica (según la Yoga y la Qabbalah).

Ante todo, entenderemos el gran círculo exterior como siendo el Universo (comprendiendo el Mundo Visible en la parte inferior y el Mundo Invisible en la parte superior).

Es la misma idea de la Rueda Tibetana de la Vida (Bhavachakra) aparecida en ilustración simbólica, bajo la forma del Monstruo Dag-Zin (en nuestro libro “Misticismo en el siglo XX”).




Partiendo del punto X: la chispa Divina se desata para pasar del Noúmeno al Fenómeno y

en el punto A: el Espíritu que se densifica en entidad.


En el punto B: el Espíritu penetra en la zona astral; es el estadio caracterizado por la duración de un décimo de mes y los textos escatológicos mencionan, casi todos, esa estancia (los 3 días simbólicos de que hablan los teólogos, la resurrección de la carne después del descenso en ese plano, etc.)


En el punto C: tiempo de la Concepción, caracterizado por un mes de nuestro Tiempo terrestre, el espíritu se incorpora en el mundo de aquí abajo, pero la encarnación no será completa sino


en el punto D: al momento del nacimiento terrestre, al final del décimo mes lunar. Durante ese tiempo El ha debido pasar las experiencias del Principio molecular, de la Inteligencia celular, de la Conciencia colectiva para llegar al Plano Mental Inferior que marcará


E: la Infancia.

(Seguir en el Tercer Mensaje “Los Misterios Revelados”, el cuadro Involución-Evolución).


El punto F: caracteriza la edad adulta y el punto

G: la muerte física.


El Espíritu se libera de su envoltura y penetra de nuevo en el plano Astral; es ahí que experimentará una segunda muerte (aquella del alma), para ser devuelta a


H: su primer estado y continuar su ascensión en los Mundos Superiores.



En efecto, medido con nuestro Tiempo (según un orden de magnitudes proporcionales) la duración es progresivamente idéntica en el Mundo Visible y en el Mundo Invisible.

Ese Tiempo es relativo en lo concerniente a las experiencias, dado que estas son mucho más numerosas al comienzo del ciclo en una menor duración terrestre.

1 mes lunar para que el Espíritu encuentre su lugar.

10 meses para que El se incorpore poco a poco en el mundo físico.

100 meses para que la Encarnación sea completa.

1000 meses para establecer su Principio de Conciencia Permanente.


Con principios iguales en su contenido, la Vida continúa en el Mundo Invisible:

1/1000 de mes lunar para que haya cesación de la vida física.

1/100 de mes para que el Espíritu se libere.

1/10 de mes para que el Espíritu esté errante en el mundo superior.

1 mes para que el Espíritu regrese al Mundo Inferior.


Naturalmente, todas esas duraciones son dadas según un orden lógico de la concepción del Tiempo, pero si en su envoltura carnal nuestro Espíritu no estuviera prisionero debiendo soportar el proceso de nuestro razonamiento, todo seria diferente y eso es lo que sucede en los mundos superiores.

Nuestros pensamientos no pueden realizarse sino sucesivamente, pero si fuese posible comprimir en un espacio más restringido todo aquello que hemos sabido en diversos momentos, tendríamos no solamente posibilidades enormes de Conocimiento sino también el recuerdo de nuestra estancia en el Mundo Invisible.

En el mes durante el cual el Espíritu busca su reencarnación, él revive todas las experiencias pasadas.

Durante los 10 meses lunares que él necesita para reincorporarse totalmente en el nuevo embrión: él repasa todos los estadios de la evolución de las especies; en los 100 meses necesarios al establecimiento de la personalidad: el niño no hace más que memorizar su existencia (7años=edad de la razón) y son necesarios 1000 meses para que el Hombre realice conscientemente su estado de Individualidad.

En los 40 minutos (un milésimo del mes) que siguen a la muerte física, el Ser revé toda su existencia; son necesarias 7 horas (una centésima del mes) para que el espíritu se libere enteramente de este mundo y durante las cuales él sufre todavía sus últimos instantes terrestres.

En ese momento, la X del dibujo, él se reintegra al principio Divino, o bien “impuro”, continúa su ronda, para el punto:

A: sin salir del Gran Círculo y durante tres días (una décima de mes), sufre una purificación que parece de siglos y, de nuevo, tiene lugar su descenso al Mundo Inferior, en el cual durante el mes de búsqueda para su nueva encarnación, él repasa “emocionalmente” su experiencia precedente.

En ese orden de ideas es preciso comprender, sobre todo, que las percepciones en otro mundo que el nuestro, tienen por consecuencia sensaciones o emociones diferentes. Nuestro pensamiento mismo está supeditado en nuestro mundo físico a una cuestión de tiempo y de razonamiento, que no existe más en las esferas superiores donde las percepciones de las cosas son instantáneas. Todos los hechos de una vida entera se presentan al espíritu de una sola vez, cosa casi inconcebible en nuestro mundo material.

Nos es difícil comprender que varias cosas puedan ser comprendidas en el mismo instante y, sin embargo, resulta fácil comprender que los hechos pueden ser comprimidos en un tiempo más reducido. El Espíritu no se encuentra más supeditado a nuestras Leyes de Tiempo y Espacio.

Si nuestro cuerpo orgánico forma parte del mundo celular, nuestro cuerpo astral forma parte del mundo molecular y nuestro cuerpo espiritual a su vez de un mundo electrónico.

Una Ley conserva relaciones de frecuencia que nos permiten entrever las posibilidades del espíritu (ver el cuadro de oscilaciones en el “Libro Negro de la Francmasonería”).


Las ondas mentales se evalúan en:

9.223.372.036.854.775.808 oscilaciones y se sabe ya todo el poder de interpenetración de esa frecuencia (han bastado:

2.305.843.009.213.693.952 oscilaciones para que los Rayos X atraviesen nuestros tejidos).

Existen, pues, mundos más sutiles y no hay nada de sorprendente en que aquellos que los pueblan, tengan poderes que, a menudo, se nos escapan.

Recordemos que el Hombre está hecho de un cuerpo físico (material) de un Alma (astral) y de un Espíritu (Divino):

Nuestro organismo, constituido por las células pertenecientes a ese mundo físico y visible;

nuestra Alma (materia plástica que relaciona al “somaticón” con el “pneumaticón”) perteneciente al mundo molecular, que le permite moldearse y ser permeable al

Espíritu, que viene del mundo superior.

Es el alma (o cuerpo astral) quien permite al Ser entrever al Mundo Invisible y al Espíritu, identificarse al Mundo Físico.

Cuando el Espíritu, desciende de las Esferas Superiores, viene en el Mundo Astral y es el Alma quien le prepara el camino de su encarnación. Ese cuerpo astral, hecho en parte, quizás, por el Alma de los padres: se densifica (en los Genes o el Plasmagen, sin duda) y da posibilidades al “pneumaticón” de introducirse en el mundo de la materia. Se comprende muy bien que los cuerpos más sutiles penetran los cuerpos más groseros.

El elemento Tierra (sobrentendido como sólido) mantiene su forma;

el elemento Agua (líquido) se modela al contentivo en el cual ella se encuentra;

el elemento Aire (Gas) escapa a todas las limitaciones.

Esos elementos pueden ser comparados

al cuerpo físico (la materia sólida)

al cuerpo astral (es en el líquido sanguíneo que se encuentra el alma, como se menciona, por ejemplo, en

Levítico XVII versículos del 10 al 14, Deuteronomio XII-23).

al cuerpo divino (el Espíritu que pertenece al Mundo Invisible y sin forma).

De todas maneras, esos Cuerpos pueden moverse según 3 modalidades que son:

Siguiendo una línea para el principio celular (organismo), una superficie para el principio molecular (Alma) y a través del volumen del espacio para el principio electrónico (el Espíritu).

En ningún momento el Hombre-materia puede escapar a la línea que le es trazada en ese mundo visible, así como el Alma se extiende en superficie sobre un plano semi-visible y el Espíritu puede bogar a través del Espacio y del Tiempo en un mundo invisible. Tenemos aquí tres órdenes de grandeza que algunos han comparado con

la velocidad media de propulsión de un hombre (mundo celular) a tres metros por segundo,

la velocidad del sonido (mundo molecular) a 300 metros por segundo y

la velocidad de la luz (mundo electrónico) a 300.000 Kilómetros por segundo 7.

Comprendemos bien ahora que, a la salida del cuerpo físico (a la muerte) el Alma contiene todavía todas las imágenes que le fueron impregnadas durante su vida material, pero sufre por no poder cumplir sus deseos, al no tener más su vehículo sólido para satisfacer necesidades o tendencias. Ese sufrimiento es el Infierno descrito por todas las religiones, el cual no se trata, sin embargo, sino de una creación mental; la cosa no existe en sí misma sino que se le da libre curso solamente en la imaginación. Es mucho más penoso en el plano astral, dado que no existen límites para esa imaginación, puesto que la razón (facultad cerebral) no existe más y que en ese mundo molecular el Alma no puede detenerse más en las posibilidades que, proporcionadas a los hechos de esa existencia física, estaban en el mundo material.

En el “Libro de los Muertos de los Tibetanos”, se describen las visiones extremadamente complicadas y detalladas de los Dioses, Demonios, Cielos e infiernos para cada día después de la muerte, pero advirtiendo siempre al muerto el no tener miedo: “No te espantes y reconoce en ello la creación de tu propio intelecto”.

El Alma está, pues, todavía sumida en las Leyes de causa a efecto y no es sino hasta el momento en el cual el Espíritu se haya desatado de su materia plástica, que él se encontrará más allá del Tiempo y del Espacio y más allá de la Ley de causa a efecto ya que se habrá reintegrado completamente a ese Mundo electrónico, al cual él pertenece, pero del cual él no realiza siempre su Principio, estando atado al alma y, por ese hecho, al mundo físico.

Todo pasa como con el alcohol, que estando solidificado, se convierte en líquido y se evapora al final. Así serían el cuerpo, el Alma y el Espíritu, los tres estados independientes y, sin embargo, íntimamente ligados.

Sobre nuestro cliché (ver pág. 39) se encontrarán dos grandes diagonales, que van a simbolizar los 4 caminos que se ofrecen al momento de la muerte.

Al centro de nuestro círculo el punto G. C. caracteriza la Muerte y la Concepción, es la intersección de dos pequeños círculos que dibujan el glifo del infinito ().

Al final de su evolución terrestre (punto G = muerte) el Ser se encuentra delante de dos posibilidades para acceder al mundo electrónico y dos coyunturas para entrar en el mundo abismal.

En el primer caso, le es posible continuar su Ascensión en Planos Superiores o Reintegrarse completamente al Principio Divino y en el otro hay las entradas para desaparecer en el “descenso” a los abismos o la caída para emerger de nuevo enseguida.

En el primer caso una vez proyectado por su materia plástica suficientemente depurada

en el punto B, el Espíritu volverá a tomar su ronda de reencarnaciones o si no

en el punto H, enteramente desatado del cuerpo de los deseos, el Espíritu proseguirá su ascensión hasta

el punto A, el mundo Divino, para irse

en el punto X, a unir en el Infinito del Eterno.

En el segundo caso, es la caída en los trasfondos abismales (releer la explicación sobre los “elementarios”, “elementales” y “elementhals”, en los Propósitos Psicológicos N° V y XI) la caída momentánea para regresar e incorporarse con un destino más pesado (el Karma).

Elevándose” la concepción del tiempo es más corta que nuestro Tiempo terrestre; por el contrario “bajándose”, el Tiempo es mucho más largo. En el sentido que hemos ya examinado, la progresión del Tiempo que hace de poca duración las experiencias múltiples en el caso opuesto, por el contrario, hace durar una única experiencia durante un tiempo indefinidamente largo.

En consecuencia, si en la evolución del Espíritu hemos indicado un milésimo, un centésimo, una décima de mes, en cambio, en el llamado Infierno, el Tiempo progresará en lentitud, según un orden de 10.000 meses, 100.000 meses, y 1,000.000 de meses...

En el “Vishnú Purana”, se puede leer: “Las diversas etapas de existencia se realizan, después de las cosas inanimadas, pasando por los peces, los pájaros, los mamíferos, los hombres, los santos, los Espíritus por fin libres.

Cada uno es sucesivamente superior mil veces al que lo precede y a través de estas etapas, los Seres que están en el Infierno están condenados a pasar hasta que obtienen la emancipación final...”


Por otra parte, si la concepción de Platón es valedera (y uno la encuentra en la Cosmología, hindú, como también entre los tibetanos, los egipcios, etc...) uno se encuentra delante de un problema de lentitud angustiante. No se trataría de otra cosa sino de concebir que el Tiempo marcha igualmente en sentido inverso a la proyección que nosotros le conocemos en nuestra física habitual.

De esta manera habría reversión en el Tiempo y el hombre se convertiría de nuevo en un animal, vegetal, mineral, cada vez más denso como Dante Alighieri lo ha descrito igualmente en su “Infierno”.

Así, todo el tiempo que el Espíritu queda con sus deseos acumulados a lo largo de sus existencias, repasa los ciclos de Vida inferior hasta el día en el cual él tomará enteramente conciencia del Plan Divino.

El “Dharma” (Rectitud, Virtud, Moralidad) es, según la filosofía oriental, el Camino Puro y es el código para evolucionar espiritualmente en la Verdadera Vía (sentido real de “Religión”). Desgraciadamente todo hombre lleva en sí el Karma, que lo obliga a un trabajo de auto-realización para tener acceso a los Mundos Superiores.

Ese Karma persigue al Ser a través de sus diferentes encarnaciones debido a la intensa energía empleada al momento de la muerte, que impregna al Espíritu hasta su siguiente incorporación.

Los efectos del Karma que no son realizados durante la vida que está a punto de terminar forman el potencial físico (Karmasya) de la siguiente existencia.

Es con los genes y los cromosomas que ese potencial toma nacimiento, ya que es ahí donde la vida humana entra por primera vez en el campo de la observación física.

Estamos en este momento en la frontera de dos mundos en la cual interviene sin embargo, en el interior de la célula que es el óvulo fecundado, algo de la naturaleza molecular en su estado libre.

Naturalmente, una vez encarnado, el Espíritu olvida todo su pasado (ya sea de su paso en el Mundo Invisible o de sus encarnaciones precedentes).

Ese “olvido” es ventajoso ya que es innecesario que los hombres sufran sin necesidad, puesto que ellos no pueden comprender la razón y el valor. Sin embargo, si esa memoria de vidas anteriores fuera posible, el Ser podría escapar a muchas pruebas, pero la conservación de la memoria a través de la muerte implicaría una conciencia ininterrumpida que evidentemente ordenaría el final de esas repeticiones de vida terrestre.

¿Cómo pueden los Hombres, no siendo ya enteramente conscientes de ellos mismos mientras viven en la materia, pues, conservar todas sus facultades en el momento de la muerte?

El autor de “La Teoría de la Vida Eterna” ya citada, compara el momento de la muerte y la fuga del Ego del estado celular al mundo electrónico con una explosión atómica...

Así como las estrellas desaparecen a la luz del Sol, los sueños se olvidan con el despertar y la memoria de la vida se pierde en el momento de la muerte.

De la misma manera que un cambio de estado destruye siempre la memoria, el Espíritu olvida todo su paso en el mundo Invisible una vez reencarnado.

Una vez más: Muerte y Nacimiento son fenómenos idénticos.

De todos modos, a continuación de los cambios de Planos, esa memoria puede conservarse a través del tiempo toda vez que el hombre se prepara a vivir conscientemente en su propio mundo y trata de realizar plenamente los otros mundos.

No es preciso esperar hasta el momento de caer en el agua para saber nadar, sino que se debe aprender antes, para estar preparado a esa eventualidad. De la misma manera es preciso prepararse a pasar de un estado al otro y saber “nadar” en el elemento del mundo invisible.

Esa posibilidad de poder actuar en las diferentes esferas, es la Inmortalidad Consciente, la cual exige el control absoluto del Espíritu. En otras palabras, el poder de cambiar de una forma o de un vehículo a otro, inherente a la Inmortalidad Consciente, depende de un principio perfectamente definido: Para llegar a ser inmortal conscientemente en un mundo, es decir, para obtener el poder de cambiar su propio vehículo de ese mundo a voluntad, es necesario poseer y controlar un cuerpo perteneciente al mundo superior, un cuerpo del siguiente y más sutil estado de materia (La Teoría de la Vida Eterna, pág. 129).

El Hombre tiene el poder de cambiar voluntariamente de casa, de auto; visto su estado, él puede, cuando estos “mueren”, abandonarlos y buscar otros.

En ese sentido, el hombre físico es inmortal en comparación con aquellos. Así mismo, para ser inmortal en relación con el mundo celular, solamente es posible concibiendo la creación de un cuerpo superior.

Así, en el Universo hay varios grados inherentes a la inmortalidad. Cada Mundo de materia es inmortal en comparación del mundo inferior más denso8.

En consecuencia, un hombre que tiene completo poder sobre su cuerpo celular es inmortal y omnipotente en el mundo de los cuerpos minerales. Un hombre que tiene la dominación completa sobre un cuerpo molecular (o alma) es inmortal y omnipotente en el mundo de los cuerpos celulares. Y un hombre que tiene un entero poder sobre un cuerpo electrónico (o Espíritu) será Inmortal y Omnipotente en el mundo de los cuerpos moleculares, es decir, que él será Inmortal y Omnipotente en el mundo de las Almas Humanas9.

Es a esa preparación que se dedican todos los Iniciados y en esa Tarea que trabajan los Colegios Esotéricos.

Si retomamos nuestros clichés, es la Gran Línea mediana vertical la que simboliza esa Visión directa del Plan Superior. En el dibujo original, que ilustra la explicación dada en nuestra obra “Los Centros Iniciáticos”, se trata en efecto de una espada que caracteriza todavía mejor esa vía sobre la cual es preciso caminar (dos filos).

Esa Realización, vista directa de la línea

E-A” es la Gran Obra Mística que nada ni nadie puede explicar realmente, ya que se trata del trabajo personal sobre sí mismo, para transformar al hombre ordinario en un Ser supra-normal.

Es en plena conciencia, que es preciso experimentar las pruebas, a fin de que en el momento de la desencarnación, uno esté dispuesto a soportar el choque terrible del nuevo mundo, en el cual se debe presentar.

Esperar con la duda (o la esperanza), es exponerse a momentos terribles, mientras que prepararse a esa inevitable experiencia que termina nuestra vida física, es conocer ya el camino a seguir. (El punto central “G. C” está sobre la línea “E-A” que conduce al mundo Divino).

En fin, sea con la ayuda de la Ciencia, del Arte o de la Filosofía, el Hombre debe ser capaz de sobrepasarse y retomar plena conciencia de su verdadera Misión y sobre todo de su verdadera Individualidad: el Espíritu.


Febrero de 1957





* * *

1La descripción de la “piedra escrita” de Hamath (que tenía propiedades curativas) fue emprendida sobre todo por Henry Sayce hacia 1876. Los ideogramas forman parte un sistema de escritura.

2 C. W. Ceram Autor de “De los dioses, de las tumbas, de los sabios” ha escrito también “El secreto de los Hititas”.

3 Muy groseramente, una centena o un millar de trillones.

4 Existen igualmente genes (plasmagenes) en la porción de la célula (citoplasma) que rodea el núcleo.

5 Los Grupos I, II, III y IV corresponden a la nomenclatura más divulgada de: O, A, B y AB como se dice en páginas posteriores.

* Ver nota del editor en el propósito XVII.

6La unidad Angstrom es igual a 1/1O de milimicrón (o sea 0,000.000.000.1 metro). Así los diámetros atómicos varían entre 1 y 2 A°.

7Ver las muy interesantes descripciones en “La Teoría de la Vida Eterna” (Ediciones Inglesas de Cape Town, 1950 y Española en las Ediciones Sol de México, 1951).

8 Id., Pág. 130.

9 Id; Pág. 131.