Serge Raynaud de la Ferriere







Los

Propósitos

Psicológicos

Tomo XXI



Brujería



Hemos visto ya la significación de brujería, brujos, etc.1 en nuestro Propósito Psicológico N° VIII y aquí nos contentaremos con continuar el capítulo precedente (Ocultismo) entrando directamente en lo vivo del sujeto.

En el Propósito Psicológico N° XX que acabamos de terminar, decíamos cómo la Tradición Iniciática de Israel se había deformado poco a poco y cómo la Santa Qabbalah se había transformado rápidamente en la Cabbala, para convertirse finalmente en vulgar kabala. El estudio de la verdadera Tradición Esotérica no protege de los peligros, sino todo lo contrario, mucho más que otros, los Qabbalistas se encuentran expuestos. Se cita en el Tratado de Haghigha (14 b) que solamente Rabbí Akiba, después de haber contemplado la Verdad Celeste, murió en paz, mientras que los otros tres que “subieron al Pardés” tuvieron un final menos agradable: Ben Zoma se volvió loco al ocuparse de esas búsquedas esotéricas, el teólogo Elisha ben Abuya se volvió herético; en cuanto al ardiente investigador Ben Azai, murió de repente. Uno no se ocupa en vano de especulaciones teosóficas saqueando las plantas del Vergel, como se dice en lenguaje de ocultista.

La Teosofía Judía2, que es el esoterismo de la Teología Hebraica, es en efecto la verdadera filosofía de la Tradición. Sus bases son recordadas en la Torah, el Talmud, el Zohar... y, sin dogma ni artículo de Fe, ella es LA Religión en el auténtico sentido de la palabra. Por otra parte, hemos dicho ya suficientemente que el Principio fundamental de la Qabbalah es una Nomo-cracia (Régimen de la Ley Pura) y ese es el reino que acepta Israel.

La Torah, la Ley de Moisés encerrada en el Pentateuco, es la Doctrina Racional, su conocimiento ilumina al Hombre y lo arranca de la servidumbre.

El Talmud, que significa “estudio”, enseñanza, disciplina, no existía más que en la memoria de los Doctores-Iniciados y por fragmentos en los escritos secretos confiados a los Colegios Esotéricos, es anterior, en más de un siglo, al nacimiento de Jesús, el Gran Nazareno. Además de la interpretación de la Torah, de los rituales, de las recetas mágicas, exorcismos, medicamentos...el Talmud expone también las condiciones que debe llenar el discípulo para recibir los secretos de la Luz, la Torah.

El Zohar es una compilación de escritos místicos; allí se ha dicho que el sentido literal de la Escritura es la envoltura (III, 152.a) “...y, ¡ay de aquel que tomare esa envoltura por la Escritura en sí!” Ya con eso nos hace comprender todo el sentido oculto que existe en esa obra, pero sabemos también que ello es valedero, al mismo título, para todas las Escrituras de las diversas culturas: Biblia, Corán, Popol-Vuh, Bardo Thodol, etc.

La Escritura tiene un cuerpo que son los Mandamientos, tiene también vestidos que son los cuentos y, finalmente, un Alma que ha sido revelada a aquellos que se encontraban en el Sinaí...He aquí lo que dice el Zohar: “Es el Alma de la Escritura lo que constituye la parte esencial y fundamental, ay! de aquellos que se hacen culpables pretendiendo que la Escritura no es más que una simple narración”. El Zohar proclama aún (II, 130) que toda palabra de la Escritura es susceptible de 49 interpretaciones, correspondientes a las 49 puertas de la Misericordia. Se ha dicho aun que la Escritura presenta 70 sentidos (I, 25 b). Por otro lado, existen en la Ley 248 “preceptos” positivos (obligatorios) y 365 “preceptos” negativos (comportando una prohibición); los Preceptos positivos están en relación con el lado derecho (Clemencia) del Árbol Sefirótico y los Preceptos negativos con el lado izquierdo (Rigor). Hemos visto ya esa cuestión desde el inicio de estos “Propósitos Psicológicos” y hemos mencionado también que se encuentra una semejanza en el Budismo. (Ver nuestro punto de vista al respecto en nuestro libro “Misticismo en el siglo XX”).

En fin, Zohar puede significar “Esplendor” (así como los Sephiroth del Arbol Cabalístico) y es exactamente esa Luz la que es preciso ver en medio de las oscuridades voluntariamente acumuladas alrededor de lo Esencial. Es preciso desembarazar la Verdad (esotérica) de la Enseñanza espesa de la Tradición (Iniciática).

Con esa idea sobre la deformación de la Santa Tradición: Qabbalah - Cabbala - Kabala- encontramos bajo el mismo aspecto: Israel- Hebraísmo - Judaísmo.

Se clasifica demasiado a menudo en la colectividad Israelita, sin excepción, a todos aquellos que se relacionan aun muy indirectamente con una clase de pueblo del cual ellos no llevan más que el nombre profano. El israelita es el “verdaderamente justo”, pero entendido en un sentido muy estricto. IS - RA - EL debe ser comprendido como “Hombre Libre - Rey - el Dios”; Israel es aquello que escapa a la cautividad de la materia. Por otra parte, eso no es inherente a una sola raza, puesto que TODOS los Hombres se convertirán un día en Israelitas pero en el sentido que acabamos de exponer, si no, eso sería imposible, puesto que una Raza no se puede adquirir y, al contrario, los pueblos tienden a mezclarse. Como prueba de apoyo a esa idea de que la Humanidad entera será un día ISRAEL (una Fraternidad de Hombres Libres, de Seres Perfectos, de Reyes, de gobernadores de su Destino, de “EL”, del Yo-Universal, de Sabios-Prudentes) citemos el pasaje del Zohar (II, 69 b.): “Es por medio de la reencarnación que TODOS los hombres, convertidos en Israelitas, realizarán la promesa del Zohar”; “Todos los pueblos entrarán bajo las alas de la Shekina”. Es decir, todos los pueblos conocerán la Torah y se unirán.

El Hebraísmo es la tradición que se ha formado algunos milenios antes de la Era Cristiana (3.760 años y 3 meses antes, si se juzga por el calendario hebreo). La verdadera tradición hebraica reconoce la inmanencia de la trascendencia de Dios y une el Panteísmo, en lo que tiene de razonable, con el Monoteísmo. Esa es pues la teoría de la emanación, aquella de la Shekina manifestándose en los Sephirots. Se utiliza el término “hebraico” aun para todo aquello que concierne a la cultura, la raza y la religión de los hebreos.

El Judaísmo es el movimiento general de una parte de la raza semítica que se ha dispersado. Se comprenden por otra parte bajo ese término numerosas sectas como los Saduceos, Fariseos, Alejandrinos, Alegoristas, Karaites (llamados también Escriptuarios), etc.

En fin, una vez más, una gran diferencia existe entre los primeros seres puros, los hombres-dioses, los Sabios del Origen, los Iniciados de las Primeras Culturas Humanas (Israel = creación perfecta en el reino divino = Is-Ra-El) y la Raza que se ha formado por selección (Héber = colocado detrás, más allá, alejado. El Patriarca Héber, origen de los hebreos) y, por último, el pueblo huyendo a través de la tierra (hemos visto las grandes ramas de los Judíos como de los Bohemios, en nuestro capítulo precedente).

Israel es pues, muy bien, el primer chorro del Manantial de Dios (“Isch” está dado en la Biblia para Hombre Perfecto, el primer hombre, como “Ischa” para la primera mujer según el Génesis II, 22 y 23), es la creación humana que data desde hace millares de años. Enseguida, los hebreos, sin duda originándose de un epónimo (por otro lado se dice “habri” por hebreo y “harbi” por árabe, ambos derivados de “habar” que proviene del origen ya mencionado, del Patriarca Héber) pero no remontándose más que a unos millares de años, pues aún aceptando su descendencia de la Atlántida3, eso nos llevaría solamente 12.000 años atrás, lo cual está lejos de ser la época de creación de los primeros humanos. Finalmente, los Judíos, sin lengua propia y mezclándose con los otros pueblos, con las otras costumbres, con las otras reglas, etc. en una palabra, no revelando más nada de la Raza Elegida...

Se ve que nuestro paralelismo entre Qabbalah-Cabbala-Kabala4 e Israel-Hebraísmo-Judaísmo, es no solamente plausible en la idea de la analogía que denota las deformaciones que se han producido en el uno y en el otro, sino aún por razones mucho más profundas, como lo veremos. No es raro que los “cabbalistas” (los iniciados en los grados inferiores del conocimiento derivado de la Santa Qabbalah) empleen a los “kabalistas” (que practican bajas operaciones), así como en política los judíos estarán al servicio de la nomocracia hebraica.

Karl Marx redactó el manifiesto del Partido Comunista, pero ha desconocido la Tradición Esotérica de los Ancianos. El ha basado su acción política en las aspiraciones materiales de la humanidad, mientras que otro Judío célebre, su ilustre predecesor, Jesús el Nazareno, siguió la lección que ya Moisés enseñaba (Deuteronomio VIII-3): “El hombre no vive solamente de pan...” y, convertido en Hebreo, El se elevó así al estado “IS-RA-EL”.

Sería bueno acordarse ahora del Directorio que se hizo con el poder del Estado en Rusia. Trotsky, judío comunista, cuyo verdadero nombre era Braunstein; Zinovief, judío, cuyo verdadero nombre era Apfelbaum; Radek, judío cuyo verdadero nombre era Sobelsohn; Kamenoff, judío, cuyo verdadero nombre era Rosenfeld... Siendo el comunismo la manifestación política más adecuada al alma-grupo colectivo del Judaísmo, es por intermedio de los Judíos que el genio de la universalidad hebrea persiguió sus fines.

Pero, nos hemos alejado un poco de nuestro tema y, sobre todo, hemos tocado aquí una cuestión que jamás nosotros abordamos: la política, más que nada, en el sentido en que el moderno la concibe, ya que hemos seguido de otra manera nuestra idea sobre un problema esotérico fácil de discernir por otro lado.

En todo caso, debemos regresar sobre la cuestión del “Sabbath” que hemos dejado al finalizar nuestro capítulo precedente.

“Sabbath”, como lo hemos visto, significa “siete” o “séptimo” y es pues “el día del reposo” según la enseñanza de la Biblia en la cual después de Seis (schith) períodos de trabajo, Dios reposa. Cuestión ésta que es contradictoria tanto entre los judíos como entre los cristianos, para entenderse sobre qué día de la semana puede ser ese “Sabbath”. En efecto, los Judíos respetan el “Sabbath”, es decir el Sábado, el día de Saturno, pero este día para ellos en verdad no es el “séptimo”, puesto que el calendario hebreo está constituido sobre el movimiento lunar, el Lunes (día de la Luna) es el primer día, mientras que el séptimo sería el Domingo…Ahora, diremos enseguida, los cristianos se hallan en lo verdadero puesto que respetan el Domingo y no el Sábado... Sí, pero he aquí que toda la cristiandad está de acuerdo en fijar su marcha del tiempo según el calendario solar, así, el Domingo (día del Sol) es el primer día de la semana y el “Séptimo día”, el “día del descanso”, el “día del Señor”, el “Sabbath” es, en consecuencia, el “Sábado”, que justamente no es respetado por las Iglesias Cristianas en general, aunque ciertas sectas protestantes han reconocido ese error y santificado el Sábado (respetando el Sabbath) pero, entonces ellos van al mismo tiempo contra la lógica en cuanto a la marcha de su tiempo...Dilema curioso...

Pero, el Sabbat en el sentido en que lo queremos analizar, era una ceremonia sabbática en la idea exagerada de festejar el reposo. Se trata entonces del Sabbath de los brujos, que podremos escribir, para definirlo mejor, “sabbat”, ortografiándolo sin la “h” final para significar mejor las orgías nocturnas.

Esa ceremonia de brujos se resumía muy a menudo en la reunión de algunas grandes Damas en búsqueda de prácticas sexuales, como la Princesa de Conti que tenía esas asambleas con los pastores en la campiña, y, es preciso decirlo de todas maneras, la Marquesa de Montespan, amante de Luis XIV, que fue en cierta manera la Reina efectiva de Francia, ha visto su nombre mezclado con el de los brujos más viles; ella se hacía decir misas sobre el vientre para conservar la amistad real y obtener la desgracia de sus rivales.

Evidentemente, algunos no se contentaban con ofrecerse lúbricamente a los bajos instintos de felices beneficiarios, sino que practicaban una verdadera brujería en el sentido de que intentaban verdaderamente hacer el mal de una manera directa, como Madame Fanchon, esa maga del Gran Siglo que hacía morir a la gente por medio de signos de la cruz, según cuenta la historia. Aquella que se apodaba La Bosse (La Joroba) fue conocida sobre todo como envenenadora en el siglo XVII. Están evidentemente todas las que practicaban la baja brujería para una clientela especial que venía en plan de consulta, como el caso de la partera Le Pére que se encargaba de desembarazar a las mujeres culpables; o de Madame Bonnet que curaba sobre todo las enfermedades venéreas. Pero uno no se alzará contra las condenas hechas a semejantes culpables. Desgraciadamente hubo abusos innobles y siempre en nombre de la religión, como ocurrió con el célebre caso de Salem, por ejemplo. El Pastor Cotton Mather, ministro presbiteriano, escribió en 1690 un libro en el cual contaba las experiencias hechas en jóvenes embrujadas. Pero la obra tuvo, sobre todo, el efecto de llamar la atención a muchas mujeres y jovencitas y es así que se pudo ver en Salem, en 1692, a numerosas personas presas de convulsiones que, naturalmente, de inmediato fueron consideradas como estando “poseídas”. Las ejecuciones fueron numerosas hasta 1696, momento en el cual los jueces reconocieron sus errores...

El número de personas que ha debido perecer bajo las mismas condiciones debe ser considerable. No se sabrá jamás exactamente cuántos fueron condenados por tener “relaciones” o estar “en contacto” con el Diablo. Y así, Gabriel Naudé, director de la Biblioteca Mazarino, fue el autor de una hermosa obra: “Apología para todos los grandes hombres que han sido acusados de magia” (1669).

Pero, desde siempre, algunos seres fueron de este modo perseguidos, condenados y ejecutados solamente porque se habían adherido a la búsqueda de la Verdad, o, a lo sumo, si habían cometido algún error era, únicamente, aquel de ser curiosos de conocimientos. Eso no merecía ciertamente la suerte que se les reservaba, pero así sucede desde los tiempos más lejanos; por ejemplo Parnasius, Prefecto de Egipto, reconocido como hombre de costumbres honestas, fue sin embargo torturado en Scythopolis y más tarde exiliado, todo eso por la muy pobre razón de que había consultado el Oráculo. Esa ciudad de Palestina, entre Antioquia y Alejandría, fue teatro de numerosos suplicios durante los trastornos provenientes de la lucha contra los “adivinos”.






Pintura al óleo por S. R. de la Ferriere

Es en Scythopolis que desfilaron al suplicio los más célebres ocultistas de la época. La primera víctima fue Simplicius (hijo de Filipo) quien escapó de la muerte después de múltiples torturas, pero fue desterrado. Esos Códigos criminales han existido siempre y cada vez con métodos poco confesables. La persecución de los “brujos”, es preciso decirlo, fue sobre todo la lucha contra quienes podían molestar.

Notemos al pasar aquello que fue llamado la “Carolina”, el código criminal que Carlos V hizo reconocer en 1532 en la dieta de Ratisbona. Numerosos artículos hablan evidentemente de la brujería, prohibiendo la condena a muerte sin la confesión del culpable, pero sin embargo permiten torturar para obtener… esa confesión! De todas maneras estaba estipulado que la tortura no podía hacerse mas que si el Juez tenía suficientes indicios de culpabilidad. La “Carolina” no pronunciaba la pena de fuego, sino solamente en caso de que los maleficios hubieran causado graves daños o la muerte de alguien.

Son numerosas las personas que suponen que esa creencia en los brujos forma parte de las supersticiones de los tiempos pasados. Permítasenos decir entonces que el Tribunal de Londres, en 1950, ha pronunciado juicio contra una mujer acusada de brujería. Witchcraft es el término que emplea la Justicia, en la misma forma que durante el Medioevo. El caso no es único, pero seguramente nos sorprendería ver en los archivos de la justicia, cómo hombres llamados de espíritu fuerte han podido considerar la intervención del Diablo, sobre todo en nuestra época y en las más grandes capitales de nuestros países llamados civilizados en el espíritu científico. Personalmente nos colocamos junto al escritor Köster para no ver en el Diablo más que una abstracción, la personificación del mal en general. Sin embargo autores célebres, entre los más serios, admiten la realidad de los maleficios, como Diderot, por ejemplo, quien escribió sobre cuestiones de magia (y no es de la opinión de Montaigne) y sobre las “agujetas” en particular.

Pero la evidencia de la brujería está dada sobre todo por la Iglesia Católica que testimonia la existencia del Diablo, Lucifer, los malos Espíritus, los brujos, las brujas, etc. Los Jesuitas en particular han hecho una terrible cacería de todos los que no se unían directamente y con el más grande fervor a su punto de vista, considerándolos como practicantes de magia negra.

La Orden de los Jesuitas, la Compañía de Jesús, fue fundada en 1539 por Ignacio de Loyola. Casi iletrado, apasionado, impetuoso y lleno de ambición, él amaba los hechos de armas. Herido en el sitio de Pamplona fue obligado a reposar. Entonces leyó la vida de los Santos y sintió la vocación de servir a la Iglesia. Como a partir de ese momento no podía continuar formando parte de una Compañía militar, decidió fundar una Compañía religiosa. Dio leyes estrictas, una disciplina severa y luchó sobre todo contra la ignorancia del Clero, queriendo que el pueblo obedeciera rígidamente a los sacerdotes que debían ser reconocidos como seres superiores. Hizo imponer sanciones muy rigurosas contra todo lo que era llamado “herejía”, denominando así a todo lo que no se relacionaba directamente con el dogma de la religión católica romana. La Orden fue prohibida en varios países en ciertas épocas. Suprimido por Clemente XIV, el Jesuitismo fue restablecido por Pío VII en 1814. Durante las épocas en las cuales fueron desterrados por el mismo Vaticano, los Jesuitas lejos de abdicar y disolverse, fundaron Ritos Franc-Masónicos como el Arco-Real (Rito de York o Inglés), organizado en Escocia en 1777.

La lucha sin piedad, establecida de esa manera y por hombres suficientemente versados en esas cuestiones, prueba de un solo golpe que la brujería existe verdaderamente. Es posible que San Ignacio, hombre simple y poco cultivado, haya visto demonios por todas partes y que su superstición lo haya arrastrado a una imaginación fértil, pero al final, con el estudio y el tiempo, la verdad debía mostrarse. Ahora bien, justamente en nuestros días, como en tiempos pasados, los sacerdotes estudian el exorcismo y, sobre todo entre los jesuitas, cursos especiales enseñan ocultismo, magia y ciencias ocultas en general. Así que el mundo está en el derecho de unirse a la causa de los representantes de la Religión y admitir pues los dones, los poderes, las cosas sobrenaturales, y por tanto la brujería, la magia, etc. Las obras de eminentes investigadores eclesiásticos dan por otra parte detalles y pruebas flagrantes de la realidad de las fuerzas supra-normales.

Antonio Martín Río (1551-1608) nacido en Amberes, Bélgica, fue un autor-magista. Creó tal perturbación después de la edición de su obra “Seis libros de discusiones mágicas” que puede considerársele como el jesuita a quien se debe sin duda la mayoría de las víctimas. Con el Padre del Río y Sprenger, autor del famoso libro “Martillo de los Brujos”, tenemos en cierta forma la historia de la magia.

Jaime VI, Rey de Escocia (1567-1625), compuso también una obra: “Demonología” que fue un punto de partida para perseguir a los brujos o los así llamados. Cuando regresó de Dinamarca en 1590, donde había ido a buscar a su novia, el barco estuvo a punto de perecer. El monarca creyó en una intervención mágica, tanto que los “brujos” fueron sometidos a terribles torturas. La última víctima en Escocia pereció en 1722: era una infortunada idiota de un pueblucho, que no comprendía nada de todo ese procedimiento.

Por el contrario, muchos se levantaron también contra semejantes juicios, como por ejemplo Cornelius Loos, Profesor católico de la Universidad de Treveris quien empero vio su libro “De la verdadera y falsa magia” impreso solamente hasta la mitad: las autoridades eclesiásticas se opusieron a la publicación. El reconocía la magia pero se alzaba contra los procesos. Existió igualmente Paul Layman, autor de “Teología moral”, jesuita él mismo, escribe sin embargo, en 1629, un folleto: “Del proceso contra los brujos” en el que recuerda la prudencia y recomienda a los Jueces la regla eclesiástica de no someter a tortura. Existe igualmente esa obra acerca de la cual hemos hablado ya en nuestros fascículos precedentes: “Precaución criminal” que causó una gran impresión. Ese libro fue escrito por Spee, quien no osó publicarlo en vida, tal era su insistencia en la injusticia, de ahí que la edición haya aparecido sólo en 1633 aunque anónima. El Jesuita Federico Spee acompañó a numerosos brujos a la muerte con la certidumbre de que, en su mayoría, eran inocentes. Su alumno Juan Felipe de Shoenborne lo recordó cuando fue Elector de Maguncia y, siguiendo los consejos de su maestro, se sirvió entonces de su poder para detener los procesos contra la magia.

No podemos considerar todas las obras más o menos, o totalmente desaparecidas, pero debemos citar una obra mayor: “Oz l’Elohim-U’Beth Kadesh ha-Kadoschim” (“La fuerza de Dios en el Santo de los Santos”) de Nehemías Haya-Hayon, impreso en Berlín (1713?). Obra de una erudición sorprendente, regresa a la confesión de Fe de la Iglesia Judaica. Condenada a la hoguera por los eclesiásticos de Roma, no quedaron más que muy pocos ejemplares. El autor pudo regresar a su casa pero excomulgado, naturalmente.

Regresemos ahora a la explicación sobre el Sabbat (no el Sabbath en su etimología de origen, sino la reunión de los seres diabólicos, el “sabbat” sin la “h” final) aquello que los Vascos llaman el “Aquelarre”.

El Aquelarre designaba tanto el Festín de las reuniones presididas por el Diablo, como el producto del sabbat en lo concerniente a la carne de los cadáveres consumidos por las brujas... Se decía que para la preparación de la comida se empleaba “belarrona”, una planta que tendría la virtud de reblandecer los huesos de la carne que debía ser saboreada por los asistentes! Naturalmente, es durante esas asambleas que han sido emprendidas las operaciones mágicas, varios brujos5 trabajaban en común por cada caso que era presentado. Se hacían también preparaciones especiales para ser enviadas enseguida a los protegidos o clientes de los brujos asistentes al sabbat. Es así que Madame de Beauce, por ejemplo, que estuvo en un proceso por brujería y pasó a la “Capilla Ardiente”, había comprado a una bruja que regresaba del sabbat, sapos especialmente preparados para hacer encantamientos y también una “mano de gloria”, nombre para una especie de talismán que permitía encontrar tesoros. Se trataba más especialmente de una mano de ahorcado, pero los brujos iban a veces a cortar la mano de un cadáver del cementerio, se trazaban signos mágicos en la palma y entonces se colocaba una vela entre los dedos... cuando ésta se encendía, no sólo que aclaraba el camino, sino que guiaba también directamente hacia los lugares secretos que se querían descubrir.

Las diversas prácticas, así como los elementos empleados, constituyen un dominio tan vasto que no sabemos como citarlo. Los métodos varían también según los lugares y no podemos naturalmente pasar revista a todo lo que nos viene a la memoria, sin consideración, por otra parte, de una disposición especial. Citemos por ejemplo el “Fady” que es el término malgache para significar las “prohibiciones”. Es un poco el “tabú” desnaturalizado que está en uso en Madagascar, por ejemplo, el hecho de comer un pie de buey convierte en un mal caminante, según las reglas de los brujos de esa isla.

Hemos analizado ya en nuestros capítulos precedentes la cuestión del “Tótem” y la gran significación que de ello deducen los sabios modernos. No insistiremos en mencionar los lugares donde se encuentran justamente los tótems, que marcan la evolución que sigue una civilización muy vieja, común a su cultura, y nos quedaremos en el terreno que nos interesa más particularmente aquí. Los Ojilaways son los antiguos pájaros de América que habrían ido a posarse en el Lago Superior, y que transformados en humanos serían los ancestros de los Pieles Rojas llamados Ojilaways. El Tótem de esas tribus se encuentra esculpido en troncos de árboles gigantes y existe la creencia, como en muchos pueblos indios, de que el clan fue formado por la unión de un animal con una mujer, o bien de un hombre con una hembra del animal tótem.

Los indios Haida de la Columbia británica tienen leyendas ancestrales pintorescas y su historia está representada en mástiles esculpidos (tótem). Así como los Pieles-Rojas de América del Norte o los Aborígenes de Australia, los Haida tienen una tradición totémica cuyo arte es por otro lado superior, a veces, a las esculturas de los indios de México, pero cuyo esoterismo no es tan puro quizás como el que está representado en Alaska, en los confines del Canadá, o en Polinesia.

El Murulura es un Hombre-Tortuga representado por el Tótem favorito de los Polinesios. Es una escultura en madera, pintada con caracterizaciones de ondas y arrecifes; igualmente, los Murulura dibujan granos de piedra en el pecho y con la ayuda de esos atributos hacen el ruido del trueno.

Pero regresemos sobre todo a lo que está en uso en la brujería occidental si se puede decir así! Hemos visto ya lo que era “ligar”, “anudar las agujetas”, “asistir al sabbat”, tener una “mano de gloria”, etc., hay también “quemar un haz de leña”, es decir la operación que consiste en incendiar un montón de madera, después de diversas ceremonias mágicas en las cuales con piedras especialmente apropiadas se quema también incienso, alumbre, sal, velas. Las fórmulas de los encantamientos anuncian por otro lado que esos productos representan el cuerpo, el corazón, los huesos, la médula, etc..., de un tal o una cual, ya que se trata evidentemente como siempre del acto más corriente, es decir: el encantamiento.

Lo más empleado en los hechizos es naturalmente la “efigie”. El operador prepara con cebo una estatuilla sobre la cual pronuncia las fórmulas necesarias a fin de transformar esa figurilla de grasa animal, o, a veces de grasa humana, en una efigie que representa “mentalmente” a la persona que debe ser hechizada. Esa figura, llamada a veces “Volt”, y que no es más que la imagen de la persona, es bautizada y enseguida trabajada, llamada cada vez por su nombre completo, tanto, que se opera una transposición astral hasta el punto en que la efigie se convierte en el mismo personaje que se atraviesa con agujas en los lugares en los cuales el hechizado debe sufrir, y hasta en el corazón si el brujo quiere hacer morir al sujeto.

Evidentemente existen protecciones contra esos hechizos, pero, a menudo el sujeto haría mejor en recurrir a un mago para “deshechizarlo” y salvarse así de las consecuencias que pueden ser horribles a veces, o una muerte con dolores espantosos. Se cita con frecuencia el caso de hacer la “higa” para protegerse de la influencia mágica, pero ahí no se trata en verdad más que de detener un mal efecto en el instante mismo en que la “suerte” es echada, tal es el caso, por ejemplo, de la protección contra el “mal de ojo”...Hacer la “higa” es hacer el signo para guardarse de un maleficio: en el mismo momento en que uno lo percibe, se pasa el pulgar entre el índice y el dedo medio, cerrando el puño para contrarrestar el hechizo...

Pero la protección eficaz pide mucho más conocimientos y trabajo. Hay también, por supuesto, la protección corriente que se guarda en todo instante a fin de defenderse por adelantado de cualquier posible acción mágica, o, además, para preservarse de los malos espíritus o de los genios malvados: es el “talismán” del cual veremos más adelante los detalles de su confección, así como las razones y el método. Entre estos se pueden citar evidentemente los tipos más variados: desde la pata de conejo de los negros, hasta los pantáculos mágicos muy bien elaborados, pasando por las medallas protectoras de los cristianos. Evidentemente, después de la religión de los fetichistas, es la Iglesia Católica la que ha vulgarizado con mayor ahínco la idea de los amuletos. Pero es preciso decir que el origen de los talismanes es sin duda imposible de establecer. De todas maneras los escapularios, esos talismanes que llevan los laicos católicos, son en cierto modo un resto del origen judaico de la religión, pues en efecto ya existían los “Tefilim”. Especie de talismán del género escapulario, los tefilinos son las protecciones empleadas por los judíos en las cuales están inscritos caracteres sagrados. Al ponerlo, debe recitarse el siguiente encantamiento: “En nombre de la Unidad-del Santo-bendito-sea-él y de Su Shekina, con miedo y misericordia, para unir el nombre de Yod-Hé con Vau-Hé en una Unidad Perfecta.”

El Papa Sixto IV condenó el empleo de los talismanes en 1478, mientras que el culto de las imágenes y reliquias había sido ya aceptado oficialmente por la Iglesia católica en 788. Sin embargo, en su Bula Pontificia, se pone en relieve que son aconsejables aquellos instituidos por él y a cerca de los cuales agrega: “el contacto con esos medallones puede servir para la remisión de los pecados”. El hecho es bastante raro ya que la confesión oral era obligatoria desde 1215.

Pero los hechos curiosos son numerosos en la historia de la religión. Así, el Papa Honorius III es el autor de un compendio reservado solamente a los sacerdotes. Sin embargo, el texto fue vulgarizado en seguida y numerosos brujos se sirvieron de ese libro. Necromántico célebre, es él quien confirma la Orden de Santo Domingo y predica las Cruzadas. Se sabe que la orden monástica de los Dominicanos fue fundada en España por Domingo (mientras en Italia, Francisco organizaba la Orden de los Franciscanos), la Cofradía es muy estricta y los miembros que se llaman a si mismos “Domini- cani” (los perros de Dios!) se hicieron guardianes de la Fe. Fueron ellos lo que guiaron la áspera lucha contra los Albigenses6. Evidentemente, esto trae de inmediato al espíritu la Inquisición7 ese órgano de la Justicia eclesiástica instituido en el siglo XIII y que tomó forma definitiva cuando Gregorio IX confió la Dirección a los religiosos de la Orden de Santo Domingo, en 1230.

En tanto que Tribunal, la Inquisición tenía muchos inconvenientes, como dejar ignorar al acusado los testigos de cargo, rechazar la asistencia de un abogado y la falta de Cortes superiores para apelación. En fin, de esa manera, cualquiera podía ser víctima de una denuncia por celos, encarcelado de inmediato sin el recurso de un defensor y entregado a la tortura, con la cual aun los más resistentes “confesaban” lo que se quería y se acusaban de todos los crímenes para terminar rápidamente con los espantosos sufrimientos.

Naturalmente, las venganzas personales podían satisfacerse a voluntad, y entre los ejemplos más típicos en los que la historia se ampara está aquel del dominico Tomás de Torquemada, Gran Inquisidor y uno de los más altos responsables de la Santa Inquisición. En su calidad de Gran Inquisidor General de España, estaba instalado en 1485 en el Palacio de Triana cerca de Sevilla. Enamorado de la señorita Concepción de Saavedra, bella andaluza, hija única del Conde de Saavedra, le infligió los tormentos más innobles: calabozo, violaciones y suplicios para, a continuación, hacerla morir en la hoguera. ¿Cuántos crímenes han sido cometidos así por sádicos y maniáticos con perversiones sexuales? Fuera de todos esos casos particulares, las más hermosas organizaciones para el Ideal de la Verdad y de nobles sentimientos fueron igualmente aniquiladas, como los Cátaros y también los Templarios, la célebre Caballería de Cristo, en la cual no nos detendremos ahora habiendo analizado ya suficientemente su historia en nuestra obras precedentes, con un artículo especial a su respecto.

En todo caso, la Santa Inquisición costó la vida a un número impresionante de desgraciadas víctimas. Nada más en España 35.000 personas fueron quemadas vivas, 19.000 fueron quemadas simbólicamente, ya que habían muerto en los calabozos a consecuencia de las torturas; 290.000 hombres fueron condenados a las galeras y más de 200.000 penalizados de diversas maneras, arruinados y llevados a la proscripción social por varias generaciones, en una palabra “asesinados” civilmente. Hubo también 5.000.000 de exiliados, siendo la mayoría Judíos o Moros.

Y la misma cosa continúa, unos tomando la defensa de los brujos, otros condenándolos despiadadamente. Teodoro Mummius, profesor de teología en Tubingia escribe el libro “De la impiedad de los brujos” en 1621. El gran escritor Malebranche publicó también, en 1674, su primera parte de “Búsqueda de la Verdad” en la cual emite reflexiones para disminuir la creencia en la brujería. En fin, el eminente Montesquieu en “El Espíritu de las Leyes” recomienda prudencia en materia de persecución contra la magia y la herejía; él se manifiesta, quizás por algo, en lo que concierne a la supresión de las persecuciones. Otros, tal vez menos célebres, pero con una competencia que cuenta en la materia, se elevan también contra la injusticia que hay en las condenas demasiado rápidas y, sobre todo, muy a menudo injustificadas. El Padre Gaul, cura de Great Stanghton en Inglaterra, escribió contra la tortura. El pertenece a la clase de Jean Clevius, ese antiguo pastor protestante de Arnheim, Holanda, autor de “Tribunal Reformado” escrito en 1621, en el cual tomaba partido igualmente contra la tortura. El teólogo Mayfait, profesor protestante en Erfurt, escribió también, en 1642, en contra de las torturas y los suplicios injustos, aun con los culpables.

Se puede saltar en el tiempo, tomar épocas muy alejadas entre sí y encontrar los mismos hechos, y en cambio en períodos cercanos encontrar oposiciones flagrantes. Lo cual prueba en definitiva que no se trata de una psicosis temporal, que no es cuestión de decir que en la era había tal o cual concepción general. Por otra parte el investigador serio, que permanece en la imparcialidad, no sabe bien de qué parte colocarse, pues los más eminentes personajes se encuentran a cada lado de la barrera, como uno ha podido darse cuenta, y por otra parte, cuántas contradicciones, al menos aparentes, en la defensa de las teorías.

Pero, el tiempo presenta también hechos completamente invertidos, si se puede decir así. Mientras que en una cierta época no nos sorprenderíamos al encontrar la aceptación de un maníaco religioso, la misma cosa no podría, a primera vista, tener éxito en los tiempos modernos. Sería muy natural que un místico puro, un Sabio (Prudente) erudito, un sabio científico y filósofo a la vez, pasara inadvertido en nuestra época, mientras que en un pasado relativamente lejano, semejante personaje debía hacerse, al contrario, un renombre. Veremos justamente cómo los dos hechos se encuentran precisamente en lo opuesto de nuestra primera deducción y para ello no es necesario recurrir a casos célebres y tomaremos simplemente dos nombres entre tantos otros: Pedro, Abad de Cluny y Drevet, Abad de San Juan.

Pedro el Venerable, como se le llama, nació en 1092, Abad de Cluny, se ilustró apenas, como para que su nombre haya quedado en ciertos anales y podamos citarlo. Sus obras son poco conocidas, excepto para los investigadores especializados, sin embargo, se destaca por una rara erudición en las cuestiones de brujería y magia. Escribió en particular una obra sobre los milagros, contando principalmente hechos ejemplares para fortificar la Fe. Uno siente al Sabio (Prudente), al Iniciado, al Ocultista. El hizo un viaje a Roma del cual regresó desgraciadamente enfermo, una fiebre ardiente lo hizo morir en 1156. Situemos la época, en la cual su celebridad habría tenido que resonar mucho más que un simple renombre en la Orden a la cual perteneció. No estaba lejano el tiempo en el cual Roma acababa de estatuir que, en el futuro, los sacerdotes serían solteros. En efecto, el acto oficial databa de 1050 solamente, y es en 1076 que fue decretada la infalibilidad de la Iglesia. Muchos podrían creer que eso era así desde la Fundación...de ninguna manera. Al mismo título, los Siete Sacramentos de la Iglesia Católica Romana no fueron reconocidos más que en 1140.

Veamos ahora el segundo caso, que ocurre en el siglo XIX. La Iglesia de Roma acababa de admitir por fin la rotación de la Tierra… en 1821!8 Los Papas, que durante siglos habían estudiado la cuestión de la “Virgen”, decidieron al fin en 1854 reconocer oficialmente la Inmaculada Concepción. La Infalibilidad Pontifical fue decretada por otra parte en 1870.

Es en ese ambiente religioso muy evolucionado que pasa nuestro segundo caso. Digonnet, un mendigo cubierto de miseria, visita un día a los fieles catequizados por el Abate Drevet. Este lo reconoce como el Profeta Elías reencarnado y he ahí, una nueva secta es fundada. Uno no se sorprenderá de saber que el pobre harapiento murió en 1857 en un asilo de alienados, pero lo que es por lo menos curioso es que el Padre Drevet, Abad de San Juan de Bonnefort en la Forez, haya sido el gran sacerdote de Digonnet y que fuera él quien agrupó a los montañeses, organizando así un movimiento religioso que aún hoy cuenta con algunos adeptos. Se les llamaba los “Beguinos”, que son profetas y profetisas cuya verbosidad es muy abundante. En plena época moderna ellos han podido construir toda una organización durable, basada en el hecho de un maniático religioso que los animaba, mientras que eruditos y verdaderos sabios no han podido tener ni siquiera la simpatía de algunos discípulos. Cómica humanidad en verdad!..

Debemos decir ahora algunas palabras sobre una secta que tuvo también mucha importancia. Se trata del Palladismo, una organización diabólica, con afiliados por todas partes, que estaban dispuestos a toda clase de crímenes, de los más atroces, contra la religión. A su respecto, se había dicho que se trataba de una rama de la Franc-Masonería, mientras que no era cuestión de una logia masónica de fondo, sino simplemente un movimiento anticlerical, y son numerosas las asociaciones de ese género que a pesar de ser enemigas de la religión católica, no por ello se encuentran atadas a la célebre Sociedad Secreta.

El Palladismo fue vulgarizado sobre todo por Taxil, seudónimo de Jogand, escritor que publicó una serie de libros sobre las ciencias ocultas y las filosofías herméticas. Leo Taxil lanzó igualmente una revista: “El Diablo en el Siglo XIX”, publicación que tuvo un gran éxito y sus ejemplares se vendieron por millares. También publicó otras obras en colaboración con uno de sus amigos bajo el nombre de Dr. Bataille.

Dos nombres fueron célebres en el Palladismo: Digna Vaughan, que formaba parte de una rama más esotérica en la cual se practicaba el culto de Satán (por otro lado, ella utilizó todas las astucias para escapar de las venganzas), y Sofía Water que no solamente formó parte del clan ultra-secreto del Palladismo, sino que estaba destinada a ser aun… la abuela del Anticristo! Y pretendía conocer al Diablo bajo diversas formas.

Pero aquí hemos sobrepasado un poco el marco de la simple brujería y es preciso regresar a nuestra idea primordial. Hablábamos del “sabbat”, llamado también “Alta Caza” en Lorena, aunque el término significa más bien el viaje de las brujas en ruta hacia el sabbat. Se dice que ellas cabalgan en una escoba, untada de un producto especial que les permitía volar y transportarse a distancias considerables para asistir a las ceremonias llamadas aun “Galería de Caza”, “Macabeo”, “Proserpina”, etc... según los lugares.

Parece ser que en la noche del Sabbat se escucha en muchos sitios del campo el ruido de las brujas que pasan velozmente. Pero, naturalmente, los pueblitos propicios a las susodichas manifestaciones son los alejados de las ciudades. También en ellos se habla mucho acerca de “Lavanderas” o aún de “Las Lavadoras de la Noche”, como se dice en las viejas provincias francesas (Berry); se trataría de madres desnaturalizadas, a menudo aquellas que han suprimido las huellas de un futuro niño y están obligadas a lavar sin fin el cadáver de sus víctimas... Hay además innumerables historias sobre los “Lobos-Fieros”. La “licantropía”, una forma generalizada de brujería, es la acción del brujo que se convierte en animal y lo más a menudo en un lobo.

Una historia muy conocida es Italia, y que fue testimoniada por personas cuya seriedad no podía ser puesta en duda. Por otro lado, la cosa fue publicada en casi todos los diarios: Un rico señor que regresaba de un viaje, al llegar a su propiedad encontró a su guardabosque en un sendero que conducía al castillo. Se detuvo unos instantes para conversar con su fiel servidor a quien se sorprende de encontrar todavía fuera de casa a esa hora tardía. El guardia cuenta entonces a su patrón que a la caída de la noche, al hacer una pequeña ronda, había sido atacado por una loba. El Señor no le cree y para convencerlo, el guardia saca de su morral de caza la pata que tuvo tiempo de cortar en su lucha con el animal que le había saltado a la garganta. Pero cuál no sería la estupefacción de los dos hombres cuando reconocieron, no una pata de loba, sino más bien una mano humana...! El castellano fue tanto más sorprendido por cuanto esa mano estaba adornada con una sortija que él reconoció por ser justamente la de su mujer. Corriendo al castillo, encontró a su esposa que, naturalmente, quería esconderse y, al ser descubierta se debatió para no mostrar el brazo que ella escondía en su mantón... Fue preciso rendirse a la evidencia de que la castellana ya no tenía mano derecha, ya que cuando se transformó en loba, el guardabosque, al defenderse con su cuchillo, le había cortado esa mano que, en dicho momento, era todavía una pata.

La señorial dama era una bruja que, como tantas otras, a la caída de la tarde se transformaba en loba, mientras que los brujos lo hacen en lobos, y van por los bosques atacando a los paseantes retrasados y nutriéndose de su sangre.

Parece que otros toman la forma de un gato, o una lechuza, pero sobre todo de murciélagos. Esto evoca inmediatamente a los vampiros de los cuales se dice que son brujos y brujas fenecidos, y que vienen a nutrirse por la noche con la sangre de los vivientes. Se habrían abierto las tumbas de quienes se presumía que podían tener esos poderes y en lugar de cadáveres se encontraron cuerpos aún calientes... Todas las noches salían así del cementerio seres que se creía muertos y que iban a vengarse de sus enemigos... Hacia 1730 una verdadera epidemia de vampirismo se extendió sobre Hungría, Serbia, Polonia y Transilvania. Aún al inicio de nuestro siglo hubo todavía numerosos casos de vampirismo y la prensa europea no esconde las historias más atroces. Se cita por ejemplo que en Sujos, en 1910, el cadáver de una vieja acababa de ser desenterrado y golpeado con una horquilla hasta despedazarlo, ya que la pobre pasaba por ser una bruja y el pueblo temía que ella regresara todas las noches bajo la forma de un vampiro. Se citan numerosos casos en América en los cuales se desenterraron cadáveres de pretendidos brujos y se traspasaron con una pica para estar seguros de que el corazón no pudiera funcionar.

Pero, henos aquí en el presente frente a otras manifestaciones de brujería que, por otra parte, tocan ya el dominio de la baja magia. Se trata de esas entidades astrales que se materializan por transmisión directa bajo la voluntad de brujos practicantes de hechizos. A veces se trata aun de creaciones hechas por magistas (hemos visto ya la diferencia entre Mago, magista, magicianos, brujos, etc.).

Así, los íncubos se incorporan en una forma masculina para seducir a las mujeres, mientras que las manifestaciones hembras se llaman súcubos. Se cuenta que un joven alemán, locamente enamorado de una estudiante que vivía con sus padres en la misma casa, recibió la promesa de tener su visita en secreto durante la noche. Es así que todas las noches el joven podía amar apasionadamente a su amante que se le reunía a escondidas, pero dejándolo naturalmente antes de la salida del sol. Una mañana sin embargo, el amante insaciable quiso beneficiarse todavía de las caricias de su amiga llena de pasión, e intentó retenerla hasta el punto de que ella se incomodó y como el día ya despuntaba, fue preso de la duda al percibir los cabellos de su amante. En efecto, el amaba justamente sus largos cabellos negros, tan raros en ese país, pero que ahora se veían grises; más aún, le parecía que el rostro estaba arrugado. Y de golpe fue tomado por el pánico al ver que se trataba no de su joven y hermosa amante, sino de una mujer vieja y espantosa que se debatía... Cuando contó la historia, que nadie quiso creer, él aún tenía en su mano un puñado de cabellos grises y sucios, que en verdad no podían pertenecer más que a una bruja vieja y no a esa bella y joven pensionista que, ciertamente, jamás había poseído.

No nos extenderemos sobre la historia de los “duendes” esos pequeños genios maliciosos, a veces llamados “rabatos”, que son los “espíritus ruidosos” que ruedan por las casas. Hay también los “Korrigan”, como se les llamaba en Bretaña, pero todos esos pequeños demonios, como los Farfadet, son un poco temidos por todas partes bajo diferentes formas o nombres: Labartu, en asirio.

Todo eso no tiene evidentemente nada que ver con los “fantasmas”, esos dobles vaporosos que todos los vivientes poseen, pueden aun exteriorizarse mientras la envoltura carnal permanece en un segundo estado (semi-despierto, semi-dormido). Ese cuerpo ágil, fluídico y etérico, es el que hace posible el fenómeno de bi-corporeidad (estar en dos lugares al mismo tiempo) y los recuentos hagiográficos están llenos de ejemplos de ese género. Se llama “aparecido” cuando se trata del “doble” de un muerto, esas son las apariciones del fluido astral que se condensa mientras que el cadáver queda naturalmente en su sitio.

Hay en fin la casa “frecuentada” que es una cosa corriente según la creencia popular. “Frecuentada” es precisamente la palabra empleada para designar un lugar de aparición de espectros o de manifestaciones de espíritus malignos.

Hace algunos años, cuando la vivienda era una cosa difícil en Francia, un leñador, que no encontraba donde ubicarse, tuvo que aceptar una casa “frecuentada” que para él, que no creía ni en Dios ni en el Diablo, fue una bendición, ya que si el alojamiento no era muy cómodo tenía al menos la ventaja de encontrarse a la orilla del bosque, es decir, cerca de su lugar de trabajo. Llegada la noche, él fue sorprendido por una serie de ruidos, pero se calmó enseguida diciéndose que eran seguramente sus amigos los que querían amedrentarlo con las supersticiones que invadían al pueblo, pero que un espíritu-fuerte como él, no podía dejarse influenciar. Sin embargo, al no encontrar nada y repetirse los ruidos todas las noches, llegó a perder el sueño y a preguntarse qué había de sospechoso. Así que decidió castigar a los malos bromistas y armándose de su fusil de caza esperó la medianoche tradicional. Estaba ya un poco adormecido en su lecho, cuando fue transportado a la cocina donde recibió tal volada de platos y cacerolas, que a la mañana siguiente decidió abandonar la casa, que adquirió definitivamente la reputación de ser una morada frecuentada.

Cosas de ese género no pasan solamente en las lejanas campiñas, como uno estaría tentado a creer. Personalmente nos han llamado por ayuda en grandes ciudades donde semejantes fenómenos habían ocurrido. En New York, una persona vino a pedirnos que examinemos su alojamiento donde, desde hacia varios meses, una gota de sangre caía a intervalos regulares entre medianoche y la una de la mañana, no dejando más que durante un instante una huella en el suelo. En Guatemala, todas las noches retumbaban pasos en un piso superior como si se tratara de una persona que marchara con zuecos de madera. Ahora bien, no había piso superior en la casa y naturalmente uno podía darse cuenta de que nadie marchaba o hacía ruido sobre el techo. En Sydney se nos pidió ir a constatar cómo los muebles se trasladaban en un edificio muy respetable. Y así, hemos tenido la ocasión de ver los efectos más variados y todo ello en las grandes capitales del mundo.










SUCUBA

el veía cabellos grises, más aun, le parecía

que el rostro estaba arrugado







Es preciso reconocerlo, frecuentemente se trataba también de sugestión de seres débiles con gran imaginación, o de personas enfermas y con el espíritu desarreglado. Citemos de paso, por ejemplo, el “mal de Laira”, expresión que viene de una palabra que quiere decir “ladrido” en un dialecto de la Landas francesa, y designa una enfermedad convulsiva. Las personas que la padecen, se caracterizan pues particularmente por emitir gritos semejantes a los de un perro. Se trata, como se habrá notado, de convulsiones histérico-epileptiformes.

Los casos de “obsesión” son numerosos, como ya se sabe. Son trastornos del espíritu que parecen ser producidos por influencias extrañas. La idea fija que ocupa el espíritu ha dado los casos más extraños en la historia de la brujería. Esa debilidad lleva al delirio, a las alucinaciones kinestésicas verbales, que consisten en imágenes y movimientos de la palabra, a veces tan vívidos que provocan verdaderas palabras ante la estupefacción del enfermo que las oye pronunciar por su propia boca, sin su voluntad.

Como en la práctica el sistema nervioso cerebro-espinal parece ser el órgano intermediario entre las facultades psíquicas y los actos musculares y, por otra parte, las afecciones materiales del cerebro y de los nervios parecen actuar sobre la mentalidad humana, en muchos casos es difícil precisar si la enfermedad psíquica tiene su sede en el sistema nervioso (neurosis) o en el espíritu (“psicosis”). Toda enfermedad mental se denomina generalmente “Psicosis”, aunque habría que limitar el término a ciertas afecciones de las facultades.

Pero ya hemos visto la cuestión sobre diversos casos psicasténicos o enfermedades nerviosas al hablar de la histeria de la cual primeramente se creía que era una enfermedad debida a un estado patológico del útero, pero después de muchas discusiones se estuvo de acuerdo en pensar que se trataba sobre todo de un trastorno psíquico. Braid hizo interesantes revelaciones en ese orden de ideas, pero sobre todo también experimentos en los que manipulando determinadas partes del cuello y de la nuca, excitaba ciertas manifestaciones corporales o mentales a consecuencia de las partes tocadas, estimulando así los órganos localizados en el cerebro, correspondientes a las pasiones, a la euforia, al ideal religioso, etc. Este fenómeno es llamado “freno-hipnótico”.

En el caso de la hipnosis o sugestión colectiva tenemos un ejemplo típico con el “Vodu”, aquel culto de magia histérica que se practica en las Antillas. Esos fenómenos llamados erróneamente de “iniciación mágica” (porque se trata a menudo de ceremonias de tribus en las cuales el blanco tiene dificultad de ser admitido), deben clasificarse sobre todo en el “vigilambulismo”, que es una crisis de alteración de la personalidad, pero pueden llamarse también simplemente “fugas histéricas”. Se practica un género de “Vodu” un poco en todas las partes del mundo donde se conservan efectivamente “iniciaciones” a la tribu, o “adopciones” al clan. Ya sea en las ceremonias de los grupos negros de África o con los “Kooborées” entre los aborígenes de Australia, los rituales son casi siempre idénticos: danzas interminables, auto-sugestiones, música lancinante, escandida a menudo por el tam-tam, para terminar finalmente en orgías o dar curso más o menos libre a los apetitos sexuales.

Por otro lado, la cuestión sexual parece hallarse en la base de todas las prácticas de brujería y aquello que se llama magia operatoria, no es más que una estrategia amorosa... La idea de llamar fuerzas especiales (supra-normales) para secundar o contrariar las empresas de un amante, o de una amante, es seguramente tan vieja como el mundo, en el sentido del mundo habitado se comprende, es decir, desde el momento en que los humanos se han agrupado en comunidades.

El Profesor Lexa de Praga ha hecho investigaciones importantes sobre esa cuestión y su obra “La Magia en el Egipto Antiguo” tiene una gran autoridad. En efecto, si este Arte Superior ha existido en todos los tiempos y en todos los lugares, de todos modos es en Egipto donde hemos hallado las informaciones más precisas y uno de los más antiguos “encantamientos” egipcios, que data de 2.000 años antes de la Era cristiana, tiene por objeto crear armonía conyugal entre dos personas que se aman. Los libros mágicos son numerosos y hemos tenido ya la ocasión de citarlos en diferentes pasajes. Debe señalarse que en la mayoría de los casos en esas obras se trata siempre de recetas mágicas para cosas relacionadas con la misma cuestión ya mencionada, a saber “cómo forzar a una mujer a amar y a cohabitar” o “como obligar a una mujer a amar a su esposo”, etc., son los títulos que se encuentran a lo largo de esos textos. Naturalmente, debemos repetirlo, las fórmulas no son más que símbolos y es un error el querer seguir a la letra las prescripciones, como aquellas para hacerse amar, por ejemplo, cuyo procedimiento consiste en untarse una pomada compuesta de excrementos de cocodrilo, fragmentos de placenta de burra, briznas de berro, siete medidas de estiércol de antílope, un poco de bilis de ibis y aceite fresco… son los textos de magia de los papiros de Londres y de la Biblioteca de Leyden en Holanda.

La Señora Desroches-Noblecurt, conservadora del Museo de Louvre en París, ha renovado la interpretación de lo que tenía lugar, según aquello que representaban las estatuillas de mujeres encontradas en las cuevas subterráneas de Egipto, Mesopotamia y un poco por todas partes en las orillas del Mediterráneo. Es así que en la mayoría de esas figurillas el rostro había sido voluntariamente descuidado en beneficio de unos órganos sexuales (pubis) grandes, o de partes del cuerpo relacionadas con la vida sexual: senos en punta o prominentes. La meta a alcanzar era doble: por una parte poner a disposición del muerto, “suplentes” dispuestas a colmar todos sus deseos; por otra parte, al hacerlas tan excitantes como fuese posible, provocar esos mismos deseos y contribuir así al regreso a la actividad normal.

Ese arte mágico está pues generalmente al servicio de los amantes y un cuento egipcio del Imperio Medio, que se remonta por lo menos al año 2.000 años antes de la era cristiana, transmitido por el papiro Westcar, enseña que la mujer de un sacerdote de Menfis engañaba a su marido con un “extranjero”. El Sacerdote hizo pues un cocodrilo de cera y lo colocó en el bacín donde el amante tomaba su baño. Se adivina fácilmente el resto, la efigie de cera se transformó en un animal de verdad, etc.

Las laminillas de plomo llamadas “tabletas de execración”, que eran muy usadas en el mundo griego y latino, están llenas de conjuraciones espantosas enunciadas por amantes vengativos, como nos lo ha relatado Horapollo en “Magia Operatoria”. Por otra parte, bajo el número 68 del catálogo “Defixionum tabullae”, del eminente erudito M. Audollent, se encuentra la historia de la siguiente “suerte”: una joven mujer a quien su amante abandona por otra llamada Teodora, con la cual tenía un hijo, suplicó a los dioses infernales no solamente destruir el amor que unía a Teodora con su compañero, llamado Callias, sino tambíen incitar a éste a abandonar a la mujer y al niño. Más aún, ella pidió expresamente que Teodora no tuviera en adelante ningún éxito cerca de otros hombres cualesquiera que fuesen.

Este es el procedimiento que más se encuentra en todas partes y siempre la “magia” se opera de diferentes modos: “anudar las agujetas”, “ligar sobre figurillas”, etc. pero no es menos cierto que la mayoría de esos casos obedecen precisamente a esa clase de hechizo. A veces se necesita mucho tiempo antes de que la persona se de cuenta de que una “suerte” le ha sido echada, pero personalmente hemos constatado en nuestra consulta que la mayoría de las mujeres reconocían ser víctimas de sus rivales. Ellas nos confesaban no tener suerte en el amor, haber perdido buen número de amigos, haber roto inmediatamente un noviazgo, no poder mantener jamás relaciones durables con un hombre, no encontrar a alguien para casarse o, inclusive, estar en la imposibilidad de tener un “lazo amoroso”, etc.

El hechizo ha nacido ciertamente con el hombre de las cavernas y se practica aún en nuestros días en París, Los Ángeles, Río de Janeiro, Melbourne, etc... Sería erróneo creer que hay brujos solamente en las tribus negras, pues existen tanto en las grandes capitales como en las selvas lejanas. Las brujas no cabalgan sobre la escoba en las campiñas alejadas de los centros importantes, sino que están en plena actividad en las ciudades donde una numerosa clientela les asegura una vida muy cómoda.

La actividad del hombre reposa sobre dos instintos: el de la conservación del individuo y el de la conservación de la especie. “El hombre no busca jamás otra cosa que luchar contra la muerte o por lo que ama. Aquello que no logre asegurar por sus propias fuerzas, se lo pedirá a las fuerzas ocultas”. Así deduce Pierre Dominique y continúa: “...el ser humano buscará pues por una parte destruir a sus competidores, o a sus enemigos, o al menos defenderse de ellos; por otra parte, ser amado o impedir serlo a sus adversarios”. Que después de ello el Diablo exista o no, que esté por algún motivo en el asunto, que la cosa triunfe o fracase, que los misterios cristianos sean evocados o contradichos, que la operación utilice más o menos la magia que forma el fondo de una u otra religión, todo eso no pertenece más que a la técnica, la cual a menudo no tiende más que a reforzar la voluntad del hechicero debilitando la del hechizado.

M. des Aulnoyes, apoyado por un viejo autor español, el monje Francisco Calcian, nos dice: “Los motivos que empujan al empleo de los métodos de hechicería son casi siempre los mismos. El amor viene en primera fila, el interés en la segunda y el odio, ese amor negro que tiene por corolario el deseo de hacer morir al hechizado, en tercera fila”.

Pierre Dominique dice aún: “...brujos, magistas o médiums si se prefiere, se trata siempre de hombres que pretenden cercar o envolver otra voluntad por la suya, después de lo cual esa voluntad será esclavizada y obligada a obedecer a la del vencedor. Ese es el hechizamiento clásico.”

Jules Blois, gran especialista en la cuestión, concluye con una fórmula curiosa: “En suma, el hechizamiento sería un magnetismo ritualizado”. Telepatía. Sugestión? Es muy claro que los rituales son diferentes. También es claro que, sobre todo en las campiñas, el miedo al brujo bastaría a veces para quebrar de antemano la voluntad de la víctima. A lo cual los creyentes objetan: “Eh! ¿y qué haréis vosotros con Satán?”. Se les puede responder que muchos pueblos y hordas, entre los cuales el hechizamiento se mantiene desde hace varios milenios, ignoran sin embargo a Satán y sobre todo al Satán de los cristianos. El creyente responderá que él tiene precisamente a ese pueblo por manada y que el hechizamiento de odio es acompañado necesariamente de una intervención demoníaca. El espíritu científico hablará más simplemente de una explosión de maldad. Después de todo, está permitido reducir a Satán a la suma –considerable- de la maldad humana.

El hechizamiento se practica en los países de Oriente y de Occidente, la misma Iglesia de Roma lo reconoce. Por otra parte, los brujos desencadenan el miedo hasta en el trono de San Pedro, ya que el mismo Papa fue hechizado, tal como lo declaró Juan XXII en una breve exposición a los Cardenales en 1317: “Ellos han preparado hechizos contra nosotros, fabricando imágenes de cera con nuestro nombre para atentar contra nuestra vida, picando esas imágenes con encantamientos mágicos y evocaciones de demonios; pero Dios nos ha preservado y ha hecho caer en nuestras manos tres de esas imágenes.”

Dufas, Rey de Escocia, murió todo desecado, se dice que por el maleficio de una bruja que cada día hacía fundir ante un fuego una estatuilla de cera hecha a semejanza del monarca. Más célebre aún es la historia clásica de Roberto III de Artois quien quería hechizar a Juan de Francia, hijo de Felipe de Valois, en 1333. El amasó una imagen de cera a semejanza del Príncipe y le suplicó a un monje, el Hermano Enrique, que la bautizara. El sacerdote se negó y liberado del secreto de la confesión, reveló todo. Otro, el Padre Pepin, sacerdote de la diócesis de Clermont, hechizó en 1347 al Obispo de Mende con una muñeca de cera fabricada un viernes y sobre cuyo pecho había escrito los nombres de las Dominaciones. El Duque de Glocester tenía la oreja del Rey de Inglaterra Enrique VI. A su vez el Cardenal de Winchester denunció a la duquesa, quien, ayudada por una bruja y un sacerdote, habría utilizado una estatuilla de cera atentando así contra la vida del rey. La bruja fue quemada, el sacerdote colgado y la duquesa echada en prisión.

El XVI fue el gran siglo del hechizamiento. Entonces se contaba en Francia alrededor de 30.000 brujos y cada semana se quemaba algunas centenas. Bajo Enrique III, los sacerdotes ligadores consagraban en la Misa muñequitas representando al Rey: las ponían de pie sobre el altar y les atravesaban el corazón llamándolas “Tirano Herodes”.

El siglo XVII se encontraba todavía henchido de brujos, de nigromantes, de malos sacerdotes, de decidores de misas negras. Hemos visto el caso de Urbano Grandier que, casi ciertamente, había hechizado a las monjas de Loudun; y de Gaufridi, quien practicaba la magia sexual. Hubieron también otros muy populares y vimos ya los procesos de las envenenadoras: la Voisin, los Brinvilliers y todos los que estuvieron mezclados en esas sombrías historias, como el Duque de Vendóme y aun el glorioso Mariscal de Luxemburgo quien se encontraba también comprometido; se le acusó aun de relaciones con el Diablo. En todo caso, había tenido contacto con los brujos, aunque el asunto no fue nunca bien aclarado. Mencionemos aún a Mme. De Montespan, quien se hacía decir misas sobre el vientre, en particular por el Abad Guibourg que degollaba niñitos y sirviéndose como altar del cuerpo desnudo de la gran cortesana, vertía la sangre de las víctimas en un cáliz colocado entre los dos senos de la Dama.

En “El Satanismo y la Magia”, Jules Blois escribe: “El famoso canónico Docre mantenía en cajas a ratones blancos alimentados con hostias consagradas y venenos dosificados con ciencia... En el día determinado, con una hábil cuchillada picaba a esas bestiecillas saturadas de maleficios y escurría la sangre en un cáliz...A veces se trataba del “picadillo” (hachis): un compuesto de harina, carne, Pan Eucarístico, mercurio, semen de animal, sangre humana, acetato de morfina y aceite de áspid.” Otra receta aún: “Al pez, que según el simbolismo cristiano es una de las formas figuradas de Cristo, se le harta de tóxicos y de Especies Santas. Cuando está suficientemente embebido se lo retira del agua podrida, de la cual, una vez destilada, se extrae un aceite que convierte en loco. En 1829, en Chalon sur le Marne, la sangre de ratones servía para las prácticas hechiceras de un grupo demoníaco, y en 1883, en Saboya, un círculo de sacerdotes preparó el aceite horrible”. A veces, Docre hace fórmulas más simples: mezcla un veneno con ácido sulfúrico que incendiará la llaga, dentro de esto hunde una lanceta. Pero ¿cómo transportar esa lanceta con veneno sobre el adversario? Emplea pues a una mujer, en cuya mano pone la lanceta impregnada de veneno; después, “separa a la mujer de su cuerpo” y ese “espíritu volante”, armado de una lanceta “volatilizada”, hace lo necesario.

El gran Paracelso escribía: “Si se pinta sobre un muro una imagen a semejanza de un hombre, ciertamente que todos los golpes dirigidos contra esa imagen serán recibidos por su modelo”. El espíritu del modelo pasa a esa figura pintada y el hombre designado soportará pues todo aquello que os gustará infringirle porque vuestro espíritu ha fijado a ese muro el espíritu de ese hombre”.

En nuestros días algunos emplean la fotografía, pero a menudo se usan todavía los viejos procedimientos de la “Dagyde” o muñeca de cera virgen, modelada a imagen del sujeto a hechizar, pero muchos brujos prefieren algo más vivo para identificarlo con el sujeto, sea un sapo, una serpiente, una lechuza o un ratón: el animal es picado, quemado...en fin, siguiendo el mismo procedimiento que con una estatuilla de cera, pero, esta vez, correrá verdadera sangre.

Existe igualmente el método de hechizamiento mediante hundir un clavo en la huella dejada en el suelo por el paso de la víctima. Por otra parte, ciertos brujos se contentan todavía con picar con puñal la sombra llevada por el sujeto sobre quien desean actuar. Se llama “clavijera” el método que consiste en hechizar a alguno hundiendo una clavija en el lugar donde la víctima acaba de orinar. Hay todavía aquello que se llama la “Carga”, la cual es en efecto una especie de condensador. Se emplea entonces un topo, un lagarto, una serpiente, un huevo no-fecundado, la piel de un tejón, el corazón de un carnero, o de un ternero, etc...El animal, o una de sus partes, se pone en contacto con un objeto que ha pertenecido a la víctima. La carga acumula los esfuerzos voluntarios emprendidos y ahí reside su peligro, puesto que una persona dotada de escasa fuerza psíquica puede, adicionando esos esfuerzos, llevar la carga a un temible potencial.

Recurramos una vez más a Pierre Dominique en “El hechizamiento de odio y de amor” donde escribe: “Hay procedimientos colectivos de hechizo, como la cadena mágica. Se ve algunas veces al final de banquetes reunirse a varios americanos, cada participante sosteniendo en su mano derecha la mano izquierda de su vecino de ese lado y en su mano izquierda la mano derecha de su vecino de la derecha. Este es entre ellos un signo de amistad indefectible. En Postdam, Truman y Churchill arrastraron a Stalin a ese juego”. Hay algo de masonería en todo eso, pero la Franc-Masonería tiene ventanas abiertas sobre la magia. Ciertos hechiceros forman la cadena en cuestión, de modo que los dos últimos ponen la mano libre sobre el hombro del operador que hechiza, para reforzar el poder de éste. La Misa-Negra no tiene otra meta y desembarazada de su pintoresquismo satánico, tiende simplemente a utilizar el poder del oficio cristiano, el cual en cierta manera se dice a toda hora y en todo lugar, pues así se hunde perpetuamente en un océano espiritual sin límites. El carácter satánico que presupone, de golpe, la presencia del sacrilegio; el horror que puede, aun indigno, sentir el sacerdote; el atentado de lesa-divinidad deliberadamente provocado...admitido todo ello, no puede más que crearse un clima particularmente favorable a las operaciones psíquicas.

Otro procedimiento es el acoplamiento de un hombre y una mujer delante de una muñeca de cera que representa al adversario. Durante todo el tiempo de realización del acto sexual, el Operador formula su deseo o su voluntad, esforzándose por conservar ante sus ojos la imagen fuertemente dibujada de la víctima. Se parte del principio según el cual el acto del amor libera una energía poderosa sobre la que se apoya en cierta manera el operador cuya capacidad psíquica sería así multiplicada. Es bien evidente que si el operador se encontrara al centro de una formidable fornicación pública, análoga a la que se desarrolla en ciertas ceremonias nocturnas de África o de América, como el Vodu por ejemplo, esto intensificará aún más el poder.

Hay naturalmente el hechizo de amor con el procedimiento corriente llamado “filtro”. Se encuentra recetas entre todos los pueblos y en todas las épocas. Así, Virgilio escribía en su Octava Égloga:

Necte tribus nodis ternos, Amarylli, colores;

Necte, Amarylli, modo; et “Veneris”, dic, “vincula necto.”

(Esos tres hilos, Amaryllis, tres cintas de colores diversos que es preciso anudar en tres nudos exclamando: “Yo anudo los lazos de Venus.”)

Evidentemente existen los afrodisíacos y las preparaciones más diversas, hechas a veces de manera innombrable. Pero está igualmente el sistema empleado por ejemplo por Ricordi, adorador de los Diablos, y Carme. El fabricaba “manías” a semejanza de las más hermosas mujeres de Carcasona y de Tolosa; las rociaba con sangre de sapos, el flujo rojo de sus narices, la espuma de su boca, y los dedicaba a Satán. Llevado por los vientos, dijo un viejo historiador, el Diablo entraba en esas efigies tremulantes; Carme se dirigía por la noche ante las casas de sus amores y las mujeres descendían de inmediato como llamadas y atraídas por los simulacros colocados sobre el umbral de sus puertas.

También existe desde hace mucho tiempo el método cuyos detalles daremos en un próximo capítulo: se trata de los talismanes y otras representaciones gráficas. En breve, son ciertos signos escritos sobre cuadrados de pergamino, lo que requería, se comprende, un cierto conocimiento.

Naturalmente, la mayor parte del tiempo se trata de aquello que se puede llamar la baja brujería, o aun de casos de envenenamiento. Se tiene también la famosa “pasta conjuratoria” que está hecha de los ingredientes más diversos, y no es raro ver confesar a mujeres haber hecho comer al hombre sus menstruaciones, sus excrementos, etc...

Mme. de Montespan que, enteramente desnuda ofrecía su cuerpo como altar para celebrar misas negras, llevaba una pasta conjuratoria hecha de una horrible mezcla de sangre de un niño degollado, esperma del sacerdote que oficiaba y sus propios menstruos, que ella hacía mezclar de inmediato con los alimentos del Rey. Así, se alcanza a imaginar que si la Gran Dama de Francia actuaba de esa forma, todas las otras mujeres de la Corte podían hacerlo de la misma manera, aunque sus amores son menos conocidos y sus prácticas de brujería han permanecido secretas.

Espantosas descripciones de brujería son dadas en el libro de Grotius (1656) “Mágica de spectris” (Biblioteca de Leyden). El frontispicio de la obra ya es evocador, se trata del caldero de una bruja y hace pensar en lo que Delancre escribiera sobre los ritos del Sabbat: “Se ven grandes calderos, llenos de sapos, víboras, corazones de niños no bautizados, carne de colgados y otras carroñas.”

El origen de la palabra Sabbat es desconocido; parecer ser, en primer lugar, que no tiene nada en común con aquella que bajo el mismo vocablo designa el día de reposo según la tradición hebraica, por lo tanto nada impide realizar un acercamiento. El Sabbat de las brujas es una fiesta, tanto como el Sabbath de los judíos. Michelet dice que el Sabbat es la orgía de los siervos en rebelión y la importancia acordada a los festines en las descripciones recogidas por inquisidores y exorcistas, se comprende bien en una época de miseria y hambre. El Sabbat es el mundo al revés; tiene lugar durante la noche, a las doce, la hora en que los contrarios se completan, en la que todo se vuelve posible; es cuando se levantan los tabúes y las prohibiciones, el momento de la satisfacción de los instintos agazapados, es aún la licencia completa, la fiesta del sexo, principio de vida que es preciso renovar periódicamente.

En su “Diccionario Infernal” (1818) Collin de Plancy escribe: “es la asamblea de demonios, brujos y brujas en sus orgías nocturnas. Uno se ocupa en el sabbat, dicen ellos, de hacer o meditar el mal, de dar miedos y pavores, preparar maleficios y realizar misterios abominables. El sabbat se hace en una encrucijada, o en algún lugar desierto y salvaje, cerca de un lago, un pantano o un estanque. Las noches ordinarias de convocación al sabbat son aquellas del miércoles al jueves y del viernes al sábado. Algunas veces el sabbat se hace en pleno mediodía, pero eso es bastante raro...”

Según Delancre, las principales actividades de los participantes de la ceremonia son las siguientes: “Danzar indecentemente, festejar ordenadamente, acoplarse diabólicamente, sodomizar execrablemente, blasfemar escandalosamente, vengarse insidiosamente, correr detrás de todos los deseos horribles, sucios, y desnaturalizados, brutalmente; amar ardientemente a un macho cabrío apestoso, acariciarlo amorosamente, compadrarse y acoplarse son él, horrible e impúdicamente.

Robert Amadou, en “Las Posesiones Diabólicas”, explica: “Si algunos banquetes clandestinos, la subsistencia de algunas prácticas en honor a Diana, el sacrilegio de algunos sacerdotes enloquecidos y el libertinaje colectivo de algunos campesinos, han podido dar una base objetiva a las narraciones del sabbat de los brujos, esas mismas narraciones en toda su espantosa riqueza y sorprendente complejidad, no pueden ser comprendidas más que aceptando su carácter místico, ya que es eso lo que le confiere su fuerza y por decirlo así, su realidad, salida ella misma de las más vivas realidades psíquicas y sociales.”

Bajo su forma terminada, el mito del sabbat aparece por primera vez en el Canon Episcopi. La fecha de ese texto, reproducido en los Capitulares de Carlos el Calvo (872), es incierta, pero se ha acordado considerarlo anterior al siglo IX.

Regresemos ahora a la cuestión del succubato, que hemos mencionado más arriba. El Rabino Elías pretende que Adán, el primer hombre, fue visitado por diablillas que dieron a luz demonios, espíritus malos, lamies, espectros, lémures y fantasmas.

En efecto, el ejemplo más antiguo que se ha ofrecido sobre relaciones sexuales entre el mundo infernal y el género humano es, bastante curiosamente, como lo señala Robert Amadou: un ejemplo del sucubato. Es Adán, efectivamente, quien cansado de los envejecientes encantos de Eva, se entregó, según una muy antigua tradición hebrea, a los encantos de un demonio hembra (Lilith). Pero el segundo relato inaugura la leyenda del incubato: las hijas de los hombres fueron, según el Libro de Enoch, seducidas y raptadas por los hijos del cielo. Y fue al favor de esas relaciones diabólicas que la magia y la brujería se enseñaron, por primera vez, a los habitantes de la Tierra”.

En esos días, cuando los hijos de los hombres se fueron multiplicando, les nacieron hijas de una gran belleza. Y cuando vinieron los ángeles, los hijos del cielo, cayeron presas del amor por ellas y se dijeron entre sí: “Vayamos, escojámonos esposas de la raza de los hombres y engendrémosles niños” (Enoch IV, 3). San Agustín confirma la cosa diciendo que “sería audaz negar el hecho, ya que los relatos son numerosos y debidos a gentes muy dignas de fe.”

Juan Bodin, recuerda que “el acoplamiento de los hombres con súcubas es real, pero más raro que el de las mujeres con íncubos” y Pico de la Mirándola cuenta que conoció a un sacerdote que durante cuarenta años había mantenido relaciones íntimas con una diabla llamada Hermilina.

Graves sospechas han pesado siempre sobre las mujeres cuyas madres eran reputadas como brujas. Santo Tomás de Aquino no está muy seguro de esos nacimientos híbridos, sin embargo él examina la manera en que estos serían posibles: “Es preciso decir con San Agustín, que muchos afirman saber por su propia experiencia y por los decires de otros, que los Faunos y los Silvanos, llamados incubos por los vulgares, han sido malvados a menudo con las mujeres y han obtenido de ellas los goces sexuales. Sería pues imprudente negarlo”. Santo Tomás de Aquino, expresando alguna duda, agrega aún: “Por tanto, si algunos nacieran del coito demoníaco, no sería por el esperma de los demonios ni del cuerpo que ellos revisten, sino por el esperma del hombre al cual ha servido de súcuba el demonio que juega en seguida el papel de incubo para la mujer.” (Suma Teológica Iq., q. 51, art. 3, ad. 6).

La idea de posesión demoníaca es típicamente cristiana, escribe Robert Amadou, quien dice aún: “La actitud de la Iglesia respecto a la brujería se confunde con su actitud respecto a la posesión, ya que la mayor parte del tiempo la posesión es obra de un brujo.” El Abad Ribet en la “Mística Divina distinguida de las contraformas diabólicas” escribe: “La posesión es la invasión por el demonio del cuerpo vivo del hombre, cuyos órganos mueve en su nombre y a su gusto, como si ese cuerpo se hubiera convertido en el suyo. Así, en la posesión, el demonio se introduce y reside en el interior del cuerpo que atormenta; actúa y habla como amo de ese cuerpo al que trata como a su propiedad”. (Tomo III, pág. 91).

Pero los fenómenos de posesión pueden ser relacionados con la histeria mayor definida por el Profesor Charcot, pues en la Antigüedad, todas las enfermedades mentales o nerviosas se resumían como “posesión”. “Se dice que son poseídos (entheoi), aquellos que son privados de su razón por una visión y caen bajo el imperio del dios.”

Xenofonte describe muy bien el aspecto de los poseídos, e Hipócrates ofrece los detalles. Si este último, como Galeno, defiende una tesis naturalista, Platón no resuelve el problema tan fácilmente.

El Dr. Albert Schweitzer escribe: “Es frecuente, en efecto, que algunos fieles negros, y a veces aun blancos del Gabón, presenten todas las apariencias de crisis convulsivas histéricas, acompañadas de la glosolalia y el profetismo tan corrientes en los primeros siglos de la Iglesia cristiana. Esas manifestaciones se organizan como verdaderas epidemias que no alcanzan más que a los cristianos! … Ellos dan a los indígenas el sentimiento de su superioridad sobre los otros fieles y el orgullo de conducir la Iglesia gracias a privilegios de los cuales son evidentemente los beneficiarios.” (La Metapsíquica en Gabón, p, 167).

La realidad de la posesión no ha sido jamás puesta en duda por la Iglesia cristiana, y acabamos de ver su actitud a ese respecto; en cuanto a nosotros personalmente, hacemos una diferencia entre brujería y posesión y nos adherimos en ese sentido a las definiciones de Miss Murray. Miss Margaret Murray en “The God of the Witches” (Londres, 1952) dice así: “Yo establezco una distinción entre brujería operacional y brujería ritual. En la primera coloco todos los encantamientos y sortilegios, sean utilizados por una bruja declarada o un cristiano, que tengan en vista el bien o el mal, una muerte o una curación. Los encantos y sortilegios de ese género son comunes a todas las naciones y a todas las religiones. La brujería ritual, o inclusive el culto de Diana, abrazan las creencias rituales y religiosas de gente conocida al final de la época medieval bajo el nombre de brujos. Los testimonios que han sido dejados prueban que, subyacente a la religión cristiana, había un culto practicado por numerosas clases de la población, pero principalmente por los más ignorantes o por gente de partes del país donde la población es menos densa.”

Aclaraciones semejantes ya habían sido hechas por Giovanni-Batista della Porta en su “Magia Natural” donde escribe: “ se divide a la magia en dos partes, a saber, una infame, compuesta de encantamientos y espíritus inmundos, nacida de una curiosidad malsana que los Griegos más sabios llamaban Goëtia. Es ésta la que suscita las ilusiones y los encantos que desaparecen de repente sin dejar la menor huella. La otra parte es la Magia Natural, que cada uno reverencia y honra porque no hay nada más elevado ni más agradable para los aficionados a las buenas letras que estiman que ella no es otra cosa que la filosofía natural o aun la Suprema Ciencia”.

La brujería fue primeramente considerada como superstición, pero la Iglesia de Roma mantenía tan bien la creencia en el Diablo y en todas las prácticas satánicas, que se vio obligada a condenar a los mismos que le creían!... Hemos visto ya, desde los inicios de esta serie de“Propósitos”, las distintas condenaciones hechas a los brujos y el anatema pronunciado contra ellos en diversas épocas.

Así como la Iglesia fue la primera en vulgarizar la idea de brujería, en la cual ella misma creía, fue también muy rápida para castigar con la excomunión a quienes la habían seguido en esa creencia...Una ley del 319 prohíbe a los Sacerdotes9 y a todo aquel que se ocupara de la adivinación, la entrada en las casa particulares. En 424, la ley sálica atribuida a Faramond, decreta contra los estigias. En el Concilio de Arlés, en 443, se estipula que “un Obispo no debe permitir a los fieles encender antorchas, ni venerar a los árboles, fuentes, rocas, etc...” En 470 los obispos de Bretaña se reunieron en Vannes para prohibir la adivinación y castigar a los culpables echándolos de la Iglesia. En 506 se hacen las mismas condenas en el Concilio de Adge y así, una larga lista continúa a través de los siglos. Sin embargo, los Papas se muestran indecisos cuando se trata sobre la manera de considerar la brujería. Para unos, existe, para otros no hay nada más falso, pero es preciso perseguir a quienes parezcan creer. Así, en 561, en el Concilio de Braga, los Dignatarios de la Iglesia están de acuerdo sobre los brujos a quienes miran más bien como supuestos brujos. Pero ya en 567 en el Concilio de Turena, los puntos de vista eran del todo diferentes y se regresa entonces contra los sacrificios paganos y los ritos cumplidos por los cristianos cerca de piedras, fuentes y árboles, supuestamente consagrados a los demonios según la opinión de la Iglesia de Roma. Así se pronuncia el Canon XXII que cita también el viejo error de festejar las calendas de Enero, agregando que Janus10, a pesar de haber sido un gentil rey no podía ser un Dios!...De este modo, el Papado cambiará de opinión muchas veces todavía, para llegar a Alejandro IV, en 1258, quien, en una Constitución dirigida a los Inquisidores, parecía admitir los hechizos y otras diabluras, ya que recomienda a los Jueces eclesiásticos dejar el reglamento de esos asuntos a las autoridades civiles, salvo en el caso de que se tratara evidentemente de herejía.

Es en ese inicio del siglo XIII que aparecen los primeros libros de magia (“grimoires” en francés). Esos textos de brujería son a menudo obra de Prelados de la Iglesia, tal como el célebre libro de Alberto el Grande del cual todos los brujos de campiña poseen ejemplares aún hoy día. Obispo de Ratisbona, Alberto el Grande que habría podido ser condenado por la iglesia de Roma por sus prácticas de brujería, fue aún canonizado. Otra obra popular de brujería es el libro mágico del Papa Honorio III.

En seguida vendrá el triste proceso de los Templarios que Nogaret, ministro todopoderoso del Rey Felipe el Hermoso, hizo arrestar en 1305 bajo la inculpación de brujería.

En fin, la Iglesia cambió siempre de posición, fue ella la primera que creyó en el diablo, la brujería y en todo lo que calificará más tarde de superstición; en una época perseguirá a todos aquellos que se interesan en la cuestión mágica, pero en otras serán sus propios dignatarios los autores más célebres sobre aquello que venía precisamente condenando. Los Papas Calixto III, Pío II, Sixto IV, etc. emitieron Bulas contra los brujos fabricantes de talismanes y astrólogos, pero el mismo Sixto IV en 1478 condena el empleo de otros talismanes que no sean los suyos!... (Se diría que era un verdadero concurso entre brujos para arrancarse la exclusividad de la clientela!...)

Y, vino después el Papa Inocencio VIII quien marca una fecha importante en la historia de la brujería por un documento fundamental publicado en 1484: la bula “Summis Desiderantis”. Hacía apenas un año, el 2 de Agosto de 1483, que el demasiado célebre Torquemada, nombrado Gran Inquisidor, había comenzado sus innobles torturas y ahora el Papa nombraba dos inquisidores extraordinarios: Jacques Sprenger y Henri Institor. Esos dos eclesiásticos tenían plenos poderes para torturar, condenar, encarcelar, etc., nada más en Ravensburgo quemaron a 48 personas. Esos dos sacerdotes de la Orden de los Hermanos Predicadores escribieron una obra que ha permanecido célebre “Malleus Maleficarum” (el Martillo de los brujos).

Siguiendo a Inocencio VIII y confirmando las decisiones precedentes, el Papa Borgia, Alejandro VI, en su Bula “Cum acceperimus” extiende los efectos de los decretos precedentes. Ese Papa Negro, mezclado él mismo con las más bajas prácticas de brujería, no dudaba en hacer perseguir a los llamados brujos. El, cuya vida no era más que relajamiento, no temía ordenar, en 1501, castigar a las personas que se ocupaban de encantamientos y supersticiones diabólicas.

Por otra parte, esa “brujería” se une extrañamente a aquella mística sexual que se llama Sadismo (en memoria del Marqués de Sade quien se distinguió en la perversión).11

Charles Blanchard, en un artículo sobre Sadismo, escribe: “De Tiberio, Nerón y Heliogábalo, que hacían degollar niños para excitar sus sentidos, a Gilles de Rais, de quien una leyenda gazmoña ha hecho Barba-Azul; de las grandes damas de la corte de Luis XV, que inclinadas a sus ventanas contemplaban el suplicio de Damiens al mismo tiempo que se hacían arremangar por sus amantes, a Jack el Destripador, cuyas hazañas menos aristocráticas llenaron una crónica aun reciente, la historia muestra que el sadismo bajo su forma más cruel ha sido cosa de todos los tiempos.”

Ese autor dice aún: “El ‘haz lo que quieras’ jovial y bonachón de los monjes panzudos y relajados de la Abadía de Thélème, es una forma demasiado vaga y sobre todo demasiado gratuita para los héroes sadistas. El “todo está permitido” desesperado del Calígula de Camus, que masacraba a sus súbditos para quitarles sus ilusiones, convendría mejor al carácter metafísico de su furor sexual. El héroe sadista no tiene nada de “buen vividor”, ni aún del inquieto libertino que, apurado por gozar, tiene la obsesión de la vejez y de la muerte. El es una especie de sacerdote, de misionado de la naturaleza delante de los otros, cerca de sus futuras víctimas a quienes, como Calígula, él se encargará de mostrar el absurdo de la condición que ella les ha hecho creándolos.”

Yo levanto los ojos sobre nuestro universo”, dice (en “Julieta”) el Ministro Saint-Fond, “yo veo al mal, al desorden y al crimen reinar como déspotas”. Ese extraño teólogo concluye en la existencia de un principio malo, que el marqués de Sade llama la Naturaleza, especie de Anti-Dios todopoderoso para el mal, que ha creado al Hombre a su imagen y ha puesto en su cuerpo un alma inmortal destinada, después de su muerte, a ser precipitada en un Infierno bastante semejante al Infierno cristiano.

El placer no es más que el choque de los átomos voluptuosos o emanados de objetos voluptuosos, abrazando a las partículas eléctricas que circulan en la concavidad de nuestros nervios” enseña aún. Bien entendido, nada de Paraíso en la religión de Saint-Fond. El hombre no es libre para escoger entre su salvación o su condena y de todas maneras debe ser condenado. Sin embargo, y ese es el punto más curioso de esta monstruosa doctrina, le es posible, haciendo aplicadamente el mal, adquirir “méritos” que le permitirán atenuar los sufrimientos eternos. “Persuadido...”, dice Saint-Fond, “...que el suplicio de la reunión de las moléculas malhechoras sería muy mediocre para ser tan malvado como ellas, yo me cubro de crímenes en este mundo para tener menos que sufrir en el otro.”

Pero, nos hemos alejado de nuestro tema...Estábamos con el Papa Borgia, convertido después en sinónimo de baja magia, a consecuencia de las licencias que ese pontífice creyó tener permitido tomarse. Recordemos, por otra parte, que los sacerdotes tenían derecho a casarse cuando un sínodo del IV siglo insistía en la necesidad de la castidad para los eclesiásticos de rango superior. El celibato completo no fue decretado más que bajo Gregorio VII en el siglo XI, pero muchos países se negaron a aceptarlo y su aplicación total no estuvo en uso más que desde el siglo XIII.

A ese respecto, es interesante analizar el verdadero sentido del matrimonio, instituido en la Antigüedad como rito iniciático. Se trataba en realidad, para un Adepto de cierto grado, de comunicar la Enseñanza a una profana que él tomaba como “discípula” inmediata. Tanto como “iniciarla” sexualmente, debía sobre todo iniciarla en las Artes Sagradas y particularmente en la Tradición Esotérica. Etimológicamente la palabra “matrimonio” proviene del latín “maritus” que, lejos de estar enlazado a la Virgen María como algunos han creído comprenderlo, (la Santa Virgen se llamaba verdaderamente Myriam), el término vendría del Sánscrito “mas” y “maris” = el macho. Por otra parte, la palabra existía mucho antes del advenimiento del cristianismo y, sin duda pues, no tiene ningún lazo con la Madre del Cristo Jesús.

Marya” significa en sánscrito “hombre joven” y el término “mâri”= desierto, o aún muerte, lo cual es muy interesante ya que vemos inmediatamente el sentido profundo del matrimonio: la muerte de un estado para revivir en otro. Hemos estudiado también la significación esotérica del “desierto” en nuestro Propósito Psicológico sobre “el Misterio de Israel”.

Se dice la “esposa” por la mujer que debe justamente “esposar” todas las formas de su nuevo estado, ella va a confundirse con el hombre escogido, fundirse con él, no hacer más que uno, a unirse físicamente tanto como esposar psíquicamente la materia plástica de aquel que en verdad debe ser el “Alma gemela”, el “doble” , etc.

Matrimonio” en alemán es “Ehe”, la misma raíz que “Echt” que quiere decir “puro”, “auténtico”. Otra palabra para matrimonio es “Hochzeit” = el alto momento.

En ruso, igualmente, la palabra matrimonio toma el sentido de “coronamiento”, en latín “casarse” para una mujer se dice “nubére”, es decir = cubrirse de nube. En griego, tenemos “gamos” que se relaciona con el sánscrito “Jamih” que significa: hermano o hermana. El matrimonio, es útil decirlo, conservó durante largo tiempo en la historia un carácter sagrado que, actualmente, no tiene más.

La ley entra aún en la intimidad de los esposos. Ya una de las leyes de Solón ordenaba al marido cumplir sus deberes al menos tres veces por mes. El Talmud da precisiones: una vez todos los días si el hombre es joven; para el obrero de las ciudades, dos veces por semana; para el marino, más raramente. El mismo Lutero preconizaba al menos dos relaciones por semana. Hasta el siglo XII, la Iglesia también dictaba ordenanzas para los esposos. Pero, no es sino en el siglo XVI, durante el Concilio de Trento, que la Iglesia proclamó la indisolubilidad y la santidad del matrimonio. Hay que notar que el catolicismo no tuvo que luchar contra la poliginia12 siendo la monogamia una regla casi universal en todos lados donde fue proclamada la nueva religión. La poliandria que existía entre los antiguos, subsistió en Europa bajo la forma acostumbrada del segisbeismo que inspiró la poesía cortesana, cuya existencia constataba aún Lady Montagu, cuando visitó la Corte de Viena en 1716: “cada Dama tiene dos maridos, uno que lleva el nombre y otro que ejerce los deberes.”

En “El Amor y el matrimonio”, Georges Allary, escribe:

Los autores cristianos consideran que el Cristo ha condenado la poligamia. A la poligamia de los patriarcas ellos dan como razón que era preciso que el Pueblo de Dios fuese muy prolífico. Por otro lado la poliandria les parecía mucho más condenable que la poliginia, ya que ella está contra la naturaleza: “Varias mujeres”, escribe San Agustín, “pueden ser fecundadas por un solo hombre, mientras que una sola mujer no puede ser fecundada por varios hombres”. Ese autor nos da aún las aclaraciones siguientes: “En la Antigüedad, la impotencia no era una causa de disolución del matrimonio. Al contrario, la esterilidad de la mujer podía acarrear su repudio como puede verse en la Biblia. Pero, en 428, Justiniano ordena que un marido pueda ser repudiado sin que la mujer pierda su dote si durante dos años él no ha podido consumar el matrimonio. En el siglo XII los médicos reconocían varias causas de impotencia. Del lado de la mujer era la “inaccesibilitas”. Pero, la Iglesia admitía difícilmente esa causa, oponiéndoles que el marido no hubiera tenido la constancia necesaria para triunfar sobre el obstáculo anatómico o sobre su repulsión. Para los hombres, los médicos distinguían la “frigidez general” y los “maleficiados” que podían conocer a otras mujeres a excepción de la suya. Los teólogos católicos hacen aún hoy sus distinciones: “impotencia perpetua o provisoria, impotencia relativa o absoluta...”

Una prueba de que la Iglesia admite pues, siempre, semejanzas de la brujería, los maleficios, los anudamientos de las agujetas, las suertes, etc.

Pero, una vez más, hemos dejado el tema principal habiendo llegado al Papa Borgia Alejandro VI, con una lista de Bulas papales que proclaman el anatema contra todo aquello que la Iglesia Católica sitúa bajo el nombre de brujería. De todos modos no podemos citar aquí las centenas de decretos que han aparecido sobre la cuestión. En el siglo XVII se veía al Diablo por todos lados...En cuanto al Sínodo de Langres, en 1404, el cardenal Luis de Borbón ensayó reaccionar contra la ola de opresión que tomó nacimiento en el curso del siglo XIV y que veía amplificarse sin cesar. El recuerda los viejos dogmas sobre la irrealidad de la brujería, más ay!, no se le escuchaba; el triunfo de la Inquisición está próximo y durará hasta el siglo XVIII. Por todos lados se detiene a “brujos”, se les tortura buscando en sus cuerpos las marcas características, los “stigmata diaboli” que la medicina moderna fácilmente ha identificado con los puntos anestésicos de los neurópatas. En esos puntos la sangre ya no circula y los pinchazos no provocan ningún dolor. Si el acusado es un hombre sano, siempre es posible fingir el pinchazo de esas marcas y afirmar en seguida que son insensibles.

El gran médico Cornelio Agrippa, mientras era abogado en Metz, tomó la defensa de una pobre muchacha condenada porque, se decía, era hija de una bruja. Emprendió entonces la protesta contra los abusos estúpidos y criminales de la Inquisición. El expone los hechos en su obra “De incertitude et vanitate scientiarum” (De la incertidumbre y vanidad de las ciencias). Ese filósofo, que hablaba 8 lenguas, dejó también otras obras importantes: “Declamatio de nobilitade et proecellentia feminei sexus”; “De Occulta Filosophia”, etc. y sobre todo una colección muy bella de libros de medicina y de estudios sobre las plantas.

Pero es sobre todo Pomponazzi, en 1520, con su libro “Las causas maravillosas de la naturaleza o los encantamientos” quien dio un golpe a la demoniomanía de la época. La primera edición data solamente de 1566 y fue puesta en el Index en 1596, pero numerosas copias manuscritas circularon casi por todas partes y estuvieron en el origen de la gran discusión sobre la creencia o no en brujería. En esa obra el autor ataca con violencia la creencia en la realidad de los actos de brujería, de posesiones y aun de los milagros del cristianismo.

Juan Wier, muy influido por Pomponazzi, demuestra que los brujos y los poseídos son enfermos, es conveniente cuidarlos y no quemarlos por haber dado fe a sus mentiras o engaños, de los cuales no son siempre responsables. El alemán Wier era un médico cristiano, discípulo de Agrippa, mientras que el italiano Pomponazzi era un ateo, un metafísico incrédulo.

En fin, como concluye Roberto Amadou, en “Posesiones diabólicas”, un último golpe fue dado a las concepciones medievales de la brujería y de la posesión, por Becker, autor del “Mundo encantado” quien al inicio del siglo XVIII escribía en su prefacio: “Yo quiero relegar a Satán, el Rey del Mal, a los infiernos para devolver la posesión del mundo a mi querido Maestro Jesús-Cristo.”

Sin embargo, la creencia en las frecuentes manifestaciones extraordinarias del diablo, vive aún en el espíritu de las gentes del siglo XX. Así, el Abad Dénéchau, ha publicado en 1952, en Neuil-sur-Layon, una colección de plegarias “contra los malos espíritus y los maleficios”.

En ese género de ideas, nuestra época no está más avanzada que el Medioevo, la Antigüedad, o aun aquello que algunos llaman la Era primitiva... Por otra parte, el Occidente no tiene nada superior a Oriente, ni los países llamados civilizados a las regiones llamadas salvajes.

¿Debemos repetirlo? La brujería castiga tanto a las grandes ciudades como a las selvas más alejadas. En cuanto a la sexualidad que se encuentra siempre mezclada con la brujería, el hecho es muy fácil de comprender, puesto que el sexo es el objeto mismo que da la vida y la brujería es copia o reflejo mitológico de esa vida. En efecto, en los dos casos se trata de un dinamismo especial a desplegar. La explicación de la orgía se vuelve entonces muy simple: las energías que emanan de la sexualidad son la fuente misma de la vida, los ritos vendrán a orientarla en los sentidos deseables. Esa influencia de la sexualidad no siempre es utilizada para fines eróticos, como podría creerse, pues sus aplicaciones “mágicas” se verán en diferentes dominios. Sobre esto conocemos los ritos de fecundidad, en particular los ritos orgiásticos. Mircea Eliade, escribe: “los excesos cumplen un papel preciso: rompen las barreras entre el hombre, la sociedad, la naturaleza y los dioses. La orgía reanima a la Tierra y excita al Cielo para que su unión, simbolizada por la lluvia y el calor, se cumpla en las mejores condiciones posibles”. En su “Tratado de Historia de las religiones” ese autor dice aún: “Los indios Kana del Brasil estimulan las fuerzas de la reproducción de la tierra, de los animales y de los hombres por una danza fálica con la mímica del acto generador: la danza es seguida por una orgía colectiva”.

En “El Espíritu Humano”, R. Thurnwald cuenta que entre los Marindanimos de Nueva Guinea tienen lugar durante varias noches y días, orgías de las cuales son excluidos los aspirantes a la iniciación. Después, una noche, se lleva a una joven cubierta de adornos, colores y aceites. Los novicios son admitidos entonces a festejar la orgía con ella. En el momento en que el último joven designado como víctima se une a la muchacha, se hacen caer sobre ellos pesados troncos de árboles. La pareja aplastada es enseguida asada y quemada. La idea es que la fuerza vital de las víctimas, llevadas a su más alto punto al momento del acoplamiento, pasa a los otros participantes.

En numerosas civilizaciones se ha reconocido que las fuerzas mágicas rodean al ser humano, pudiendo penetrarlo y que su evolución espiritual dependía justamente de sus posibilidades de impregnarse hasta identificarse con esa Voluntad Celeste.



Noviembre, 1957



1Los “brujos”, echadores de suerte, agoreros, curanderos, etc... no deben ser confundidos con los “magistas”, practicantes del ceremonial y de los ritos ocultos (los cuales no tienen nada que ver con los “magicianos” escamoteadores, prestidigitadores, ilusionistas, etc... actores de teatro y circos). Además, existen los “Magos”, los Maestros, los Iniciados de la Magia (Magisterio). Hay también brujería, baja magia, Magia y en fin, Teurgia. Por otro lado los Ocultistas (Adeptos de la Filosofía Hermética), tienen diferentes planos, trabajan en varios grados y, en una palabra, en estadios diversos de evolución. No hablamos aquí de todos aquellos que están colocados bajo el nombre de la religión de la Magia que cuenta con más de 200.000.000 de miembros en todo el mundo entre fetichistas, brujos de tribus y de todas las sectas existentes: desde los indios de América hasta las tribus de Asia Central, pasando por los negros de Africa y los aborígenes de Oceanía.



2Sería más justo decir Cosmosofía para significar esa Sabiduría Antigua.

3Ese continente sumergido bajo los mares, que sirvió durante largo tiempo de tema a los novelistas, no parece dejar dudas actualmente en lo concerniente a su existencia a la cual los investigadores serios han dado siempre crédito.

Sociedades especializadas poseen archivos importantes sobre todo lo que toca a la Atlántida, que en el presente ya no es un mito pues no solo se posee más de 2.000 libros sobre la cuestión, y por autores muy serios, sino que existen mapas y aun pruebas más tangibles. Así, hace algunos años se hizo mucho ruido en la prensa europea alrededor de un cierto Spanuth que se vanagloriaba de haber leído todo lo que existía sobre la cuestión de los Atlantes. Jürgen Spanuth, Pastor de la Iglesia reformada en las Islas de Frisa, después de 25 años de búsqueda, creyó haber encontrado por fin los vestigios del famoso continente desaparecido. El sitúa una parte de éste en el Mar del Norte, y esto a continuación de inmersiones repetidas del buzo Belte, quien trajo aun piedras que habrían pertenecido al enlosado de las calles de Basileia. Se cree que esa ciudad fortificada fue la capital de Atlántida Norte, y el buzo Belte trajo, en 1953, varias piedras de la ciudad sumergida. Las palabras de ese zambullidor fueron registradas en magnetófono y todos los detalles han sido dados ahora sobre ese continente reencontrado en el lecho del Océano Atlántico.

4De la Santa Tradición oral (Qabbalah) ella se convierte una vez escrita (Cabbala) en un sistema ya deformado, que no fue más que una doctrina vulgar (Kabala) una vez puesta en práctica entre los profanos. Además, puesta en texto, la Tradición Iniciática perdió su valor, pero mucho más aún a fuerza de querer reeditar obras cada vez más fáciles para el gran público. Así, Knorr, Baron de Rosenroth, escribió “Cabbala-Denudata” que es una obra al alcance de quienes no pueden leer directamente en el texto de los Rabinos. De todas maneras esa obra tiene varios defectos: 1) los dos volúmenes de los textos hebreos están fuertemente desfigurados (faltas tipográficas); 2) la versión latina es a menudo inexacta; 3) los reenvíos al Zohar están mal indicados; 4) los textos están interrumpidos demasiado a menudo por los apartes.

5Los términos para designarlos son numerosos; así, por ejemplo, se les llamaba “Carage” hacia el siglo VI en el sur de Francia y en España. Pero ese término, de origen sajón, quiere decir exactamente “augurio” y uno está en el derecho de preguntar si no se trata de una deformación de la palabra “Caraque” (Bohemio) que ya hemos citado. Se decía también “Voduasia” (“Vaudoisie”) para la brujería en el siglo XV, pero se trata aun aquí de la Iglesia Católica que se alzaba contra los Voduases haciéndolos pasar por brujos, así como los Cátaros, los Albigenses o aún los Templarios y los Protestantes más tarde, que el catolicismo consideraba como brujos. En la Saboya francesa en el siglo XVI se decía “Eryge” por brujo.

6Los Iniciados Cátaros eran llamados también a veces Albigenses ya que se concentraron alrededor de Albi, en el sudoeste de Francia. La palabra Cátaro significa “Purificado”, su doctrina reposa en un poderoso esoterismo y estuvieron en su mayor parte atados al MANANTIAL. Pero el catarismo era sobre todo anti-sacerdotal, ya que consideraban inútil el mecanismo. Rehusaban toda forma de fanatismo y rechazaban también todos los atributos de la iglesia católica: los sacramentos, la intercesión de la Virgen, los Santos, etc... para no reconocer nada más que al Cristo y a la Tradición Crística en su forma Iniciática.

7Inquisición, del Latin “inquisitio”, que proviene de la manera de comenzar la encuesta criminal.

8Recordemos de memoria que Copérnico nació en 1473. Sus textos más importantes están en el libro que aparece en el mismo día de su muerte, en 1543. Esa obra es, por otro lado, una nueva exposición del descubrimiento de Aristarco de Samos, aunque el sistema pertenece a Filolao.

Galileo (1564-1642) a quien se le atribuía, erróneamente por otro lado, ser el primero en haber anunciado la rotación de la tierra, fue inspirado por teorías ancianas, y sorprende que hombres de ciencia o de religión hayan podido combatirlo en una época en la cual la cosa debía haber sido reconocida desde hacia largo tiempo. El “Zohar” habla largamente de ello en el Libro II, folio 235 b y III a.

Kepler, nacido en 1571 (muerto en 1630), adoptó la teoría heliocéntrica. Escribió mucho también sobre el planeta Marte y sobre todo enunció sus famosas leyes. En resumen, en todo el mundo la rotación de la Tierra estaba aceptada desde hace varios siglos.

N.E. De tres en tres anuda los colores:

¡Tres nudos, Amarilis! Y pronuncia:

“Son los nudos de Venus los que anudo” (A.E.Pólit)



9La adivinación era practicada entonces “oficialmente” y en los Templos solamente.

10Enero, después de haber sido el undécimo mes (el 21 de Marzo era el verdadero comienzo del año), estaba consagrado a Janus, dios de la paz, de las puertas y de los caminos. Janus tenía dos caras, una que miraba al pasado, lo cual le entristecía y otra que miraba hacia el porvenir, lo cual no lo contentaba: de ahí su expresión reflexiva. Su mano izquierda sostenía una llave para abrir el año, su mano derecha una vara, insignia de los conserjes romanos. Sus fiestas, las “Janualia”, se celebraban el primero de Enero ofreciéndole incienso, frutos y un pastel llamado “janual”. Entre parientes y amigos se hacían regalos.

El 1 de enero no fue siempre, ni en todas partes, reconocido como el primer día del año. En Francia, hasta 1564, se festejaba el 21 de Marzo como comienzo del año.

San Enero, Obispo de Benevento, martirizado bajo Diocleciano, no se festejaba el mes de enero sino el 19 de septiembre

Si bien la opinión de la Iglesia es que Janus fue un rey y no un Dios, no podemos ignorar que es el Genio de la Iniciación a los Misterios y se le rendía un culto especial en todos los países ocupados por los romanos. Janus es el Janiter que abre y forma el ciclo anual, y las dos llaves que porta son el emblema de los grandes (en oro) y los pequeños (en plata) misterios, así como las dos puertas solsticiales que dan acceso a las dos vías: “Janua Coeli” y “Janua Inferni” que en la tradición hindú son la “Vía de los Dioses”(Devayana) y la “Vía de los Ancestros” (Pitriyana) que los cristianos han simbolizado por el Cielo y el Infierno.

11“El sadismo es un estallido cerebral que permite al instinto sexual ser excitado o satisfecho por el espectáculo de los sufrimientos causados por agentes destructores de todos los órdenes”, así se expresa el Doctor Eugenio Durhen.

12Entre los hebreos un hombre podía siempre esposar varias mujeres. El mismo Carlomagno tenía dos reinas y muchas concubinas.