Si queremos comprender bien el advenimiento del Cristianismo, debemos remontarnos un poco hacia atrás y analizar la situación de la época.
El gran movimiento filosófico que estuvo entonces en curso durante ese periodo fue la enseñanza de Hillel el Anciano, que hacia el año 30 antes de nuestra Era se convirtió en renombrado Maestro en Jerusalén. Mucho antes de Hillel, había estudiantes que recibían la enseñanza de sus maestros. Ben Sira usa los términos beth ha-midrash, casa de instrucción y yeshibah, que más tarde tuvo una significación de “Academia de estudios”.
Esto podía tener el valor de escuela esotérica y de Colegio Iniciático. Por otro lado, en relación con Hillel, las fuentes serias de información hablan de una verdadera comunidad de discípulos, es decir, del uso que hacía un Maestro de los acontecimientos de cada día como base de una conversación de importancia religiosa o ética, o para intentar resaltar el Saber de la Torah en el círculo inmediato de discípulos, como una expresión de amor para sus hermanos los hombres. Hillel reconocía 30 verdaderos discípulos entre sus alumnos, como Moisés que enumeraba solamente aquellos que tenían el don de la profecía. En cuanto a Josuah, contaba a treinta capaces de milagros y veinte discípulos “medios” (según la Sukkah, 28).
Es posible que Hillel, que estaba naturalmente inclinado hacia el Hasidismo, cultivase conscientemente la forma religiosa hasídica en Jerusalén, a fin de contrabalancear el exceso que tenía la secta del ahavat hesed.
El Hasidismo primitivo, que florecía ya en el siglo cuarto antes de nuestra Era, encuentra su vía en la orden de los Esenios. Por otra parte, se puede decir que entre los Fariseos y otros grupos emparentados, lo que importaba era cultivar el antiguo Ideal hesed y en eso ellos seguían seguramente el ejemplo, quizás aplicándolo mal, de la Fraternidad del Mar Muerto.
El término hebreo “hesed” tiene algunas variantes en su significación cuando es traducido a nuestras lenguas modernas: misericordia, bondad, constancia, resolución, amor, etc. Así, es preferible dejarlo en su forma de origen. Notemos al pasar que la forma adjetivada es “hasid” (en plural “hasidim”) y significa a menudo “piadoso”, en sentido religioso.
José, hijo de Joezer, descrito como “el hasid” en el sacerdocio, es considerado como el último de la larga cadena de Maestros “que estudiaban la Torah como Moisés, pero desde ese momento, la Torah no fue más estudiada de esa manera” (Temurah, 15, b). Esa crisis de la tradición talmúdica fue remediada con la aparición de Hillel el Anciano.
Glatzer1 hace notar que si se acepta la relación entre el antiguo Hasidismo y la secta del Qôumrán, el término hesed (ahavat hesed, citado en Miqueas, VI-8) y las referencias al amor de hesed en el Manual de Disciplina, no son puras coincidencias (ii,24; v,4,25; viii,2; x, 26).
Las reglas sociales y el carácter comunal de la vida en la secta, dejan suponer tal probabilidad, a pesar de que la secta jamás se nombre “hasidim”. Pero, el Manual habla de “un contratante del hesed”.
I. F. Baer remarca la relación posible entre el nombre “essenoi” y “esenios”. Los Sacerdotes de Éfeso habían decidido “vivir como Esenios” (esseneuein) en la pureza y la piedad (“The historical Foundations of the Halacha”. 1952, p. 43).
En el texto original de Proverbios XI-17, se encuentran las palabras: “ish hesed”, que fueron traducidas en nuestra Biblia como “el hombre bueno…”
Refiriéndose a su alma, Hillel dice: “Quiero hacer el bien (hesed)”.
En las discusiones sobre el resultado del Día del Juicio, la Escuela de Hillel habla del atributo divino de misericordia (hesed).
En los dichos de Hillel sobre la importancia de sabias lecturas: “Un ignorante no puede ser un hasid”.
Cuando Hillel murió, sus discípulos enumeraron las tres características principales del Maestro: El hasid, el hombre humilde, el discípulo de Ezra.
Johanan, hijo de Zakkai, que la tradición ve como el más próximo discípulo de Hillel, tomó como divisa, después de la destrucción del Templo, la cita de Oseas: “Deseo hesed (misericordia) y no sacrificios”.
N. N. Glatzer, en su artículo “Hillel el Anciano a la luz de los Pergaminos del Mar Muerto”, llama la atención sobre el hecho de que el Maestro de la Rectitud es mirado como el hombre a quien Dios ha dado un corazón para interpretar todas las palabras de Sus servidores, los profetas. Dios le ha hecho conocer todos los secretos (los misterios) de las palabras de los profetas. El grupo de la secta está dirigido por un “Expositor” (un buscador) de la Torah (doresh ha-torah) denominado la Estrella y a quien se aplica el pasaje bíblico de los Números XXIV, 17.
Sabemos ya, por Filón, que los Esenios dedicaban mucho tiempo y atención al estudio. También se ha detallado cómo se reunía el grupo, mientras uno tomaba los libros y leía en alta voz, otro venía y explicaba aquello que no era comprendido.
Un pasaje del Probus (80-82), en la traducción de F. H. Colson, dice:
La razón del estudio concentrado, de exposición y de “la transmisión del Saber de las Leyes, del esposo a su mujer, del padre a sus niños, del señor a sus esclavos” está descrita en el bosquejo idealista de la constitución Mosaica de Filón (Hipotética, 7, 13).
Una “Congregación Santa” es según Filón, un grupo en el cual siempre se considera que es a propósito de las virtudes que se tienen las reuniones y discusiones, y esto siguiendo la documentación de la Torah. El estudio de la Torah no debe ser una simple aplicación al oído, sino una comprensión con el espíritu.
En efecto, regresamos siempre a lo mismo: una enseñanza debe ser comprendida, no a la letra, sino en su espíritu. Es evidente que el error es humano, y que desde que los hombres han colocado sus pensamientos en textos, hay ya una parte que escapa al entendimiento. Qué decir entonces cuando se trata de las Lecciones de los grandes maestros que fueron interpretadas de diversas maneras luego de las diferentes traducciones.
De hecho, la Sabiduría Divina, no es de este mundo... Los hombres no hacen más que interpretar a su manera, los designios de Dios...
Como tan bien lo dice René Alleau: la Sapiencia divina es ANTERIOR a la Creación. Ella representa pues “lo Originalmente Puro” y, para el Ser creado, manifiesta: “la virginidad misma de lo DESCONOCIDO (la INCÓGNITA)* que es el Pensamiento de Dios. La sabiduría humana es POSTERIOR a la Creación. Ella pertenece pues, al orden del tiempo y no a la Eternidad. La una pasa, y la otra permanece sin comienzo ni fin. La una inventa el sintema, la otra muestra el símbolo”2.
Hemos tenido ya la ocasión de citar a ese autor de “La Naturaleza de los Símbolos” (Edit. Flammarion, París, 1958) que define el nombre de “símbolo” como debiendo ser reservado a los signos reconocidos como sagrados por una Iglesia o por una Tradición religiosa. El nombre de “sintema” debe ser reservado a los signos convencionales por intermedio de los cuales los hombres establecen un LAZO MUTUO, sea entre ellos, sea entre una idea y una cosa o una acción; sea entre puntos de la extensión o entre momentos de la duración, o entre las cosas sobre las cuales ellos operan.
Frederic Creuzer, en “Las religiones de la Antigüedad consideradas principalmente en sus formas simbólicas y mitológicas”, admite que el conocimiento de la evolución de los signos de la escritura no permite concebir la verdadera esencia del símbolo y distingue dos órdenes, esencialmente diferentes: las imágenes de la escritura primitiva (o Kyriológica), y las imágenes simbólicas, sin negar, por otro lado, la posibilidad de percibir entre ellas alguna relación. El autor piensa más bien que “es en el campo mismo del símbolo que es preciso buscar para hallar las profundas raíces de toda presentación figurada”. El propone pues las reglas siguientes: La lógica simbólica no debe ser mirada como una forma arbitraria sino como una expresión natural, primitiva y necesaria, de la inteligencia humana.
En segundo lugar, aquello que nosotros llamamos “imagen” y “figura” no es otra cosa que la marca y el carácter de la forma de nuestro entendimiento. Es una necesidad, un yugo al cual no puede sustraerse el espíritu, ni aun el más exacto y riguroso. La imagen y la metáfora, en el sentido aristotélico, son los primeros elementos del lenguaje simbólico. Su carácter propio y común es el de juntar bajo un solo punto de vista, de expresar en una palabra, varias propiedades de un mismo objeto, de manera que ellas se producen instantáneamente y a la vez, y que el alma coge, en cierta manera, de un solo golpe de vista.
Dos ejemplos bastan para distinguir una imagen de una metáfora. Según Aristóteles, si se dice: “Aquiles se lanzó cual un león”, se trata de una imagen, mientras que “ese león se lanzó”, es una metáfora.
Hay igualmente la “parábola”. Pero, para eso no podemos dejar de enviar al lector a la magnífica obra de Maurice Nicoll: “El Nuevo Hombre”.
Sin embargo, debemos citar los principios que este autor expone en su primer capítulo: El Lenguaje de las parábolas.
“Todas las sagradas escrituras tienen un sentido interno y otro externo. Tras la literalidad de las palabras yace escondida otra gama de significaciones, otra forma de conocimiento. Según las más antiguas tradiciones, hubo una época en la que el Hombre estaba en contacto con estos conocimientos y significados internos. Muchos de los relatos del Antiguo Testamento proporcionan un conocimiento diferente y tienen un significado muy distinto de aquel que se puede obtener leyéndolos al pie de la letra. Relatos como el del Arca de Noé, el del mayordomo y del panadero del Faraón, el de la Torre de Babel o el de Jacob, Esaú y el guiso de lentejas, y muchos otros más, tienen un significado psicológico interno que está muy lejos del nivel de una comprensión literal. En los Evangelios la parábola se utiliza de la misma manera.
Muchas son las parábolas que se utilizan en los Evangelios. Si las leemos al pie de la letra vemos que aparentemente se refieren a viñas, padres de familia, mayordomos, hijos dispendiosos, aceite, agua, vinagre, semillas, sembradores, tierra y muchas otras cosas. Pero este es el nivel literal de su significado. Como ocurre con el lenguaje de todas las Sagradas Escrituras, el de las parábolas es difícil de entender. Cuando se los lee al pie de la letra, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están no sólo llenos de contradicciones, sino que hasta encierran un sentido cruel y repulsivo.
Es natural entonces que surja esta pregunta: ¿Por qué estas escrituras que llamamos sagradas están hechas en tal forma que conducen a un extravío? ¿Por qué razón no se explica su significado con toda claridad?”
El autor dice también, un poco más lejos, en la primera parte de su obra:
“¿Porqué no se puede declarar abiertamente, desde el comienzo mismo, a fin de que todos puedan comprender bien?
La idea que subyace en toda sagrada escritura es la de proporcionar un significado más elevado que el que pueden dar las meras palabras, y su verdad debe el Hombre percibirla INTERIORMENTE. Este sentido elevado, oculto, interno o esotérico que está más allá de las palabras e imágenes accesibles a los sentidos ordinarios, sólo puede asirse mediante la comprensión y es justamente en este punto donde surge la primera dificultad cuando se trata de proporcionar al Hombre un entendimiento superior. El entendimiento literal de un hombre no es necesariamente igual a su capacidad para captar un significado psicológico. Una cosa es entender literalmente y otra captar una significación psicológica. Y M. Nicoll da algunos ejemplos.
“Uno de los mandamientos dice: “No matarás”, esto es literal. Pero su significado psicológico es “No matarás en tu corazón”.
El mandamiento “No cometerás adulterio”, es literal. Pero su significado psicológico es mucho más profundo y se refiere a la mezcla de doctrinas, a la mezcla de distintas enseñanzas. Por este motivo se dice a menudo que las gentes se prostituyeron al ir tras otros dioses. También tenemos que el significado literal del mandamiento “No robar”, es obvio, pero su sentido psicológico es más profundo. Psicológicamente “robar” significa pensar que uno hace las cosas por si mismo, mediante sus propios poderes, sin reflexionar que ni siquiera se sabe lo que somos, ni cómo pensamos, ni cómo sentimos, ni siquiera cómo nos movemos”.
Maurice Nicoll sigue diciendo: “El propósito de todas las Escrituras sagradas es el de transmitir un significado y un conocimiento superiores por medio del saber ordinario, al que toman como punto de partida. Su objetivo es proporcionar al hombre un significado superior empleando términos de un significado inferior.
En fin, así la parábola podrá ser comprendida en su sentido literal o bien el hombre pensará por sí mismo. Primeramente el ser humano, pensará en su nivel natural, ordinario, y es de ese punto de partida que le será permitido elevarse, si capta fuerte y profundamente aquello que le ha sido enseñado. Desde este punto de vista, la parábola es como un “transformador” del entendimiento, es el medio de conexión entre el nivel inferior y superior del desarrollo del entendimiento y de la comprensión”.
Pero regresemos a nuestra significación del símbolo. El Abad Auber, uno de los más sabios anticuarios franceses (autor de “Historia y teoría del simbolismo religioso antes y después del cristianismo”, París, 1884) plantea el problema como sigue: “Pero, ante todo, ¿qué es un símbolo? Remontándonos a la fuente griega de esa palabra, encontramos su más expresa significación en aquello de lo cual la hemos formado. TO SUMBOLÓN es en la lengua original: una nota, un signo. He ahí el sentido propio y primitivo. Pero aquí, como siempre, el sustantivo ha salido de esa envoltura molesta y se ha extendido hasta otros objetos con los cuales se le descubre cierta afinidad. En efecto, una nota, un signo suponen necesariamente una relación establecida entre ellos y alguna otra cosa; es por ello que, por uno de esos fenómenos filológicos con los cuales todas las lenguas, apenas formadas, se enriquecen, la misma palabra actuando según la fuerza de su composición, SUM-BALLO, ha venido a significar a la vez todo cuanto existe por la agregación de dos elementos de naturalezas simpáticas. Así se la ha traducido por “Aviso” dado a alguien, “Presagio” de un acontecimiento por venir. Eso fue primero una tessera de marfil o madera cuyo uso era tan común y variado entre los romanos y que en la misma Grecia había servido de unión a las sectas filosóficas cuyos secretos no eran dados más que a los Iniciados de un cierto valor. De ahí a un “sello” no había más que una distancia imperceptible y como esos sellos servían de signos de reconocimiento y conservaban las convenciones sociales, ellos fueron símbolos también, “TA SUMBOLA”.
J. D. Guigniaut, recuerda el ejemplo clásico de la tablilla rota por dos personas quienes, según un antiguo uso, contraían así un lazo de hospitalidad. Esas dos mitades eran llamadas “SUMBOLA”, símbolos. El autor agrega que así, un signo de reconocimiento, una palabra de orden, una palabra convenida, una señal de guerra, un anillo nupcial, un sello, fueron considerados como símbolos por los Antiguos. “En efecto, la idea de símbolo se confunde con la de signo, en el sentido más general”. (Traducción de J. D. Guigniaut, París 1825, de la obra de Creuzer: “Las Religiones de la Antigüedad...”).
El erudito alemán Frederic Creuzer, después de haber establecido que “explicar los símbolos y crear figuras simbólicas son dos funciones constantemente reunidas en la religión primitiva”, muestra aun que los dioses han descendido sobre la tierra para instruir los mortales, según la creencia unánime de las tradiciones religiosas.
Apolo introdujo su propio culto en Delfos, Ceres instruyó a los reyes de Ática en Eleusis e inventó el precioso uso de los signos sagrados. Hermes, la reverenciada fuente de toda sabiduría, era a los ojos de los Egipcios, el institutor de la religión, el fundador de los ritos sagrados y el Libro de los Libros (La tradición china atribuye a Fo-Hi un papel semejante al de Hermes). El “HOM” de los Persas es presentado por el Zend Avesta, a la vez, como “el maestro de la Palabra de Vida” y “su eco sobre la tierra, como el anunciador y al mismo tiempo el brebaje de la salud, como el mismo Árbol de la Vida”.
El Zoroastrismo es esa magnífica filosofía predicada hace alrededor de 3.000 años por el Sabio de Irán “precursor de los Magos de Oriente que fueron a prosternarse ante la cuna de la Luz del Mundo”, —así se expresa el Reverendo Padre Masani desde el inicio de su libro “Mazdeismo”.
El Mazdeismo, el Zoroastrismo, llamado también a veces el Magismo, el Culto del Fuego o el Mithraismo es ante todo el Bar-Din, es decir “la Buena Religión”.
Su origen se situó 6.000 años antes de nuestra Era, pero se ha rectificado a 1.000 antes del advenimiento del Cristianismo, aunque se lleva muy a menudo esa fecha a los alrededores del 660 antes de Jesús.
El filósofo persa, Zoroastro (forma griega del viejo iranio Zarathustra) habría nacido aproximadamente en esa época y habría comenzado su misión a la edad de 30 años. Su vida está relatada en el Avesta, Escrituras Santas, que es para sus adeptos lo que el Corán para los Mahometanos o la Biblia para los Cristianos.
La concepción de la vida que se hacía Zoroastro era una vista simbólica de la Unidad esencial del Universo. En su sistema, la Creación entera se forjó la Vía hacia una meta que no es otra que la Perfección. Ese Camino llamado “Sendero de Asha” es la Vía de la Rectitud. Ahura Mazda, el Señor dotado de toda la Sabiduría, es la Fuente del buen espíritu y es en esa voluntad de bien hacer que los adeptos deben evolucionar.
Así, las tres bases de la enseñanza residen en: Pensamiento puro, Palabra pura, Acciones puras.
El Profeta de Irán levantaba el majestuoso edificio de su Código ético, que influyó sobre los Iranios durante siglos y aun actualmente sobre sus descendientes quienes, todos, a ese título, consideran pertenecer a la “Buena Religión”.
Resistir al Mal, tal es el grito de guerra de los Zoroastrianos.
Esa doctrina no encara el ascetismo, es una filosofía de la existencia que no ha dado lugar a la renuncia, al ayuno, al celibato, a la mendicidad, a la vida monástica o las mortificaciones de la carne. Existe una “penitencia”, a título de penalidad solamente, para los “pecados” cometidos en pensamiento, en palabra o en acto.
La base de la doctrina zoroástrica, no es simplemente el ser bueno y huir del mal, sino sobre todo hacer el Bien y resistir al mal.
Esa filosofía que se extendía hasta el mundo transhimalayo, entre los griegos, entre los Romanos cultivados e influyó tanto a los filósofos occidentales como orientales, penetró el Judaísmo y por su intermedio, el Cristianismo y después el Islam.
En el siglo VI antes de nuestra Era, Europa conoció la religión de Irán por intermedio de Hostanes, el Archimago que acompañaba a Jerjes durante su expedición contra Grecia. En el siglo IV antes de nuestra Era, Platón, Aristóteles y Teopompo dejaron ver que conocían la obra del Profeta-Mago de Irán. En el siglo siguiente, Hermippe habla muy claramente y después un buen número de otros pensadores la mencionan, sea directamente, sea por escritos nítidamente influenciados por el Zoroastrismo.
Los Judíos, muy naturalmente, fueron influidos con fuerza por esa filosofía y el Doctor West incluso escribe: “Raros son los Cristianos dispuestos a admitir que deben sus nociones de la resurrección y del mundo futuro, a las tradiciones de la religión mazdea”.
No se puede ser más claro. Los autores cristianos reconocen unánimemente que la misma base de su religión es debida a la influencia típica que proviene de ese Líder religioso del Este: Zoroastro.
La creencia en la resurrección de los cuerpos, la vida eterna, la remisión de los pecados para el Alma inmortal, la llegada de un Salvador... Todo ello, emitido desde hace largo tiempo por el viejo Magismo y predicado por Zoroastro, fue retomado en la enseñanza del Cristianismo.
Antes de la llegada de Zoroastro, la religión Persa era una mezcla de politeísmo, culto a la naturaleza y Magia. Los sacerdotes resistieron un tiempo conservando su antigua Doctrina, pero el Zoroastrismo se instaló en Persia y de ahí se infiltró por las otras fronteras.
El R. P. Masani hace notar que si se comparan los textos antes y después de que los Judíos estuvieran en contacto con los Asirios y los Persas, es obligado constatar una nítida diferencia, debida a la influencia que han contraído en esas relaciones. Se puede verificar por ejemplo, dice él, con los Salmos tardíos, entre los últimos Profetas, el Libro de Job y aun el Nuevo Testamento, escritos que fueron redactados después de que los Judíos conocieron las tradiciones persas.
Monoteísmo, por su culto al Dios Único, el Zoroastrismo poseía otras “divinidades” que en realidad son atributos divinos, puesto que se trata de los Ángeles y los Espíritus, como en el Cristianismo que a continuación retomó esa idea igualmente. Sólo los nombres cambian de una religión a otra.
Mithra es el ángel principal. Están los Amesha-Spentas, que son las inteligencias divinas e igualmente se tiene en cuenta la existencia de Angra Mainyou es decir, del espíritu malo.
Hay evidentemente, ceremonias especiales como aquella para la preparación de la planta sagrada “Haoma” (escrito a menudo “HOM”).
Los discípulos, durante el culto, velan su rostro para no contaminar las llamas del Fuego Sagrado. Ya que si el Zoroastrismo venera al Sol, la Luna, las estrellas y los 4 elementos, es sobre todo al Fuego que los Adeptos rinden un culto especial.
Según el Avesta, los ARYAS (los Nobles) fueron originalmente los nativos del hermoso país de Adiyana-Vaeja (la “Cuna de los Arios”) situado sin duda en las regiones árticas de donde ellos descendieron hacia la llanura de Pamir.
Esa teoría de los ARIOS como Raza pura Nórdica es también sostenida por otras numerosas filosofías y mitos.
Según la Tradición mazdea, las dos Ramas del tronco ario dividían el Universo en 7 Reinos. Sobre el culto en común de las dos Comunidades-hermanas y sobre las leyendas, no queda más que muy pocos vestigios y el Avesta no hace sino una mención muy sumaria. Entre el pensamiento de esa colección y las concepciones védicas, hay numerosos paralelos; pero, es preciso decirlo, hay igualmente contrastes, lo cual debía llevar de manera natural a un cisma.
Mucho tiempo antes de la aparición de Zoroastro, la religión de Irán era “Mazdayasni”, es decir dedicada a la creencia de Mazda. El Único Dios dotado de Toda-Sabiduría.
Pero, siempre es muy difícil conservar un culto en su pureza, así hacen sus apariciones los Reformadores para venir a dar junto a la Lección Tradicional, algunos datos más apropiados al tiempo y al lugar. Esto pasa en todas partes y se ha podido observar en todos los tiempos.
La Enseñanza Pura de los Vedas no ha podido ser mantenida mucho tiempo en la India Antigua y hemos visto ya, en nuestros textos precedentes, cómo poco a poco nuevas doctrinas han venido a compensar las deformaciones del Sistema original. El “Conocimiento Tradicional por excelencia” (el Veda) no fue observado más y, aunque ligados a esta base, otros métodos fueron cada vez a ofrecer al pueblo una mejor aplicación de la Edad, es decir una aplicación de la LEY, más apropiada con las posibilidades de la época.
Cada vez que una corrupción hace su aparición, surge entonces un Reformador y es así que aparecen en épocas regulares esos “Avatares”, esos “Budas”, esos “Cristos”, en una palabra Instructores que vienen a restablecer un poco el orden. Siempre en el mismo cauce de ideas, esos “Instructores” no vienen a abolir nada, sino al contrario a hacer ejecutar la Ley, de todos modos, ellos se encuentran en una cierta obligación de hacer respetar la Santa Tradición trayendo explicaciones más precisas, esclarecimientos y aun reajustes más en relación con el estado de espíritu del siglo.
La vieja religión Mazdayasni ejercía su imperio sobre el pueblo, pero de período en período, sufría una deformación y perdía su autoridad, así vinieron los Profetas (o Reformadores), los “Saoshyants”, es decir, los “Benefactores de la Comunidad”. Ellos se sucedían para traer al pueblo, cada vez, una mejor comprensión.
Entre ellos, se citan: Guyomard, Hoslang, Tehmuras, Jamshild, Faridoun...
La literatura del Avesta habla de la religión de esas diversas épocas, bajo el nombre de Paoviyo-Tkaeshas, lo cual significa “los Ancianos” o aun “Los primeros Iniciadores y Guías religiosos”.
En fin, apareció el Reformador Zaratustra-Spitama. Como lo hemos ya dicho, la época es difícil de situar, unos se inclinan entre 6.000 y 5.000 años antes de la Era Cristiana. Otros, más numerosos, oscilan para fijar las fechas en las cercanías de 1.000 antes de Jesucristo. Los investigadores más serios han dado pruebas de que se trataría en realidad de 300 años antes de Alejandro el Grande y numerosos sabios están de acuerdo en fijar la fecha del nacimiento de Zoroastro durante el curso del siglo VII antes de nuestra Era.
Una vez más, la vieja religión tradicional de Irán sufría una deformación, el culto a Mazda estaba teñido de una multitud de supersticiones y hábitos contraídos malamente. Reformar esas degeneraciones, tal fue la misión del Gran Profeta.
Hombre piadoso y letrado del clan guerrero de Spitama, aliado a la familia real del Antiguo Irán, desposó a Dughdhova, hija de un gentilhombre del país. Ellos tuvieron cinco hijos, el tercero de los cuales se convirtió en el célebre Zarathustra.
Zarathustra fue su patronímico y significaría “Aquel cuyos camellos son viejos y amarillos”, pero se cree más justo decir, según escogidos traductores, que ese nombre sería el equivalente de “Gran Sacerdote”.
No se puede definir aquí todos los sufrimientos morales que él debió padecer: nadie lo tomó en serio. Al querer regresar a la Religión Pura, fue considerado como un hereje. Por rendir gracia a Mazda, Dios-Único y rehusar todo el panteón que se había forjado desde hacía ya largo tiempo, fue echado de todas partes, ni sus amigos, sus parientes o sus más cercanos, querían escucharlo. Durante diez años erró así, a la aventura, sin que sus palabras fueran tomadas en consideración. Viendo que el pueblo lo rechazaba, decidió consagrarse a los más altos. Y fue hacia Bactriana donde reinaba el Rey Vishtaspa. No era cosa fácil penetrar en el Palacio y hacerse escuchar. Sin embargo, al precio de mil esfuerzos, logró no solamente ser recibido en audiencia, sino aun convertir al Rey así como a la Reina y a casi todos los miembros de la Corte. Denunció las supersticiones y el culto falsamente rendido. En fin, el Gran Doctor vio su doctrina aceptada y tomando poco a poco extensión por todo Irán, pasar incluso a los otros países.
Durante cerca de cincuenta años prosiguió así su dura labor de entregar el Mensaje de Ahura-Mazda. Llegó a reunir un círculo de discípulos que, entonces, rápidamente se convirtió cada vez en más extenso: su religión estaba implantada.
Murió a los 77 años, como un soldado dando su vida, defendiéndose en el momento en que oraba en el Templo del Fuego.
No puede impedirse hoy día el ver su nacimiento similar a aquel de Siddhartha el Buda, hijo del Rey Suddhodana del clan de los Ksatriya (la casta de guerreros de la India) y, en su muerte, una identidad con la de Mahatma Gandhi sobrevenida igualmente en el momento de la plegaria.
Su enseñanza ha sufrido ya, desgraciadamente, muchas alteraciones. Él mismo había sido privado de los Escritos Sagrados; en una palabra esta filosofía ha sufrido ya numerosas vicisitudes. Han sido necesarias búsquedas innumerables para restablecer poco a poco el sistema, pero los sabios constatan que la teología de Spitama Zarathustra estaba basada en un monoteísmo puro y que su concepción de Ahura-Mazda, el Ser Supremo, se identifica perfectamente a la noción de Yahvé.
ASHA o la Ley de la Verdad (la Ley Moral), se emplea como uno de los nombres de la Divinidad Suprema, y el Creador es nombrado Asha Mazda Ahura.
MAZDA era ya el nombre para Dios en la antigua religión, y es entonces que Zoroastro colocó el adjetivo “Ahura” (el Señor Todo-Sabio), el Ser Absoluto sobre el plano manifestado. En nuestra concepción moderna, estaríamos tentados a ver una abstracción, pero no hay nada de esto, es la Existencia Activa Viviente del Ser Eterno, concebible solamente en pensamiento, pero por cuya acción gobernante el Universo es manifestado para todos. Entonces es preciso servirlo y adorarlo. Todo el método de Zaratustra reposa sobre eso y es en tal sentido que se encuentra el Principio fundamental de la doctrina.
Esa es la idea del LOGOS, tan bien retomada por San Juan.
El “Logos” (del término griego: “la palabra”) es la parte que es Infinita y no puede encarnarse. Ese “Verbo”, solo, era al “Comienzo”. La “Palabra” estaba con Dios, pero la “Palabra” era también Dios y todas las cosas han sido hechas por ella.
AHURA-MAZDA es sin Tiempo y sin Límites (Zrvana, sin límites).
El mundo invisible y el mundo visible manifiestan en todas las direcciones el bienhechor amor de Ahura Mazda.
Zoroastro lo describe bajo el nombre de Armaiti, que significa el “Alto Pensamiento” en el sentido de la “Devoción”. Más tarde, ella fue asimilada a la Madre Naturaleza que hace subsistir al género humano. Es de Ella que nacemos, Ella nos sustenta y después de la muerte nosotros reposamos en su seno.
La Torre del Silencio reunió a los Zoroastrianos y allí, todavía, ellos prometen obediencia a Armaiti. En efecto, el Mazdeísmo, dispone que los cadáveres sean colocados sobre lo alto de un edificio especialmente preparado para ese efecto, son las famosas “Torres de Silencio” donde reposan los muertos que serán devorados por los pájaros de presa.
“Nosotros adoramos a los Yazata,
espirituales que dispensan las mejores (recompensas)
y están llenos de Asha.”
(Gathas, Cap. II, vers. 6.)
Los “Yazata” (los “Adorables”) se colocan en un rango vecino al de los Amesha Spentas. La teología cristiana ha hecho intervenir en su enseñanza las mismas nociones que la vieja religión Mazdea y aquí aun la distinción entre Arcángeles y Ángeles es idéntica. Habría un gran número de Yazata, pero el Avesta menciona solamente cuarenta. Plutarco habla de veinticuatro, que son los más eminentes, sin embargo se cita habitualmente Treinta y Tres (comprendidos los Santos Inmortales). En las “Gathas”, son nombrados sobre todo tres de ellos: Sraosha, Atar y Ashi. Pero entre los otros Yazata principales, los más notables son: Mithra, Aredvî, Sura y Anahita.
Mithra es una divinidad Indo-irania que vino a ocupar una posición preeminente en la teología del Zoroastrismo cuando comenzó el último período del Avesta. Asociado al culto más antiguo, en Irán e India a la vez, Mithra se convirtió en uno de los Yazata más populares y más en evidencia.
En los Escritos Sagrados, se indican a Mithra y Ahura juntos a menudo. Su unión se remonta a la época anterior al Zoroastrismo y equivale al Mithra-Varuna védicos.
Varuna es quizás el más elevado de los Dioses personalizados de la India. De él se habla en el “Rig Veda” (Conocimiento Sagrado de los Versos), ese tesoro de los Arios (pueblo que entró en la India por el Norte, varios millares de años antes de Jesucristo).
Desde el punto de vista moral, Mithra protege la Verdad y se asocia a Rashnu, el genio principal de esa virtud. Como sinónimo de verdad tendremos aquí la Luz, así como Tiniebla sería el equivalente de mentira. Para los Zoroastrianos pronunciar una contra-verdad, es considerado como el pecado más grande. Todo Mal en la Humanidad, el Avesta lo resume colectivamente en el “Druj” (la mentira).
Entre los espíritus tutelares en relación con los cuatro elementos, Atar (el Fuego) recibe la más alta distinción, puesto que él es “Puthro-Ahurahe Mazdao”, es decir, “el Hijo de Ahura Mazda”.
Es evidente que no se trata solamente del Fuego, como elemento que los adeptos adoran, sino que es preciso tomarlo como AGNI en la India, en el sentido de un atributo divino que se manifiesta, por otra parte, a través de la “Shakti” (Fuerza-Poder) por la elevación de “Kundalini” (a comprenderse como Energía Vital que se desarrolla).
En sánscrito, aquello que brilla se llama también “Atharan”, es decir, “teniendo Athar” (que posee “fuego”, así como se dice el “fuego” de una piedra preciosa, para hablar de su brillo). En sentido figurativo está bien dicho “el fuego de la juventud”, con el fin de hacer comprender la alegría, la salud, el dinamismo “chispeante”. Se dice aun “la llama del amor” para caracterizar el calor del sentimiento, etc.
No es, por tanto, solamente “el Fuego”, sino la chispa divina y la llama que está en todo corazón humano.
El R. P. Masani escribe aún (1939, Biblioteca histórica):
“En el santuario de la Iglesia Católica, la llama sagrada indica la presencia sacramental de Dios, el Redentor, justo como en el santuario del Templo Zoroastriano, la llama perpetua muestra la presencia de Ahura Mazda”.
Esa identidad de las dos religiones, señalada por un autor cristiano muestra bien que el culto del Fuego, si se desea llamarlo así, tiene pues su justa razón.
Por otro lado, como lo hace notar tan justamente Max Müller:
“Si se llamara a la religión de Zoroastro: la religión del Fuego, se debería decir lo mismo de la hindú, de la judía, etc.. ¿Por qué no llamar entonces a los Zoroastrianos, adoradores del Sol, puesto que oran dirigiéndose hacia el astro real? Se les podría llamar también adoradores del agua, ya que recitan oraciones ante los lagos, las fuentes, los manantiales y al borde del mar...”.
El hecho de venerar la naturaleza, de glorificar todas las riquezas del Creador, no es una “adoración” o un culto especial, sino una actitud muy normal del Ser Pensante. El hecho de “pensar” es justamente aquello que diferencia al Hombre del animal que no tiene ni la “reflexión” intelectual, ni el “razonamiento” espiritual. El Hombre debe dar gracias a la Existencia, a todo aquello que tiene Vida y a todo aquello que fue creado, sean los astros, los elementos, lo orgánico o hasta lo inorgánico.
Ese “Atar” Zoroastriano es pues, mucho más, el Fuego en su aspecto simbólico, así como todo lo que está definido en el Atharva-Veda. Ese libro-tratado del hinduismo analiza profundamente el hecho importante, de que el Sello de Dios lleva un Sol porque su principal cualidad es la de aclarar al mundo (él es Sûryachandra-masâbhyâ).
“Ator” o Athor fue confundido a menudo con Athys, pero además de ser una divinidad iniciática de Egipto, es preciso ver sin duda ese término más bien como el horno de los alquimistas, lo cual deja sobre-entender de inmediato no solamente el fuego para calentar el crisol, sino aun la llama sagrada que anima los buscadores de la Gran Transmutación Alquímica Espiritual. Es también en ese sentido que el Conde de San Germán habla del Athanor. Ese altar triangular del cual se hace mención en la “Santa Trinosofía” es ciertamente un símbolo, más bien que una construcción material. La idea de Templo, altar, columna, etc. se presta a menudo a un concepto emblemático, pero se trata frecuentemente de una transposición que está por hacerse. El Conde de San Germán había estudiado el Zohar, la Torah y todas las Escrituras Santas, pero aún fue ciertamente muy influido por la enseñanza de Zoroastro igualmente, como todos los Iniciados.
En realidad el Zoroastrismo reside en el hecho de una voluntad segura de evolución por la Fe, esa llama sagrada que reside en el individuo y que no pide más que ser animada. Es una filosofía que recurre al trabajo de perfeccionamiento y al espíritu de ayuda mutua en relación con los más débiles. Es el ideal de una colectividad en marcha hacia una Conciencia Universal.
Todo Zoroastriano cree que la mejor arma de la cual dispone para combatir el espíritu malo, es la fórmula Ahunavar (el “Pater” de Zoroastro).
Esa plegaria es el texto más antiguo y por tanto, más difícil de traducir. Numerosos autores han intentado diversas versiones que se resumen más o menos a esto:
“De la misma manera que existe un Señor Supremo, asimismo hay un Jefe Espiritual, en razón de su rectitud. Los dones del buen Espíritu están destinados a aquellos que trabajan para el Señor y la fuerza del Ahura es concedida a aquel que protege al pobre”.
La filosofía mazdea acepta los tres cuerpos: material-vital-espiritual al mismo título que concepciones más antiguas y religiones más modernas los han tomado igualmente. El cuerpo viviente (Tanu) es al Alma (Urvan) y al Espíritu (Fravashi), lo que una herramienta o un instrumento son para el obrero, o incluso aquello que un caballo es para el jinete. Por otro lado, es en ese mismo orden de ideas que se acepta ese Principio en todas las bases filosóficas y religiosas.
Hemos hablado ya largamente de esos tres cuerpos, de los cuales está constituido el Ser humano: “somaticon”, “psychicon” y “pneumaticon”, de los cuales habla San Pablo. Son el cuerpo material, intelectual y espiritual de ciertas filosofías, o el cuerpo físico, la materia plástica y la chispa divina de otras teorías. En efecto, es siempre esa misma base: un cuerpo de carne visible, hecha de materias que forman la misma Naturaleza; otro cuerpo solamente semi-visible, que se llama “doble”, cuerpo astral, etc., y que es el “cordón” que une la materia al Espíritu, siendo éste, el cuerpo invisible, eterno, etc.
Naturalmente, para “espiritualizar” la materia, el Alma tiene a su disposición varias facultades y para ello los Zoroastrianos conciben, como las Escuelas sanscritizantes, el Mana (inteligencia), el Bodha (conciencia), etc.
Es con ese propósito que Zoroastro predicaba la pureza tanto del cuerpo como del Alma: “Yaosdao Mashyai Aipi Zanthem Vahista” (la Pureza es lo mejor que hay desde el mismo instante en que venimos al mundo).
Esa purificación, esa depuración, esa necesidad de “blanquear” el Alma y “lavar” el cuerpo, plantea el problema del Libre-Arbitrio, que los Zoroastrianos aceptan como la posibilidad de trabajar su voluntad en armonía con la Ley.
Cultivan los atributos de Spenta Armaitï, devoción benevolente, amor y servicio social. Puesto que para ellos, la recompensa existe ya en la tierra, es decir que los actos buenos son pagados inmediatamente, como un mejoramiento en esta encarnación terrestre. Ahura Mazda, el Ser Supremo, el Señor Todo-Sabio, vela constantemente y, a la vista de buenas acciones, “paga al contado”... Sin embargo, el Zoroastrismo enseña la Vida Eterna. El Hombre es su propio salvador, el artesano de su “Cielo” o de su “Infierno”. Y, recitada tres veces por día, la pequeña plegaria: “Vispa Humata, Vispa Hukhta, Vispa Hvarshta”, le recuerda que los buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones, lo conducen al Cielo.
La religión predicada por Zoroastro, es verdaderamente el Bar-Din, es decir la “Buena Religión”, la Religión del Bien.
En cada una de las páginas del Yasna, regresa esta máxima: “Aquello que siembras, cosecharás...”.
Tales son, más o menos, las grandes líneas de la enseñanza de Zaratustra-Spitama, y no hemos querido durante el curso de este pequeño expuesto hacer demasiados comentarios personales. Sin embargo, el último problema planteado, es decir aquel del Libre Arbitrio, obligatoriamente hace surgir algunas observaciones. La cuestión del Determinismo y la Libertad queda siempre como la piedra de toque de la filosofía. Y con el fin de apuntalar seriamente la teoría moderna no podemos hacer menos que recurrir a un maestro de la psicología actual: Karl Jaspers.
En “Vernunft und Existenz” (“Razón y Existencia”) el gran filósofo alemán expone su punto de vista sobre la situación contemporánea: “La filosofía occidental, de Heráclito y Parménides a Hegel, ha llegado, con el más grande sistema filosófico, el idealismo alemán , a un punto extremo a partir del cual ella no puede más que declinar. Ese esfuerzo gigantesco para fertilizar por la razón las arenas de lo irracional, anexando al espíritu lo histórico, lo oscuro, lo vital, el mineral mismo y englobando todas las contradicciones en la armonía del sistema, ha hecho de su mismo triunfo la suprema traición: el sentido de la realidad y su poder de corroer y de colmar a la vez, — el sentimiento de ser en si-mismo un hogar único de decisión — la seguridad, en fin, de estar en proceso como libertad con un ser que yo no soy y que ni siquiera vislumbro, todo eso que hace la gracia de la vida humana, fue sumergido en una construcción espléndida, irrisorio palacio que se construye pero no se habita. Hegel es el fin de la filosofía occidental concebida como saber universal, total, sistemático”.
— K. Jaspers es ciertamente muy discutido, pero es preciso reconocer que su filosofía influencia a una gran parte de las concepciones modernas. No se puede negar la crisis de la metafísica clásica y como en las grandes épocas de la historia filosófica y religiosa, ha llegado el momento de ciertos reajustes y sin considerar a ese filósofo alemán como “el” Reformador de la Era, se debe admitir de todos modos que representa una tendencia bien anclada ya en los espíritus desde hace algunas décadas.
Hemos tenido ya la ocasión de citar a los Srs. Dufrenne y Ricoeur (3) que han sabido manifestar un modo de filosofar tan serio y comprensible. (Ver nuestro Propósito Psicológico No. IV). La “Filosofía de la Existencia” (Edición de Seuil, París 1947) es compartida asimismo por numerosos Pensadores actuales que forman esa corriente místico-intelectual contemporánea.
En su segundo volumen de Filosofía, K. Jaspers discute sobre la LIBERTAD y se expresa así:
“Buscar pruebas de la libertad no es solamente una tentación para el entendimiento, que no concibe de la realidad más que lo definible y demostrable, según el modelo del objeto, sino para la existencia misma que querría contratar un seguro contra la pérdida de la libertad. El problema de la libertad se plantea en efecto en la angustia, como todo problema nacido del movimiento de la conciencia absoluta, en el origen”, es decir, en ese punto secreto del si-mismo donde mi existencia está en cuestión. (II-261).
Al salir de la inocencia despreocupada de la infancia en la cual yo estaba envuelto en el tejido de la familia, veo de un golpe que estoy reducido a mí mismo, al mismo tiempo que por un movimiento de revuelta adolescente, que los novelistas han descrito a menudo, declaro la guerra al mundo. (II-25 y 187).
Pero, inmediatamente después de esta sedición irreflexiva, volviendo sobre mí mismo, me pregunto si esa libertad cuyo sabor acabo de gustar, no es ilusoria y la posibilidad de una no-libertad me aterra hasta las raíces de mi ser (II-188). Tal es el precio que la libertad toma a mis ojos y esa es verdaderamente la cuestión de confianza que me planteo a mí mismo. E inversamente, la libertad es a ese precio: sin la amenaza de la desesperación posible no hay libertad (II-267). Ya que yo no soy libre por naturaleza, y a pesar de mí mismo, sino solamente en el instante en el cual apercibo la posibilidad de no ser libre y perderme, y afronto en plena conciencia ese riesgo inevitable y mortal. Posibilidad tanto más obsesionante cuanto que estoy secretamente tentado a consentir y ya que el enrolamiento que la libertad requiere de mí, el repudio por escoger entre la riqueza seductora y vana de los posibles me aterra también, huyo ante la libertad al mismo tiempo que la revindico. Ser libre y no ser libre son dos perspectivas muy temibles.”
— K. Jaspers se distingue en esto de Jean-Paul Sartre, para quien el hombre no puede no ser libre. En efecto, este último concluye su filosofía con: “Estamos condenados a la libertad...”.
Robert Campbell lo ha señalado bien, tal es el sentido que es preciso unir a la palabra “libre”, cuando el filósofo francés nos dice: la criatura humana es libre. J. P. Sartre entiende por eso que ella esta arrojada ahí, que existe sin saber por qué y sin poder impedírselo. Está abandonada a sí misma y debe hacerse siguiendo su propia iniciativa. Nadie puede nada por ella: es la hija pródiga de su creador. Para ella, vivir es escogerse a cada instante. No hay ninguna esperanza de liberarse de esa obligación, ella no es libre de cesar de ser libre.
Pero, regresemos a nuestro filósofo alemán, que estudia “las aproximaciones de la Libertad”. “Intentemos pues, para delimitar la libertad, manifestar las formas de necesidad con las cuales ella choca como límites. Descubriremos que esos límites son también sus condiciones y asiremos por ahí, aunque incompletos, sus primeros aspectos. Este estudio de los límites de la libertad puede ser conducido refiriéndose a una fenomenología del querer, ya que los límites de la libertad son los de la voluntad.”
Pero, los Srs. M. Dufrenne y P. Ricoeur, insisten -muy justamente- sobre el hecho de que es preciso primero replantear la idea tradicional de aquello que Jaspers, siguiendo los trabajos de Klages, llama voluntad formal: una actividad situada en el grado más alto de la escala del comportamiento, definida por una clara conciencia de la meta, la sumisión al motivo preponderante y una elaboración reflexiva de los medios; esa actividad, poniendo, suponiendo, determinando, enunciando reglas, obligando al esfuerzo de una disciplina, proscribiendo el dejar pasar y la fantasía, autorizando a identificar voluntad y racionalidad. O al menos, la racionalidad garantizaría doblemente la objetividad del querer, permitiendo a la vez que éste se apoye sobre razones valederas y que se presente él mismo como accesible a un conocimiento objetivo. En realidad, el problema del Libre Arbitrio y del Determinismo, permanece siempre como una importante cuestión, que se encuentra en la base de todos los principios filosóficos que se han sucedido a través de los tiempos.
Es naturalmente una cuestión que debe ser estudiada como las necesidades y las tendencias de una individualidad en el seno de la colectividad humana.
En Los Fenómenos sociales entre los animales (Ed. Collin. París, 1933) Francois Picard examina la “especificidad de la tendencia social”, y plantea el problema:
El hábito de agruparse, de vivir en sociedad no se encuentra, es cierto, en general en todos los seres. La tendencia inversa, el aislamiento, se observa en numerosos casos. De todas maneras hay muchos animales que viven juntos. Los grupos pueden asumir modalidades muy diversas, desde las sociedades complejas de abejas y hormigas, hasta los simples agrupamientos de individuos. ¿Se encuentra un mismo determinismo en la base de todas esas formas de vida social?
El aislamiento proviene de una tendencia innata independiente de toda finalidad. Asimismo, hay una tendencia al agrupamiento. Para Wheeler 4, es una “apetencia” tanto como el hambre, el instinto sexual, etc. Pero se trata de una propensión más débil, más continua, menos espasmódica y en consecuencia menos evidente. No habría mucho más lugar para buscar de dónde viene ese instinto, que para preguntarse sobre el origen del instinto de acoplamiento o de las sensaciones de hambre.
Rabaud encuentra el término apetencia, insuficientemente explicativo y lo compara a la virtud dormitiva del opio.
Para él, el fenómeno social está determinado por una “Interatracción”. De la misma manera que los animales son atraídos o rechazados por olores, sensaciones visuales, térmicas, etc., algunos de entre ellos son atraídos por otros individuos de la misma especie…
Apetencia de Wheeler, interatracción de Rabaud, designan a fin de cuentas una tendencia al acercamiento entre seres de una misma especie. La comparación del opio se aplica a los dos términos y, en último análisis, a todas las propiedades físico-químicas, a todas las manifestaciones psíquicas. En todas las sociedades, aun las más complejas, la interatracción puede ser puesta en evidencia; ella permanece como el factor determinante original sin el cual no podría haber vida social. No se sigue de ello que otras causas no puedan ser agregadas a éstas, viniendo a veces a reforzar su acción, o a imprimir un carácter particular a cada una de las diversas especies de sociedades.
Uno de los errores más expandidos, compartido por la mayoría de autores que han escrito sobre las sociedades animales, es el de hacerlas derivar de la familia y aun de la vida sexual... La atracción sexual no se encuentra ciertamente en la base de las sociedades. No debe confundírsela con la atracción social que tiende a acercar a los individuos, fuera de toda finalidad. Esas dos tendencias pueden, al contrario, mostrarse antagonistas, ya que muchas sociedades se disuelven cuando la atracción sexual se hace sentir. La mayoría de las bandas de pájaros se disipan en parejas aisladas en el momento de la reproducción. Así hacen las utardas, los pinzones, los gorriones, los paros; así hacen los renos entre los mamíferos...
Si no se puede sostener de ninguna manera que la Sociedad proviene del instinto de acercamiento de los sexos, ¿es más justo pretender que deriva de la vida de familia?
No sería la atracción sexual, sino la educación de los jóvenes lo que crearía la sociedad... Los seres sociales, tanto como los otros, deben reproducirse y criar su progenitura; se observa pues, en el seno de las sociedades, procesos familiares. Pero no se debe caer en la ilusión de creer que ellos han creado la sociedad independientemente de una atracción recíproca pre-existente, cuyos efectos se hacen sentir tanto sobre los parientes como sobre los otros. Ocurre que los miembros del agrupamiento se reproducen lo más a menudo entre ellos y finalizan por estar todos más o menos emparentados. ¿Los seres insociables no crían a sus niños? El “gato-que-anda-solo”, como dice Kipling, ¿cuida menos de sus pequeños que la marmota o la XondrataX? El petirrojo, solitario intratable, ¿no nutre su empolladura con tanto amor como la garza o el chucas?...?
La sociabilidad se muestra en las especies donde no hay la menor traza de vida familiar... La familia no es una primera etapa hacia la vida social.
Veamos de nuevo a K. Jaspers y la concepción que tiene sobre ese tema de la “Comunicación y la Sociedad”. Escribe en este caso:
Parece, en efecto, puesto que el encuentro del otro es un incidente contingente, que la comunicación pueda realizarse primero a nivel del ser empírico. ¿No es ella efectiva en la sociedad donde el hombre vive con el hombre, según cambios constantes?
Consideremos pues las relaciones humanas, tales como las exploran la psicología y la sociología. Ellas se entablan en tres planos. Su primera forma, es la inserción ciega en una comunidad del hombre que, no habiendo aún tomado conciencia de sí mismo, no pone en cuestión la influencia que ha sufrido: él hace lo que todos hacen, cree lo que todos creen, piensa como todos piensan. Después, cuando por el ejercicio del entendimiento, el hombre ha probado su propio poder de pensar, la relación toma una nueva forma, ella ya no une individuos sepultados en la comunidad, sino mónadas independientes que se comprenden obedeciendo a una exigencia universal de racionalidad en el pensamiento o en la acción. República de conciencias, en general, donde cada sujeto guarda el anonimato.
En fin, cuando el hombre después de ese desvío necesario para lo abstracto, regresa al sentimiento de una comunidad concreta, totalidad que lo envuelve y supera al Estado, la familia, la profesión, él la toma como una idea cuyo sentido no ha finalizado de explorar y que da, ella misma, un sentido a su vida. La comunicación se establece a nivel del espíritu y recibe un contenido concreto. La adhesión ciega que el hombre daba hace un momento a la comunidad se ha convertido en alistamiento consciente ante un fin que amplía indefinidamente el horizonte de su acto. Así, cuando se convierte en miembro del Estado, es decir, de la última instancia soberana que organiza la sociedad, él participa en el destino real de la humanidad; y quizás decide él mismo el sentido de ese destino defendiendo al Estado con riesgo de su vida. (Filosofía, II-50, 51, 52.)
— Jaspers ha retomado en “Vernunft und Existenz”, el análisis sintético de esos modos de comunicación que preludian la comunicación existencial y que dibujan una triple comunidad: comunidad de simpatías e intereses vitales, comunidad de individuos que se identifican como Seres de entendimiento, comunidad de miembros de un Todo “que se relacionan con ese Todo como con su Idea”.
“El deseo del Señor es la Regla del Bien”
(Zoroastro.)
Regresemos pues ahora al tema del Zoroastrismo que es, entonces, una filosofía del buen-querer, de la voluntad puesta en acción (a pesar de la comprensión de un cierto determinismo) hacia el fin laudable de hacer el Bien.
El Mazdeismo, monoteísmo de la Antigüedad y, a partir de la Edad Media, el “Parsismo”, han tenido por órgano diversos lenguajes, emparentados con aquellos de la India, con el apelativo de lenguas eranias o iranias.
Víctor Henry, Profesor de sánscrito en la Universidad de París, es un especialista en lenguas indo-europeas, que hace notar que el término “Eran” o “Irán” es derivado del zend “Airyana” (País de los Arios): Según ese autor, se debería aplicar el nombre “Eran” al período que se extiende antes de nuestra Era y nombrar “Irán” a los tiempos que siguen.
El “Zend” o “Avéstico”, es hermano casi contemporáneo del Sánscrito. Era la lengua de la Antigua Media (N. O. de Eran) y por tanto de los libros atribuidos a Zoroastro. En seguida apareció el “viejo persa”, hacia el siglo VI antes de nuestra Era.
El “Parsi” es la lengua Pehlvi desembarazada de su “zevaresh”, el disfraz, o procedimiento de criptografía que consiste en escribir en semítico y pronunciar en Eranio. Así, por ejemplo, hay 46 signos que nos fueron dados a conocer en la India: los franceses pronuncian “quarante-six”, los ingleses dirán “forty-six”, mientras que los alemanes pronunciarán “sechs und vierzig”.
El “Pazend” (bajo-zend), así como el “Parsi”, no son lenguas, sino transcripciones del Pehlvi, continuador del Persa Antiguo, su origen data del tiempo de los Sasánidas. Los Partos hablaban semítico -arameo, exactamente-, pero en persa, su lengua era pues el Pehlvi (que es el persa-medo).
En fin, el Persa moderno apareció en el siglo X.
La primera traducción del Avesta, que fue tomada en serio, fue aquella emprendida por James Darmesteer, a quien se recurre siempre.
El Avestismo toma su nombre del título de su canon litúrgico. El Magismo, del nombre de sus Grandes Sacerdotes. El Parsismo, del nombre de sus adherentes que aun actualmente son de origen persa. El Zoroastrismo, de la forma que el nombre de su fundador tomó entre los griegos.
Naturalmente, se trata siempre del Mazdeismo, esta religión que toma el nombre sobre todo de su Dios Mazda, divinidad principal ya que los otros “dioses” no son más que gloriosos sirvientes.
El término moderno de “Guebres” proviene de la tragedia de Voltaire.
Apenas un décimo de los Mazdeos se encuentra aun en su país de origen (10.000 Gabars en Persia) mientras se cuenta más de 100.000 Parsis en el Indostán, en Surate y sobre todo en Bombay.
Se hacen muchas alusiones del “Haoma” (en pehlvi: “Hom”) hablando del brebaje sagrado del Parsismo. En el Avesta se le dice “montañoso” y sería un pájaro divino que se habría puesto para la salvación del hombre. Se trata, naturalmente, mucho más de una planta simbólica que de un vegetal corriente.
Ese término, pehlvi de “Hom” nos hace pensar evidentemente en la palabra sagrada de los tibetanos que regresa en cada mantram (AUM mani padme HUM). En efecto el Hom o Haoma es una ambrosía espiritual, idéntica al “Soma” de los Iniciados de la India. Soma es el nombre de la Luna en viejo sánscrito, pero es sobre todo una planta misteriosa que es también el néctar de los dioses. Parece ser por otra parte que esta planta habría sido importada a la India por los Sacerdotes Arios que la habrían conocido en la llanura de Eran. — Haoma y Soma están reservados a los oficiantes, que aspiran algunas gotas. Se ha discutido mucho sobre la existencia real de esos productos, es más o menos cierto que si esas plantas existen verdaderamente, es primero y ante todo en un sentido simbólico que es preciso comprender su consumo.
Se trata como siempre de un “poder” que poseen los iniciados y que se atribuye a una bebida especial. El caso está generalizado en numerosos mitos. La Sabiduría de tal Maestro provendría de que él absorba el jugo de tal planta; los dones de tal otro Mago serían consecuencia de que él bebe un líquido especial de su fabricación, etc.
Todo eso deja pensar que, en efecto, si ciertos indígenas han podido mostrar las plantas misteriosas, éstas en realidad no son suficientes para adquirir “dones”, poderes o la Sabiduría.
En efecto, es preciso “beber” sobre todo la enseñanza, y ese Haoma podría muy bien ser la quintaesencia del Avesta.
Los orígenes y los autores del Avesta son muy difíciles de fijar, se atribuye generalmente a Zoroastro ser el autor de ese Libro Sagrado, cuando más, él habría compuesto algunos textos, aportando así su colaboración a la obra que, ciertamente, ya existía desde mucho antes. “Avesta” significa “la Ley”, es tanto el Código Moral como la Lección religiosa. La tradición pehlvi del Dinkart la divide en 21 grandes colecciones, cada una llamada Naska. Los libros se reparten en tres series de siete. 1) Nasks gâthicas: desarrollos y comentarios de los himnos. 2) Nasks jurídicos. 3) Nasks mántricos o mixtos.
Hoy día el Avesta, para los parsis, se resume a un simple breviario pequeño, compuesto de dos partes: el Avesta propiamente dicho y el Khordah-Avesta (pequeño Avesta) y es éste el que contiene los Yashts (plegarias cortas). El Avesta, propiamente, son los 3 Libros llamados: Yasna, Vispered y Vendidad.
El comentario pehlvi, lleva el título de “Zend” (Conocimiento, Interpretación) y así ha nacido el empleo abusivo de “Zend-Avesta” para ese libro sagrado.
La literatura Avéstica está compuesta así:
LIBROS CANÓNICOS :
YASNA (sacrificio) la liturgia por excelencia. 72 divisiones, son los “Haití” o “Hâ”.
GATHAS (Los Himnos), descompuesto en 5 Cantos.
VISPERED (Todos los Señores), de 24 capítulos (los “Karda”). Invocaciones a todos los dioses. Es una especie de pequeño Yasna.
VENDIDAD que trata de la práctica del sacerdocio, la cosmogonía, el derecho civil y diferentes reglas a seguir.
YASHTS. Más técnico en el elemento esencial del culto, dedicado a los Yazatas. Se encuentran solamente 21 fragmentos, mientras que normalmente debería haber 30 para las consagraciones de cada día del mes mazdeo.
SIROZA del cual había uno grande y uno pequeño. Son las 30 invocaciones breves, una para cada día del mes.
LIBROS AUXILIARES:
MINOKHARD (Inteligencia Divina). Tratado místico.
BUNDAHISH. Cosmogonía, teología, leyendas épicas de la Persia Avéstica.
FARHANG (Léxico). Zend-Pehlvi, sobre las citas del Avesta.
NIRANGISTAN. Compilación litúrgica, citas de libros perdidos.
ARDA VIRAF NAMAK. Cuenta la historia de Arda Viraf en los Infiernos. Descripciones de las penas y recompensas según los actos.
DINKART. Análisis de los 21 Nasks del Avesta primitivo.
DADISTANI DINIK. 92 cuestiones de dogmas, liturgia e interpretación jurídica.
SHIKAND GUMANIK. Trabajo de polémica contra las religiones extranjeras y sectas heréticas.
SHAYAST-LA-SHAYAST. Tratado de casuística que toca incidentalmente casi todas las cuestiones de la religión.
SADDAR. Manual del Perfecto Mazdeo.
El Gran RIVAYAT. Es el mismo tema tratado como en el Shayast-lâ-Shayast.
El célebre poema persa SHAH-NAMEH; “Libro de los Reyes” de Firdûzi.
Hacia la misma época, el historiador árabe Albîrûni, en una obra sobre las cronologías de los pueblos antiguos, ha consignado preciosas informaciones sobre la liturgia y sobre las Eras y las Fiestas sagradas de Persia.
En el siglo XIII, un Dastûr de la India: Neryosengh (Narasimha), tradujo al sánscrito la parte más grande del Yasna y el Khorda-Avesta.
La lista sería aun demasiado larga, pero podemos contentarnos ya con esta documentación para tener una idea general de esa doctrina.
El pre-zoroastrismo, como su hermano, el viejo Vedismo, era politeísta. El Brahmanismo y el Mazdeismo (sus descendientes) son monoteístas y por un concordancia notable, ambos se han convertido en ello sin por eso renegar de uno solo de sus miles de dioses prehistóricos. Pero ahí se detiene la coincidencia ya que es por dos vías muy diferentes que éstos se han elevado a la concepción de un Dios Único. El primero haciendo entrar todos sus dioses, unos en otros, por vía de identificación parcial o sucesiva 5, tanto que ellos no aparecen más que como manifestaciones o encarnaciones de un Ser Único y multiforme. El segundo, estableciendo simplemente una jerarquía divina muy complicada y minuciosamente ordenada, que hacía descender a todos los dioses, menos UNO, al rango de criaturas perfectas sin duda, pero subalternas, de manera que nuestras palabras “Ángel” o “Arcángel” son las más adecuadas para traducir los términos honoríficos por los cuales ellos los designan. El último resultado de ese trabajo de clasificación, es la teología del Avesta.
Se ha intentado definir los orígenes míticos del Dios Supremo, pero en el Avesta, se ha desembarazado enteramente del mito y se ha espiritualizado. Su nombre completo es AHURA-MAZDA (Señor Gran Sabio) en pehlvi es AUHRMAZD, en persa es ORMAZD u ORMUZD.
Es bajo ese nombre, generalmente, que la literatura Zoroástrica, menciona a la Divinidad que enseña la religión a Zoroastro después de la aparición del Arcángel Vohuman, nombre que, evidentemente, es el mismo de Ahura-Mazda como “Luz del Mundo”, y opuesto a AHRIMAN el “Príncipe de las Tinieblas”.
El Buen-Genio de los Persas (Ormuzd) ocupa la primera serie de tres mil años de los doce milenios del planeta, según la teoría Irania, es la creación. Después viene la época de lucha con Ahriman; luego, el período de fabricación de las fuerzas del mal por Ahriman y, en fin, la guerra de los dos antagonistas “Bien” y “Mal” para llegar a la última época que marca la aparición de Zoroastro: el Gran-Profeta-Reformador.
Dios tiene además otros 19 nombres sagrados y 22 sobrenombres accesorios.
Basta resumir el catálogo, dice aún V. Henry, autor de un libro titulado “El Parsismo” (Ed. Dujarric, París, 1905): “diciendo que ellos responden a los atributos del Dios de nuestras propias teodiceas, con la diferencia de que si bien Él es el Poderoso, no es aún el TODO-Poderoso, ya que su poder es contrariado y limitado por la acción del Espíritu-Malo sobre el cual triunfará al final del período actual, para reinar en seguida eternamente y sin trabas”.
Desde hace 3.000 años que Ormuzd había creado el mundo espiritual y reinaba sobre él sin división ni trastorno, cuando Ahrimán hizo irrupción. Entonces Ormuzd creó el mundo material, en seis períodos, el hombre en último lugar y ello duró tres mil años. Durante ese tiempo Ahrimán estaba reducido a la impotencia, estupefacto por la virtud de la plegaria de las 21 palabras: el “Ahura-Vairya” que había recitado Ormuzd.
Cuando él se despertó de su torpor, se enfureció y procedió a su contra-creación, fue el largo duelo de los Dos Espíritus. En fin, nació Zoroastro y las armadas del Malvado comenzaron a retroceder: la victoria de Ormuzd se delineó cada vez más, gracias a la doctrina del Gran Profeta. Ella se convertirá en definitiva.
Ahrimán entrará entonces en su negra tiniebla y la Bienaventurada Luz no sufrirá más eclipses.
Mayo 1958
Continúa en la siguiente publicación
El año Zoroastriano sigue de cerca el calendario astrológico. Como el verdadero año astronómico, comienza el 21 de marzo, equinoccio de Primavera (grado cero del signo del Carnero) que es, en efecto, el único punto de partida científico para un Tiempo cósmico realmente aplicado a nuestra Tierra.
Los Mazdeos cuentan 12 meses de 30 días en el año y agregan 5 días complementarios, cada uno es un “Gâh”, es decir consagrado a uno de los 5 Gathas. Entonces, cada 120 años se sitúa un año de 13 meses para contrabalancear los años bisiestos. Es un sistema más o menos similar al empleado por las viejas civilizaciones de la Antigua América, los Mayas en particular.
Nombre del mes |
Divinidad |
Nombre del mes |
Divinidad |
Farvadin |
Fravashis |
Mihr |
Mithra |
Ardibahisht |
Asha Vahishta |
Aban |
Apo |
Khordad |
Haurvatat |
Adar |
Atar |
Tîr |
Tishtrya |
Dai |
Dathush |
Murdad |
Ameretat |
Bahman |
Vohu-Manô |
Shahrevar |
Khsathra-Vairya |
Asfandarmad |
Spenta-Armaiti |
1Nahum N, Glatzer, profesor de historia judía en la Brandeis University y una de las autoridades más notables sobre esas cuestiones. El publicó en Europa numerosas monografías en alemán.
*Nota de esta Edición: la expresión ‘la incógnita’ sólo consta en Ed. Meyerbeer, no en original francés
2El sentido primitivo, la idea más simple de la palabra “símbolo”, es el de una “cosa compuesta de dos”. Para comprender bien toda la filiación de “SUMBOLON”, es preciso referirse al verbo que está en la raíz de esa palabra: a) SUMBALLEIN = reunir, juntar; b) SUMBALLEIN y SUMBALLESTAI = encontrarse con alguien, hallarse, tratar con alguien; c) Comparar su pensamiento con un caso presente, hacer conjeturas, buscar penetrar alguna cosa enigmática.
3 Traductores de las obras de Karl Jaspers.
4Wheeler (W. Morton), entomólogo americano, autor de una obra sobre “Las Sociedades de Insectos” (1926).
5 En “Literatura de la India”, pág. 400, de Víctor Henry.