Serge Raynaud de la Ferrière

Los

Propósitos

Psicológicos

Tomo XXVI



Los Esenios







INTRODUCCIÓN

En la Introducción de nuestro capítulo precedente, hemos dicho ya que esta serie de “Propósitos Psicológicos” forma parte de un conjunto de documentación con los “Grandes Mensajes”, serie de 7 Obras.

Se trata en efecto de documentos que traen algunas luces sobre las diversas concepciones de los hombres, más bien que de una doctrina propiamente dicha. Esto puede ser un método de educación para algunos, una vía de iniciación aun, pero sobre todo un ramo de sistemas del cual se debe retirar las más bellas flores.

Nosotros no nos presentamos como una exclusividad en ese modo de instruir, nuestro privilegio radica solamente en haber podido interesar a numerosos investigadores. Por otra parte, las frecuentes citas de autores y de obras a las cuales reenviamos tan a menudo a nuestros lectores, prueban el deseo de extender ampliamente esta manera de formar los espíritus.

Se trata pues de una re-educación práctica y de ahí esos paralelos repetidos cada vez para impregnar mejor al lector de un espíritu de síntesis, indispensable para abordar la Ciencia Esotérica que forma la base de la Gran Tradición Iniciática.

Hemos comenzado esta tercera “docena” de Propósitos con una mirada sobre los Gnósticos cuya enseñanza es opuesta al verdadero Cristianismo (el Cristianismo comprendido en su sentido corriente y habitual) y, esto, proponiendo una interpretación esotérica. No obstante, si los Gnósticos, que se pretenden de una tradición oculta, están pues en desacuerdo con los cristianos ortodoxos (y en particular con los católicos de hoy), sus escritos prueban que ellos hacen de Jesús uno de sus Profetas y, aun, el más grande.

Antaño, algunos habían expresado la hipótesis, ya dicha, sobre las relaciones entre el Cristianismo y el conjunto de la Gnosis. Lietzmann había evocado una regresión del Cristianismo hacia sus orígenes orientales, una re-orientaci6n extrema del Cristianismo. Es muy difícil hacerse una idea exacta sobre esas cuestiones. Sus revelaciones son puestas a veces en boca de Zoroastro, de Adán, de Set, pero también hablaban a veces en nombre de Jesús.

Para llegar a conclusiones precisas, y al mismo tiempo obtener del descubrimiento de Khenoboskion las múltiples revelaciones que promete, será pues necesario confrontar los nuevos textos gnósticos con el Cristianismo auténtico, desde dos puntos de vista diferentes. Es, ciertamente, de lo que ha debido encargarse ahora Jean Doresse, después de la aparición de sus primeros trabajos (Hemos citado ya largamente esos textos, sacados de su obra “Los Libros secretos de los Gnósticos de Egipto”, Ed. Plon, 1958).

Citemos aquí que la cruz ansada, símbolo de la Vida que los Coptos han heredado de sus ancestros y guardado hasta nuestros días como equivalente de la cruz cristiana, es un signo que no parece haber pasado del paganismo egipcio al cristianismo copto antes del año 391.

En sus “Historias eclesiásticas”, Rufin y Sozomene, relatan que es en ese momento que el Serapeum de Alejandría fue destruido y que la célebre estatua de Dios, tallada por Bryaxis, fue rota en pedazos por las multitudes a las que incitaba el Patriarca Teófilo. Las tradiciones eclesiásticas relatan complacientemente como, durante esos trastornos, los Cristianos descubrieron con sorpresa sobre los muros interiores del templo, ese signo antiguo (la cruz ansada egipcia) semejante a la Cruz y del cual les dijeron que era aquel de la “vida por venir”; mientras que los paganos, por su lado, quedaron estupefactos viendo la Cruz triunfante, en lo sucesivo, pintada sobre las casas por sus adversarios, tan semejante (era la Cruz sobre-montada por una corona) a su jeroglífico de la “Vida futura”.

J. Maspero, en "Historia de los Patriarcas de Alejandría", nos dice: "Profecías antiguas que conservaban los últimos fieles de los cultos egipcios anunciaban, parece ser, que la manifestación de ese signo marcaría el advenimiento de un nuevo culto. Así, un gran número de devotos alejandrinos de Serapis, se convirtieron al nuevo culto, mientras que, por su lado, los Cristianos adoptaban esa nueva forma de la Cruz que tenía la ventaja de haber sido ya designada, en las escrituras de sus ancestros, como la “vida por venir”.

Se conoce la historia de ese falso Mesías, el “Egipcio” quien, hacia los años 52-54, atrajo cuatro mil Judíos al monte de los Olivos pretendiendo que haría derrumbar bajo sus ojos los muros de la Ciudad Santa. Inclusive los Hechos de los Apóstoles (XXI-38) guardan el recuerdo. Menos conocido es Theudas quien diez años antes conducía multitudes al Jordán, prometiéndoles otros milagros. Incluso el historiador judío Josefo estigmatizaba semejantes imposturas que, a pesar de las sangrientas represalias de los romanos, no cesaban de remover a las muchedumbres bajo el pretexto de revoluciones o de visiones. No es pues imposible que los calificativos de “falso profeta” y de “anticristo” usados por el Cristianismo con respecto a adversarios anónimos, hayan podido apuntar, a veces, a gentes tales como aquellos que pretendían ser las encarnaciones del gran Seth. Los Nicolaítas mencionados en el Apocalipsis de Juan (II: 6 y 15) han podido ser, efectivamente, animados por la Gnosis, tan análoga a aquella que revelan los escritos coptos, que los heresiólogos están de acuerdo en atribuirles.

Otra cuestión interesante es la importancia asignada a San Pablo por el Maniqueísmo (ver Kephalaion, I, p. 13, en los Manichaische Handschriften der staatlichen Museen Berlin, 1940).

Fuera del Apocalipsis de Pablo, que por su mismo título se quiere efectivamente poner bajo su nombre, él jamás es “nombrado” abiertamente en los otros tratados o revelaciones donde, sin embargo, la influencia de su doctrina se manifiesta por numerosas citaciones implícitas. Es curioso que aun la Hipóstasis de los Arcontes, en su preámbulo, inserte un versículo de la Epístola a los Efesios (VI: 12) antes de empeñarse en el expuesto de una mitología con la cual el cristianismo no tiene, aparentemente, nada que hacer. Ahora bien, ese versículo está presentado por el texto gnóstico en estas simples palabras: “El Apóstol dice...”. ¿Por qué razón el nombre de Pablo no es mencionado aquí? No es por desconfianza alguna con respecto al Apóstol: si se hubiese desconfiado de él, no se le habría prestado exactamente esas palabras acordándoseles, a causa de su origen, la autoridad que les es concedida. Es, entonces, particular respeto por un maestro de quien se prohíbe pronunciar el nombre pero cuya enseñanza es particularmente reverenciada.

Según Jean Doresse, es sorprendente, a primera vista, que el Cristianismo enseñado por ese Pablo, al que profesaba haber beneficiado con revelaciones celestes, está aun más próximo que el de Juan, a las especulaciones de los Gnósticos. Se creería casi encontrar la noción de Gnosis en Pablo cuando él hace un llamado a la “Sabiduría de Dios... que está escondida, que Dios ha preparado aun antes de los siglos para nuestra gloria y que ninguno de los príncipes (de los arcontes) de este siglo (de este Eón) ha conocido”. Es eso lo que se relata en la Biblia en la Primera Epístola a los Corintios Cáp. II, vers. 7 y 8.

Los Gnósticos clasifican a los hombres en tres categorías: hílicos, psíquicos y espirituales. Pablo enseña asimismo sobre el somaticon, el psiquicon y pneumaticon y no hay más que revisar los numerosos pasajes de sus exhortaciones para encontrar las bases de la enseñanza gnóstica, (I Corintios, XV: 44-47; Efesios, I: 4-5; Efesios, V: 8; Epístola a los Colosenses, l: 15, sgs. 26-27, etc.).

Sin embargo, aunque las especulaciones de Pablo tienen por punto de partida los mismos temas místicos que los de los Gnósticos, él los interpreta diferentemente.

Franz Cumont ha señalado ya todos los rasgos que acercan el Maniqueísmo, por ejemplo, a la doctrina de Basílides, tan próxima a aquella de los Gnósticos de Egipto. Basílides compuso en 24 libros, un comentario de los Evangelios canónicos. Mani redactó uno -el Evangelio viviente- en 22 libros. El docetismo de los dos sistemas era análogo: para Basílides, el Cristo lejos de morir sobre la Cruz había hecho perecer en su lugar a Simón el Cireneo. Para los Maniqueos, era al mismo Príncipe de las Tinieblas que Jesús había hecho clavar y que se había retorcido sobre el patíbulo. Acerca del Bautismo, a continuación del cual el Cristo había reemplazado a la persona humana de Jesús, Mani y Basílides estaban de acuerdo.

Hoy día los nuevos escritos coptos ilustran a la vez la “autenticidad gnóstica” de las doctrinas expresadas por Basílides y, más en detalle, las relaciones estrechas que hace depender el Maniqueísmo de esa misma forma de la Gnosis.



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LOS ESENIOS



Si retomamos aquello que es conocido de los Esenios, es notable que Gomorra y Sodoma cuenten entre los lugares donde se establecieron sus colonias. Todos los testimonios que se han podido recoger en la literatura antigua a propósito de los sitios donde habitaron los Esenios han sido, hasta hoy día, copiosamente analizados y examinados. Así se expresa Jean Doresse en su capítulo: “Los Gnósticos y los sectarios de Qoumrân”.

Muy poco ha interesado, sin embargo, el hecho de que Qoumrân según una identificación propuesta antaño por F. de Sauley, sería Gomorra. Por otro lado, según el testimonio de Sinesio de Cirene, Dion Crisóstomo, que vivió entre los años 42 y 125, “hace aún en alguna parte el elogio de los Esenios que constituyen toda una bienaventurada ciudad establecida cerca del Mar Muerto en la región media de Palestina, cerca de Sodoma”.

Con los cuarenta y cuatro escritos encontrados en una jarra del Alto Egipto, son los manuscritos descubiertos cerca del Mar Muerto los que están a la orden del día entre los buscadores actuales.

En efecto, después de años de trabajo para traducir, clasificar, catalogar, etc., ya no son simplemente artículos de la gran prensa los que hacen mención de esos importantes descubrimientos, sino obras serias que vienen a dar el resultado de los trabajos y comentar esas interesantes búsquedas.

Es sin duda el artículo de Edmund Wilson “The Scrolls from the Dead Sea” (publicado en 1955 en The New Yorker) lo que despertó al gran público sobre ese interesante descubrimiento del Qoumrân.

Los hallazgos hechos en esas cuevas cerca del Mar Muerto, fueron rápidamente tema de grandes conversaciones que interesaron tanto a la gente de la calle como a los hombres de ciencia. Los descubrimientos arqueológicos son siempre fascinantes y atraen muy a menudo un interés considerable fuera inclusive de los especialistas y si esto es valedero en general, lo fue más particularmente aun en lo concerniente a esos famosos manuscritos que conmovieron sobre todo a la opinión cristiana.

Ya la cita de Wilson, sumergía al mundo cristiano en la perplejidad cuando anunciaba: “La ascensión del cristianismo debe ser en fin comprendida en general como un simple episodio de la historia humana, mucho más que ser propagada como un dogma y una revelación divina”.

Krister Stendhal que acaba de editar “The Scrolls and the New Testament” (Harper Brothers, New York, 1957) planteó aquella cuestión que todo el mundo reconoce, las grandes similitudes entre el material del Qoumrân y el Nuevo Testamento, pero el modo en que no coinciden los argumentos y contra- argumentos indica que los paralelos en materia de religión tienen significaciones distintas para diferentes personas.

Él menciona igualmente que Wilson toma como símbolo de verdad e integridad a Ernesto Renan1. Siguiendo a Dupont-Sommer, se refiere a la famosa sentencia de Renan según la cual “la cristiandad es un Esenismo que ha triunfado ampliamente”. Pero como según Renan es más que dudoso que la Cristiandad tenga una comunicación directa con el Esenismo, resulta que todo eso no es muy claro.

En “Historia del Pueblo de Israel”, E. Renan habla de esas diferencias y hace el elogio del legalismo de los Esenios y después continua diciendo “para el Cristianismo, las ideas mesiánicas eran solamente la levadura para hacer subir la pasta. Una vez echado ese fermento, quedaba una Regla de Vida muy superior al Esenismo”. Para Renan, la religión era fundamentalmente ética con supertonos religiosos y ese liberalismo ha hecho de él un historiador muy pobre, sobre ese punto (siempre siguiendo la opinión de Stendhal, en su “Introducción”).

El gran argumento de los apologistas cristianos es que, para los Esenios, el Mesías debía venir aun, mientras que los Cristianos creían que él había venido ya, que había muerto y subido al cielo. Sin embargo, un estudio más profundo del Nuevo Testamento, revela claramente una actitud, desde los primeros cristianos, que se traduce por la esperanza y la espera: para una gran parte del cristianismo naciente, el Mesías no había venido aún…

El acuerdo es universal para reconocer que los manuscritos del Mar Muerto vienen a acrecentar sustancialmente nuestro conocimiento de la base judía de la Cristiandad. Se acepta ya que la literatura Paulina o Johanita puede ser comprendida justamente por esas bases judías.

Fue siempre reconocido que el Cristianismo emergió del Judaísmo y para la primera Iglesia, eso no era solamente un hecho histórico, sino una verdad teológica.

Muy significativo es el hecho de que el Nuevo Testamento no menciona el término Cristianismo. Esto se produce solamente en el segundo siglo (Ignatius), pero es cierto que aquellos que escribieron el Nuevo Testamento no sentían ninguna necesidad para tal abstracción.

Durante más de cincuenta años, el término “escatología” fue la palabra clave en los estudios bíblicos. Alberto Schweitzer se ha convertido en el símbolo para esa nueva forma de estudio, aunque la reorientación fue aportada más de una década antes por Jh. Weiss (Die Predigt Jesu von Reichte Gotte, 1892)2.

Pero, el descubrimiento de los rollos del Qoumrâm trajo una nueva luz a esas cuestiones. Estamos ahora, por primera vez, en condiciones de comparar la espera mesiánica de la secta judía llamada los Cristianos con la de otra otra secta judía, ya en escena en los tiempos de Jesús.

El término secta es empleado aquí a propósito, pero Josefo presenta a los Fariseos, Saduceos y Esenios como filosofías. Sin embargo, la estructura de los Fariseos y Saduceos difiere de la de los Esenios; los primeros pueden ser comprendidos como “partidos”, ya que a pesar de sus diferencias de opinión ellos tendían a influir en la vida de los judíos. No había nada en la adhesión a esos partidos que diera a pensar en una significación teológica o escatológica. Por el contrario, eso era precisamente lo que pasaba entre los Esenios. Ellos no formaban un partido, sino una Comunidad del Nuevo Contrato, por la iniciación y la obediencia ellos eran los Elegidos. Es bajo esta forma que se encuentra la importancia de distinguir a la Comunidad Esenia como secta, pero muy superior a los partidos de Fariseos y Saduceos.

Desde entonces, una vez bien puesta esa distinción en el espíritu, es fácil, para cualquier lector del Nuevo Testamento, reconocer que la iglesia primitiva (cristiana) debe ser mirada como secta. Hay que señalar que los Cristianos se nombraban a si mismos, también, los Elegidos y que su bautismo era considerado como un acto iniciático.

El Serek ha-yahad (Manual de Disciplina, en el conjunto del Qoumrán) contiene dos columnas de reglamentos para la “disciplina en la iglesia” y demuestra que no se trata de una simple disciplina por razones educativas solamente. El castigo es descrito en términos de “exclusión de la Pureza” y, por eso mismo, exclusión de la comida en común. Las comidas no son arbitrariamente escogidas como el punto focal de la Santidad de la secta, sino como la anticipación del Banquete Mesiánico y por ese hecho aquel que no es digno es, en consecuencia, excluido del banquete como es al mismo tiempo excluido de su contraparte en la Comunidad.

El hecho simplemente de mentir, por ejemplo, excluye similarmente de la Pureza, por un año, a semejante pecador, y lo priva de un cuarto de su ración alimenticia cotidiana.

Llegado a ese punto, es tentador plantear la vieja cuestión a propósito de la significación de la palabra griega epiousios que se encuentra detrás de la traducción de la plegaria “Padrenuestro” (Pater noster): “danos hoy nuestro pan cotidiano”. El Evangelio apócrifo a los Hebreos dice: “danos hoy nuestro pan para mañana”, forma que está mucho más de acuerdo con la significación precisa de la palabra griega y puede ser sustentada así por la única demanda, en griego secular, donde ha sido encontrada (la ración concedida para el día siguiente).

Sin embargo, el texto de la plegaria “Padrenuestro” es fuertemente escatológico. Se trata fundamentalmente de una plegaria para la venida del Reino y la liberación del demonio de la impureza. En tal sitio original y a la luz de una estructura de anticipación del Qoumrâm, una plegaria por la participación de la comida paradisíaca, confiere inmediatamente un sentido perfecto a “Danos hoy nuestro pan para mañana”.

En lo concerniente a Jesús, la cuestión no es tanto saber si él intentó ser un Educador, un Rabino (un Maestro) para el movimiento religioso en marcha en la época, o si él mismo creía ser el Mesías, el Hijo de Dios. Las dos alternativas reales están, desde ahora, totalmente en el marco de la Promesa y del Advenimiento. ¿Fue o no fue el Mesías o solamente el anunciador, el profeta que viene a anunciar que el Reino se encuentra al alcance de la mano? Es a la luz de esa alternativa que las ideas mesiánicas de los textos del Qoumrân, devienen en paralelos muy significativos.

En el “Comentario de Habakkuk” (pesher) (VII, i f.). El Maestro de la Rectitud parece ser el fundador de la secta del Qoumrân. El fue ciertamente mucho más que un Educador, era quien había recibido la autoridad para revelar “la fase final del Fin que no fue dada al mismo profeta Habakkuk”.

La publicación de ciertos fragmentos de la Cueva IV, ha hecho resaltar claramente que ese Maestro, nombrado “el Intérprete de la Ley” en el Documento Damasco, (VI-7, VII-18) puede ser identificado con el Mesías sacerdotal que debe elevarse en los últimos días.

J. M. Allegro (en Further Messianic References in Qoumrân Literature) asegura que hay una posibilidad de que “el Intérprete de la Ley” sea identificado con el Profeta que debe venir con los dos Mesías. Así mismo, él permanece como una “figura mesiánica”.

A pesar de todo ello, el carácter mesiánico de la Comunidad del Qoumrân es flagrante. Son ellos mismos los que deben recibir a los dos Mesías y al Profeta Mesiánico. Y K. Stendahl3 concluye: “Así pues, puesto que nosotros encontramos que los Mesías todavía están por venir, la secta del Qoumrân debe ser nombrada una comunidad mesiánica en un sentido mucho más específico de lo que al Judaísmo en general, se lo podría llamar también mesiánico. Los acontecimientos mesiánicos comienzan en forma de anticipación, la Comunidad es una manifestación del Nuevo-Contrato de la Edad por venir. El Maestro de la Rectitud no existía aun, pero debía volver a venir como un Mesías”.

Sabíamos por las descripciones de Josefo y de Filón, que los Esenios tenían doctrinas secretas, pero ni E. Renan, quien tomó la posición de que el Cristianismo había nacido del Esenismo, ni Eduardo Schuré quien en los Grandes Iniciados sostiene la tesis de que Jesús fue iniciado por los Esenios, podían tener pruebas tangibles de lo que decían. En efecto, ellos ignoraban en su época, la existencia de esos textos reveladores encontrados hace solamente tres años.

Oscar Cullmann4 en su libro sobre los Pseudo-Clementinos, escritos judeocristianos cuyos elementos más antiguos (el “Kerygmata Petrou” preservan un material de una Cristiandad judía primitiva, defiende la tesis de que existe sobre el eje del Judaísmo, una especie de Gnosticismo Judío, que juzgado exteriormente debe ser considerado como la cuna del primer cristianismo.

La evolución que se supone generalmente, de un estrecho cristianismo judaico hacia un cristianismo helenístico universal, es un esquema artificial, que no corresponde en nada a la realidad histórica. Las dos tendencias existían en la iglesia primitiva y la historia del Cristianismo primitivo es la historia del inter-juego de esas dos tendencias, presentadas juntas desde los inicios en la iglesia Palestina. Según Cullmann, la cristiandad Palestina habría podido extraer elementos Helenísticos que habrían traspasado las fronteras nacionales del Judaísmo y esto era conocido mucho antes del descubrimiento de los nuevos textos. Pero, al presente, tenemos una confirmación clara y precisa. Ese autor agradece sobre todo a M. Lidzbarski quien hacia 1920 publicó sus trabajos sobre el re-descubrimiento de los textos llamados Mandeos y que nos hacen conocer un movimiento bautista Pre-Cristiano, que salió de Palestina y Siria, llegando a influir tanto a los discípulos de Juan Bautista como a los de Jesús. Además debía haber un lazo entre los primeros cristianos y la tardía literatura judía de Enoch.

Las críticas contra el Templo expresadas por Jesús en los Sinópticos (citadas por Juan en una forma aún más fuerte) corresponden a la actitud de los Esenios contra el Templo Judío, sobre todo en lo que concierne a los sacrificios. Escribe Filón, en Quod omnis probus liber. § 75, que los Esenios rechazaban los sacrificios de animales. Según un pasaje de los textos de Josefo (Ant. 18, 1, 5), enviaban dones al Templo pero no participaban ellos mismos en las ceremonias.

En fin, si los Esenios no están mencionados en el Nuevo Testamento, es precisamente por el hecho de sus estrechos contactos con los primeros cristianos y por eso mismo los discípulos de Jesús no tenían que combatirlos como a los Fariseos y Saduceos, mencionados numerosas veces. Es posible concebir que el Pensamiento Esenio, como la práctica, hayan entrado al inicio de la Cristiandad por intermedio de Juan Bautista. Sabemos ya por el Evangelio de Juan que los primeros discípulos de Jesús fueron en primer lugar discípulos de Juan Bautista. El mismo Jesús se presenta como siendo ante todo un discípulo de ese Bautista Juan (Mateo, XI: 11, 13, 14).

Saber que ha existido un lazo entre los Esenios y los discípulos de Juan, es saber al mismo tiempo que había un lazo entre los Esenios y los discípulos de Jesús. En el Evangelio de Lucas, leemos que Juan vivía en el desierto de Judá antes de comenzar a bautizar. Ese desierto estaba justamente en el lugar en el cual los Esenios tenían sus claustros y sus cuevas. Es imposible pensar que Juan pudo vivir ahí sin entrar en contacto con la Comunidad de los Esenios. Asimismo aun si no hubiese sido un miembro, debió por lo menos estar influenciado por ellos, aunque hubiera sido para fundar un movimiento mesiánico independiente. Por otra parte es preciso saber que Juan nació de una familia de sacerdotes. Cuando se sabe de la importancia de esa clase entre los Esenios y sobre todo del sistema de vida, se está en derecho de preguntar si Juan no habrá nacido simplemente, en el mismo seno del Esenismo, siendo inclusive hijo de miembros de la Comunidad.

R. Bultmann (en Die Bedeutung der neuerschlossenen mandaischen und manichaischen Quellen für das Verstandnis des Johannes-Evangeliums) expone que en muchos casos es fácil explicar la influencia indirecta del Esenismo en los inicios del Cristianismo. Para concluir, es preciso dar énfasis a un punto que puede devenir importante cuando se plantea otro: el de los contactos quizás más directos entre los Esenios y los Cristianos. Por un lado, hay un interés particular en el cuarto Evangelio, en Juan Bautista y su secta y, por otro lado, está el paralelismo entre esas concepciones y las de los Mandeos. Así, ese Evangelio es, posiblemente, un lazo en la secuencia: Qoumrân-Juan Bautista-primeros cristianos.



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Durante nuestro viaje a Siria y Líbano estuvimos muy ansiosos por encontrar huellas o vestigios del Esenismo. En Damasco, aquello que animó nuestro interés, más que la gran Mezquita, fue las cuevas donde los primeros cristianos se reunían alrededor de Pablo.

F. A. Schilling (“Why did Paul go to Damascus?”) en la “Revista Teológica Anglicana” (1934) hace resaltar que los Esenios se habían instalado en Damasco y que el mismo Pablo, después de su conversión, permaneció allí igualmente. Uno se pregunta si él no fue miembro también de la célebre secta.

Personalmente pensamos que los discípulos de Jesús, como los de Juan, fueron todos más o menos Esenios primeramente y que ellos no vieron ninguna objeción en predicar la nueva religión cristiana, creyeron en los principios universales de ese nuevo exoterismo esenio y permanecieron al mismo tiempo como adherentes a la doctrina esotérica.

Para Cullmann (en su artículo Los inicios de la Cristiandad) parece muy probable que se haya establecido un puente entre los Esenios y los primeros cristianos, por los Helenistas, que están mencionados en el Libro de los Hechos. Estos pertenecerían a la Iglesia original Palestina y fueron el resultado de la Diáspora. Ellos fueron, según este autor, los verdaderos fundadores de las misiones cristianas y fueron ellos aun quienes habrían comenzado a predicar el Evangelio en Samaria. La universalidad no fue introducida por Pablo primeramente, sino por los Helenistas y todo esto mucho antes del Apóstol. Los Helenistas, como los Esenios, rechazaban el culto del Templo y esa es la razón por la que fueron tempranamente expulsados de Jerusalén.

Según los Hechos, VI: 1, los “Helenistas” eran considerados simplemente como judíos que hablaban griego, mientras que los “Hebreos” eran judíos que hablaban arameo. Sin embargo, no hay otros documentos como prueba sobre la significación exacta de esa palabra. La palabra griega, de la cual se deriva “helenistas” (hellenizein), no quiere decir “hablar griego” sino “vivir según la manera griega”. Además no está mencionado tampoco que ellos vengan de la Diáspora. Sea como sea, no se puede probar que el término “hebreos” se refiera al lenguaje hablado por las gentes designadas por esa palabra. Incluso se plantea la cuestión de saber si los Helenistas no serían judíos que se diferenciaban del Judaísmo oficial, mostrando tendencias más o menos esotéricas, de un origen sincrético.

En “The Early Church” (1956), Cullmann demuestra que el Evangelio de Juan estaba particularmente interesado en esos Helenistas y su trabajo de misioneros, pioneros en Samaria. En efecto, ese Evangelio ha emprendido la rehabilitación de los Helenistas. En el Evangelio de Juan (IV-38) Jesús dice que no son los Apóstoles sino otros “quienes comenzaron la misión en Samaria” y que entonces los Apóstoles solamente”entraron en” el resultado de su trabajo. Esto corresponde exactamente al relato de los Hechos VIII. Ese pasaje cuenta como la Misión en Samaria fue inaugurada por los Helenistas, especialmente por Felipe, uno de los SIETE (septenario que, entre los Helenistas, probablemente jugó el papel que los DOCE en la otra porción de la Comunidad).

Se ha notado que entre la Literatura de los primeros Cristianos, es justamente el Evangelio de Juan el que muestra la más estrecha relación con los textos del Qoumrân. K. G. Kuhn llegó a esa conclusión inmediatamente después de los primeros descubrimientos hechos cerca del Mar Muerto (Die in Palastina gefundenen hebraischen Texte und das Neue Testament, 1950).

H. Odeberg (The Fourth Gospel, 1929) había ya concluido en la relación entre los cuatro Evangelios y las Escrituras Esotéricas Judías, como por ejemplo las Odas de Salomón y los textos rabínicos de carácter místico.

Se puede concluir que, primeramente, hay relación entre los cuatro Evangelios y los Helenistas. En segundo lugar, una relación entre los cuatro Evangelios y la secta del Qoumrân.

Terminando su artículo sobre la "Significación de los textos del Qoumrân" (en el Diario de la Literatura Bíblica, 1955) O. Cullmann, asegura que no es suficiente que la Secta del Qoumrân tenga un Maestro de la Rectitud y escribe sobre el Espíritu: el Maestro y el Espíritu no dominan todo el pensamiento y la vida de la comunidad, como Jesús y el Espíritu que es dado a aquellos que creen en Él, dominan al Cristianismo. Ese impulso dinámico falta en la secta del Qoumrân, dice él, y es por esto que los Esenios han cesado de existir después de la guerra judía del año 70, mientras que el Cristianismo puede sobrevivir a esta crisis y a partir de ahí, extenderse sobre el mundo.

Ese autor habla no tanto de la desaparición de la secta del Qoumrân, sino más bien de su absorción en los Gnósticos judeocristianos, que fueron conocidos también como Pseudo-Clementinos.

Algunos han creído que los Esenios del Qoumrân se convirtieron en los Ebionitas pero, es mucho más probable que la Comunidad se haya dispersado y haya sido absorbida por los grupos judeocristianos del distrito Este del Jordán, degenerando poco a poco, para no formar más que una secta judía abierta a toda clase de influencias sincréticas.

Personalmente hemos constatado a menudo que reina una gran confusión a propósito de los Esenios, considerados casi siempre como una simple y pequeña secta judía, la cual no es, en realidad, sino el resto de esa famosa Comunidad que existía antes como Orden Iniciática. Por supuesto, su enseñanza esotérica ha debido perpetuarse en otros grupos. Todo ese problema nos es conocido por haberlo estudiado ya en nuestra serie de los “Grandes Mensajes”, en particular en el Libro III, además de las menciones que ya hemos hecho igualmente en esta serie de “Propósitos”. Es evidente que se poseen pocas huellas históricas sobre el origen mismo de los Esenios, sobre todo en tanto que vehículo de la Augusta Gran Fraternidad Universal. Como Preservadora de la Tradición (Orden Iniciática) se encuentran algunas marcas de su Misión Esotérica, pero para los Doctos Oficiales eso no es suficiente. Algunos han definido el Esenismo como una fusión de Budismo y Mazdeismo que contaba como fundador al Venerable Elkesai que quizás no era sino un jefe de la Comunidad en una cierta época. Todo ello es dar una forma bien tardía a los Esenios que por su nombre siríaco eran entonces los Aschaim.

“Aschai” es aquel “que bautiza” y entre esos “bautistas” viene al espíritu inmediatamente Juan-el-Bautista.

Ese asceta fue sin duda, en esa época, el Maestro de una comunidad esenia, aunque su género de vida parece indicar que él ya era independiente, al mismo título que más tarde Jesús, después de haber sido educado en un Santuario, “se nazareanizó” para llegar a estar, cual un “sannyassi” de la India, sin bienes y sin ataduras, ni siquiera con su Comunidad de Hermanos (ver en la Biblia, Números VI: de 1 a 9 ; Jueces, XIII: de 3 a 5 ; Amós II. 11 y otras citas para el Nazareato).

El “Nazarith” es un poco como el “Saddhu” en Oriente, es el Santo Hombre, que se emancipa de su clan. Los Esenios tenían así “Misionados” que se desataban de la Orden para ir a enseñar, profetizar, curar... Esa independencia no estaba en oposición a la Orden, sino que era simplemente un desate, una liberación de las disciplinas, de las obligaciones y las responsabilidades.

Nazareanizarse era pues alejarse de la comunidad de los Nazarenos sin por ello desatarse de sus principios; quizás era, al contrario, acercarse mucho más aun a la meta real del Nazarith (nazar = dedicado a Dios) que era justamente el abandonarlo todo para acercarse mejor a Dios.

Es en ese sentido también que Juan Bautista se aislaba en el desierto, con el fin de estar más cerca de la naturaleza y más cerca pues de lo Divino. Se pretende que él se alimentaba del insecto langosta y de la miel de las abejas. Sería preciso saber que la palabra fue mal interpretada, ya que en realidad se trataba del árbol-langosta, que es en realidad el algarrobo (de la familia de las Leguminosae), del árabe “kharrûbah”, bien conocido en la cuenca mediterránea. Puesto que se trataba de los granos de ese árbol, uno se pregunta por qué no ha sido traducido por “desgrano” puesto que un pasaje del hijo pródigo relatado por San Lucas (Cáp. XV, vers. 16) dice: “El hubiera querido saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”…

En tanto que Esenio, Juan Bautista ciertamente no debía absorber carne animal; sin embargo en un interesante estudio sueco, Bo Reicke, discute ese aspecto igualmente: “Nytt ljus over Johannes doparens forkunnelse”. Las langostas están clasificadas entre los alimentos propios (limpios), en la Biblia (Levítico XI -21).

El Ministerio de San Juan Bautista se ejercía en la parte salvaje de Judea, cerca de las montañas desoladas sobre la rivera oeste del Mar Muerto. ¿Qué hacia él en ese lugar? Es según su mismo testimonio que uno encuentra en el Evangelio de Juan (I-23) la respuesta: “Yo soy la vía* de aquel que grita en el desierto”. “Allanad el camino del Señor”.

Sepamos, no obstante, que ese territorio definido como “el desierto” de Judea está justamente ocupado por una serie de cuevas de donde provienen precisamente los famosos manuscritos del Mar Muerto, mejor conocidos como los rollos de Qoumrân, según el nombre del precipicio que corta transversalmente las secciones de los acantilados. Es ahí donde vivieron los Esenios, en cuevas (algunos vivían en tiendas y se trasladaban) y es en ese lugar también donde tenían un edificio al cual iban para estudiar, dar culto, meditar, bañarse, comer y vivir en pequeñas colectividades. (Un Santuario sobre las bases de los “Ashrams” en la India).

Su “Manual de Disciplina” traído a la luz por el descubrimiento de los famosos pergaminos, da la razón de aquello.

Ellos se separarán de las aglomeraciones de los hombres perversos para ir a los sitios solitarios para preparar el camino del Señor, como está escrito: En la soledad preparad el camino del Señor. Nivelad en el desierto una gran ruta para nuestro Dios”.

En el Serek ha-yahad (VIII: 13-16) está dicho que eso significa que es preciso estudiar la Ley que Él ha mandado a través de Moisés, así como todo aquello que ha sido revelado tiempo tras tiempo, de acuerdo con lo que los profetas han revelado por Su Espíritu Santo.

El señor Delcor en Diversas maneras de escribir el Tetragrama sagrado en los antiguos documentos hebraicos (1955, pág. 145-173) explica: “Para el escriba de ese documento, ni siquiera la palabra “Señor” podía ser escrita por Yahweh (corrupción que se da hoy día, a menudo, con el término Jehovah). En efecto, hay cuatro puntitos en lugar de las cuatro letras del Nombre Inefable. En la línea superior del manuscrito, en las marcas indirectas, existe una mención de sustituir por: H U H A”.

Personalmente, hemos atraído la atención varias veces sobre esa imposibilidad de traducir palabras de lenguas-madre. Además, hemos analizado la manera de escribir ese Nombre Divino. El Tetragrama Sagrado: Yod-Hé-Vaw-Hé que se escribe a menudo Iévé latinizando el vocablo, es evidentemente tan inexacto como Yahweh, pues las cuatro letras hebraicas tienen una definición muy particular así como un valor excepcional. Se sabe ya que el Yod puede ser invariablemente comprendido como “i”, “j”, o “y”; en cuanto al Hé, corresponde tanto a la letra “e” como a la “h”. El “Vaw” hebreo sustituye fácilmente al “o”, o bien a “v”, o aun a “w”, aunque puede traducirse igualmente por “u”, puesto que es considerado como la letra plástica por excelencia asimilable pues a nuestras vocales (el alfabeto hebraico está compuesto de 22 letras, todas consonantes).

Por otra parte hemos estudiado también el mecanismo que hace de Yod, la décima letra, una substitución esotérica del ‘Aleph’, primera letra.

Es eso lo que ha dado nacimiento al principio varonil “Yod” (transformado en “aleph”), ADAM y al principio femenino (Hé-Vaw-Hé) EVA. Es aquí que el nombre Divino: I E V E (Yod-hé-vaw-hé) toma todo su valor en la manifestación de esta primera cultura humana.

En cuanto a HUHA, o más bien AHUH (Aleph-Hé-Vaw-Hé en el sentido de la lectura en hebreo), es pues otro fenómeno esotérico por el mecanismo de la sustitución de Yod en 'A' y de Vaw, con el valor de la letra 'u'. Quedando el Hé con su valor, en su aceptación ordinaria, de “h”, por las razones ya explicadas en nuestro Folleto No.II de esta serie de “Propósitos”. Comentamos igualmente con amplitud esta cuestión en el número XIV en el cual hacemos sitio también a las explicaciones sobre la importante cuestión del desierto.

C. H. Kraeling (en “John the Baptist”, 1951) explica que Juan Bautista creía igualmente que el camino debía ser preparado en el desierto y que el Mesías haría su aparición ahí. De todas maneras, él se sorprende de cómo ha podido vivir y por quién podía ser asistido o quién velaba sobre él... Ese prominente escolástico americano, ve ese detalle como “intrínsecamente improbable” y supone más bien que ese pasaje de las Escrituras (Luc. I: 80) ha servido ampliamente para reemplazar un “blanco” en un período de la vida de Juan Bautista.

Por nuestra parte, podríamos fácilmente aceptar que Juan recibió la hospitalidad precisamente de los Esenios (si no fue miembro activo, directamente), así como Jesús, en el período del cual no se hace mención en las Escrituras. Nosotros nos inclinaríamos a pensar que desde la edad de 12 años (última época mencionada en la vida de Cristo-Niño) hasta la edad de 30 años (época en la cual Jesús se presentó en el Jordán), Jesús habría vivido en un Santuario Esenio en el que recorrió como Nazareno las diversas regiones en las cuales se encontraban los Colegios Iniciáticos (existen huellas de su paso en Asia Central).

Josefo, el antiguo historiador judío, describe al principal grupo de los Esenios “desdeñan el matrimonio, pero adoptan a los hijos de los otros hombres considerándolos como su propia progenitura y los modelan según sus propios principios”.

Sabemos por otra parte que existían Esenios casados y H. L. Ginsberg parece mencionar que los Esenios, solteros o no, pertenecían a la misma sociedad.

Es pues muy probable que, si Juan Bautista no era, incluso, producto de un matrimonio de Esenios, fue en todo caso educado y criado en una Comunidad que les pertenecía.

W. H. Brownlee5 en John the Baptist in the New Light of Ancient Scrolls, se inclina igualmente en ese sentido, con otros numerosos investigadores.

Él sustancialmente escribe: “No sabemos lo que ha podido decidir a sus padres a enviarlo entre los Esenios. Es posible que ellos mismos, aunque sin ser Esenios, hayan sido sin embargo simpatizantes, o incluso que, muertos los padres, el niño fuera adoptado por los Esenios. De todas maneras esa existencia entre los Esenios llenó un vacío inexplicable en la vida de Juan Bautista y se explicaría muy bien en particular por la forma de enseñanza por la cual optó a continuación”.

En los textos del Qumrân, encontrados en la cueva I, el manuscrito presenta a los Esenios atribuyendo un gran lugar a los Sacerdotes. Es posible que Zacarías, el padre de Juan Bautista, pensara que había ahí un buen porvenir para su hijo. En un grupo en el cual se practicaba el celibato, los sacerdotes podrían llegar a ser escasos.

No todos los sacerdotes que oficiaban en Jerusalén eran Saduceos, sino que la religiosidad de algunos de ellos se inclinaba más hacia los Fariseos. Es a ese grupo piadoso que pertenecían Zacarías, Simón y, probablemente, todos aquellos que se convirtieron fácilmente a la fe cristiana.

Los Esenios creían en el arrepentimiento, pero también querían la completa separación de la Sociedad. En sus reuniones no aceptaban ni siquiera extranjeros. Por otro lado, una gran parte de su enseñanza se mantenía secreta y para unirse al grupo se necesitaba un período preparatorio de dos años, antes de la aprobación de la adhesión a la Comunidad.

Por ese hecho, resalta que muy ciertamente ellos se vieron obligados a tener un sistema con una Misión exotérica y de un Orden esotérico.

En realidad, ellos se preparaban mucho más para la llegada del Mesías que para una acción en beneficio de la nación. Recordemos que se trata de una época llamada “negativa”: la Era Pisciana (la Edad de los Peces) que se acercaba. Los Colegios Arios (los Templos Iniciáticos de la Edad del Cordero) cerraban poco a poco sus puertas, así como hoy las Escuelas de Acuarius hacen su aparición un poco en todas partes, marcando así la Edad positiva del Acuario, la Nueva Era Acuariana (simbolizada en el Zodíaco por “El Aguador”, el signo del Hijo del Hombre).

La atención de Juan Bautista fue atraída por la referencia a la “voz gritando en el desierto”. El se fue, pues, de entre los Esenios para convertirse en “esa voz”... Lejos de aislarse, sin embargo, buscó una soledad relativa en la cual pudiera predicar a las gentes. Sus dos centros de actividad fueron: Betania, más allá del Jordán (Juan I: 28) y Aenón cerca de Salim (45 km. al Norte de Betania). Esas dos poblaciones eran puestos de comercio sobre importantes y grandes líneas de comunicación en las orillas del Jordán. Él encontró muchedumbres que iban a Jerusalén y se convirtió rápidamente en popular, como Profeta que anunciaba la llegada de la Edad Mesiánica.

La cuestión del Bautismo es muy debatida por todos los escolásticos que se inclinaban a creer que Juan tomó ese rito de algunos misteriosos cultos orientales.

Hay que señalar, sin embargo, que el bautismo proselitista era practicado en la Sinagoga: era un rito que fue introducido para “lavar” de la mancha que se creía adherida a aquel que no había sido judío previamente. La originalidad de Juan fue que ese rito habría sido aplicado no solamente a los prosélitos sino también a las personas que eran judías de nacimiento. Pero, esto habría implicado que toda la nación era apóstata y pecadora.

Esa importancia del elemento líquido es mencionada ya muchas veces en la Biblia (Levítico XIV: 1-9; XIV: 48-53; Números XIX, etc.).

Los Esenios hacían un uso abundante del agua, para diversas purificaciones, además de baños frecuentes. El Agua Sagrada preparada con cenizas era llamada “el agua para las impurezas” (es un poco el agua empleada en Magia ceremonial) y esa “agua” es mencionada más de una vez en los nuevos hallazgos del Manual de Disciplina Esenio.

Josefo escribía también esta descripción: “Cuando ellos envían a quienes son para dedicar a Dios al Templo, no ofrecen sacrificios, porque ellos mismos tienen muchas más lustraciones puras, es por esa razón también que están excluidos del patio común del Templo, pero ofrecen sus sacrificios divinos ellos mismos” (Antigüedades judías, XVIII: 1-5.).

Joseph M. Baumgarten ha notado que el “sacrificio” de los Esenios parece ser el equivalente de las “lustraciones más puras” y por ello piensa que cuando Josefo emplea el verbo “ofrecer sacrificios”, es preciso tomarlo más simplemente como “rendir culto”. Los Esenios ven “más puras” sus lustraciones a causa de la Ley que las especifica (Números XIX: 19), lo cual hace que un hombre, propiamente (en el sentido de “hombre puro”) sea aquel que es ceremonialmente puro como miembro de su Orden.

Esa purificación por el agua (el agua lustral diríamos nosotros en Magia) está generalizada, con todo el valor que eso comporta. Se encuentra esa práctica en particular en la India, con los “Melas” en los bordes del Ganges y otras reuniones santas cerca de los ríos sagrados como lo hemos mencionado ya en nuestros escritos precedentes, tanto como en la Iglesia Católica actual.

Entre los maravillosos descubrimientos en el Khirbet Qoumrân hay un buen número de cisternas, hermosas y muy bien construidas; algunas están fuera del lugar sagrado, bajo la terraza, pero otras están al interior. Eran alimentadas por un acueducto que conducía el agua de lluvia desde la montaña arriba de la terraza hasta las cisternas en la Santa Comunidad. Los fundamentos de la secta para las abluciones rituales demuestran que la mayoría de aquellas eran utilizadas para los ritos del baño. Se ha podido ver catorce escaleras que descienden hacia el estanque. Se notará inmediatamente que ese es no solamente el múltiplo del número sagrado siete, sino que aun -lo hemos ya estudiado en el Propósito VII- es el símbolo de los elementos en juego en el Emblema de la Rosa y la Cruz (ver la ilustración en nuestro Propósito XIX): los diez círculos que forman el rosetón y los cuatro brazos de la cruz. Hay que notar también que en el Tarot egipcio, el 14 es el Arcano de las Dos-Urnas... Esa doble Ánfora parece precisar bien por una parte el estanque para los baños externos, y el otro, para la purificación interna: hay allí pues, un símbolo esotérico muy poderoso.







El autor bebiendo en su “lotha”







En ciertos ritos orientales, el ceremonial del baño tiene como doble una práctica de “pranificación”, es decir del lavado del cuerpo exterior e interiormente, pero se concibe por ese último ejercicio, mucho más que un simple lavado, puesto que es una vitalización en el sentido de “purificación”. Es así que nos ha sido dado ver (y practicar nosotros mismos ese rito) durante el “Khumba-Mela” (Gran Reunión Sagrada de Acuario) en Hardward (Norte de la India) a los Saddhus bañándose en el agua sagrada del Ganges, rociando sus cabezas con agua ayudados por la “lotha” (recipiente que forma el único equipaje de los Sannyasis, junto con su guerrúa: pieza de lienzo que sirve de vestido).

En seguida, habiéndose “bautizado” así con la ayuda de fórmulas consagradas, pasan al ejercicio de pranificación que demanda formular ciertas plegarias sobre el agua contenida en la lotha con el fin de purificarla enteramente6, para enjuagarse la boca, hacer gárgaras y en fin, beber concentrándose siempre sobre el “prana” que viene a vitalizar todas las partes internas del organismo, al mismo tiempo que el Espíritu.

Otro punto muy importante es objeto de grandes controversias y para ello tomaremos el texto de Brownlee (pag. 50 y sig. Juan Bautista en el libro “The Scrolls and the New Testament” Ed. Harper, New York, 1957).

Que Juan haya dicho: “He ahí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, no es imposible, ya que el motivo del Servidor Sufriente es una de las grandes aplicaciones entre los Contratantes del Qoumrân. Era aplicado a la Comunidad como un todo, a un grupo especial de doce hombres que idealmente vigilaban la Sociedad, al Maestro de la Rectitud y probablemente también a los Mesías de Aarón y de Israel. En la tercera columna de los Himnos se presenta a la “encinta” en quien se producen los dolores de parto y que está dispuesta a dar nacimiento al “Maravilloso Consolador”, muy ciertamente el Mesías Davídico del capítulo, IX, versículo 6 de Isaías. La “encinta”7 era seguramente la comunidad comprendida como un todo con quien el autor del Himno se identificaba a si mismo como jefe, y las penalidades del parto que dan salida al magnífico nacimiento son los sufrimientos de la secta perseguida. Resulta de ello que el sendero hacia el adeptado Mesiánico es una vía de sufrimiento.

El Serek ha-edah (Documento de las Dos Columnas, en los textos del Qoumrân V, 24) señala que: “Cuando alguien se convierte en el Mesías Real, parece ser que no existe lugar para el sufrimiento”. El juicio mesiánico habría tenido lugar en ese momento, si concluimos correctamente de esa invocación bendita sobre el “Príncipe de la Congregación": “Destruye la tierra con tu cetro y con el soplo de tus labios echa los malvados”.

Chamberlain, en “Another Qoumrân Thanksgiving Psalm”; Dupont Sommer, en “La Madre del Mesías y la Madre del Áspid en un himno del Qoumrân”; G. Vermès, en “Algunas Tradiciones de la Comunidad del Qoumrân”, están de acuerdo para entender el título de “encinta” de la madre corporal, que proviene sin duda de Isaías (capítulo VII, vers. 14): “Es por ello que el mismo Señor os dará un signo. He aquí, la muchacha saldrá encinta, ella parirá un hijo. Y le dará el nombre de Manuel”.

En su artículo de enero de 1955 (en el “United Presbyterian”), Brownlee, sugiere traducir “almah” como “parthenos” con la idea de indicar la interpretación mesiánica que, en el versículo en referencia, simula a la de “virgen-muchacha de Zion” (Lamentaciones, II: 13; Miqueas, IV: 10). Pero, dice él que es la prueba de que el pasaje de Isaías (VII: 14) fue interpretado mesiánicamente. Estas sugestiones llevan a un examen del segundo versículo y del capítulo XII del Apocalipsis en relación con el pasaje de Isaías. En los dos textos, la imagen general sería la misma, un “signo” consistente en una mujer encinta que da nacimiento a un hijo. Las diferencias son por cuenta de la influencia pictórica del capítulo XXXVII versículo 9 del Génesis. La evidencia específica, aparte de las similitudes con el Himno mesiánico del Qoumrân*, se reduce a un simple, pero inquietante término en el capítulo XII, vers. 5 del Apocalipsis, en la mención: “Ella parió un hijo, un varón...”. La tautología fue evitada en la Biblia, versión King James y en las versiones Estándar Revisadas, omitiendo la palabra “hijo”, pero la versión Americana estándar la ha dado correctamente: “un hijo, un niño-hombre”. No es imposible que el autor del Apocalipsis, en la realización de sus alusiones bíblicas, haya deseado dar controversia al pasaje de Isaías (VII-14) combinando “da nacimiento a un hijo”, con “da nacimiento a un varón”. Una analogía para “un hijo, un varón” puede ser encontrada solamente en el capítulo XX, vers. 15 de Jeremías, donde se da más énfasis al sexo. Sin duda es posible que esto haya servido para beneficiar al precedente en referencia al Apocalipsis (XII-5), pero una alusión al nacimiento según Jeremías no podría colocarse aquí. Así en el texto griego, tanto en Nestle como en Westcott, hay solamente “arsen* y no “huion”, que está impreso en gruesos caracteres para indicar la citación.

Notemos aun que Juan de Patmos ha traducido con una gran fidelidad el texto original hebraico, mencionando la madre como “mujer” más bien que “virgen”.

Partiendo de este origen, Mateo ha hecho la narración desde esa aplicación de Isaías, VII:14, de la nación virgen a la Virgen María, interpretando el nacimiento como físico más bien que como una dotación de un hombre maduro para su misión mesiánica. A pesar de ello es preciso ver aquí las penas (los dolores del parto) de la madre corporal, como la figura de Raquel llorando por su hijo. La Virgen María representa probablemente la verdadera Israel que da nacimiento, física y espiritualmente, al Cristo. De modo similar en el Cuarto Evangelio, María, que precipita la misión terrestre de Jesús, puede representar también la Israel verdadera cuyos sufrimientos dan nacimiento al Cristo resucitado. En ese caso Juan sería el legítimo, más que Mateo, en cuanto al origen judío de ese nacimiento de Cristo, tanto en su misión terrestre y celeste, que sería mucho más en lo espiritual que en el físico. Esto pone a Juan en estrecha armonía con el pasaje del Apocalipsis, XII.

Karl Georg Kuhn8 en su “Estudio sobre el Nuevo Testamento” habla de Dos Mesías: de Aarón y de Israel. En la primera publicación de los manuscritos de Qoumrân, no había más que un solo pasaje que hablaba del Mesías: “Y ellos (los miembros de la Comunidad del Qoumrân) serán regidos (reglamentados, con el sentido de juzgados) por la primera Ley con la cual los hombres de la comunidad comenzarán a ser disciplinados hasta la llegada de un Profeta y los Ungidos (meshihe) de Aarón e Israel” (Manual de Disciplina, IX, 10-11).

Es tanto más notable cuanto que ese texto había empleado el plural, de una manera que no permite equívoco, citando “los Ungidos”. Los diferentes esfuerzos para evitar ese plural, con correcciones, no pueden en ningún caso convencer a nadie. Naturalmente, sobre ese punto, la secta del Qoumrân tenía una opinión que no puede ser reducida a la concepción habitual que nosotros tenemos del “Mesías”.

Al presente, no queda ninguna duda de que esa interpretación sea la correcta debido al hecho de un texto publicado muy recientemente. Esas dos columnas fueron primeramente consideradas como el comienzo, perdido, del Manual, pero más tarde exactamente reconocido como un texto independiente que tiene el nombre de Serek ha-edah, “Orden de la Congregación” (llamado a veces el Documento de las dos Columnas).

Esas dos columnas describen la congregación escatológica del pueblo de Israel y la manera como era preciso construirla y organizarla, según aquello que esperaban los Esenios. Es una visión de la Israel escatológica. E1 final de la columna II, describe la comida común de esa Israel escatológica como una exacta contrapartida de la comida en común de los Esenios, tal como se encuentra en el Manual de Disciplina (Serek ha-yahad), VI: 4-6.

Esta escrito que “Nadie está autorizado a tocar la primera parte antes que el sacerdote. Ya que es él quien bendice la primera parte y toca el pan antes que ellos”.

“Reshit” es el término técnico del vocabulario de los sacrificios en el Antiguo Testamento: “el mejor”, “la primera parte”, aquello que pertenece a los sacerdotes. K.G. Kuhn hace notar que la conservación de ese término, aun si no se refiere ya al hecho de los sacrificios, es entre otras cosas, un signo del origen del sacerdocio entre los Esenios.

En cuanto a lo que nos concierne, no podemos más que recordar esa raíz que se encuentra en la primera palabra de la Biblia: “Baereshit”. Hemos repetido ya tan a menudo que “Baereshit” fue traducida incorrectamente por comienzo, mientras que se debía entender como “Principio”. Evidentemente “shit” quiere decir seis, como “sabbath” significa siete. Pero como el texto original del Génesis estaba escrito en hebreo rabínico, es decir sin puntuaciones ni separación de las palabras, uno se ha perdido siempre en conjeturas para saber si se trataba de “Baereshit”, es decir “emana en seis”… (las seis direcciones fenomenales, simbolizadas también por el Sello de Salomón o la Estrella de David) o cualquier otra división de esa palabra que podía significar también “El creó seis días” o “En Principio...”, etc. Pero como la raíz “Ba” da la idea de movimiento determinante, nosotros vemos en ese término “reshit” (el mejor) eI complemento de un concepto de Principio que sería la Fuerza en potencia de creación, es decir, el Poder inherente a esa Idea Creadora, así como las 3 letras-madres “Shin-Mem-Aleph” que forman ya la palabra “Schéma” que es antes que un proyecto, un bosquejo en el sentido de la Matriz que va a dar nacimiento a todo el alfabeto hebraico.

A continuación del pasaje de este texto que acabamos de citar y que hace mención a la comida en común, el texto con la visión de la Israel escatológica y del banquete celeste continúa, refiriéndose ahora al Mesías: “Y solamente después que el Mesías de Israel habrá tocado el pan, entonces de inmediato, toda la congregación dirá la bendición, cada uno según su rango”.

El Mesías de Israel esta aquí en singular de una manera imposible de prestarse a equivocación. Ese título no se encuentra en el Antiguo Testamento en el cual el Rey es siempre llamado “el Mesías de Yahweh”, se le encuentra así tres veces en el Targum, pero no tiene relación con “el Sacerdote”. Así, Kuhn supone que hay buenas razones para creer que eso se refiere a uno de los dos Mesías, a los cuales el Manual de Disciplina hace mención (Col IX, 11) como “los Mesías de Aarón y de Israel”. El Mesías de Israel está aquí en segundo rango en relación con el Sacerdote. En tal contexto la referencia al “Sacerdote”, toma toda su significación. No se trata de un sacerdote cualquiera, sino del Sacerdote que preside o el Alto-Sacerdote. Es en ese sentido que la Biblia menciona al “Sacrificador”, en particular en los diversos pasajes del Levítico, IV. El texto original recurre entonces al título entero de “Sacerdote-Ungido” (ha-kohen ha-mashiah). Se ha deducido que ese “Sacerdote”, cuyo rango está más arriba que aquel del “Mesías de Israel” es precisamente el “Mesías de Aarón” que está mencionado en la fórmula “de los dos Mesías de Aarón y de Israel”.

En fin, actualmente se reconoce que hay identidad entre la secta de Qoumrân y los Esenios descritos por Josefo y Filón. En todo caso es una aceptación de principio de la mayoría de los investigadores. Sin embargo, existen aun ciertas divergencias en las opiniones de los sabios, a saber, si se trata de una entera similitud o de una identidad relativa, si la secta del Qoumrân constituye un grupo especial de los Esenios (tal como Josefo los ha presentado) o un grupo muy estrechamente ligado con ellos. La descripción que da el historiador Josefo sobre los Esenios es idéntica a aquella dada por los textos del Qoumrân, especialmente en los grandes hechos que distinguen a esa Comunidad del resto del Judaísmo. Las dos fuentes describen, según K. G Kuhn, -traductor reputado- una comunidad “monástica” estrictamente organizada en la cual la adhesión era de por vida y donde la propiedad era puesta enteramente en común. Se la encuentra floreciente sobre todo desde el 250 antes de nuestra Era, hasta los años 66 y 70. Los textos nuevamente descubiertos, tanto como los escritos de Josefo, corroboran que la Orden tenía su estructura particular, la constante repetición de los baños por inmersión y la comida en común cotidiana de la comunidad. La admisión en la Orden era precedida por un Noviciado, que consistía en dos pasantías: después de la realización de la primera, el Novicio podía tomar parte en los baños por inmersión, pero solamente después de la segunda, podía compartir la comida ritual. Se comprometía por un juramento de iniciación a una obediencia incondicional a la Orden y el secreto era guardado para la Enseñanza (Lecciones y escritos).

Por otra parte, es preciso atraer la atención sobre el hecho de que las descripciones de Josefo fueron compuestas en el último período de existencia de esa Comunidad, es decir hacia los años 50 y 70, mientras que los textos del Qoumrân fueron compuestos 100 o aún 150 años más temprano.

Notemos también que el Nombre de la Orden ha cambiado, así el nombre “Esenios” que fue conocido por Josefo y Filón, no está mencionado en los textos del Qoumrân que cita la Orden como “La Congregación de Dios”, “El Pueblo de la Verdad”, “Los Hijos de la Luz”, etc. Es posible que el nombre de “Essenianos” (los Esenios) se haya usado más tarde solamente (hacia el primer siglo antes de nuestra Era) y que fuera una denominación utilizada por aquellos que no eran de la Orden. En griego essenoi o essaioi, equivale al arameo hasayya, “El Piadoso”.

Es notable que la liturgia cristiana esté basada sobre la Cena. Ahora bien, ésta es exactamente la práctica del culto ritual de los Esenios.

Mateo (XXVI: 26 a 29), Marcos (XIV: 22 a 25), Lucas (XXII: 16 a 20) mencionan la institución de la Santa Cena, que sigue el ceremonial en uso entre los Esenios. Es el “Alto-Sacerdote” quien toca en primer lugar la comida y nadie tiene el derecho de hacerlo antes que él. También Jesús hace mención de ello (Mateo XXVI, 23) como para recordar ese “reshit”de la Comunidad Esenia que es citado, como lo acabamos de ver hace un instante, en el Manual de Disciplina (VI: 4-6).

Los Evangelios hacen siempre la misma descripción de la comida sobre la cual Jesús da gracias (hace la oración en el sentido de la bendición) después, toma un pan que él parte, toma en seguida una copa y hace beber...

Esa ceremonia estaba pues en uso mucho antes que entre los primeros cristianos y hace pensar que Jesús había heredado ese ritual, durante su estancia en la Orden. Además, es preciso reconocer que jamás se ha hablado de vino, se trata de una copa, según aquello que relatan los Evangelios y se ignora lo que ella contenía. De todos modos, se agrega cada vez... “yo no beberé más a partir de ahora de este fruto de la viña”..., lo cual no indica precisamente que se trate de vino o jugo de frutas fermentado. A ese respecto se encuentra la descripción de la comida común en los textos del Qoumrân (Manual de Disciplina, VI: 1-6): “…Y cuando la mesa esté preparada para comer o beber el tirosh, que el Sacerdote levante, primero, la mano para bendecir así el reshit…”

Los textos originales describen siempre el “vino para el culto de la comida” por el término “tirosh” que significa “jugo de uva” y es notable que jamás sea empleado el término “yayin” que podría traducirse por la palabra “vino” en el sentido que nosotros conocemos (jugo de frutas fermentado).

K. G. Kuhn insiste sobre el hecho de que esa comida en común de los Esenios en paralelo con la Santa Cena da una muy alta significación a nuestro conocimiento sobre el origen de la Eucaristía cristiana. Comparando el culto Esenio de la comida con las tradiciones eucarísticas, es preciso ante todo hacer una clara distinción entre: a) la antigua forma de la Santa Cena, la comida de la Iglesia de Jerusalén; y, b) la forma y la estructura de la última cena de Jesús con sus discípulos según las descripciones del Nuevo Testamento.

El autor concluye sin embargo que hay una gran diferencia entre el origen de la Eucaristía cristiana y el culto de la comida encontrado en el Judaísmo sectario; una diferencia que existe a pesar de todos los paralelos que pueden ser mencionados. El considera igualmente que había ya desde muy temprano diferencias de interpretación en lo que concierne a como la persona del Cristo estaba en relación con esa comida. La iglesia Palestina original la comprendía como una continuación de “la comida de los miembros” con su Maestro, de los tiempos cuando El estaba todavía entre ellos en la tierra, habiendo “subido al Cielo”, donde El espera su nueva venida como Hijo del Hombre, para juzgar al mundo y salvar a los elegidos. Así, la comida del Señor es en consecuencia una alegría escatológica, enunciada en la expresiva plegaria “maranatha”9: “¡Nuestro Señor, Ven!”

Ya en las primeras décadas de la iglesia cristiana, encontramos que la Santa Cena era comprendida más ampliamente como mediación para ser salvado por la muerte de Cristo. Tomando parte en las comidas, que Jesús mismo dicta como “el rescate para muchos”, los creyentes adquieren la remisión de los pecados, motivo que está ya presente en las palabras de Jesús durante la última comida con sus discípulos.

Ahora, queda por saber que, sea que la Iglesia comprenda esa comida en tal o cual sentido, la persona del Jesús histórico y su papel de redención, permanece como la significación primordial para la razón religiosa de la comida. En los textos del Qoumrân, no se encuentran huellas de semejanza con esta última significación de redención de una persona histórica.

Las hipótesis de Dupont-Sommer recientemente relatadas, en forma similar, por Juan Allegro, ponen en evidencia que el Maestro de la Orden Esenia, el “Maestro de la Rectitud”, habría -según los textos del Qoumrân- muerto sobre la cruz, resucitado después de su muerte y su regreso es esperado...

Otro aspecto del problema es aquel que se resume por la citación hecha en el capítulo XIV (vers. 38) de San Marcos: “Velad y orad, a fin de que no caigáis en la tentación; el espíritu está bien dispuesto pero la carne es débil”.

Las palabras-llave son “tentación” (peirasmos), espíritu (Pneuma), carne (sarx). K. G. Kuhn retiene sobre todo el término griego “peirasmos” más bien que la palabra “tentación”, ya que en efecto hay un doble y hasta triple sentido (tentación-prueba-abandono) que es imposible de dar exactamente en nuestras lenguas corrientes. Se está de acuerdo en que la significación del concepto de “peirasmos”, en esa línea de pensamiento, debe ser comprendida desde el Nuevo Testamento, que ha hecho uso de él en diferentes puntos, y no en el caso especial de la tentación de Jesús. El que origina ese “peirasmos” en el pasaje de Marcos (XIV: 38) aparentemente no es Dios, dado que es por la debilidad de la carne que el hombre sucumbe en el “peirasmos”. Dios no tienta, como hizo cuando EL “probó” la obediencia de Abraham al pedirle el sacrificio de Isaac (Génesis, XXII: 1. Se encuentra en el texto original el término “epeirasen” en la Epístola a los Hebreos, XI: 17). Es, pues, el Maligno (el Espíritu del Mal) quien “tienta” como aparece en la visión general del Nuevo Testamento, cuando Pablo en su primera Epístola a los Corintios (cap. VII: 5) o en 1a primera Epístola a los Tesalonicenses (III: 5), hace mención del mismo punto de vista que Lucas (VIII: 12 y 13) que habla del “Tentador” o del “Diablo”, así como el Apocalipsis (II: 10). Existe, también, el segundo versículo del capítulo primero de la Epístola de Santiago, que incita a las pruebas como si Dios fuese quien origina el “peirasmos”, pero en su mismo texto (ver un poco más allá en el mismo capítulo primero, vers. 13, él define bien que “Dios no tienta a nadie; pero, cada uno es tentado cuando es atraído y cebado por su propia codicia. Después, cuando la codicia ha concebido, procrea el pecado; y el pecado, siendo consumado, produce la muerte” (vers. 14 y 15).

Naturalmente en ese contexto se puede concebir que sea posible alegrarse de estar expuesto a los diversos “peirasmoi”. Es un poco la idea del sistema del Karma-Yoga por el cual el adepto busca todas las posibilidades de agotar su “karma”, sus pruebas. Es la Vía de la Reintegración por la acción: la práctica de los actos, el Espíritu que no puede ser satisfecho sino por el trabajo.

Hoy día, gracias al descubrimiento de los textos hebreos del Qoumrân, se puede dar una respuesta clara a ese problema. Con esos manuscritos se tiene ante sí los escritos de una secta judía de Palestina de inicios del primer siglo antes de nuestra Era. Por otra parte, los orígenes de la secta deben remontarse hasta antes del segundo siglo antes de Cristo.

La Comunidad tenía su centro en Khirbet Qoumrân en el 130 antes de nuestra Era y permaneció allí ciertamente hasta los alrededores del año 68, cuando Qoumrân fue tomado y ocupado por los romanos. TODOS los textos del Qoumrân fueron escritos ANTES de ese período. La fecha original de esos escritos, especialmente el Manual de Disciplina (Serek ha-yahad) y el “Comentario de Habakkuk” (Pesher) son seguramente del segundo siglo antes de nuestra Era.

Aquí, las ideas religiosas y la manera de pensar son características considerablemente diferentes de las de la forma judaica que se consideraba hasta el presente, “la” forma del Judaísmo Palestino en los tiempos de Cristo. Esos son escritos de los Esenios y esto ya no puede ser puesto en duda según K. G, Kuhn, quien ha expresado desde los inicios esa opinión (que los descubrimientos contenían los escritos de los Esenios). Sobre la base de las excavaciones en Qoumrân, conducidas desde 1951 por R. de Vaux, se llegó a tal certeza, por las pruebas que aportó en diversas referencias (“Hallazgos en el Khirbet Qoumrân”, Rev. Bibl. 60, 1953, Págs. 83 -106).

Uno se encuentra en presencia del conjunto completo de los conceptos expuestos más arriba: los dos poderes y los “peirasmos” del creyente.

La situación del hombre en el mundo está determinada, según esa presentación, por su adhesión bien a los “Hijos de la Luz”, “Hijos de la Rectitud”, “Pueblo de la Verdad”, o bien a los “Hijos de las Tinieblas”, “Pueblo de la Perversión”, etc.

Para numerosos investigadores esa posición sería debida a una primera predestinación divina.

“Del Dios del Conocimiento vienen todas las cosas que son y que serán, quien ANTES de la existencia humana, ha determinado ya todas sus reflexiones y sus pensamientos. Y DURANTE su existencia todos sus actos son irrevocablemente cumplidos. Dios le ha asignado dos Espíritus, a través de los cuales él erra hasta el período de Su visita. Estos son los Espíritus de Verdad y de Perversión.

De la fuente de Luz emanan las generaciones de Verdad y de la fuente de las Tinieblas, las generaciones de perversión”.

(Manual de Disciplina, III: 15-16, 18-19)

El origen de esa idea de predestinación debe ser comprendido en el sentido de religión comparada. Tal como ella está expuesta aquí, es un pensamiento extraño a los Judíos, como lo sabemos por el Antiguo Testamento. Es muy clara en esto una influencia de las concepciones del viejo Parsismo.

En su ensayo Zeitschr f. Theol u. Kirche 47 (1950), K. G. Kuhn había hecho notar ya que los textos de la secta indicaban claramente como la enseñanza de Zaratustra afectaba al Judaísmo. Su artículo sobre el Manual de Disciplina y la Religión Irania, pone de relieve el problema.

Según ese autor, tal dualismo permanece como una “elección” primordial. La determinación de esos dos Espíritus originales como bueno y malo, proviene del hecho que ellos mismos hacen la elección en el origen. En acuerdo con esa elección, cada uno debe obrar en consecuencia. El punto final está determinado pues de la siguiente manera: o un estado de gloria o de condena y aniquilación.

Pero los textos del Qoumrân dan una figura diferente del concepto puesto que está dicho que es Dios quien ha hecho ya la elección en cierta forma, es El quien decide la parte de cada hombre y quien establece los actos y el final, irrevocablemente.

¿Qué pensar entonces de esas teorías y como hacer intervenir el gran problema del Libre-Arbitrio y del Determinismo?

No podemos extendernos más actualmente sobre la cuestión y no haremos sino reenviar a las obras y a los autores citados en el curso de estas líneas.

Sin embargo, podríamos examinar todavía un pasaje de los escritos que podría hacer una luz sobre esa teoría que se presta al doble sentido.

Encontramos en primer lugar la cita en el capítulo II de San Lucas, versículo 14:

“Gloria a Dios en los sitios altísimos”:

“Paz en la tierra entre los hombres que El ha aceptado” (edición francesa de Louis Segond).

“Glory to God in the highest, and on earth peace, good will toward men” (edición inglesa, King James Version)

Lo cual es interpretado a menudo por: “Paz sobre la tierra, entre los hombres que Dios ha escogido para su buen placer” (en inglés se encuentra frecuentemente la cita “Peace among Men of God's good pleasure”. Es decir aquellos del buen placer de Dios, o sea de su aceptación, aquellos que Él ha elegido).

Krister Stendahl (en “The Scrolls and the New Testament”) hace notar que las diferentes formas en las cuales es anotado el Canto de los Ángeles en Belem, no es solamente una cuestión de traducción o de interpretación, sino un criticismo textual. La versión King James, como todas las antiguas traducciones protestantes, siguen en mayoría los escritos griegos: “en anthropois eudokia” (nominativo); traduciendo pues: “buena voluntad a los hombres” (good will toward men). Sin embargo, los manuscritos griegos sobre los cuales se puede actualmente tener una mejor base, presentan muy claramente (como el Dr. Vogt lo ha demostrado) leyendo más correctamente “eirene en anthropois eudokias” (genitivo), que fue preservado en la Vulgata: “pax hominibus bonae voluntatis”. Es la manera seguida por la Revised Standard Version. No obstante, su traducción: “paz entre los hombres con quienes Él está satisfecho” (peace among men with whom he is pleased), tomando así el término griego “eudokia” para significar los hombres que Dios ha aceptado (¿o escogido?) está al presente desafiada por los textos del Qoumrân. El Dr. Vogt10 sugiere la siguiente retraducción hebraica: “kabod bammeromim lelohim ubaares shalom leanshe rason”.

El término hebreo “rason” está casi unánimemente aceptado para la palabra griega “eudokias”, refiriéndose no a la buena voluntad de los hombres sino mucho más a la voluntad de Dios que confiere la Gracia a aquellos que Él ha escogido, o aun al placer de Dios aprobando la bondad de las vidas humanas.

Por esa razón al pronombre griego “autou” (Su) debe ser implicado eudokias autou. Es posible aun que para anthropois eudokias, se coloque la forma sufija leanshe resono (como en la Traducción del Nuevo Testamento al hebreo por F. Delitzch), ya que en Sirac, XV-15 y XXXIX-18, resono es traducido por eudokia, solamente. Pero, aun entre los hebreos él ha podido ser omitido, como en el Manual de Disciplina VIII, 6: behire rason, “el elegido de (su) buen placer”.

Hasta el presente jamás fueron conocidos textos en los cuales ese término hebraico para “buen placer de Dios” fuera usado para designar al hombre, como San Lucas lo hace. De todas maneras C. H. Hunzinger lo hace notar por la frase “hijos de su buen placer” que se encuentra en los Himnos del Qoumrân (Hodayoth, Col. IV, 32 f.) y que fue encontrado igualmente, hace poco en el Himno de Agradecimiento, Col. XI, 9.

Todos los Himnos y el Manual de Disciplina encontrados en la zona del Qoumrân demuestran el profundo sentimiento religioso de la Comunidad que poseía esos libros y vivía en el desierto de Judea en los tiempos de Jesucristo. Su enseñanza y su manera de vivir ha podido tener, muy ciertamente, una influencia fuera de la Comunidad y preparar así el mensaje de los Evangelios. Y, según la opinión casi unánime de los especialistas en la cuestión, es cierto que los Israelitas sinceros como los pastores de Belem, Simeón, Zacarías, Juan Bautista, sus discípulos y los futuros apóstoles de Jesús, estuvieron ligados con ellos, aprendieron de ellos, ya que todos tenían a los Esenios en una muy alta estima.

En el Hodayoth (Himnos, Col. IV: 30-38) está escrito: “Es al Más Alto Dios que pertenecen los trabajos de rectitudes, pero el camino del hombre es firme (fuerte) solamente por el espíritu y el impulso divino (beruah yeser el)”.

Más adelante (Col. XI: 7-10) está escrito: “En vuestra cólera están todos los juicios de aflicción y en vuestra bondad está la abundancia de vuestros perdones. Y vuestra misericordia es para todos los hijos de vuestro buen placer (bene resoneka), ya que vos les habéis enseñado el secreto de vuestra verdad y les habéis dado el conocimiento profundo de vuestros magníficos misterios”.

Esas palabras encuentran su soporte en la enmienda del Salmo XXX-6: “La aflicción está en su cólera, la vida en su buen placer”.

Ese pasaje en la Biblia es traducido de diversas maneras según las versiones. E. Vogt, menciona que se debe leer en el texto original: “naega” (aflicción) en lugar de “raega” (momento). Sabemos que en hebreo la letra “n” (nun) se parece mucho a la letra “r”(resh), lo cual da lugar a malas interpretaciones, como por ejemplo: “Ya que su cólera dura un instante, pero su gracia toda la vida” (version Louis Segond), o “For his anger endureth but a moment in his favor is life” (versión King James).

Se ve como el sentido de las Escrituras puede variar según las concepciones por la deformación de una sola letra de los textos originales.

Ernest Vogt, S.J. hace notar aun que los textos del Qoumrân hacen aparecer una cuarentena de veces la palabra “misterio” (raz).

“Los Misterios de Dios” son Sus decretos secretos sobre la destrucción amenazadora de todas las maldades y la eterna glorificación de los hombres de su buen placer, que entran y perseveran en el Contrato.

El autor precitado ha catalogado todos los textos que mencionan “los misterios” en “Mysteria in textibus Qumran”, Bíblica 37, 1956, pp. 247-257. Porque las palabras “in excelsis” (“en lo más alto”, bammeromin) aparecen en el segundo capítulo (vers. 14) de San Lucas, en relación con éste dos textos del Qoumrân, en los cuales están igualmente estipuladas, deben ser mencionados: “Vuestros magníficos misterios son bammeromi(n)” * (Milhama - La guerra entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas, XIV, 14); “la rectitud regocijará (b)ammeromim”(XVII, 8)**

La palabra “rason” en el Himno de Agradecimiento (IV, 88 y XI, 9) se refiere a la voluntad de Dios que escoge y predestina, pero no tanto como un Placer Divino (el buen placer, del sentido habitual). El pasaje entero acentúa el poder activo de Dios y la insuficiencia (deficiencia) del hombre.

La misma significación está clara en la modificación “los elegidos de su buen placer”. Una idea idéntica resalta de los pasajes de los Himnos (X, 5-7): “Yo soy, de todas maneras, polvo y cenizas ¿qué puedo proponer para mí mismo, sin vuestro consentimiento y qué puedo pensar o elaborar sin vuestro buen placer (been resoneka)? Como podría yo fortalecerme si vos no me enderezáis y como podría convertirme en sabio si no me habéis predestinado para ello?”.

En el Manual: “el buen placer de Dios”, significa a veces también la voluntad de Dios que debe ser hecha (V: I y10; IX: 13) y amada (IX: 24) y aún rebuscada (V: 9). Una buena acción es como un sacrificio que gusta a Dios (kenidbatminhat rason) (IX: 5; IX: 24). El hombre bueno “gusta todo como una tierna expiación delante de Dios” (III: 2).



* * *





Los recientes descubrimientos de manuscritos cerca del Mar Muerto vienen, es cierto, a proporcionar una nueva luz sobre esas apasionantes cuestiones, pero se debe continuar, con un serio estudio de profundización. Lo importante es también la confrontación de esos textos con los Evangelios y otras Escrituras.

Personalmente hemos profesado siempre que Jesús había sido un miembro y aun un Dignatario de la Orden de los Esenios. Es preciso decir que esa hipótesis no es compartida por todo el mundo, a pesar del gran número de investigadores que se unen sin embargo a nuestra causa.

No obstante, debemos apresurarnos a agregar que, salido de esa Comunidad, el Maestro Nazareno enseñaba sobre todo en calidad de Gran Instructor que preparaba una Nueva Era (la Edad Pisciana que comenzaba). Por otra parte el grupo Esenio que había sido el vehículo del Movimiento Tradicional Iniciático iba a desintegrarse poco a poco, para hacer lugar a una organización más exotérica, en consecuencia con el Ciclo “Piscis” (época negativa).

Kurt ,Schubert 11 por ejemplo, escribe en “Teologische Quartlschrift” 135, 1955, pp. 320-337: “La diseminación de los Esenios en los tiempos de Jesús, parece haber sido mucho más vasta que lo comúnmente supuesto antes de la publicación de los textos del Qoumrân. Es posible que los Esenios o Conventos “esenizados” se extendiesen por toda Palestina. Si se considera el hecho de que sólo el cementerio de Khirbet Qoumrân contenía más de un millar de tumbas y que había un gran portal Esenio en Jerusalén, es fácil visualizar la amplia distribución Esenia en los tiempos de Jesús.

Casi todos los sabios aceptan la opinión de que sólo el establecimiento de Khirbet Qoumrân debe ser identificado con los Esenios descritos por Plinio en su Historia Natural, 5, 17. Debía tratarse ciertamente de una de las colonias “sobre la cual la ciudad de Engadi estaba situada”. Plinio cita también a Masada como una localidad Esenia “una fortaleza sobre una roca no lejos del Mar Muerto”. En consecuencia debía haber establecimientos Esenios mucho más al sur aun de Engadi. B. Maisler (en Bull of Jewish Palestina Expli. Soc.,1949, pp. 25-28) relata que las excavaciones experimentales en Engadi coinciden generalmente con los hallazgos arqueológicos de Khirbet Qoumrân. En los dos lugares hay un edificio central. Los 4.000 Esenios citados por Josefo (Antigüedades judías, 18, I, 5) son según la letra del texto, únicamente los Esenios Monásticos.

Antes de terminar analicemos aun un término que se ha prestado a muchas controversias. Se trata de la palabra “pobre” (ptochoi) que se la encuentra en Mateo, V, 3, y Lucas VI, 20. Notemos que el texto de Mateo dice: “Los pobres de espíritu” pero que el texto en hebreo menciona “ruah” que no es solamente el equivalente de “espíritu” sino también de “voluntad”, “aceptación”. Así pues, “pobre en espíritu”, no es necesariamente la traducción correcta como de lejos se ve.

K. Schubert concluye que se debe ver en esas palabras de Jesús (Bienaventurado vosotros que sois pobres, ya que el Reino de Dios es para vosotros), una relación con uno de los principios fundamentales de los Esenios. El historiador Josefo da testimonio y se lo puede leer en el Manual de Disciplina (I: 11 y VI, 19) así como en el Comentario de HABAKKUK (VIII: 10-12; IX: 5) el Documento de Damasco (VIII: col.B, 17; IX: 21, 23, 13-5, 25). El término “pobre en espíritu”, “pobre en voluntad interior” es encontrado también en el Milhama (XIV: 7).

En numerosos textos del Qoumrân, se verá a los miembros de la Comunidad llamarse a sí mismos “ebionin”: los “pobres”. También en los Himnos apócrifos, un miembro de la secta se describe como “ebion”, “un pobre”. Ese nombre, pues, parece haber sido una de las numerosas expresiones usadas por la Comunidad Esenia para nombrarse a sí mismos. Sin duda eso proviene del hecho que en sus establecimientos practicaron la puesta en común de todos los bienes. Por otra parte el desprecio del dinero era uno de sus primeros principios.

Así, sobre la base de esas palabras de introducción, tomando únicamente el Sermón de la Montaña, parece bastante plausible que Jesús se dirigía a una audiencia muy familiarizada con las enseñanzas de los Esenios.

Ese pasaje puede significar que los seguidores de Jesús, como profetas del Reino de Dios, eran un caso similar al de ciertos “profetas” en la Comunidad de los Esenios. (El término “profeta” se comprende aquí como se cita en Mateo XXIII: 34). Por tanto, ellos tenían que contar entonces, una vez más, con severas persecuciones.

Será efectivamente así, ya que poco a poco, mientras la Comunidad de los Esenios parece desaparecer, se ve nacer la “nueva religión”. En la iglesia de Jerusalén se ve a Pedro y después a Santiago, el hermano de Jesús, aparecer como líderes de la Congregación. Pedro es, en primer lugar, el verdadero orador para la Congregación en Jerusalén. En el Concilio Apostólico (en el año 49), Santiago gana una mayor autoridad, su posición se fortifica y se convierte entonces en el líder de la iglesia de Jerusalén. El permanecerá como el “alto Sacerdote” (Califa) de los Cristianos Judíos hasta su muerte en el año 64. Los once Apóstoles, más tarde doce por una elección especial, formaban un “Colegio” que era responsable de todos los asuntos de la Congregación. Gradualmente los siete “Helenistas” (Capítulo VI de los Hechos), que formaban probablemente otro colegio, a la manera del septemvirato de la Sinagoga judía y, sumándose a ellos, una clase especial de “ancianos” tomaba parte en la administración (Hechos XI. 30; XV, 2, 22). En el primero de esos dos pasajes, los Ancianos aparecían como los únicos representantes de la Congregación, los Apóstoles no son ni siquiera mencionados.

En las elecciones, los apóstoles hacían propuestas y se ha hecho notar que un número considerable de cristianos estaban presentes en Jerusalén: se ha citado ciento veinte personas. Ese número no carece de significado en la ley constitucional. Según la concepción judía, la congregación en una ciudad debe contar con ciento veinte personas para elegir los miembros al Sanhedrin. Lucas menciona especialmente el número de personas presentes en la elección, ya que él quiere demostrar que la elección del nuevo Apóstol estaba legalmente correcta.

Según Reicke12 la iglesia de Jerusalén tenía una constitución mixta o “compleja”, cuyas inclinaciones a la monarquía, oligarquía y democracia estaban presentes todas juntas, sin ser por ello mutuamente excluyentes o aun estar en conflicto.

Aristóteles había citado ya (Política, 3, 5, ib. 1279): “Solamente uno o algunos o muchos deben reinar”. En efecto, Aristóteles trata aquí de “oligarquía” y “democracia” como de formas degeneradas de “aristocracia” y “política”. Desde entonces los primeros han sido aceptados como términos descriptivos sin ningún tinte peyorativo, mientras que los últimos ya no están en uso para definir sistemas gubernamentales. Se puede pues hablar de “oligarquía” y “democracia”, aquí, en un sentido enteramente neutro.

Reicke se une, pues, al punto de vista del exegeta sueco O. Lindón en su muy conocida disertación sobre “El problema de la Iglesia Primitiva” (Das Problem der. Urkirsche in der neueren Forschung, 1932, pp. 189-194).

Linton hace resaltar que según los griegos y las concepciones modernas, una organización competente para dar resoluciones, consiste en individualidades en relación de igualdad. Si se adiciona un círculo o Consejo con una autoridad mayor que la asamblea completa, entonces esto se debe concebir también como una asamblea de individuos iguales y la alta autoridad del cuerpo consejero o Colegio debe concebirse solamente en el sentido de tener el derecho de hacer recomendaciones, que pueden ser aceptadas o rechazadas por el conjunto de las Congregaciones. Según Linton, por otro lado, no se puede pensar que la organización de los primeros Cristianos tenía tal arreglo. Para demostrar la existencia de semejante desigualdad en la Asamblea jerárquica con poder legislativo, Linton cita en primer lugar el pasaje del capítulo XV de los Hechos (vers. 22) y deduce que se trataba en efecto de una Congregación desigualmente constituida.

Otro problema que fue a menudo debatido es aquel de saber qué ha ocurrido con los Esenios. Recientemente Oscar Cullman ha publicado en un artículo su opinión (Die neuentdeckten Qumrantexte und das Judenchristentun der Pseudoklementinen), según la cual el resto de los elementos Esenios habría pasado al grupo Ebionita después de la destrucción de Jerusalén en el año 70.

Otro artículo reciente de H. J. Schoeps, pone en evidencia una teoría de Filón y de Josefo según la cual, la secta del Qoumrân, los Esenios, los discípulos de Juan Bautista y los Ebionitas, todos, se convirtieron en representantes de un Judaísmo Gnóstico apocalíptico.

Como nombre de secta, la palabra “Ebionitas” apareció por primera vez en los escritos de Ireneo, en 175. Parece ser transliteración de un término arameo-hebreo, que significa “pobre” (ebyonim).

Sin embargo, se ha creído que el nombre de esa secta provenía del nombre de su fundador que se llamaba Ebion. No obstante se debería ver dicho nombre más bien como el de un héroe epónimo, una personificación de la secta misma.

Diferentes puntualizaciones han sido emprendidos por sabios, unos buscando demostrar que los Ebionitas eran Gnósticos, que la secta del Qoumrân era Ebionita, otros pretenden que era Gnóstica judía, etc.

Digamos más simplemente que elementos de un grupo podían pasar a otro y que precisamente con la diseminación de los Esenios, se los ha podido encontrar, a continuación, un poco en todas las diversas organizaciones que tomaban forma en la época. Lo que importa, para nosotros, es menos el nombre, sino más bien que sea preservada la enseñanza y que este Saber pase de una agrupación a otra y que así sea perpetuada la gran Tradición Iniciática.

(Abril 1958)

1 Ernesto Renan estudió en el Seminario San Sulpicio en París hasta el 5 de Octubre 1845, cuando salió él declaró: “No es mi culpa si mis maestros me han enseñado la lógica y por sus argumentaciones despiadadas han hecho de mi espíritu un tajante acero. Yo tomé en serio aquello que aprendí: escolástica, reglas del silogismo, teología, hebreo, etc. He sido buen alumno y no podría ser condenado por ello”. Su libro sobre Jesús conoció un gran éxito pero se presta a numerosas controversias.

2 La primera edición inglesa “The Quest of the Historical Jesus” de A. Schweitzer, data de 1910 (edición original de 1906).

3 Krister Stendahl, de la Universidad de Uppsala en Suecia, fue en 1954 como Profesor a Harvard University. El era ya autor del libro “La Escuela de San Mateo”.

4 Oscar Cullmann, Profesor de la Universidad de Basilea (Suiza) y de la Facultad de Teología protestante de París. Autor de varias abras, “Cristo y los Tiempos”, “Pedro”, etc.

* N. del Ed. En el original francés: voie, traducido en la edición Meyerber, vía. En las traducciones de Juan I: 23, se encuentra “voz”, confirmado en Isaías 40:3, “Voz que clama en el desierto”. Por otro lado en lengua hebrea voz, sonido, “qol”, qoph-vau-lamed = 90+9+24 = 123… de ahí en Juan “ I: 23”, la mención a la voz

5 W.H. Brownlee es “Associate-Professor” de Antiguo Testamento en la Duke University Divinity School. El estaba con las Escuelas Americanas de investigaciones orientales en Jerusalén, cuando los primeros pergaminos de Qoumrân llegaron a la Escuela y la Universidad Hebraica. Ha publicado la primera traducción y continúa desde entonces sus búsquedas sobre los famosos manuscritos del Mar Muerto.

6 Hay que notar que el agua del Ganges ya es sagrada en si misma y que, además, los expertos que la han analizado, no han podido jamás hallar elementos tóxicos o microbianos entre quienes habían absorbido el agua de ese río!... El misterio permanece entero, al mismo título que el del agua de Lourdes (en Francia) en la cual, sin embargo, tantos enfermos se han zambullido.

7 En el sentido de “generador de…” o aun “dispuesto a dar nacimiento a…”. En inglés se diría “Pregnant one”, sin definir si se trata de una mujer encinta o de un acontecimiento dispuesto a manifestarse. Es llevar en su seno, a alguna cosa tanto como a alguien. Puede tratarse pues tanto de un niño que va a nacer como de un proyecto que va a ser puesto en ejecución.

* N.Ed. Himno 5, Col. 3, Vers. 9

* N.del Ed. “arsenarsen; “huion” uion

8 Karl Geog Kuhn, Profesor del Nuevo Testamento en la Universidad de Heidelberg. Es reconocido como el escolástico alemán más eminente sobre la cuestión de los pergaminos. Sus primeras publicaciones tratan sobre todo de los orígenes judíos y rabínicos y también del Nuevo Testamento.

9 Ver la Epístola a los Corintios, XVI, 22, en relación con el vers. 20 del Cap. XXII del Apocalipsis.

10 Ernest Vogt, S.J., es el Rector del Pontificio Instituto Bíblico en Roma. Es el editor de “Bíblica” (periódico de ese Instituto). Su terreno de estudio es sobre todo el Antiguo Testamento.

* N. del Ed. “bammeromi(n)”: están en lo alto

** N.del Ed. la justicia se alegrará en lo más alto

11 Kurt Schubert, Profesor de los Estudios Judaicos en la Universidad de Viena. Laico romano, católico, ha escrito una serie de artículos sobre los manuscritos del Mar Muerto.

12 Bo Reicke recibió su doctorado en Teología de la Universidad de Uppsala donde era Profesor Asistente, antes de convertirse en Profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Basilea. Estaba muy bien preparado para estudiar los pergaminos del Mar Muerto, a causa de sus estudios sobre los Documentos de Damasco y el Nuevo Testamento. El presenta la constitución de la Iglesia Primitiva con un triple modelo de base: monarquía (característica de la organización episcopal), oligarquía (organización presbiteriana), y democracia (organización congregacional). Esto en el sentido en el cual Aristóteles catalogaba esas formas en su obra “Política”.